Nimiedades parte I.
╰⊱♥⊱╮ღ꧁ El guardián꧂ღ╭⊱♥≺
Gandalf no pudo ocultar más la preocupación de su rostro la última vez que volteó.
El paso de Rohan seguía tomado por Orcos y unos cuantos trasgos: Era una guarnición de tamaño medio, que esperaba instrucciones de algún superior para saber a dónde dirigirse. El mago podía imaginar que estaban sumidos en la desesperación máxima; sin un jefe, y siendo criaturas de un intelecto medio, su supervivencia se veía en un futuro poco prometedor, muy parecido al de su señor.
— ¿Qué ocurre? —Preguntó Lady Galadriel. Estaba sentada en una larga y ancha rama de aquel frondoso encino.
—No podemos seguir esperando a que se vayan. El tiempo es corto. Lord Elrond espera.
— ¿Qué sugieres? —susurró sibilante; el viento hablaba por ella.
—Devolvernos e ir por las montañas nubladas.
Lady Galadriel no respondió. Observó con vehemencia al mago blanco largo rato; después apartó la mirada, buscando en algún punto del horizonte, donde el cielo y la tierra se juntaban, la respuesta. Tenía los ojos acuosos.
—Nunca caminé por ahí, después de...—apretó los parpados, buscando la forma de contener el dolor.
—Entiendo —Gandalf tomó su báculo—. En tal caso, haré algo al respecto.
El Istari se enderezó de su rama, y balanceando las piernas intentó encender algunas llamaradas para lanzarlas contra el improvisado campamento: Seguro pensarían que los hombres de Gondor estarían en su caza, se asustarían y huirían. Pero antes de encender el primero, Lady Galadriel se acercó a él, inclinando la cabeza
—Gracias, guardián —sus labios de rosa brillante se estamparon contra su mejilla.
—No hay que agradecer —comentó un mago con mejillas rojizas—. En todo caso, no sufra más... Lady Celebrían está al otro lado del paso, esperándole.
Ambos se quedaron viendo a los ojos, expectantes. Los de Gandalf brillaban con bondad; los de la elfa, con melancolía a causa de las lágrimas que se negaban a fluir. Debido a lo inoportuno del llanto, la misma lady Galadriel se alejó del mago, y se recargó contra el tronco del árbol, observando la nada.
Antes de bajar del árbol, Gandalf escuchó un murmullo, parecido al sonido del agua del río de plata cuando se deshiela y empieza a correr sin que nada lo detenga:
«¿Dónde estuviste todos estos milenios?»
╰⊱♥⊱╮ღ꧁ Un nuevo amanecer꧂ღ╭⊱♥≺
El sueño era cada vez más liviano, y el olor a flores diversas mucho más intenso.
Un cosquilleo en la nariz; un hálito de aire cálido que le rociaba toda la piel del cuello y rostro. Gandalf intentó hacerse volver del pesado mundo de los sueños para saber que ocurría en el presente. Parpadeó una vez; dos, y a la tercera entró un pequeño haz de luz a través de su retina; el entorno estaba apenas iluminado por el sol saliente, el cual no lograba ver, pues un bello rostro apenas visible cubría el horizonte.
—Mi lady —susurró él, llevándose la mano al pecho con lentitud, encontrando una de las de Lady Galadriel ahí—. ¿Qué... le ha interrumpido el sueño?
—Alassea Ree, mell —Saludó con parsimonia. Su rostro inmaculado no presentaba más que el fantasma de una sonrisa que no lograba formarse del todo—. Las flores, Mithrandir.
Gandalf le miró ciertamente confundido, hasta qué recordó que se encontraban en los alrededores de la otrora marchita Isengard. Lady Galadriel deslizó suavemente su mano del pecho del Istari; el vacío que dejó esta, fue cubierto por el tacto delicado de varios pétalos, quizá un pequeño ramillete que ella había recolectado durante la madrugada. El mago sonrió.
—La vida regresa, Mithrandir —la emoción de la señora de Galadhrim evocaba a una jovencita dueña de apenas breves siglos de vida.
—Así es —confirmó Gandalf, cogiendo una de las flores que cubrían su pecho, para después alzar su mano con timidez en dirección de la cabeza de la elfa.
Ella inclinó la cabeza con docilidad, dejando que aquel ser le implantara la más bella de las flores sin planearlo entre los cabellos blancos recogidos con cuidado.
—Vida con vida —suspiró él, complacido ante la imagen que evocaba la elfa con aquella flor trenzada al cabello—. No existirá un amanecer más bello para la tierra media que este, mi lady. Un amanecer donde la vida renace después de la guerra; donde los hijos ya no viven con preocupaciones...
— ¿Y que más? —insistió la dama, recostando la cabeza sobre el pecho de Gandalf. Cerró los ojos, al sentir las manos de Gandalf sobre su espalda, ahuecadas, con toda la tranquilidad del mundo.
—Donde podemos estar tranquilamente, así... ¿No es cierto, mi lady?
La dama de Lorién no le oía ya; se había perdido en el mundo de los sueños, dejando que la voz del Mago Blanco fungiera como canticos celestiales. Su sueño era la visión de Eru al inicio de los tiempos.
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