15. ¡Huye! (no te sentirás orgulloso)

Bajo la escalinata de salida que da al patio del internado, esa misma salida alternativa que ví en mi pequeño recorrido en mi primer día aquí, Phoebe poco después me aclaró que es la puerta hacia el patio, lo cual explica esos alumnos de aquel día.

Observo a mi alrededor, notando que todo es más... natural aquí. Pese al tiempo que llevo en el internado, esta parte aún no la había conocido. Todo el césped es de un verde brillante, hay más árboles que en el jardín principal que ofrecen una sombra fresca, incluso en uno de esos ví una casita para pájaros roja donde un ruiseñor se estaba acomodando las plumas.

Silbo imitando parte del sonido de su canto, lo que llamó su atención. Dejo ir una risita baja siguiendo con mi camino aún viéndolo buscar a la supuesta pajarita.

Lo siento, amigo, pero ni a ti ni a mí nos van los de nuestra especie.

Meneo la cabeza ante ese pensamiento, mi risa se termina convirtiendo en un suspiro, vuelvo a concentrarme en mis alrededores. De verdad que todo aquí es tan bonito y fresco, incluso algunos de los árboles más pequeños están podados en formas como casitas, corazones y uno único en forma de... ¿Dinosaurio? Seguro que los directivos no supervisan el trabajo de los jardineros.

Mis pies se detiene de golpe cuando mis ojos vuelven al frente después de apreciar al bonito Árbolsaurio, de mi boca sale un bajo pero muy sorprendido:

—Por Selu...

El campo de fútbol del internado era tremendamente enorme, en mi vida había visto un campo de fútbol así, además de tan bien cuidado. En mi vieja preparatoria eran los mismos chicos del equipo los que tenían que mantener el lugar por la falta de presupuesto para que alguien más lo hiciera, (aunque los directivos decían que era para que tuvieran más «responsabilidades») y esa tarea no se les daba precisamente bien.

Pude ver a los chicos practicando en el otro extremo, también a un medio borroso Percy viendo en mi dirección. Le saludo con una sacudida de mi mano, gesto que imitó.

Me encamino hacia las gradas, dónde no evito resoplar por lo bajo y poner los ojos en blanco cuando veo al grupo de amigas de Malia con la misma bruja con maquillaje de búho sentada en medio de todas ellas.

Tomo asiento en la tercera fila de asientos, el grupo de chicas chillonas estaba como a cinco filas más arriba que yo, aún con una distancia prudente entre nosotras, no fue impedimento para que pudiera escuchar desgraciadamente bien la conversación que llevaban.

Una de ellas dejó ir un suspiro soñador.

—Es que... ah, Percy es tan... tan lindo.

Benditos dioses cherokee.

—Solo miren su cabello —dijo otra chica, dando un nuevo suspiro—. Es tan lindo, se ve tan sedoso, ¿Qué clase de acondicionador creen que usa?

—¿Y sus ojos? ¿Los han visto? Son tan... —chilla de una forma tan rara, algo dentro mío tiene la sospecha de que no fue un chillido—. Me encanta cuando cambian de color, es tan... mágico.

Así siguieron halagando el físico de Percy, chillando cuando lo veían hacer un truco con la pelota o cuando el pelinegro hacía el simple amago de sonreír. Escuché muchas cosas sentada ahí, incluso fui la desgraciada que le tocó oír como una de ellas decía «Incluso su nombre es sexy» con un tono picarón.

Mis ojos se abrieron de par en par, sorprendidos. Por la madre del maíz, que chicas tan hormonales y extrañas.

Venga, no digo que sus comentarios sean una mentira ya que Percy tiene con lo que defenderse, la cosa es que es... tan extraño oírlo, sobretodo cuando viene del grupo de chicas medio popular del internado. Cualquiera se esperaría que halagaran a otros chicos del equipo, los que sí dicen más de diez palabras al día, no al callado que pasa desapercibido.

Hay un resoplido de fastidio que corta con la conversación sobre el pelinegro que no había parado.

—No entiendo qué le ven Adams —es la voz insoportable de Malia.

—Lo que nosotras no entendemos, Malia —empieza a decir una de sus amigas—, ¿Es qué tú no le puedes ver a Percy? ¡Si es un bombón andante!

Ay, por Kanati.

—Sí, Malia —agrega otra chica—, si ustedes hace dos años...

—Eso fue hace dos años, el tiempo pasa y la gente cambia —le interrumpe, con una molestia clara en su voz—, Adams es un odioso, un entrometido también, ¿Quieres que siga, Alexa? Porque puedo hacerlo.

—Vale, vale —dijo la chica Alexa—, está bien, lo pillo.

Malia despide otro resoplido.

—Podrá tener un lindo cabello, o unos ojos extraños que por alguna razón ustedes los ven bonitos, y quién sabrá qué más, pero eso no quita el hecho de que es un idiota entrometido que siempre intenta llamar la atención.

Mi paciencia se estaba pensando ir de paseo y no estaba considerando un tiempo de llegada, todo lo que esta chica dice son solo chorradas, ¿Idiota entrometido? ¿Odioso? Vale, esa no se la podía negar, pero demonios, ¿De verdad está llamando «idiota entrometido» al chico que defiende a los que ella intenta bullear?

Ya no me quedan dudas de que todo lo que es Malia Pierce es bastante cuestionable.

Mi pierna estaba teniendo ese tan común tic cuando intento mantener la calma, algo que ahora me está costando bastante solo por escuchar las cosa que sigue diciendo Malia de Percy. Algo importante sobre mí es que en mi familia soy conocida por tener una paciencia sorprendente, por algún motivo, frustrarme es un poco más complicado, supongo que es algo que heredé del abuelo, él era igual, pero justo ahora, mi enorme tarro de paciencia se rompió, derramando su contenido.

Me levanto de mi asiento soltando un resoplido por la nariz, volteo a ver a Malia.

—Al menos Percy no es tan mala persona como tú, Malia.

Me mira, formando una sonrisa en sus labios tan falsa como el tono emocionado de su voz.

—¡Pero miren quién es, la niña india! —cruza las piernas al igual que los brazos sobre su pecho—. Disculpa, Polet, pero aquí nadie a pedido tu opinión, ¿O acaso tus oídos parcialmente desarrollados escucharon algo como «que la india opine»?

Aprieto los labios junto con mi puño a mi costado, molesta, escuchando como todas se ríen de algo que ni gracia da. ¿En serio le ven gracia a eso de burlarse de la gente? Era eso o es que esas chicas tienen un sentido extraño del humor o yo no entendía el chiste.

O también la respuesta más acertada: yo era el chiste.

No me gusta ser el chiste, está del asco.

—Mejor vuelve a tu cueva, india, aquí nadie te quiere —hace un gesto despectivo para que me retire.

Risas, risas insoportables que no tienen ningún motivo como para hacerse en esta situación. Vaya, en serio esto les da risa. Cada una de ellas me miran con desdén, como si acaso fueran superiores a mí. He ahí lo que creían la mayoría de la gente del internado: ellos se creían superiores a mí, en sus mentes retrogradas, yo soy de una clase más baja por el hecho de ser mitad nativa americana.

—Eres tan... imbécil.

Las risas se detienen de golpe. Malia alza una ceja en mi dirección.

—¿Disculpa?

—Lo que has oído, eres tan imbécil. Tienes razón, nadie a pedido mi opinión, yo misma quise darla por defender a un amigo.

»Percy no es un «idiota entrometido» como lo has llamado, Malia, que sepa actuar frente a las cosas horribles que tú dices es algo totalmente diferente, que no le guste tu trato hacia otros como si tú... fueses alguna especie de entidad importante aunque no seas más que una bully no lo hace un entrometido, lo hace una persona justa que odia la discriminación hacia otros.

»¿Qué demonios te hicimos? —su mirada es furibunda—, ¿Qué demonios te hice? Apenas si te conocía, ¿Estabas aburrida y pensaste que el mayor entretenimiento del día sería arruinarle el semestre a la pobre chica nueva?

Nada, no responde nada.

—Eres una persona horrible con un narcisismo sorprendente y una mentalidad tan retrograda, ¡No eres superior a otros, no eres importante! Creer que estás en un nivel más alto que yo solo porque soy mestiza dice demasiado de ti. No estás sobre mí ni mucho menos a mi mismo nivel, eres una bully que siente satisfacción solo por hacer a los demás miserables, y solo eso te tiene muy por debajo.

Recojo mi mochila y me la cuelgo al hombro, hasta ahora noto que las alas de su nariz se abren y cierran por las fuertes respiraciones que está dando, que su rostro está rojo por la molestia y no por el exceso de rubor. Su mirada pasó a ser de furia a querer enterrarme un cuchillo ahí mismo.

—Que sepas que aquí el malo no es Percy, mírate en un espejo y ahí lo verás.

Con eso último, salí de las gradas despidiendo en un resoplido todo el aire que no sabía que había estado acumulando, escuchando mi corazón latir por todas partes pero sintiéndome como la mismísima Unelanuki.

—Bien hecho, Paulette Ocasta —me digo a mí misma, limpiando el sudor de mis manos contra mis vaqueros—. Bien hecho.

Salí del campo de fútbol, pensando en qué después podría hablar con Percy.

***

Antes de poder llegar a las mesas de picnic del jardín, que eran mi próximo destino para terminar el proyecto que debo de entregar al final del día, alguien me alza del suelo sujetándome por la cintura desde atrás, un grito agudo se escapó de mi garganta, mis piernas empezaron a patalear para así de alguna forma conseguir que las pusieran en el suelo otra vez, lo único que conseguía era cansarme.

—¡Eh, Torre Willis, bájame! —exijo, intentando removerme en los brazos de mi captor, debía de parecer una lombriz.

El pecho de la Torre Willis vibró en una risa, una que sé a quién le pertenece por muy pocas veces que la haya oído.

—¡Perceval Adams te exijo que me bajes de una buena vez!

Se ríe otra vez, manteniendome en el aire un par de minutos como si quisiera decir «Ya ves que no soy de obedecer» estuve por elegir el camino de la violencia cuando al fin, Percy me pone en el suelo.

Volteo a verlo, cabreada. Detesto que me levanten del suelo, mucho más si es de sorpresa. Percy por su parte dibuja una sonrisita que crece un poco al ver mi cara.

—Ni lo intentes, tienes pinta de un panda rojo intentando defenderse.

No lo entendí, me confundió, sin embargo, mi molestia era más ahora.

—¿Acaso acabas de insultar mi cara de molestia?

—Pues sí —responde muy relajado.

Le di un golpe a puño cerrado en el bíceps con toda la fuerza que tenía, que aunque no era mucha, sí fue la suficiente para que esa sonrisita tonta se transformara en una mueca adolorida.

—¡Auch! —se sujeta la zona golpeada.

—¡Nadie ofende mi cara de molestia! ¡Ni me alza del suelo! ¡Tampoco me llama panda rojo! ¿Qué rayos con eso?

—Vale, vale —alza las manos en son de paz, aún tiene la mueca en los labios—, lo entiendo, aunque debería decir que eres bastante ligera —me mira de pies a cabeza, como si me escaneara—, creí que lo que te faltaba en estatura lo tendrías en peso.

—¿Me llamaste enana?

—¿Acaso no lo sabías ya? —cuestiona, confundido.

Muy bien, eso sí me ofendió, primero me llama panda rojo, (seguía sin entenderlo) y luego me llama enana. Sé que para mí edad soy un poco más baja de lo normal, no lo suficiente como para pasar por preadolescente de doce años, pero comparando mi 1, 72 con los casi 1, 80 de Phoebe u otras chicas del internado, me hacía falta unos cuantos centímetros para poder entrar a lugares sin que me digan «necesito ver su identificación, joven» porque además tenía esta cosa de aparentar un par de años menos.

No es malo si lo vemos a futuro, pero en esta edad siempre te van a mirar raro cuando niegas que tienes quince años, lo digo por experiencias propias.

Percy aún me mira intrigado, como si de verdad no se creyera que estoy falta de centímetros para parecer de diecisiete. Quise mantener mi molestia hacia él, y lo conseguí... por unos miseros dos minutos.

—Ya sé que soy un caniche —él asiente de acuerdo—, no tienes porque recordarmelo, así que olvídalo, ¿Por qué estás aquí? ¿No se supone que debes de estar entrenando?

—Exacto, debería, pero quise venir a darte las gracias.

Frunzo las cejas.

—¿Y eso por...?

—Por... hacer eso de defenderme de Malia —ladea una rápida sonrisa—, no tenías porqué hacerlo, creí que te caía mal.

—A veces sí.

—Y bueno, tampoco es que seamos taaan amigos —cruzo los brazos sobre mi pecho, luciendo una media sonrisa—, nada más me caes algo bien.

—El sentimiento es más que mutuo.

—Sí, lo sé —suspira—, la cosa es, que gracias, Polet, también quería decirte que hiciste bien en soltar lo que tenías contra Malia, es un inicio, así que me alegro por ti, átomo en decadencia.

También un alivio, desde que le dije todo eso a Malia, he sentido un gran alivio en el pecho, como si hubiera estado cargando con esas palabras desde que toda la desgracia inició.

—No hay de qué Percy, después de todo, yo te caigo «algo bien» y tú me caes más o menos bien, así que eso nos hace... ¿medio amigos?

Percy asintió con una sonrisa de labios cerrados.

—Claro, somos «medio amigos», Polet.

—Y eso hacemos los medios amigos por otros, no tenías por qué haberte molestado, listillo.

—Sigue siendo un insulto pésimo —encojo los hombros—, pero de todas formas, gracias.

Le resto importancia con un gesto, el chico podrá ser la mayor parte del tiempo un odioso, pero no todo lo que dijo Malia sobre él. No era justo que yo estuviera ahí, sabiendo que todo eso es mentira y no dijera nada para defenderlo.

—Estate tranquilo, mejor vete a tu práctica, yo tengo un proyecto que terminar.

—Uh, sí, la práctica —voltea a ver en dirección al campo—. Sí, será mejor que me vaya, ¡Nos vemos en clase, átomo en decadencia!

Idiota.

—¡Claro, ahí te veo, listillo!

Dos pueden jugar ese juego.

Cuando se voltea a verme con un mohín en los labios y el ceño fruncido, solo me reí porque de verdad esté chico es fácil de irritar.

—Me retracto, ya no me caes bien.

Abrí la boca, fingiendo ofensa, viéndolo irse de vuelta a su práctica.

No le di tanta importancia, así que seguí con mi camino hacia la mesa de picnic, la mejor porque estaba vacía, (igual si hubiera gente se habrían ido solo porque me senté ahí) y estaba bajo la sombra de uno de los árboles. Después de sentarme dejé mi mochila sobre la mesa y saqué la libreta donde estaba anotando todo y el libro del que estaba sacando la información para mi tarea. Hace un par de días me pasé por la biblioteca a buscarlo y vaya que ahí tienen una gran cantidad y variedad de libros, incluso hay un área especial donde están las historias de romance, aventura, ciencia ficción... estoy totalmente segura de que Percy se a leído la gran mayoría de los libros ahí.

Quise escuchar un poco de música, como es costumbre mía mientras hago los deberes, pero sé que me distraeré y necesito terminar esto antes del final del día.

—A ver, a ver, ¿Dónde fue que te quedaste, Ocasta? —busco entre las hojas—. Ajá, aquí está.

Empecé el texto en mi libreta, ayer pasé gran parte de mí tarde solo haciendo este trabajo que mis pobres deditos estaban ya inflamados, de no ser porque Phoebe me pidió (más bien hurtó mis cosas en mi rápida salida al baño) habría estado escribiendo hasta terminar mi tarea, por lo que ahora tendría los dedos amoratados, así que le agradecía a Phoebe que haya escondido mis materiales.

Iba a mitad de la respuesta de la siguiente pregunta cuando en mi mochila empieza a sonar el ringtone predeterminado de mi móvil, lo saco de mi mochila dejando el lápiz a un lado.

Es un número que no tengo registrado y que además no pone que es de la ciudad.

—¿Hola? —contesto, usando mi mejor tono educado.

—¡Hola, Polet! —responden del otro lado, una voz infantil que conozco muy bien.

—¡Sam! —exclamo, sonriendo—, ¡Vaya, pero que sorpresa! ¿Qué tal estás?

—Genial, genial —responde, apoyo mis antebrazos de la mesa—. ¿Qué tal estás tú?

—Genial también, feliz de volver a oírte, te había echado de menos.

—Bueno, si me hubieras echado de menos me habrías llamado, hum —sonrío y niego con la cabeza.

—No me culpes, no tengo forma de hablar contigo.

—¡Tienes el número de Aidan! Le habrías pedido el número de mi mamá.

De hecho, eso lo pensé en su momento, sin embargo, pasé de la idea porque no quería ser inoportuna, yo no sabía si a la novia de papá le agradaría que yo tenga su número, así sea solo para hablar con su hijo pequeño.

—También he estado ocupada en la escuela —agrego, haciéndolo resoplar en plan «Que conveniente» eché una corta risa—. Igual tampoco es que he hablado mucho con tu hermano.

Desde hace tanto, de verdad tengo que escribirle a ese chico, hablar con Aidan es una fuente segura de risas así sea por un rato.

—Comprendo, pero aún así, ¡No me olviden! Aidan también me tiene de lado con todas sus cosas de la universidad y el trabajo, tú no me llamas, ¡Esto es traición!

Vuelvo a reírme, este chiquillo es muy gracioso.

—No es traición, ambos estamos ocupados -nos excuso.

—¡Chorradas! —proclama—, tienen a alguien en Ciudad Nevada, llamenlo eventualmente, lo harán feliz —Sam suspira, murmurando algo como «esta gente»—. En fin, te quería decir que esa camisa que llevas es bastante bonita, el verde pastel te queda muy bien.

Miré mi camisa, es la misma que me regaló Phoebe en su salida con Aba y Letty, decidí ponermela hoy porque combina bien con mis vaqueros favoritos y mis tenis verde navidad.

—Ow, gracias, Sam, ¿A qué es bastante bonita? Me la a rega... —frunzo el ceño, dándome cuenta de algo—. Mmm, ¿Sam?

—¿Siii?

—¿Cómo sabes que traigo puesta una camisa verde pastel?

—Ah... yo... lo ví.

—¿Cómo? —pregunto lentamente.

—¿Con mis ojitos?

—Sam...

—Así me llaman.

—Samuel...

—Así es como me llamo.

—Samuel —mi tono es más serio.

Suspira de su lado.

—Voltea.

—¿Cómo que voltee?

—¡Voltea a la entrada!

Hago caso, no estaba entendiendo lo que estaba pasando y necesito una respuesta. De inmediato mis ojos se abren de par en par y mis cejas se alzan, sorprendidas de ver a un pequeño pelirrojo rizado de diez años saludandome con la mano, emocionado.

—¡Hola, Polet! —dice felizmente por el teléfono.

No inventes...

Meto todas mis cosas en mi mochila apresurada, aprendí por las malas que no debo dejar mis pertenencias solas más de cinco minutos en una mesa. Lo bonito de ese recuerdo amargo es que conocí a un tierno ratón de campo. Con todas mis cosas otra vez en mi mochila, corrí hasta la entrada dónde tan solo estuve de frente, Sam me rodeó con sus bracitos el torso, apretujando un poco. Pese a la sorpresa le correspondí a su abrazo porque estaba feliz de verlo otra vez.

—¡P-pero qué sorpresa! —exclamo, alejandome. Sam me regala una dulce sonrisa, acentuando sus pecas, aún se le ve el espacio vacío donde debe de ir un colmillo—. ¡De verdad estás aquí!

—¡De verdad estoy aquí! —afirma dando un saltito—, es que hace mucho no te veía, y te extrañaba, así que aproveché para darte una visita.

Veo a los alrededores, la calle estaba transitada por autos y transeúntes, todos ellos en sus asuntos. No ví ninguna cara conocida o alguien cerca que se le notase que le está haciendo compañía.

No solo noté eso, sino también que este pelirrojo no vive en esta ciudad.

—¿Cómo es que...?

—Mamá y yo estamos de visita, ¡Y con tu papá venimos a darte una sorpresa!

Maldición.

Mi mano en automático sube a mi cuello, notando la ausencia de mi collar. Paso saliva, sintiendo nervios. Si papá... si él estaba por venir se dará cuenta de que no llevo el collar del abuelo, entonces empezará a sospechar de que algo no va bien, ese hombre es muy inteligente, conectará los puntos y tiene a su beneficio que sabe la promesa que le hice al abuelo, además de que me conoce ridículamente bien.

Doble maldición.

—¿D-dónde están tu... mamá y mi papá? —vuelvo a escanear la calle, no los veía cerca.

—Ah, están en la panadería de la esquina, tu papá quiso comprarte unos dulces.

Algo se revolvió en mi estómago, no era hambre, era... ese sentimiento que he estado experimentando desde que empecé a pasar de las llamadas de papá. Algo parecido a un malestar mezclado con un barril lleno de culpabilidad.

—¿Ya no estás feliz? —la expresión alegre de Sam decayó un poco.

—No, no, no es eso, es que... no me esperaba que vinieran así, así de la nada.

—Estoy seguro que dije «visita sorpresa»

Medio sonreí para él, aún sintiendo ese malestar en el estómago. Sam tiene mucho parecido no solo físico, sino también personal con su hermano.

—Claro que estoy feliz de verlos, es solo que... —pienso en algo, algo que se me oiga creíble—, no creo que sea por mucho rato, tengo deberes que terminar y... y... pronto entro a clases, entonces...

—Rayos —Sam tuerce sus pequeños labios—, bueno, si es un ratito, tengo que aprovecharlo.

Así empezó a contarme como le dieron tremenda sorpresa ayer a Aidan en su universidad a la hora del almuerzo, yo solo lo escucho atenta, pensando en cualquier excusa para darle a papá y Aldana.

Durante su relato me doy cuenta de que Sam mueve mucho las manos, como para recalcar lo que dice, que cuando sonríe el ojo izquierdo se le entrecierra más que el derecho y que sus dos dientes delanteros tiene una ligera separación, igual que yo, aunque la mía es un poco más notable que la suya.

—Creo que he hablado mucho yo —se detuvo de parlotear un rato después—, ¡Cuéntame de ti! ¿Cómo es ese enorme lugar? ¿De verdad vives ahora aquí? ¿Cómo es convivir con un montón de extraños? ¿Y por qué esos tipos parecen hippies dopados?

—¡Eh! —le reprendo por eso último.

—¡Pero es que míralos! —Sam ladea la cabeza, husmeando hacia en jardín.

Efectivamente, los tipos de la otra sección de último año parecen hippies drogos, ahora bien él es un niño de apenas diez años, no debería reconocer a ese tipo de gente tan rápido.

Tengo dos teorías, o Sam es más inteligente de lo que parece, o pasa demasiado tiempo en el móvil.

Quiero irme más por la primera opción.

—No hablemos de ellos, ahm... —pienso el orden de sus preguntas—, es un lugar muy lindo y amplio, incluso tiene una piscina —su mirada caramelo se ilumina—. Sí, vivo aquí hasta que termine el año escolar, lo de convivir con extraños... solo lo hago, no presto atención a otros que no sean de mis clases —prefiero omitir detalles—, esos tipos solo son raritos.

—Muy raritos —le tomo de las mejillas cuando quiere volver a ver detrás de mí. Me regala una sonrisa exagerada—. Hola.

Se me escapó un bajo «aaww», de verdad que este niño es toda una ternurita. Siempre he visto que a los niños la ternura se le va a eso de los ocho, ¡Sam tiene diez y es toda una monada!

—¿Pero dónde están nuestros papás? —se suelta de mi agarre y mira a los alrededores—. Oh, allá vienen, sii, mamá trae dulces.

En efecto, mi papá y su mamá vienen en nuestra dirección sonriendo por algo de la conversación que llevan, veo que papá trae una bolsa marrón de papel en la mano, de seguro con los dulces que me dijo Sam. Vuelvo a llevar mi mano a mi cuello, es obvio que mi collar no apareció por obra de invocación, no podía irme a buscarlo porque, uno, no estaba bien dejar solo a Sam aquí, y dos, nuestros padres ya me han visto, por lo que apresuraron en paso.

Piensa algo, Ocasta, piensa en algo.

Observando el panorama, encuentro mi solución más rápida con Nyl, viene centrado en la pantalla de su móvil, un auricular le sobresale del oído y lleva sobras de lo que debió ser su comida en el Shumpox, como a Phoebe a él le encanta la comida de ahí.

—¡Nyl! —levanta la mirada y busca a quien lo a llamado, cuando da conmigo, sonríe acercándose.

—¡Épale, Polet! —saluda con su característico acento latino—. Tanto tiempo sin verte.

—Nyl, nos vimos en el desayuno esta mañana.

—¡Y eso fue hace cuatro horas, el tiempo pasa! —Sam aún parado a mi costado no le quita la mirada al castaño, algo que percibe porque se gira a verlo al niño—. Hey, amiguito —saluda con asentimiento de su cabeza.

Sam lo imita, un poco más exagerado.

—Hey, amigote.

Nyl sonríe, son pocas las veces en que encuentra a alguien que le siga la broma.

—¿Y este chamito quien es, ah, Polet?

—Oh, él es Samuel, Nyl, es el hijo de la novia de mi papá. Sam, él es Nyl, un amigo mío.

—O sea, que es tu hermanastro.

—Bueno... —balbuceo.

—Eso mismo —afirma Sam—, un gusto, amigote.

—También es un gusto, amiguito —ríe Nyl.

En medio de la presentación de estos dos, papá y Aldana se terminan por acercar, así que cuando menos lo esperé, los brazos de mi padre me estaban rodeando en uno de sus famosos abrazos de oso que, por primera vez, no estuve cómoda con recibir.

—¡Cuánto te extrañé, Pau! —exclama, apretujandome.

—Sí, sí, yo... también te extrañé.

Esa sonrisa tan feliz que tiene va desapareciendo lentamente tan solo escuchó mi tono de voz, papá me conoce mejor que nadie, es mi mejor amigo, cuando sus ojos empiezan a recorrer mi rostro, sé que debo de huir de aquí.

—Quisiera quedarme a hablar un rato, p-pero tengo... tenemos que terminar un proyecto para final del día, ¿Verdad, Nyl?

—¿Proyecto? —le suplico con la mirada que me ayude—. ¡Oh, sí, el proyecto! Sí, es... muy largo y no tenemos tanto tiempo para terminarlo.

Veo a papá, no estaba feliz. Ese malestar en mi estómago se intensificó.

—Lo siento, papá, tengo que irme.

Asintió, forzando una sonrisa.

—Sí, comprendo, Pau —mira la bolsa en su mano, me la tiende—, t-te compramos esto, son... son tus dulces favoritos.

Acepté el obsequio porque no quería sentirme más miserable de lo que ya lo hacía ahora.

—Gracias, papá, nos vemos en... otro momento.

—Sí, ¿Qué tal el fin de semana? Puedes ir a casa y...

Ir a casa... eso sonaba tentador, alejarme de aquí así sean por dos días, volver a mi lugar seguro. Luego pensé en mamá, ella había prometido venir este fin de semana.

—Mamá dijo que venía por mí —murmuré.

—Oh... entonces, será para la próxima.

—Para la próxima —escuchamos la campana de entrada—. Me tengo que ir, adiós, papá. Adiós, Sam, adiós también, Aldana.

—Adiós, linda.

Sam al lado de su mamá sacude su manito en despedida.

Doy una última sonrisa forzada a mi papá, antes de darme la vuelta y volver por el sendero de gravilla junto a Nyl, que no hace más que quedarse callado.

Casi llegando a la entrada del edificio principal, volteo a ver el momento justo donde Aldana pone una mano sobre el hombro de papá en forma de consuelo, Sam le da la mano, apoyando su cabeza apenas un segundo. Personas que recién entran a nuestras vidas están haciendo una tarea que por mucho tiempo fue mía: darle apoyo a mi padre, lo peor de la situación, es que se sentía derrumbado porque era yo la que lo había lastimado.

Soy una mala persona, y sobretodo, una mala hija.

—¿Qué coño fue lo que pasó ahí, Polet? —Nyl nos detiene en el inicio de la escalera, ignorando que llegaríamos tarde—, ¿Proyecto? ¿Acaso viste la cara de tu papá? ¿La de ese niño y la mujer?

—Sí, pero es que... yo no... no quería verlos, no ahora, no... no en este...

—¿Momento? —completa por mí, agacho la mirada con un suspiro—, espera, toda esa evasión, esa incomodidad, el que huyeras de tu familia, ¿Todo eso por lo que a pasado con Malia?

—No es...

—Mierda, Polet, claro que es por eso —me interrumpe, no soy capaz de alzar la mirada—. ¿Acaso me ves cara de estúpido? ¿Acaso crees que no sé todas las veces que has evadido las llamadas de tu papá?

—¿Cómo es que...?

—Eres demasiado transparente, Polet —Nyl me dirige una mirada decepcionada que me hizo sentir peor de lo que ya lo hacía—, ¿Por qué te dejas hacer eso? Da frente y defiendete de esos malditos. Mira lo que acaba de pasar, tu familia quería pasar un rato contigo y tú solo los dejaste plantados, ¿Crees que es bonito? No, no lo es.

»Deja de hacerle caso a lo que dicen toda esta panda de gente ingrata, esto ya es demasiado, Polet.

—No lo entiendes, Nyl, no... es tan fácil —murmuro, abrazándome a mí misma.

—¿Que no lo entiendo? —repite con una risa medio histérica—, ¿Que no te entiendo? Nadie mejor que yo te entiende, Polet, ¿Crees que ser un latino inmigrante es fácil? ¿Crees que es fácil soportar lo que dicen a espaldas de ti? ¿Crees que es fácil ser un chico de catorce años llegando a un nuevo país, sin conocer el idioma, incapaz de poder adaptarse y ser el nuevo en un lugar como este?

La mirada de Nyl, siempre tan llena de diversión, siempre tan brillante, ahora abarca una gran tristeza que nunca le había visto y que, sinceramente, era extraño de ver. Antes no se me había pasado por la cabeza lo que pasó él en su primer año aquí, «No importa si son mestizos, de color o latinos, también a los que tienen trastornos como dislexia, discalculia, disgrafia o disortografia. No importa qué tengas, los del internado se reirán de ti solo porque te creerán en una categoría más baja que ellos» dijo Phoebe una vez, ¿Acaso le habían hecho lo mismo a Nyl?

—Es una mierda horrible, era el nuevo, era el friki, no sabes todo lo que escuché de mí, han sido duros contigo, pero créeme, la gente de aquí puede ser peor —sus ojos se cristalizan, sorbe su nariz—. Nadie mejor que yo te entiende, Polet, nadie mejor que yo sabe lo que es que te señalen, que se burlen de ti por el lugar del que vienes, por lo que eres y lo que representas.

»Y nadie mejor que yo puede decirte que es difícil, cuesta muchísimo, mucho más en los momentos donde tú fuerza de voluntad se doblega a la rota que está tu confianza —pone sus manos sobre mis hombros, firme, seguro, algo que su mirada no demuestra—, caíste en un pozo, no dejes que el agua siga ahogandote, úsala a tu beneficio para salir de ahí.

»Nadie nunca dijo que redimirse es fácil, es la vaina más complicada que harás en tu vida, pero una vez que hagas oídos cerrados a aquellos que quieren marcar tus diferencias y las abraces con mucha fuerza y aprendas a aceptarlas como parte de ti, es donde el camino pedregoso ya no será más tu tortura.


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