Capítulo 4
El grupo tuvo que detenerse en un arroyo, pues los caballos estaban cansados por la persecución. Keldarion apretó el arco de Legolas con las manos y esperó a que sus monturas acabaran de beber agua. ¿Dónde estás, Legolas? ¿Sigues vivo?
"¿Kel?"
El príncipe del Bosque Negro se dio la vuelta al oír la voz de Aragorn.
"¿Sí, Estel?"
"Estará bien."
Keldarion sonrió. El muchacho parecía sentirse muy culpable y no era capaz de mirar al príncipe a los ojos. Keldarion se acercó y le apretó el hombro.
"Yo también lo creo, Aragorn" –dijo, a pesar de que el corazón le latía más rápido de lo normal por la preocupación y la ansiedad.
"¡Mirad! ¡Es Hawkeye!" –gritó Elrohir de repente.
Todos se giraron para verlo acercarse con una mezcla de alegría y esperanza. Hawkeye aterrizó en la muñequera de Keldarion, graznando.
"¿Dónde está, Hawkeye? ¿Sabes dónde está Legolas?"
El águila volvió a graznar y despegó, volando en círculos sobre ellos tres veces antes de dirigirse hacia el norte.
"¡Sabe dónde está Legolas! ¡Vamos, sigámoslo!"
Los cuatro compañeros montaron rápidamente y volvieron a retomar la búsqueda.
Legolas perdía y recuperaba la consciencia. El viento soplaba con fuerza, augurando una fuerte lluvia por el aspecto de las nubes que traía. Legolas se despertó de golpe por una racha de viento frío. Se sentó lentamente... dobló las piernas para sacarlas completamente de la charca... y de repente sintió un dolor agudo en el tobillo.
Con un grito miró hacia abajo y abrió los ojos como platos al ver alejarse a un reptil. ¡Una mocasín de agua! ¡Una serpiente! ¡Oh, Valar! ¿No he tenido bastante? Con los nervios de la caída y la pérdida de la piedra manyan, Legolas se había olvidado por completo de la vida salvaje de la ciénaga; serpientes venenosas, ciempiés, sanguijuelas, lagartos venenosos y Elbereth sabía qué más.
Se subió el legging apresuradamente y vio las feas marcas de la mordida. Apretando los dientes por el dolor, Legolas se quitó el cinturón y lo ató por encima de la mordedura. La cabeza le daba vueltas de repente y le empezaron a temblar las manos, así que volvió a tenderse en el suelo y miró al cielo, sacudiendo la cabeza.
"¿Y ahora qué?"
Poco después, los rayos llenaban el cielo... y empezaron a caer millones de gotas de agua, empapando aún más al elfo. Legolas suspiró, se abrazó para darse calor y se colocó en posición fetal. Debería haber mantenido la boca cerrada...
"¿Hawkeye nos lleva a donde creo que nos lleva?" –se preguntó Elrohir cuando se detuvieron al borde del pantano.
"Sí, creo que sí –contestó Keldarion, asintiendo-. La Ciénaga Oscura."
Todos miraban el paisaje, horrorizados. La ciénaga se extendía muchas leguas por delante de ellos, llena de misterios y oscuridad. No había árboles a la vista, solo algunos pequeños arbustos.
"¿Legolas está ahí? –preguntó Aragorn, con los ojos como platos-. ¡Pero el pantano es enorme! ¿Cómo vamos a encontrarlo?"
"No es tan grande como la Ciénaga de los Muertos, Estel, pero es verdad que es muy vasta –aclaró Elladan-. No perdáis la esperanza, amigos. Hawkeye nos llevará hasta Legolas."
Hawkeye graznó desde arriba, como diciéndoles que se dieran prisa.
"Vamos –dijo Keldarion, haciendo avanzar a su caballo-. Vigilad vuestros pasos. No os salgáis del camino y cuidado con los animales. Esta ciénaga está llena de ciempiés y serpientes."
Aragorn tragó saliva con nerviosismo.
"Err... ¿serpientes, Keldarion?"
Elladan se giró hacia su hermano y sonrió débilmente.
"Sí, hermanito. Serpientes. Y muy venenosas. Así que mantén los ojos abiertos."
El humano siguió a los elfos, guiando a su montura con cuidado por el barro a través de las charcas de agua. Como nunca había estado en una ciénaga como los demás, Aragorn se preparó para lo inesperado.
Legolas temblaba sin control. El veneno de la serpiente se extendía y a eso había que sumarle el frío de la lluvia. Cerró los ojos y susurró:
"No está pasando... esto no está pasando... es solo un sueño..."
Siguió repitiendo lo mismo una y otra vez, como si así fuera a despertarse de la 'pesadilla', pero desafortunadamente no lo era. Era muy real. A pesar de su negación, seguía en medio de la ciénaga, sin idea de a dónde ir y demasiado débil como para moverse aunque lo supiera.
De repente algo cálido le hizo cosquillas en las orejas y la nariz. Ausente, se llevó los dedos allí y luego los miró con los ojos desenfocados. ¿Sangre? Y entonces se empezó a reír, histérico. ¡Genial! ¡El veneno ya se ha extendido! ¡Ahora sí que me estoy muriendo! ¡Y solo!
Delirante por la fiebre y el dolor, el elfo siguió riéndose...
Bueno, esto sí que es mala suerte :/ Esperemos que lo encuentren pronto
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