Nadie te amará como yo.

"A ti, hermosa villana

Quisiera entender por que el destino es tan extraño, nos lleva de un lado a otro sin ni siquiera encontrarle una lógica a lo que hacemos, nos cambia de personalidad cuantas veces sea necesario y nos pone obstáculos bastante adversos.

Tu y yo somos un caso de esto miel. El destino nos lleva hacia el otro de manera inesperada y eficaz. Nos ha cambiado en exceso, pues yo a tu lado siento que puedo mostrar mi verdadera personalidad, ese chico que adora seguir tus jugarretas y te coqueta constantemente; además puedo sentir que tu sacas tu verdadera personalidad conmigo. Y sobre los obstáculos, eso me afecta mucho más a mi. ¿Un ejemplo claro?. Adrien Agreste, enserio ese rubio amigo tuyo agota mi paciencia.

Hoy estaba muy tranquilo preparando nuestra cita, cuando ese oxigenado llegó a decirme que me alejara de ti, porque según él, sólo te uso para olvidar a Marinette, lo cual es una completa estupidez, ya que solo me he enamorado de verdad una vez, y esa eres tu mi preciosa antagonista.
También usó como pretexto el hecho de que tu aún no olvidas a Claude por completo, como si yo no notara las miradas que aún hay entre ambos, ¿pero que me importa a mi eso, cuando las mías contigo son tan únicas?. Y la última excusa que usó fue el hecho de que tu padre jamás aceptaría que salieras con alguien de mi clase social.

Personalmente esto si me preocupó, se que no soy hijo de un famoso diseñador, de un diplomático, o el dueño de una famosa empresa textil, pero te amo con una intensidad que no puedes ni imaginar, y estoy completamente seguro que a mi lado serias muy feliz.

Villana de mis sueños, anhelos y realidad, solo quiero mostrarte a ti, a Adrien y a todo el mundo que mi amor por ti es completamente sincero, y que tu sonrisa es el motor de mi vida.

Psdt: Espero que nuestra cita de ésta tarde te guste mucho.

Con amor y nervios
Tu artista sonrojable.

Nathaniel Kurtzberg"



Nathaniel guardó la carta en la cajita de siempre, ordenó su ropa, elegida obviamente por su amiga Lila, y se aplicó perfume, para luego salir en busca del famoso hotel de su reina.

En la cabeza del pelirrojo rondaban miles de cosas, empezando por la conversación con el Agreste en la mañana, pasando por todas las cartas guardadas en su hogar, y terminando en la cita con la rubia que vivía en el lugar, donde ni cuenta se había dado, estaba parado fuera.

Suspiró nervioso y entró a la lujosa construcción, donde después de una charla nada cómoda con el guardia y unas palabras breves con la recepcionista, debía esperar a la rubia.

A los minutos vio salir del elevador algo que hizo su mandíbula caer, y sus mejillas pintarse de carmín, estaba completamente seguro que si la mujer que tenía enfrente, hubiese tenido una cámara en sus manos, habría poseído una foto con la cual burlarse hasta que recibiera su título universitario.

Chloé caminaba con una gracia única de su persona, vistiendo una falda en corte princesa, de tono amarillo que le llegaba cuatro dedos arriba de la rodilla. con un cinturón dorado delgado en su pronunciada cintura, y acompañada de una sencilla blusa blanca, su cabello estaba suelto con su maquillaje en tonos naturales, por excepción de su labios pintados de cereza, como normalmente lo hacia hace un año, y finalmente tenia un bolso también dorado, y unas sandalias blancas con detalles amarillos. Simplemente perfecta.

-¡Hey, tomate! ¿Te vas a quedar todo el día mirándome, o vamos a salir?- Si antes su rostro estaba ligeramente rojo, ahora podía asegurar que le hacia honores al apodo puesto por su amada rubia.

-B-buenas tardes Chloe, C-claro, ya vámonos-. La rubia solo rió por las reacciones tan evidentes del de orbes azul turquesa, y tomo su brazo, tirando de el hasta la salida.

—Y bien..., ¿donde vamos señor Kurtzberg?—. El mencionado despertó de su ensoñación y sonrió de lado, dirigiéndose hasta la vuelta del hotel donde se encontraba una motocicleta estacionada, préstamo a regañadientes de la de mechas miradas.

—Eso es una sorpresa señorita Bourgeois, pero primero tengo que vendarle los ojos—. Chloé miró la pañoleta negra con algo de desconfianza, para luego suspirar resignada y asentir con la cabeza, dándole su autorización al joven que de inmediato cubrió sus ojos.

—Te advierto que pinta de Grey no tienes, así que ni se te ocurra imilatarlo—. El tono y comentario usados por la rubia, causaron una sonora carcajada en el pelirrojo, quien la ayudó a subir hasta el vehículo.

—Tranquila, mis intenciones no son tan obscuras Chloe, pero prefiero que todo sea una sorpresa... Le da más emoción a la cosa—. La rubia agradeció internamente que el pelirrojo estuviera de espaldas, o hubiera visto el sonrojo que se acumuló en sus mejillas, y la sonrisa que de colaba en sus labios, ¿A él enserio le interesaba tanto su persona?.

La joven parisina se aferró a la cintura de su acompañante, mientras éste partía rumbo al lugar designado para su cita; ambos disfrutando de la cercanía del otro, sumergidos en un silencio, pero no incómodo, si no agradable y placentero, como si no se necesitarán palabras para expresar lo que sus corazones gritaban.

Continuaron así hasta que la motocicleta frenó, dejando a una rubia confundida, siendo cargada hasta algo que podría definir como una banqueta.

—¿Ya puedes quitarme la venda?, se siente raro—. El pelirrojo sonrió y se ubicó tras ella, quitando el elemento que obstruía su vista, y lo que primero pudo ver, la dejó maravillada.

Rodeando a ambos había una extensión de áreas verdes, llena de flores en diferentes colores y tamaños, además estaban fuera de una pequeña cabaña campestre en el centro de aquella hermosura, en una mesa llena de frutas, y algunos pasteles. Realmente era perfecto.

—No quería hacer algo común, y aunque tu no eres de campo, creí que sería lindo mostrarte algo de mi vida, en esta cabaña vivía mi madre cuando era pequeña, luego mis abuelos y ella se mudaron a París y yo desde pequeño pasaba mis vacaciones en este lugar... Es parte fundamental de mi vida, sobretodo... Desde que mi madre falleció—. La rubia sintió su corazón estrujarse ante la confesión del joven, y sin pesarlo mucho se acerco a abrazarlo, con una calidez rara vez vista en ella.

—Éste es el lugar más perfecto al que pudiste traerme, es precioso y único... Pero debes estar tranquilo Kurtzberg, estoy segura que tu madre te cuida desde allá arriba igual como mi hermano conmigo, siempre vivirán en nuestro corazón, y nuestra historia—. Nathaniel levantó la mirada, encontrándose con la sonrisa más preciosa que había visto en sus diecisiete años de vida, una cargada de sinceridad, cariño y comprensión.

—Gracias por el concejo Chloé, y me alegra que esto te guste, pero ya empecemos a comer y platicar—. Ambos rieron y tomaron lugar, conversando de temas banales, y riendo sin preocupaciones.

—¿Sabes Nathaniel?, hoy te ves bastante bien arreglado, pero te falta un pequeño toque—. el pelirrojo la miró confundido, mientras su audaz compañera se acercaba hasta él, de manera tranquila y con las manos en la espalda. —¡Te falta esto!—. Y lo siguiente que vio el de mirada turquesa fue una camisa manchada de Pie de limón, y una rubia fugitiva por los prados entre carcajadas.

—¡Me las pagarás Blondie!—.Rió para luego tomar un pequeño bote de miel, y salir corriendo tras la rubia.

—¡Hay tortugas más rápidas que tú, Tomate—.La rubia siguió riendo hasta que su rostro fue completamente llenado del pegajoso alimento.

—Pues esta tortuga te ganó, liebre endulzada—. Nathaniel reía a carcajadas mirando a la de orbes azules haciendo pucheros.

Chloé se quedó pensando un momento en como equilibrar las cosas entre ambos, debía hacerle pagar al pelirrojo por llenarla de miel. Fue ahí cuando su cerebro se iluminó, haciéndola sonreír de lado, caminando hacia en pelirrojo de manera lenta y calmada.

—¿Que pretendes Chloé?, aún me queda algo de miel para salpicar—. El pelirrojo levantó el tarro que hace unos instantes había sido volteado en la cabeza de la rubia, y río nervioso, pero lo que menos se esperó fue lo que se ocurrió a la de mirada intensa.

En menos de lo que pudo pestañear, la rubia había tomado su nuca e hizo posesión absoluta de sus labios, haciendo con ellos todo lo que se le ocurriera, dando pequeños mordiscos aguerrida, a lo que él por supuesto correspondió al instante. Oh dios si pudiera explicar la cantidad de sentimientos que los labios de la rubia producían en su interior, podría escribir un libro de infinitas páginas.

—B-Bien... Ahora tu también estas lleno de miel, estamos a mano—. Ambos respiraban algo agitados, sabiendo que su cita había llegado a su final.

Se limpiaron los rostros y subieron hasta la motocicleta, que los llevó nuevamente a hasta el hotel de la rubia, donde ambos se mantenían la mirada baja, por la vergüenza y los nervios.

—Bueno, nos vemos mañana en mi clase se pintura tomate... La cita estuvo bastante agradable... Nos vemos—. Y besando su mejilla, entró corriendo a su hogar, sintiendo su corazón casi salir de su pecho, igual que el joven en su exterior.

Ambos sentían que su historia estaba llegando a su final, por fin un desenlace feliz para sus vidas. Pero estaban tan lejos de la verdad, esto era tan solo el comienzo de la historia.

—¡Lo siento! ¡Soy una tonta que nunca se fija donde va¡—. El pelirrojo miró hacia la joven que lo había golpeado por el hombro, y le sonrió amablemente.

—No te preocupes, yo también soy torpe, un gusto, soy Nathaniel... Nathaniel Kurtzberg —. La de mirada morada sonrió ante la imagen tan agradable del pelirrojo.

—Melodie... Mi nombre es Melodie Briand, a tu servicio—.Y tomó la mano del pelirrojo, bajo una sonrisa inocente, que ocultaba varias verdades.

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