Capítulo 2
El grupo salió al amanecer en dirección a las planicies, a unas doscientas leguas al norte. Para los cinco amigos era como una excursión e iban hablando y divirtiéndose, pero aun así estaban alerta, pues los orcos se desplazaban por esos lares esos días, sin objetivo y sin liderazgo.
Ya casi había oscurecido cuando Legolas captó un sonido familiar, el graznido de un águila. Sonriendo, levantó el brazo izquierdo y poco después, un águila calva dorada aterrizaba en el protector que llevaba en la muñeca, graznando como si lo estuviera saludando.
"¡Hawkeye! –Legolas le acarició la cabeza con cariño-. ¡Te he echado de menos! ¿Dónde te habías metido?"
El águila era un regalo que le había hecho Gimli, el enano, hacía más de diez años. Legolas le había curado el ala con la piedra manyan, la piedra curativa que había heredado, y el animal lo seguía desde entonces. Hawkeye desaparecía de vez en cuando, pero siempre volvía a ver a su amigo.
Legolas seguía sin saber qué edad tenía exactamente. Suponía que unos veinte o treinta años... no estaba seguro, pero esperaba que le quedaran muchos años, porque siempre sufría mucho cuando perdía alguna mascota. Ya había perdido algunas, como un par de hurones y un tigre, y no habían sido gratas experiencias. Pero sin importar cuánto lo deseara sabía que volvería a pasar por ello, pues Hawkeye era mortal y moriría antes que él.
Aragorn alargó una mano para acariciar al águila.
"Hey, Hawkeye. ¿Te unes a nosotros? –Hawkeye volvió a graznar, feliz de encontrarse con ellos. Todos se echaron a reír-. Supongo que eso fue un 'sí'."
El pequeño grupo y su nuevo compañero montaron el campamento para pasar la noche media hora después al pie de las colinas rocosas que estaban cerca de las planicies.
Legolas apoyó la espalda en un tronco caído y se quedó mirando la luna llena y las estrellas. En algún lugar del árbol cercano, Hawkeye vigilaba como un centinela, al igual que Keldarion y Elladan que hacían la primera guardia. Aragorn se dejó caer a su lado y se cubrió bien los hombros con la capa.
"¿No vas a dormir algo, Legolas?"
El elfo sonrió.
"Dentro de un rato, Estel. Me gustaría disfrutar de esta preciosa vista un poco más."
Aragorn también miró el cielo.
"¿Buscando a alguien allá arriba, mmm?"
Legolas hizo una mueca.
"Solo cállate y vete a dormir, humano."
"La echas de menos, ¿verdad?"
Legolas se sonrojó, un poco avergonzado de que el muchacho lo conociera tan bien. La verdad es que sí que echaba de menos a Narasene, la bella doncella élfica de Rivendel de la que se había enamorado. Llevaba cinco años en Lothlorien, acompañando a Arwen Undomiel, la hija de Elrond, mientras ésta estudiaba medicina con Galadriel. No la veía desde que se había ido y cada vez deseaba más verla. A sabiendas de que ella veía la misma luna en el cielo, Legolas no podía dejar de mirarla y pensar en ella.
"¡Pero hombre! ¡Sí que te ha dado fuerte, amigo!" –lo molestó Aragorn.
Legolas le dio un golpe en la cabeza y Aragorn se lanzó sobre él, haciendo que rodaran por el suelo hasta chocar con Elrohir, que ya estaba dormido. El elfo se despertó gritando y dando patadas.
"¡Dejadlo ya, estúpidos enanos! ¡Intento dormir!"
Riéndose, los dos amigos volvieron a sus mantas y antes de quedarse dormido, Legolas oyó susurrar a Aragorn:
"¡Si el amor es ciego como dicen, Nara debería revisarse la vista!"
Legolas alargó la mano y volvió a darle una palmada en la cabeza.
"¡Cállate ya!"
Aragorn caminaba un poco encorvado, observando con cuidado las huellas en el suelo. Legolas iba unos pasos más atrás en la misma postura, siguiéndolo.
"¿Has encontrado algo?"
"Sí. Estas parecen huellas de ciervo. Creo que pasó por aquí hace solo unos minutos, porque son frescas" –contestó Aragorn.
Legolas se había percatado de las huellas un poco antes que él, pero no había dicho nada para que hiciera uso de sus propias habilidades de rastreo. Los dos amigos se habían separado de los otros tres después de decidir que era mejor dividirse para buscar al ciervo que habían visto por la mañana al recoger el campamento.
Liberaron a sus caballos, sabiendo que volverían al llamarlos. Keldarion y los gemelos habían entrado en el bosque, mientras que Aragorn y Legolas escogieron el camino opuesto, introduciéndose en las rocosas colinas. Los gemelos de Rivendel habían apostado, seguros de que encontrarían antes las huellas, pero Aragorn creía que ellos lo conseguirían antes, así que Keldarion y Legolas se repartieron entre los dos grupos como árbitros.
Legolas siguió a Aragorn cuando éste aceleró por la colina.
"¡Aquí a acelerado! ¡Creo que ha notado que nos acercamos! –miró hacia atrás al elfo y sonrió-. ¡Te dije que lo encontraríamos primero!"
También sonriendo, Legolas respondió.
"Sí que lo hiciste, Estel. Pero mira dónde pisas, hay una caída de diez pies por ahí."
Con cuidado, los dos amigos encontraron el camino hasta la cima de la colina, siguiendo las huellas del ciervo todo el tiempo. Aragorn se quedó maravillado con la vista que los recibió.
"Guau. ¡Qué paisaje!"
Miró asombrado el campo abierto delante de ellos. La planicie se extendía hasta donde alcanzaban a ver; la hierba era muy verde y estaba lleno de flores silvestres, formando caóticos colores. ¡Y allí estaba! El ciervo que perseguían, bebiendo de un pequeño arroyo. Sonriendo, Aragorn exclamó:
"¡Mira! ¿Qué te dije?"
"Lo sé –respondió Legolas-. Ahora veamos si puedes dispararle."
Con pasos silenciosos, se acercaron al arroyo y se ocultaron detrás de una roca. Aragorn colocó una flecha en el arco, tensó la cuerda y se preparó para disparar. El ciervo seguía bebiendo tranquilamente, sin percatarse de los dos amigos. Cuando Aragorn estaba a punto de liberar la flecha, Legolas gritó de repente:
"¡¡Cuidado!!"
Sobresaltado, a Aragorn se le escapó la flecha y falló el tiro. Obviamente el ciervo huyó al oír gritar a Legolas. Enfadado, Aragorn se giró hacia su amigo, que rodaba por el suelo riéndose como loco.
"Muy divertido, elfo. ¡Gracias por fastidiarme el disparo!" –farfulló, con los ojos brillando de rabia.
"De nada, humano –Legolas se secó las lágrimas de risa-. ¡Deberías ver tu cara ahora mismo! Ooohh... qué miedo..."
Gruñendo, Aragorn se lanzó sobre Legolas.
"¡Pagarás por eso, elfo loco!"
"¡Más quisieras!" –respondió el elfo, retorciéndose para liberarse.
Legolas tenía mucha más experiencia en las luchas cuerpo a cuerpo, pues era su deporte favorito y el de Keldarion, así que tenía muchos trucos bajo la manga. También era más ágil que el humano, así que retorciéndose de lado a lado desequilibró a su amigo y lo hizo caer. Aragorn se quedó tendido en el suelo a su lado, jadeando.
"¡No es justo! ¡Hiciste trampa!"
"¡Claro! ¿Te rindes?"
"¡Bésame el culo, tú...!"
"¡Shh, silencio!" –ordenó Legolas de repente, poniéndose alerta tras detectar una extraña presencia.
"¿Qué quieres...?"
"¡Silencio!" –susurró Legolas con urgencia.
Forzaba sus oídos para captar cualquier sonido sospechoso, pero todo se había quedado en silencio de repente. Demasiado silencioso.
Aragorn estaba alarmado. Se sentó lentamente y miró a su alrededor, a pesar de que no le iba a servir de nada. Obviamente no sería capaz de ver algo que un elfo no pudiera.
"¿Qué es, Legolas?" –susurró, siguiendo la mirada del elfo hasta el alto acantilado que estaba por el lado opuesto al que habían venido.
"Algo se acerca –dijo Legolas, poniéndose en pie-. Algo malvado y oscuro. No sé de qué se trata, pero se está acercando. ¡Rápido! ¡Coge tu arco y ponte a cubierto!"
Entonces Hawkeye se acercó volando, graznando en forma de aviso. Volaba a varios cientos de pies sobre ellos. Legolas miró a su mascota y dijo:
"¡Lo sé, Hawkeye! ¡Escóndete! Nosotros..."
Pero antes de que Legolas terminara de hablar, se escuchó un chillido desde el acantilado y luego apareció la criatura más horrible que habían visto. Tenía la piel negra y sus alas eran como las de un murciélago, pero más grandes. Tenía un cuello muy largo y la cara de un dragón. Sus garras parecían estar muy afiladas y sus chillidos producían dolor de oídos.
"¿Qué diantres es eso?" –exclamó Aragorn, boquiabierto.
"¡La montura de un Nazgûl!" –respondió Legolas mientras corrían entre las piedras a los pies de la colina.
"¿Un espectro del anillo? ¡Tienes que estar bromeando!"
"¡No es broma, Estel! ¡Date prisa! ¡Viene hacia nosotros!"
Los dos amigos corrieron tan rápido como podían hacia el escondite más cercano, que estaba a varias yardas, pero la criatura era más rápida. Cuando Legolas miró hacia atrás, la vio casi pegada a la nuca de Aragorn, con las garras listas para atacar, así que el elfo giró hacia él de golpe y lo lanzó al suelo. Desafortunadamente para Legolas, las garras lo golpearon a él en lugar de al humano, rasgándole la parte de atrás de la ropa y a través de su arco y su carcaj. Las armas salieron volando y Legolas aterrizó en un montón al lado de Aragorn.
La criatura pasó sobre ellos, golpeando a los dos amigos con el viento que creaba con las alas.
"¿Estás bien, Legolas?" –preguntó Aragorn, pues lo había oído gritar de dolor hacía un momento.
Pero el elfo ya estaba en pie empezando a correr otra vez y dejando sus armas atrás.
"¡Vamos, Estel! ¡Las rocas están cerca!"
Aragorn echó a correr tras él y cuando miró hacia atrás vio que la criatura daba la vuelta y volvía hacia ellos otra vez. ¿Qué quiere esa maldita cosa?
Legolas lo agarró por el brazo y lo metió entre dos grandes rocas a la vez que la criatura los alcanzaba. En el hueco cabían justo dos personas, pero al empujar a Aragorn primero, Legolas quedó desprotegido ante las afiladas garras. Aragorn observaba, ansioso, cómo el elfo desenfundaba los cuchillos gemelos que llevaba en el cinto e intentaba bloquear con valentía los ataques de la criatura. El muchacho sujetó su arco, pero no tenía espacio para disparar.
"¡Agáchate, Aragorn!" –gritó Legolas al ver que estaba de pie e intentando disparar sin resultado.
Estel sabía que debía obedecer, pero no quería que Legolas se hiriera intentando protegerlo. La criatura seguía atacándolos, enfurecida por los cortes que le hacía el elfo en las patas. Los dos amigos estaban a punto de perder la esperanza cuando alguien disparó varias flechas desde el bosque. Aragorn se dio la vuelta y vio a sus hermanos y el príncipe Keldarion disparando más flechas.
Algunas golpearon a la criatura en el pecho y el cuello, pero seguía sin rendirse. Chillando de dolor, atacó una vez más con sus garras y las cerró sobre el torso de Legolas. Gritando de miedo y agonía, el elfo no pudo hacer nada cuando la bestia alzó el vuelo.
"¡¡¡¡Legolas!!!!" –gritaron Aragorn y Keldarion a la vez.
Solo pudieron observar, horrorizados, cómo el príncipe elfo se alejaba cada vez más en las garras de la criatura...
O.O Espectros del Anillo. ¿Qué le falta a Legolas por pasar? XD
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