Quiero una cita
"A ti, hermosa villana...
Claude y yo llevamos una semana tratando de llamar tu atención. Pero, ¿Adivina que?... Exacto, nos ignoras olímpicamente.
Jamás creí que compartiría algo con ese castaño presumido, pero ambos estamos sumergidos en un enorme túnel, obscuro y lúgubre. Cuya entrada posee una frase que nos tiene a los dos con una mueca de decepción.
" Son grandes amigos"
¿Es enserio, mi musa? ¿Después de todo mi esfuerzo... Soy solo tu amigo?.
Bueno, es un gran progreso para alguien que jamás había tenido contacto contigo. Aunque no puedo negar aquellos coqueteos constantes entre nosotros.
Y es que no podemos negarlo, la atracción entre los dos crece con ferocidad, haciendo que cuando nos acercamos yo pueda sentir como nuestras respiraciones se irregularizan, como tus ojos se desvían a mis labios, o no somos capaces de hablar de manera fluida, aunque técnicamente yo soy el que no puede formular una oración de manera coherente cuando te me acercas de más y muestras tu lado seguro.
Ay emperatriz de mi alma, mi corazón rebosa felicidad, al notar esas pequeñas muestras de complicidad entre los dos, tal y como hoy, cuando has dejado esa nota en mi pupitre, pidiendo que nos encontremos en los casilleros.
Los casilleros...
Tan solo pensar en ese lugar hace que mi piel se erice, y mis labios evoquen el calor de los tuyos, aquellos llenos de tentación y sabor a miel.
Mujer de puño de hierro y alma de niña, necesito tu sonrisa para inspirar mis pinturas, tu imponente precencia para darle color a mis lienzos y tu mirada para entender el concepto "Profundidad".
Por esa razón estoy dando el máximo de mi, aprovechando casa oportunidad de mostrarte que soy el hombre correcto, el que está dispuesto a pincharse mil veces con todas tus espinas, con tal de poder cuidar con máxima delicadeza tus pétalos.
Te amo con toda mi alma antagonista, y estoy aquí... Dispuesto a pedirte la oportunidad de ser tu más fiel secuas.
Con amor, locura y pucheros
Tu eterno artista
Nathaniel Kurtzberg"
El pelirrojo guardó su nueva carta de manera sonriente, ordenando su bolso y dirigiéndose hasta el lugar indicado por la rubia.
—Has tardado tomate, sabes que mi tiempo es oro—. Nathaniel sólo río ante el gesto de su rubia amada, como lo enloquecía esa mujer en todo su esplendor.
—Tenía un problema, por eso tarde, ¿para que me necesita, su majestad?—. Chloé rodó los ojos divertido al ver la reverencia, o el intento de este, que realizaba el dueño de su primer beso.
—Bien, necesitaba pedirte que me ayudes con mi proyecto de artes. Soy genial, como en todo, pero no es mi fuerte. ¿Podrías, enseñarme a pintar retratos?—. El pelirrojo miró a la oji azul con una sonrisa ladina, ocultando la enorme emoción que le producía pasar tiempo con la rubia.
—¿A sí?... ¿Y que ganaría yo, si acepto ayudarte?, te conozco bonita, y se bastante bien que hacer un proyecto contigo, es hacerlo solo—. La rubia mordió su labio con nervios, el solo pedirle ayuda al artista la tenía con un enorme nudo en el estómago, y que este jugueteara con ella, la podía peor.
— Te estoy pidiendo que me ayudes, no que me hagas el trabajo, pero de todas formas dime lo que quieras, me encargare de que Papi te lo haga llegar—. Chloé sonrió altiva, en su típica pose se seguridad
Nathaniel analizó la situación, si bien aprovecharse de sus talentos no era parte de su ideal de vida, debía reconocer que una oportunidad así, no podía ser desperdiciada. Además... Solo sería una vez.
—Quiero una cita—. Soltó de golpe, haciendo que la joven abriera sus ojos has a el tope. —Te ayudaré en todo lo que quieras, pero a cambio tu me darás una tarde a tu lado—. Chloe levantó la mirada rápidamente, sintiendo su rostro enrojecer, su boca abrirse ligeramente, buscando las palabras correctas, y su corazón acelerarse ante la seguridad del más alto. ¿Por qué demonios él lograba ponerla de esa manera?.
—E-Está bien, mejor te conviene no mantenerme toda la tarde aburrida o no volveré a hablarte en mi vida, nos vemos mañana artista barato—.
Con una sonrisa se acercó hasta él, dejando un beso muy cerca de sus labios, para luego salir del lugar como una reina, dejando al pobre pelirrojo con las mejillas ardiendo y una amplia sonrisa.
—Te demostraré que puedo hacerte feliz con cosas pequeñas Chloé... Lo prometo—.
Tomó su mochila y salió, tenía una tarde que planear.
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