Ella se parece.

"A ti, hermosa villana...

Mi corazón arde, y ésta vez, aunque aún esté allí, no es por amor, si no de dolor.

Duele darse cuenta que con unas simples palabras arruine tanto esfuerzo.

No medí el alcance de mis comentarios, ni puse en una balanza mi relación contigo a las pocas veces que he visto a Melodie. Me convertí en lo que más odias, alguien que juzga antes de conocer.

Te vi discutiendo con ella, y por tu pasado, de inmediato asumí que era tu culpa, te dije cosas hirientes, mi siquiera te di el beneficio de la duda.

¡Fui un desgraciado, imbécil y corbarde, lo cual me hace sentir aún peor!.

Se que sientes algo por mi, se que me quieres porque a pesar de todo, vi el dolor en tus ojos al mandarme al demonio, pero eso sólo lo hace más doloroso.

Me diste una pequeña ventana y yo te cerré la puerta en la cara.

No escribire improperios, porque si te llego a entregar esto, no quiero que tengas la idea de que soy un grosero, pero ya te imaginarás los otros insultos que tengo en mente para mi mismo.

Necesito tenerte cerca y rogar por tu perdón. Necesito aclarar de una maldita vez que sucedió ese jodido día, y porque actuaste de esa manera.

Te necesito amada mía, despiertame de ésta pesadilla y volvamos a discutir como idiotas, mientras me las arreglo para robarte un beso.

Lo siento, lo siento tanto y espero que podamos arreglar algo en algún minuto.

Con todo mi dolor.
Tu artista decepcionado de si mismo.


Nathaniel Kurtzberg"


Guardó la carta en la misma caja de siempre, suspirando pesado al notar la hora. Eran las 4 de la mañana de ese dia viernes y el aún no podía pegar un ojo. Suspiró, quizá tomar algo de aire le ayudaría.

Salió de su cuarto, asomándose al pequeño balcón, recargandose en el para tener una vista de París en todo su esplendor.

— Soy un idiota... Un idiota de primera con Magíster en meter la pata—. Suspiró cerrando los ojos, tratando de olvidar todo.

Ahora entendía a su mejor amiga, cuando después de sus mentiras todos se le habían tirado en contra, se había quedado sola y las consecuencias de sus actos eran duras. También estaba Adrien, que después de rechazar a Marinette y nunca notar sus sentimientos, se terminó enamorando como un loco de la azabache, pero corrió con la misma suerte. Luego Kim, quien en un arranque de locura le fue infiel a la pobre Ondine, quien no dudo en mandarlo a volar, pero al menos él ya se está volviendo a enamorar.

Todos sufriendo por las consecuencias de sus actos, y ese día, él se había unido al club.

Cerró los ojos y dejó que el viento acariciara su cabello por unos minutos, mientras sus ojos se inundaban de lágrimas cristalinas. Sabía que era estúpido llorar por amor, pero era su musa y aunque en antaño le había dicho mil cosas peores, el saber que estas si eran por su responsabilidad, le heria profundamente.

Claro, que sus lágrimas llamaron la atención de cierta heroína rayada, que por más que lo negara, sintió una fuerte punzada al verlo así. No sabía lo que sentía, sólo que odiaba verlo llorar, quería que sonriera.

Así que, poniendo en juego su propio orgullo, se dejó caer suavemente tras él, rozando las yemas de sus dedos por toda la línea de su espalda, acercándose a su oído y susurrando.

— ¿Por qué lloras pelirrojo?...

Una corriente eléctrica recorrió todo el cuerpo del pelirrojo en solo cosa de segundos. La voz y el tacto de la persona tras él, habían erizado toda su piel, y no precisamente de miedo.

— N-No es nada Bee... Solo... Solo se me irritaron los ojos con el viento—.

Bajó la cabeza y suspiró, volteando hacia la preciosa rubia, con unos ojos tan intensos que le hicieron desviar la mirada. ¿Por qué tenía que parecerse tanto a su amada?.

— Claro... Y Chat Noir no es una gata pasiva, mandoneada por Ladybug—. Rodó los ojos divertida y causó una pequeña risa en el pelirrojo.

— Problemas del corazón... Tonterías que me pasan—.

Se alzó de hombros, manteniendo la vista en el mismo sector y la rubia tomó delicadamente su mentón, volviendo a conectar sus miradas, sintiendo un revoltijo en su interior. Sus ojos; sus malditos ojos turquesa que le transmitían una paz inquietante, pero al mismo tiempo unas locas ganas de molerlo a golpes por hacerle sentir de esa manera, y luego dejarla caer al piso de golpe.


Sentía que las lágrimas abandonarían sus ojos en cualquier momento. ¿Por qué? ¿Por qué le había dado a entender que la quería si después le daría la espalda sin siquiera querer escuchar?. Sentía la misma maldita rabia mezclada con dolor, que hace tantos años, cuando el castaño había dejado de mandarle si quiera una carta.

— Ningún problema que involucre el corazon, es una tonteria... Si no, jamás habría logrado tocarlo—. Sonrió, como toda una reina, como solo la gran Chloé Bourgeois podia. Ocultando todos sus sentimientos.

El pelirrojo soltó una pequeña risita, asintiendo con la cabeza. Era inútil discutir contra Queen Bee, tenía que aceptar que la atractiva rubia siempre tenía un argumento en la punta de la lengua, dispuesto a humillar sus mundanas respuestas.

Insistía, le recordaba tanto a su miel, solo existía una pequeña y vergonzosa diferencia.

Chloé era una chica extremadamente atractiva a su gusto, hasta se atrevería a decir que le parecía sexy, pero ella jamás parecía notar ese "otro lado" de su belleza, haciendo las cosas ingenuamente, su sutilidad le parecía aún más atrayente. Muy por el contrario, la reina abeja, sabía perfectamente el efecto que causaba en algunos chicos y chicas, aprovechándose de eso para tirar indirectas que hacían sonrojar, envolver con sus acciones y básicamente, seducir a quien se le diera la regalada gana, solo que solo los usaba para juguetear. Hasta ahora no se le había visto ningún interés amoroso.

— Quizá tengas razón... Pero es que... Agh... Metí la pata hasta el fondo, y ahora la chica que me gusta, no me quiere ver ni en pintura, además su mejor amigo me dijo que me molerá a golpes si vuelvo a acercarme a ella... Y eso que no estoy contando al prostituto ese que tiene de pretendiente—.

Soltó un bufido y luego volteo hacia la rubia, que mantenía las mejillas infladas, el rostro algo rojo y las manos en la boca, tratando de retener una inminente carcajada que explotó a los pocos segundos, sonoramente.

— ¡Claude no es un prostituto! ¡Es más virgen que tú!—. Reía a carcajadas la heroina, a las 4:30 de la madrugada, en su balcón.

Chilló alterado, contagiado por la risa de la rubia y la empujó hasta el interior de su cuarto, son suavidad, cubriendo su boca suavemente.

— ¡Shhh!... Mi padre y todo la calle te van a oír si estás gritando de esa manera... —. La reprimió entre risas, para luego ver la expresión de picardía en el rostro de la rubia, sonrojándose ferozmente. — ¡No hablaba de esa clase de gritos Queen Bee!—.

Era exactamente a eso a lo que se refería cuando hablaba de la rubia y sus cosas.

— Lindo... Me metiste a tu cuarto, me tapas la boca y me dices que no grite... ¿Qué quieres que piense?—. Río la ojiazul, soltándose de su agarre.

— Cosas sanas...—. hizo un puchero, para luego analizar bien su acotación y fruncir ligeramente el ceño, dudoso.—¿Cómo sabías tú qué yo hablaba de Claude con lo de prostituto?—.

Ladeó la cabeza con curiosidad y la rubia empalidecio. ¿Cómo se le había podido ir semejante cosa?. Mordió su labio inferior con nervios y se alejó a paso veloz de vuelta al balcón.

— ¿Sabes?... Creo que ya es muy tarde, debo dormir, mañana tengo cosas que hacer... ¡Nos vemos!—. Gritó tratando de sonar segura y salió rápido del lugar, impulsada por su trompo, dejando al pelirrojo lleno de dudas, pero en definitiva, algo más animado, lo cual involuntariamente le hacia sentir mejor a ella tambien.

Nathaniel alzó una ceja y sonrió para sí mismo, recostandose en su cama nuevamente, y suspirando.

— ¿Quién eres Queen Bee?...

•••

Al otro día se levantó un poco más animado, desayunando junto a su padre un delicioso sandwich de jamón y queso, algo derretidos en el microondas.

— Nath... No comas tan rápido que te dará algo—. Lo reprimió William, al ver como su único hijo tragaba sin siquiera respirar.

— Si papá... Lo que me dará será tiempo—. Río leve, besando la mejilla de su padre, para luego tomar su mejilla y salir corriendo hacia la puerta—. ¡Nos vemos!—. William solo negó con la cabeza, riendo, y recogiendo todo, su hijo era un caso total, idéntico a su madre.

Entró rápidamente al instituto, pero la imagen allí le hizo pasar saliva, bajando la cabeza y avanzando. Chloé estaba cerca del baño de mujeres, apoyada en la pared, con las mejillas ligeramente sonrojadas y el castaño frente a ella, con su clásica sonrisa de lado, mirándola con una expresión de duda juguetona que al pelirrojo le parecía horrible.

— ¡Nath, acompañame! ¡Tengo algo que debes ver!.

Escucho los gritos de su escandalosa mejor amiga y avanzó a su lado, suspirando.

Por otro lado, la rubia volteo la mirada de inmediato al oír el nombre mencionado por Lila, haciendo una pequeña mueca. Le dedicaría más tiempo de no ser por un pequeño detallito.

— ¡Ya dime por que me evitas!... Creí que después de lo de la otra noche hablaríamos—. Hizo un puchero que a la rubia le pareció bastante tierno, causándole una risita.— ¡Te estoy abriendo mi corazón! ¡No te rias!—.

La gente al rededor los miraba extrañados, pero sonriendo. Para nadie era duda la extraña química entre esos dos, su cariño se notaba en cada acción, en cada manera de defenderse, de mirarse, o incluso de hablarse.

— ¿Te puedes calmar?... Joder Claude, solo fueron unos días, y pase tiempo con el resto de mis amigos. Además tenía cosas que hacer—. Rió, acariciando su mejilla con suavidad.

— ¡Pero yo quiero que hagas cosas conmigo!—. Continúo gritando, haciendo que ésta vez los mirarán con cara de sorpresa y rápidamente los comenzarán a dejar solos. A lo que ambos le restaron atención... Bueno, quizá el castaño si lo haya notado, pero su mente estaba más desarrollada.

La rubia golpeó su frente, negando con la cabeza, si ella era llamada Drama Queen, debían conocer sus amistades.

— Contigo también hago cosas... Solo que no sabía cómo.... cómo...— Pasó saliva nerviosa y mordió su labio inferior, sin saber cómo explicar su actuar la última vez que habían hablado.

Claude río un poco, llevando una de sus manos hasta la cintura de la rubia, rodeándola con ella y la otra hasta su cabello, apartandolo para dejar la piel de su oído y hombro libres. Se acercó hasta rozar sus labios contra la piel de su cuello con mentón, susurrando.

— ¿Cómo explicar el porqué me besaste?... Linda, yo sé perfectamente la razón, eres tú quien no quiere aceptarlo... Una vez que aceptes que te encanto, que en este minuto tienes la piel erizada y los latidos del corazón acelerado, que tus mejillas están sonrojadas y que deseas volver a hacerlo... En ese instante podremos platicar sobre ello... Y los tres sabemos que no es sólo conmigo—. Sonrió, besando sus labios de manera fugaz, para luego alejarse a su salón.

Chloé se quedó de piedra, cada célula en su cuerpo estaba completamente rendida ante las sensaciones de ese simple roce, pero luego una pequeña parte de su cerebro logró hacer click, y analizar las últimas palabras del castaño.

— ¿Los tres?... ¿Qué tres?... ¡¿Cuáles tres, Claude?!—.

Chilló corriendo rápidamente tras él, deteniendolo en la entrada del salón de artes, confundida.

— Que irónico... Aquí estamos los tres—. Sonrió y apuntó al pelirrojo, que lo fulminaba "disimuladamente".

Chloé quería que la tierra se la tragase en ese mismo instante, ahora lo entendía todo. Ambos chicos sabían perfectamente su enorme desastre amoroso.

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