14. No sigas ruidos extraños del pasillo

Percy aún se veía alterado.

El camino de vuelta al internado solo se la pasó con la mirada perdida jugueteando ansioso con la pulcera de cuentas que lleva en la muñeca, también toqueteando eventualmente el anillo que lleva en el collar alrededor del cuello. No decía nada, no hacía otro movimiento más que el de sus manos y parpados. Estaba ahí, sentado a mi lado y, a la vez, es como si no lo estuviera.

No comprendía qué es lo que lo había puesto así en el parque, el rostro pálido, los ojos aguados, las respiraciones aceleradas... de la nada él solo se quedó viendo algo o alguien, y eso le había asustado.

La situación me hizo recordar mi primera noche en el internado, lo que me dijo Phoebe haciendo eco en mi cabeza «Percy es difícil de interpretar, Polet. Es cerrado, se reserva muchas cosas»

¿Qué son esos recuerdos que te guardas, Perceval?

No había que ser un genio para darse cuenta de eso, Percy es un tipo callado, y por lo general no suele hablar mucho de él, es el amigo que se sienta a observar y escuchar las conversaciones de los demás, que puede aportar en algo, pero nunca demasiado. El chico no habla de gustos, no habla de familia, nada. Se sabía que le gustaba la literatura porque no se preocupaba en parecer un friki de ello, que me haya comentado hoy que también tiene una afición por la escritura se debería considerar un evento del siglo.

Pero de resto, nadie conocía a profundidad a Percy Adams, y es porque él mismo se a encargado de ser así, de no demostrar mucho de sí, y cuando analizas eso, te deja pensando, ¿Por qué lo hace? ¿Qué tiene miedo de mostrar? ¿Quién o... qué le hizo daño para ser así?

Eran demasiadas interrogantes sobre una persona que de por sí ni siquiera le gusta hablar.

Como él estaba demasiado metido en su mundo, tuve que ser yo la que pidió parada y llevarlo conmigo fuera del autobús, la brisa fresca de la tarde debió de ser un golpe devuelta a la realidad, porque se pasó las manos por el pelo medio húmedo, nada más que mechones y ondas.

Su rostro había recuperado ese tono trigueño claro característico, pero sus ojos... esta es una de las ocasiones donde hay algo más que inexpresividad, estaban de un tono azul, sin embargo también iban un poco al verde, como si ambos colores quisieran estar ahí y, a la vez, ninguno se dejaba, dejando una mezcla de un azul verdoso en sus irises.

La cosa no estaba en los cambios de colores que tenía, sino lo que transmitían, tristeza, mucha... por un segundo quise ir y abrazarlo y no soltarlo, consolarlo de alguna forma, pero sé que él no se dejará, principalmente porque el contacto físico y él no van de la mano.

Así que mi mejor opción ahora es ir por la vieja confiable:

—¿Cómo estás?

Percy parpadea, viendo varios puntos del suelo, termina pasándose el dorso de la mano por la mejilla.

—No lo sé —murmura, alzando la mirada, parecía perdido, no solo aquí y ahora, si no también en su cabeza—, vámonos.

Dicho eso recorrimos el camino de vuelta al internado, él en ningún momento se dió cuenta de que le dirigía miradas de más, y es que de verdad todo esto me tenía preocupada, Percy será muy antipático y podrá caerme mal en ocasiones, con todo eso, seguía teniendo esa sensación de querer consolarlo.

Ya de vuelta, se me adelantó en la entrada para subir con prisa las escaleras, seguirle el paso fue más complicado porque yo no podía subir los peldaños de dos en dos como él.

—¡Hey, hey! —logré tomarle la muñeca antes de que huyera a su habitación—. Percy, con calma, por favor.

—¿Qué pasa, Polet? —voltea a verme, su ceño ligeramente fruncido.

—Toma —dejo caer mi peluche y me saco su sudadera, que sacudo antes de entregársela.

Soy testigo del momento exacto dónde sus ojos vuelven a aguarse, una respiración lenta y baja sale de su boca, vuelvo a tener esa sensación de querer darle un abrazo. Percy estuvo por lo que parecieron los quince segundos más largos de mi vida viendo la prenda que sostiene.

—¿Percy? —le llamo.

Parpadea, una, dos, tres hasta cuatro veces, dió un sorbido a su nariz y asintió, murmurando un «gracias» dándose media vuelta y yendo a su habitación.

Me quedé ahí en el pasillo, con el peluche aún a mis pies, viendo en dirección a la habitación que Percy comparte con Nyl, aún sin entender nada de la situación.

Suspiro, recogiendo el peluche y entrando a mi cuarto. Ahí dejé mi nueva adquisición en mi cama y luego tomé una toalla con mis cosas de baño y cambio de ropa, necesitaba con urgencia una ducha.

***

A eso de las siete treinta volvía a subir las escaleras después de la cena, todo había estado muy rico, no obstante, mi apetito decayó desde la tarde, logré solo comer un poco antes de que mi estómago se cerrara para no permitir el paso para más comida.

Phoebe estaba en nuestra habitación acomodado lo que había comprado hoy en su salida con Letty y Aba, apenas me vio entrar, chilló emocionada y me arrastró consigo a su lado del cuarto.

—¡Mira lo que te he comprado! —exclama, tomando una de las bolsas de papel que después me extiende.

—Oye, no era...

—¡Shhh! Tú calla y disfruta.

Me reí, negando con la cabeza y aceptando su regalo. Con una mano saqué lo que había dentro, se trataba de una bonita camisa de un tono de verde claro, como verde pastel, era de manga corta y medio holgada, perfecta para los días calurosos que han estado haciendo, en el costado izquierdo, a la altura del corazón, tiene un pequeño estampado de un gatito, ¡Un gatito! Yo amo los gatitos.

—Vaya, Phoebe, muchas... muchas gracias —digo, sonriéndole.

Ella resta importancia con un gesto de su mano.

—No es nada, Polet, lo ví y pensé en ti.

—Sí, claro que es algo, tú no tenías la obligación de hacerlo he igu... —interrumpo mis palabras cuando oigo a Phoebe reír y la veo menear la cabeza, termina suspirando y poniendo sus dos manos sobre mis hombros.

—Polet, de verdad que no es nada, eres como mi mejor amiga, me gusta hacerle regalos a mis amigos. No era una obligación, es algo que quise hacer porque me recordó a ti, así que será mejor que la recibas o si no yo misma te obligaré a usarla —y me señaló con su dedo, intentando mirarme amenazante.

No le salió muy bien, Phoebe tiene ese tipo de miradas que no logra parecer amenazante, por mucho que lo intente.

—Vale, está bien, gracias otra vez.

Me sonríe de labios cerrados.

—De nada, acostumbrate, porque sí veo algo y me recuerda a ti y tengo dinero, no dudaré en comprartelo —no cuestioné sus palabras—. Ahora, quiero saber de dónde sacaste eso —señala el peluche sobre mi cama.

—Oh, mi peluche —fui hasta mi cama para sentarlo en la esquina junto a mi almohada, la que está justo al lado de la pared. Cómo ahí estaban los muebles necesarios, no es que podría ponerlo sobre una repisa—, lo gané hoy en el parque.

—¿Fuiste al parque? ¡¿Y sin mí?! —se indigna ella.

—Oye, no yo sabía que iría al parque, Percy me arrastró.

Phoebe frunció el ceño, arrugando la nariz y todo.

—¿Percy? —asentí—, ¿Nuestro Percy Adams? ¿Ese Percy?

—¿Y cuál más, Phoebe?

—No lo sé, es que... ir a un lugar tan alegre no suene como muy propio de él.

—Aunque suene irreal, sí pasó, ganamos ese peluche juntos.

—Eso es más increíble —comenta, parpadeando, capaz imaginandose a Percy en el parque—. Vaya, nunca creí que vería algo como esto.

—¿Ver qué? —pregunto, sentandome en mi cama.

—A Percy siendo... humano —responde, manteniendo esa cara de no poder creerselo.

—Por favor, estás exagerando.

—¡Claro que no! —replica—. Desde que lo conozco es exactamente igual, y ya dos años de eso, te puedo contar las veces que lo he visto sonreír —creo que todos podemos hacer eso—, el que me digas esto resulta demasiado increíble, con el tiempo te cuestionas si él es capaz de ir a lugares que no van con su sintonía, y ese parque en definitiva no lo está.

Muy bien, Phoebe tenía un punto válido, pero también algo que he aprendido con el tiempo que llevo aquí es que esa chica puede exagerar algunos detalles, así que no me tomé muy en serio todas sus palabras.

—Vale, lo que tú digas, Phoebe —ella me mira en plan de indignación, notando el sarcasmo divertido en mi voz. Esquivé soltando una risa la almohada que me lanzó.

—Te voy a ignorar —me dijo, dándose la vuelta para seguir guardando sus nuevas cosas.

Yo volví a reírme, sabiendo que ella estaba siendo dramática.

***

Era muy extraño de mí no poder dormir.

Mis papás junto con mi abuelo solían bromear con que yo solo debía de echarme en la cama y ya estaba, caía como un tronco en un sueño y nada podría levantarme hasta que tenía mis horas de sueño completas, «tu batería cargada» decía mamá. No les refutaba nada porque estaba conciente de que era cierto.

Pero en esta ocasión, cuando me eché en mi cama a la hora de dormir, no caí como tronco.

Cuando llegó la hora de dormir y que ya no podríamos bajar más a la plata baja, Phoebe y yo nos quedamos en nuestra habitación hablando un rato cada una en sus camas como se nos había hecho costumbre, después de apagar las luces no habían pasado ni diez cuando ella ya estaba roncando a su lado, yo en cambio ya llevaba una hora y media intentando dormirme.

No sabía la causa de mi insomnio.

Pasé la mayor parte de esa hora y media dando vueltas en mi cama viendo por la ventana hacia el jardín, jugueteando con la pata de mi peluche que caía a mi lado, estuve así todo ese rato hasta que llegué al punto de resignación. Dormir por los momentos no sería posible.

Quité la frazada que tenía encima y puse los pies descalzos en el piso de madera frío, echando un resoplido de frustración. Aún cuando Phoebe me está dando la espalda se puede escuchar bien claro sus ronquidos bajos.

Afortunada.

Miré la habitación a oscura, aburrida, ahí no tenía mucho que hacer más que estar echada en mi cama sin poder dormir, luego ví la puerta.

Opté por salir de la habitación.

El pasillo estaba mayormente a oscuras, exceptuando la bombilla titilante al final que alumbra las escaleras para subir a los siguientes pisos. Vale, eso da un poco de miedito. Unas pisadas llamaron mi atención, haciendo que gire la cabeza hacia la derecha con tal rapidez que me dejó un ligero dolor en el cuello.

Llevé mi mano hacia allí, haciendo una mueca.

—Auch...

Vuelvo a escuchar las pisadas, y como la protagonista estúpida de una película de terror de bajo presupuesto, fui hacia dónde venía el sonido.

Voy bajando las escaleras en silencio, atenta a todo, en el área escolar veo hacia ambos lados. Pasillos vacíos fue lo que encontré, además de una nueva luez que venía del pasillo izquierdo. Eso llamó mi atención, por aquí siempre se dejan todas las luces apagadas, no hay día en que no falten. Bajé el último peldaño, yendo con paso lento hacia allá.

Hala, ¿De verdad es que yo nunca había visto una película de terror? ¿En serio soy tan estúpida?

Una vocecita en mi cabeza respondió esa pregunta: «sí, lo eres»

Mis nervios se pusieron a flor de piel mientras más me acercaba con cautela, mis ojos analizan el pasillo intentando encontrar cualquier cosa con la que pudiera defenderme dado el caso de que esté yendo a un peligro inminente, (lo cual era probable) pero no encontraron nada, así que mi mejor defensa era dar golpes con la fuerza que no tengo y correr con la velocidad de la que caresco.

Hacia el final del pasillo, esa luz iluminaba más, poco después me di cuenta de que eran las luces del salón de la piscina. Aún más raro, esa puerta jamás la dejan abierta en la noche.

Aún seguía sin encontrar nada para defenderme...

Hincho mi pecho, llenando mis pulmones con aire para tener valentía, preparo mis puños para dar algún golpe, me decepcionó lo pequeñas que son mis manos y mis puños ni parecían intimidantes. Di un salto, cayendo en el umbral de la puerta, estuve a punto de dar mi grito de guerra, en cambio a eso, de mi garganta salió:

—¿Percy?

No se trataba de un asesino serial enmascarado como había creído, solo era el pelinegro sentado al borde de la piscina con los pies metidos en el agua, sumido en sus pensamientos porque ni siquiera me escuchó.

Fui hasta donde estaba.

—¿Percy? —le llamé otra vez.

Dió un respingo en su lugar, asustado, mirándome sobre su hombro. Al darse cuenta que se trataba de mí, forzó una sonrisa de labios cerrados.

—Ah, hola, átomo en decadencia.

Me senté a su lado cruzando la piernas como un Yogui.

—¿Qué rayos haces aquí tan tarde? Pasan de las diez.

Él vuelve a poner sus ojos en el agua, centrándose en como se creaban corrientes por los movimientos de sus pies.

—No podía dormir.

No te juzgo, ya somos dos.

—¿Y cómo entraste aquí? Que yo sepa, siempre lo dejan cerrado con candado.

Se echó una risita.

—Tengo mis métodos.

Parpadeé, no me apetecía saber cuáles eran esos «métodos», así que remangué el dobladillo de mi pantalón de pijama hasta mis rodillas para después meter los pies en el agua, estaba sorprendentemente tibia.

El único sonido que había era el del movimiento del agua que nosotros mismos causabamos con nuestros pies, la refracción de la luz en el agua daba contra el rostro de Percy, dándole un aspecto de extraña tranquilidad, aunque también había inquietud en su expresión.

Ninguno de los dos decía y eso... estaba bien.

—Gracias —dijo él de la nada.

Frunzo las cejas, mirándolo. No entendía la razón de su gratitud, es decir, no había hecho más que ser entrometida he imprudente al venir acá.

—¿Por qué?

Percy suspira, aunque no fue como esos suspiros de irritación que suele hacer, o como los de hoy cuando le hacía preguntas.

—Por estar aquí.

Trazo una sonrisa amistosa, chocando mi hombro con su brazo.

—Mi imprudencia a veces es buena.

Pone los ojos en blanco, murmurando algo que quizá puso ser un insulto o una broma, decidí irme por la segunda opción.

—Percy, sé que... quizá no quieras hablar mucho del tema, pero... en el parque, ¿Qué fue lo que pasó?

Dejó de mecer sus piernas en el agua, se quedó en silencio, su expresión cambió de algo ligeramente divertido a... alejado.

—No me apetece hablar de eso, Polet —dijo con voz impostada.

—Pero...

—No quiero hablar del tema, Polet. Hablo en serio.

Apreté los labios, jugando un poco con el aire que quedó en mi boca, arrepintiendome mucho de haber preguntado. Claro que no quería hablar de eso, Polet.

—Vale, lo siento —termino respondiendo por lo bajo.

Silencio.

—Hum... ¿Tú cómo estás? —tuve la osadía de preguntar ya que aquello me causaba intriga.

Está bien, no quiere hablar de lo que le pasó en el parque, lo comprendo, cierro la boca con ese tema, me interesa saber más como se encontraba.

Cómo se quedó callado pensativo un minuto me dió la vaga sensación de que no solían preguntarle mucho eso.

—¿Ahora? Supongo que un poco mejor —contesta, fingiendo demasiado mal estar desinteresado.

—¿Y día a día? No quieres hablar de lo que pasó en el parque, está bien, lo comprendo y respeto, pero solo dime: ¿Cómo te sientes con respecto a eso?

Su rostro pasó de ser duro a revelar las verdaderas emociones que estaba ocultando, y santos dioses cherokee, pobre chico.

Dudé un segundo, pero terminé tomando con cuidado la mano que mantiene en el borde la piscina, un agarre simple que parece ayudarle lo suficiente, y yo con eso estaba bien.

—¿Sabes lo malditamente doloroso que es perder a alguien? —cuestiona, delatando una gran tristeza en su voz—, perder a alguien especial para ti, que era como tú... complemento, perder a tu mejor amigo.

No tenía porque procesar mucho su pregunta, comprendía demasiado bien el sentimiento.

—Sé lo que duele perder a alguien, créeme —murmuro—, perdí a mi abuelo hace un año por cáncer, y todavía duele mucho. Sé bien lo que es el dolor de una perdida, Percy, pero también sé que... hay que aprender a vivir con ello.

Él mira el agarre de nuestras manos que aún se mantiene al borde de la piscina, tiene una mueca que le hace arrugar la nariz.

—¿Y cómo se olvida a una persona?

—Nunca se olvida, Percy —veo mis pies en el agua—, solo se aprende a vivir sin ella y se sigue adelante.

—Pero... ¿Y si hay alguien que te recuerda constantemente que esa persona ya no está?

Eso sí me dejó pensando un segundo, siempre he sido fiel creyente de que cada persona tiene una forma diferente de sanar las heridas, unos pueden tardar meses y otros años, unos ni siquiera lo harán en una vida. La pérdida de alguien a quien amamos nos cambia a todos, para bien o para mal. Unos aprenden a apreciar el tiempo que tienen aquí, «La muerte es lo único seguro que tenemos en esta vida, Ocasta» me había dicho mi abuelo en una ocasión. Otros se encierran en su propio dolor, incapaces de aceptar que se a ido ese alguien especial.

—Hay quiénes se niegan a aceptar los hechos que tienen frente a sí mismos, personas que viven estancados en un pasado que les duele porque están concientes que ese alguien no volverá, prefieren vivir en un pasado en el que fueron felices a qué en una realidad infelices.

»No soy quién para decirte qué hacer, Percy, pero si hay personas así en tu vida, deberías hacer algo al respecto, porque no es una actitud sana.

Se pasó una mano por el desordenado pelo negro.

—No creo que hacer algo al respecto sea posible —murmura.

—¿Qué quieres decir?

Menea la cabeza.

—Nada, Polet. Solo... nada —despide aire por la boca como si estuviera muy cansado. Tuve la sensación de que sí lo estaba—. Ya... ya no quiero hablar de esto, ¿Si?

—Está bien, comprendo —encojo los hombros—, espero haber sido de ayuda.

—¿No quieres comer algo? —sugiere, un repentino cambio del tema.

—Claro, no estaría mal, ¿Pero cómo? No podemos salir y la cafetería está cerrada.

Saca los pies del agua y se acomoda los dobladillos de su pantalón de pijama largo, me tiende su mano.

—¿Y quién dijo que íbamos a salir?

***

—¡Percy! ¡¿Acaso estás loco?! —le reclamo en un grito-susurro.

—Ya casi... —asegura él, haciendo no sé qué rayos en el picaporte del salón de profesores con un gancho para pelo.

Yo no paro de ver nerviosa el otro pasillo, el guardia de seguridad de turno debía de estar por ahí rondando, asegurándose de que ningún adolescente entre en el salón de profesores a hacer no-sé-qué-rayos.

—Percy, esto es una mala idea.

—Quédate tranquila, falta poco.

No dejo de removerme nerviosa en mi lugar, me abrazo a mí misma, ansiosa, no quiero ganarme un castigo de una semana y una llamada a mis padres.

Volví a revisar el pasillo.

Muy lejos de nosotros, una fuerte luz blanca alumbraba el largo pasillo del área escolar, detrás de esa fuerte luz, pude ver al guardia de seguridad que estaba haciendo ronda esa noche.

Ese mimos guardia tiene planes de venir a dónde estamos nosotros.

Por los hermanos trueno...

Giro hacia Percy, que sigue intentando abrir la puerta.

_¡Percy, apúrate! —le pido, volviendo a ver el pasillo, el guardia se acercaba cada vez más—. ¡Ya viene alguien!

—Solo dame unos segundos... —masculla, frustrado de no conseguir su objetivo.

Por todos los santos dioses cherokee, nos van a atrapar, estoy segura, nos van a atrapar y nos van a castigar, ¡O hacer algo incluso peor! ¡Expulsión, no!

—Percy... —ya no me importaba suplicarle que se apurara, solo no quería que nos atraparan.

—Y... ¡Ya está! —avisa él en un susurro, abriendo la puerta del salón.

La luz de la linterna se veía más cerca.

—¡Entra! —exige en el mismo tono bajo y yo no dudo en hacerle caso.

Vimos por la pequeña ventanilla en la puerta como el guardia pasó de frente y siguió de largo, bostezando. Ya casi debía de ser media noche.

Recuesto mi espalda de la pared, suspirando aliviada, volteo la cabeza para ver a Percy, pero él ya se había alejado hacia una esquina del salón.

Fruncí el entrecejo y me acerqué a ver qué hacía.

—¿Te gustan las gomitas? —pregunta, viéndome sobre su hombro.

—¿Eh?

—¿Te gustan las gomitas? —vuelve a pregunta.

—Eh, sí. ¿A quién no le gustan las gomitas?

—A Nyl.

—¿En serio?

—Sí, algún colorante le causa una alergia rara —se encoge de los hombros—, no tengo mucha idea. Entonces... dos bolsas de gomitas serán.

Dió algunos golpes a los costados de la máquina expendedora que, segundos después, arrojó dos bolsas de gomitas, Percy me tendió una.

—¿Cómo sabes que aquí hay una de esas? ¿No es solo para los profesores? —le pregunto, llevando una gomita en forma de serpiente a mi boca.

Nos habíamos sentados en una de las mesadas que están del lado opuesto a la ventanilla de la puerta por si el guardia de seguridad vuelva a pasar no nos vea sentados como un par de intrusos comiendo golosinas.

—Estudio aquí desde que tengo quince años, conozco el lugar como si fuera mi propia casa —dijo Percy, atrapando con la boca una gomita azul en forma de osito. Desde hace un rato vengo notando que solo se come las azules.

—¿Por qué solo te comes las azules?

Atrapó otra gomita y respondió:

—Me gustan las azules.

—¿Y qué haces con las demás?

—Las dejo para después.

Reí.

—Eres muy raro, Percy Adams.

—Ser normal es aburrido, Polet Seavey. Te lo dije.

—Tu rareza al menos es de gustos. La mía es de familia... —hice una mueca, comiendo la mitad de otra gomita de serpiente.

Percy exhala dejando de lado sus dulces.

—Polet... —nombra con delicadeza—. ¿En serio te hicieron sentir tan mal que ahora te avergüenzas de lo que es tu familia?

Sinceramente, no quería responder esa pregunta.

—Polet...

—No me gusta que me digan «Enséñame la danza del Maíz Verde» —exagero el tono agudo de mi voz—, «¿Hablas ese idioma cherokee raro?», «Tu colgante es horrible, cómprate otro», ¡Lo detesto! Detesto que me pidan que les enseñe la danza del Maíz Verde, detesto que me pregunte si hablo tsalagi, detesto que me digan que mi colgante es horrible. ¿Pero sabes por qué lo detesto? ¡Porque yo sé todo eso!

Sé que tengo mi cara de molestia, la misma que pongo cuando más que estar molesta, quiero llorar, las lágrimas se quieren acumular en mis ojos pero parpadeo varias veces para espantarlas. Era estúpido llorar por esto, también detesto ser tan sensible.

—La gente es cruel —dijo Percy, asintiendo—, sobretodo los estudiantes de aquí. Se creen mejores que otros solo porque sus padres tienen puestos importantes en la sociedad y creen que puede denigrar a otros por esa simple razón. Una razón estúpida. Polet, no debes hacerles caso, ¿Vale? No lo hagas, ignóralos.

—Es difícil ignorarlos cuando las burlas están todo el día presentes, Percy —mi voz se volvió aguda y mi garganta empezó a doler por el nudo que se formó en ella.

Mi comentario dió paso a un silencio corto.

—Una vez, alguien muy importante me dijo que ante los comentarios negativos de los demás, pensemos cosas positivas, ya sean nuestras o de la situación. ¿Sabes la danza del Maíz Verde? Está bien, muchos aquí no se saben ni un simple vals. ¿Hablas tsalagi? Eso también está bien, muchos no dominan ni la lengua propia. ¿Tú colgante es horrible? ¿Eso qué demonios importa? Es especial para ti y eso no debe de ser problema de nadie más.

»Entiendo que es difícil ignorar las burlas, las cosas no terminan de un día para otro. Pero mientras tú le des pausa a todo y evitas que siga, empezará el verdadero cambio.

»Así que te pregunto, Polet: ¿Cuándo quieres que empiece?

————————————

Nota de la autora:

¡Jueves de A Trabes De Mis Ojos!

En este capítulo tuvimos mucha interacción de nuestros protagonistas, ¿Qué está pasando con estos dos? Mediante la historia avance nos daremos cuenta, (duh', ¿no?)

Vimos algo más de Percy... hum, interesante, ¿Qué más te guardas, Perceval? ¿Quién te hizo tanto daño?

No me miren a mí, eh.

Eso también lo iremos viendo mientras más la historia avanza, ¿alguna teoría sobre qué es lo que tiene nuestro apático protagonista? Los leo <3

Nos leemos el próximo jueves por aquí y los miércoles en Una Noche Sin Luna, y en cualquier momento que se den un paso por mis historias concluidas.

Chaíto pescadito

Besos y abrazos con gomitas, regalos de Phoebe y cosas raras de Percy

MJ.

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