Ella es... Diferente.

"A ti, hermosa villana...

Sinceramente, me siento algo defraudado.

Creí que habías dejado esa manía de lastimar personas por el simple gusto. Pero no es así, volviste a herir a alguien.

Melodie lloró mucho ayer, decía que no pertenecía al instituto, que mejor se retiraba, que no valía la pena seguir allí. Miel, la dejaste muy lastimada, ahora dice que no quiere estar sola por miedo a que tú la vuelvas a humillar, así que le prometí mantenerme a su lado y protegerla.

Según me ha contado llevas días insultándola y empujándola, incluso me mostró algunos hematomas leves en sus piernas, productos de caídas, que según tu ella, tu habías provocado.

¿Cómo pudiste hacerlo?, ¿cómo pudiste dañar otra vez a personas que ni conoces?... No te entiendo linda, y me duele no poder comprenderte.

Quiero creer que todo esto es un error, que hablamos de otra persona y que tú, eres la mujer de la que me enamoré... No ésta faceta cínica y sin sentimientos que le estás mostrando a ésta chica.

¿O es que acaso yo te estoy idealizando? ¿Acaso te volví mi Sheccid?.

Aunque si algo he de admitir, es que siento que me pasé un poco con mis palabras. Fui bastante grosero y no supe medirme, espero no haberte lastimado... Pero es que en cierto punto te lo merecías, no puedes ir por ahí insultando personas porque se te antojó.

Te amo, pero el amor es hacer entender a una persona cuando comete un error.

Con tristeza y amor
Tú dolido artista.

Nathaniel Kurtzberg ".


El pelirrojo suspiró, guardando la carta en su lugar de siempre, mientras miraba el resto. ¿Acaso estaba perdiendo el tiempo con un amor tóxico y unilateral? ¿Debía olvidarla y buscar alguien... Más parecida a él?.

Suspiró pesado. Como si eso fuera tan fácil.

Y es que la hija del alcalde estaba tan incrustada en su corazón, que ni el podía creerlo. Estaba jugando con fuego, pero jugar con fuego significaba poder sentir su anatomía tan cercana a la suya, su perfume de vainilla y miel incrustado en sus fosas nasales, su sonrisa haciéndolo sonrojar, sus manos aferrándose a su abdomen, y su mentón recargado en su hombro, o aún mejor... Sus labios enredándose con los suyos en una batalla que amaba combatir... Por él, se quemaba a lo bonzo.

—Se puede saber... ¿Por qué el chiquillo más guapo de París, está tan perdido en sus pensamientos?—. Comentó una voz desde la puerta de su habitación, haciendo que una pequeña sonrisa se formara en sus labios.

—No se, ve a la mansión Agreste o a la Faure a preguntarles, papá —. William sólo rió. Su hijo solía ser muy infantil en algunos casos, un claro ejemplo era el puchero que estaba haciendo en ese instante, faltando unos días para que cumpliera 18 años.

—Dejame decirte que para mi esos chicos no son tan geniales como todo el mundo los hace ver. El día que tengan éstas marcas... —. Señaló sus muñecas, adornadas por unas claras cicatrices de forcejeo.— Ahí serán hombres para mi, ahora yo sólo veo un grupo de hijos de papitos y mamitas que no hacen más que fanfarronear dinero que ni suyo es, no tienen personalidad Nath—. El oji turquesa negó con la cabeza divertido, su papá solía decir que todas las personas de dinero eran unos presumidos.

Si supiera que su hijito estaba loco por la reina de ellos.

—Un ejemplo de eso, es la chica que tienes pintada como 40 veces en tu taller, y no me lo niegues Nathaniel, porque vi esos cuadros—. El rostro del pelirrojo enrojeció por completo, y cubrió su rostro, apenado por la situación.— ¿Y?...

Oh... Al parecer si lo sabía.

— ¿N-No te iras hasta que te explique... Cierto?—. El oji miel asintió con la cabeza y Nathaniel suspiró con nerviosismo—. Me gusta esa chica y por eso la pinto tanto, además... Es una belleza única, merece miles de retratos más, los mios no le hacen ni el honor... Es una mujer diferente papá, su atractivo no es dulce como el de Marinette, es algo misterioso, lleno de fuerza y al mismo tiempo delicadeza... Es la musa de ensueño y no me resistí.

Los ojos soñadores de su primogénito y su sonrisa boba, causaron una sensación de nostalgia en el pelirrojo mayor.

Si bien Nathaniel había heredado su cabello, y era muy parecido a el físicamente, poseía esa misma mirada dulce, pero con un toque de fuerza en el interior, que su madre. La única mujer que William amó, ama, y amaría por siempre, sin importar que había fallecido hace ya bastantes años.

— No te preocupes, solo trata de que ella no se de cuenta, no quisiera problemas con la familia Bourgeois hijo, pero si la tienes como musa, ha de ser porque la conoces bien, y te encanta cada parte de su personalidad, y te parece perfecta... O al menos eso hacía yo con tu madre —. Nathaniel asintió con la cabeza y su padre lo miró sonriente. —Bien Romeo, te dejo, tengo que preparar la cena—.

Ambos rieron y el mayor salió de la habitación, dejando al pelirrojo pensativo.

Ella era única, difícil de entender, y... Diferente, pero no era mala, y de eso lo tenía que demostrar de alguna manera, y ya sabía quien le ayudaría con eso.

Suspiró con pesadez y marcó ese número que ni sabía por que tenía.

— ¿Aló?, ¿Con quién hablo?—. Al escuchar la voz al otro lado de la línea, suspiró pesado.

— Soy yo, Nathaniel, y antes de que me mandes al demonio... Necesito tu ayuda Claude.

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