Cada acto, tiene una consecuencia.
— ¡Chloé Bourgeois, alias mi mejor amiga, ven acá!—. Gritó aquel despampanante sujeto antes de lanzarse sobre la de cabellos dorados, haciendolos caer a ambos en pleno pasillo de los casilleros.
— ¡Adrien Agreste, saca tus 70 kilos de mi perfecto cuerpo!—. Pataleaba de manera desesperada, chillando.
— ¡No me recuerdes que engordé! ¡Fueron muchos croissants!—. Contestó el modelo, golpeando suavemente su abdomen y haciendo un puchero. — Pero ese no es el punto... ¡El punto es que me estás evitando!—.
— ¿De qué hablas Agreste?, sólo no había tenido tiempo de hablar contigo, también tengo una vida—.
Adrien hizo un gesto de horror ante las palabras de su amiga, y Chloé empezaba a compadecerse de las personas que escuchaban sus berrinches.
<<Y aquí vamos...>>, Pensó y rodó los ojos con delicadeza.
— ¿Que no tienes tiempo?... ¡¿Cómo no vas a tener tiempo para tu mejor amigo?! ¡Yo debo ser tu prioridad! ¡Yo era tú todo!... ¡Y me dices Adrien! ¡¿Cómo que Adrien?!—.
Chloé río, mirando los claros gestos de exageración del rubio.
— ¿Y cómo quieres que te diga, si así te llamas?, si no te gusta tu nombre no es mi culpa, es culpa de tía Emilie y el señor Gabriel—.
Adrien se levantó, tomando la mano de la rubia y ayudandola a hacer lo mismo, para luego abrazarla con fuerza, tratando de ocultarla en su pecho.
— Estoy acostumbrado al Adrinkis, Adriboo, Adriku, Adrihoney... Y variados... Es extraño para mi que de un día para el otro ya no quieras hablar conmigo—. Confesó, jugando con las ondas rubias de su cabello. — Somos amigos desde que teníamos 3 años, siempre has estado conmigo y yo contigo... ¿Es porqué cambiaste?... Porque si es por eso, prefiero que vuelvas a ser la de antes y me trago todos mis consejos—.
Ante el tono del rubio, Chloé sonrió enternecida, no lo escuchaba hablar así desde que tenían 8 años y ella se enojaba porque el Agreste le escondía a abracitos.
Como extrañaba esos años donde todos sus problemas se solucionaban con un abrazo, una taza de chocolate caliente, y un maratón de Disney.
Pero las cosas ya no eran así, tanto Adrien como ella tenían problemas del corazón demasiado grandes como para que un abrazo y "Mulan" los solucionarán.
— Esos apodos son muy infantiles para un joven de 18 años, ¿No crees?—. Sonrió, acariciando su espalda, para luego alejarse y caminar hasta la puerta.— No seas paranoico, sólo he estado algo preocupada y con mil problemas en la cabeza, pero no tienen que ver contigo... Lamento si te ha parecido así, tú sabes que te adoro—.
El rubio sonrió levemente y se acercó a ella otra vez, siguiendola hasta el comedor del instituto. Sospechaba la razón por la cual Chloé ya no quería tenerlo tan cerca, y por la que no le contaba sus cosas. Él había puesto en el aire aquella única cosa a la que la rubia se aferraba, su amistad.
En vez de ayudarla a cambiar, de trata de incluirla en su grupo, de buscar maneras para defenderla de tanto insulto, se fue por el camino fácil; Amenazó con alejarse de ella si no cambiaba su actitud con sus amigos, siendo que ella era su mejor amiga desde que tenían 3 años de edad. Ella fue la única que peleó con su padre para que lo dejarán ir al instituto, ella fue la única que la primera que le brindó su amistad, incluso después de que llegara el castaño a su vida.
¿Pero qué había hecho él?. Apenas llegaron sus nuevos amigos a su vida, se había olvidado de la rubia y comenzó a ver todas esos defectos que los demás veían. Incluso sabiendo las causas de su comportamiento. Había sido un desgraciado y quería corregir eso, aunque fuera poco a poco.
— Quisiera que me contarás que te sucede, quizá yo pueda ayudar...—. Rascó su nuca nervioso, avanzando con la mirada baja.
— Son líos de chicos, Adrien. Tú no puedes ayudarme con eso—. Ella arqueo una ceja y río un poco, no quería hacer sentir mal al rubio, adivinando sus emociones depresivas. Lo conocía tan bien que sabía perfectamente el nivel de inseguridad que poseía.
— Puedo fingir ser una mujer—. Sonrió, se cruzó de brazos, quebrando la cadera hacia un lado y haciendo un gesto con su cabello, claramente imitando a la joven. — Mira linda, lo que tienes que hacer es pasar más tiempo con ambos idiotas y saber cuál te revoluciona más el corazón, podríamos hacer una pijamada, comer chocolates dietéticos hasta reventar hablar sobre los pros y los contra de cada uno de los chicos que tienen así, e intercambiamos la ropa... ¿Qué opinas?—. Concluyó, usando un tono afeminado y jugando con sus pestañas, haciendo estallar en carcajadas a Chloé.
— ¡Eres un completo idiota! ¡Las chicas no somos así!—. Continuó riendo mientras tomaba asiento.— Pero está bien, tomaré tu consejo, amiguis.
Y mientras ambos rubios reían a carcajadas recuperando tiempo perdido, un pelirrojo se mantenía mirando su comida, suspirando y haciendo un puchero.
— ¿Cómo se supone que hable con ella, si me ignora complemente y nunca está sola?... Es como si yo ya no existiera para ella... ¡También quiero algo de atención!—. Agitó sus manos, mirando a la italiana.
— Nathaniel, no puedes quedarte sentado esperando que las oportunidades vengan a ti... ¡Tú tienes que salir a buscarlas y dejar de gritarme a mi que sólo quiero comerme mi almuerzo tranquila!—. Alegó la adolecente castaña. —Ve por ella ahora y dile a Adrien que tengo que hablar con él, así tienes privacidad... Llevala a la sala de artes o que se yo—.
Nathaniel sonrió ampliamente, asistiendo con la cabeza y caminando hacia la mesa de ambos rubios.
— Adrien... Dice Lila que necesita hablar contigo, creo que es sobre la sesión de fotos que tienen que hacer juntos—. Sonrió con inocencia, tratando de sonar lo más amable posible con aquel joven que tanto detestaba.
— ¿Tiene que ser ahora?... Estoy ocupado en algo más importante—. Rascó su nuca y la rubia tomó su mano, sonriendo.
— Tranquilo, se que soy lo más importante, pero tienes que ver los asuntos de trabajo... Yo entiendo—. El rubio sonrió ampliamente y besó su mejilla, haciendo al pelirrojo apretar la mandíbula.
— Gracias, ya vuelvo...—.
Y salió rápidamente hacia la de ojos verdes oliva, dejando a ambos jóvenes solos en un momento algo tenso, sobretodo por parte de la rubia, después de lo ocurrido la noche anterior.
— Bien... Acompañame, tenemos que hablar—. Tomó el brazo de la rubia y la hizo levantar, caminando a la salida.
— No tengo nada que hablar contigo Nathaniel... Creo que me quedó bastante claro el concepto que tienes de mi persona—. Bufo ella, soltandose del agarre y cruzando los brazos.
Kurtzberg suspiró, sabiendo que sus palabras le traerian consecuencias.
— Sólo escuchame... Te lo suplico—. Susurró, bajando la mirada. — Perdóname...
— ¿En serio crees que las cosas se solucionan solo con una disculpa, tomate?... Si bien no te discuto el hecho de que te perdone entrar a mi cuarto sin permiso, tratar de robar mi diario, y verme en prácticamente bragas y sujetador... Pero lo que me dijiste por defender a Melodie aún lo tengo en la cabeza; no me dolió, olvidalo, yo no soy una debilucha que sufre mil años por un tipo con complejo de super héroe, pero si me desilusioné, porque jamás creí que una persona que decía ser diferente, que juraba confiar en mi ciegamente... Se haya dejado guíar tan fácilmente por las apariencias, eres igual de basura que todo el resto de imbeciles que critican sin saber—. Soltó las palabras con todo el rencor que mantenía acumulado en su corazón, porque aunque no lo quisera asumir, le afectaba más de la cuenta. — No me molestes más, superalo y ve con la inocente víctima, te necesita más que yo—.
Y se fue tan digna como siempre, dejando el corazón del oji turquesa hecho un lío y con algunas lágrimas silenciosas cayendo por sus mejillas.
Por otro lado, una rubia de ojos violeta sonreía disimuladamente, tomando su bandeja de una mesa algo cercana a la de la rubia.
— Primera etapa, lista... Pagarás por todo lo que me has hecho maldita desgraciada... Ahora verás como se siente—. Susurró, riendo al ver la expresión de dolor en el rostro de la rubia y como se alejaba del pelirrojo.
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