10-Secuestro
Lejos... Lejos quedaba esa niña de no más de cinco años que se metió en mi casa, perseguida por un Ambu, hasta que lo detuve. Esa pequeña se abrazó a mí, llorando y mirándome con sus ojos celestes llenos de brillitos.
Supe que ella se había quebrado y me diría lo que las demás se negaban a decirme. La abracé y le pregunté qué pasaba. Quería una respuesta. Había vuelto el día anterior de los chuunin. Y ya no soportaba un minuto más.
-¡Tigris no está!- confesó ella, llorando a lágrima viva-s...Se la llevó lejos un tipo horrible. ¡Gaara-nii! ¡¡Quiero a mi nee de vuelta!! ¡¡Ese tipo la va a matar!!
Vi que llegaba Kankuro, y le dejé a la pequeña en los brazos, y me transporté al Clan Bertinovsqui.
No había nadie. En la puerta un mapa con una cruz marcada. Fui donde estaba la cruz y me quedé de piedra al verlas a todas derrotadas en la mera entrada. La mayoría tenía heridas mortales, y luchaban para sanarse. Corrí a ellas, pero me echaron a empujones, pidiéndome por favor que llevase a Tigris de vuelta. Sus ojos eran de desesperación.
La cueva era larga, fría y húmeda. Había algo que mojaba el piso. Y quiero pensar que era agua.
Ruidos metálicos se escuchaban al fondo, así que no me detuve a mirar. Cuando llegué, la caverna se abría en un espacio enorme, y de piso irregular, lleno de salientes y de depresiones. Y allí, en medio de los afilados bordes, estaban Abril y Tigris, ambos llenos de sangre. Ella, con dos kunais en mano, y él con lo que parecían garras. Y era ese enfrentamiento lo que resonaba metálicamente en toda la cueva.
No dudé mucho en agarrar a Abril entre las garras de arena y hacerle un Ataúd de Arena. Él pareció sufrirlo sin ninguna dificultad. Tigris corrió a mi lado y me miró.
-Gaara.... yo....
-No me pidas que no me meta. Esto ya es mi misión. Y como ninja, no puedo retractarme.
Ella me miró, y unas pequeñas lágrimas brotaron de sus ojos, mientras sus labios hacían una sonrisa y me abrazaba, disculpándose. La tuve que separar, porque entre nosotros surgió de la tierra un zarpazo de metal. Y me giré a ver al morocho que nos veía con la cara desencajada.
-Oi... Chico-tanuki... ¿no te dije que no te acerques a MI mujer?
Esta vez, o me cupo duda que la ira que recorría cada milímetro de mi cuerpo era mía y nada más que mía. Una ira que debía descargar en él, pero...
¿Cómo había escapado de mi Ataúd del desierto? Estaba al lado, completamente ileso, a pesar de que la sangre bañaba la arena. Yo no entendía.
-Nox- me dijo Tigris a mi lado. Yo la mire, sin entender- No sé cómo lo hizo, pero desarrolló una técnica que imita la regeneración de mi familia. No es que te haya esquivado.... Ten cuidado, no es lo único que hace.
Él volvió sus manos garras nuevamente y cargó contra nosotros otra vez. Otra vez, cada vez que mi arena iba a tocarlo y rozaba esas garras, dejaba de moverse. En seguida noté que éstas consumían mi chakra.
No le costó mucho llegar a mí. Le costó menos que a cualquier otro enemigo que tuve.
Por suerte, a mi lado, tenía a Tigris. Ella se movía como el viento. Se escurría donde fuese, llegando siempre a los lados de Abril e intentando darle. Pero él también se escurría de los ataques.
Una y otra y otra y otra vez después de todas esas. Perdí la cuenta de las veces que logré darle, apuñalarlo, atravesarlo, aplastarlo, y cualquiera de las formas que conocía de asesinar a alguien.
-¡Sostenlo!
Me pidió Tigris. Así que pasé a esa estrategia.
Al final, lo sostuve. Lo inmovilicé por completo. Ni siquiera sus garras lograban moverse, impidiendo que tocase mi arena. Ella hizo la seña de manos que usaba para separarme de Shukaku, y se acercó a él. Él intentó irse, con cara de horror.
-¡NO! ¡No por favor! ¡¡NO!!
Ella suspiró, y en ese pequeño segundo de duda, él la tocó.
Hubo una explosión de luz y chakra como la de aquella vez en el bosque, que me dejó enceguecido, por varios segundos.
Hasta que por fin pude abrir los ojos de nuevo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top