I will be brave
Aceptó el recipiente con las píldoras y las tragó sin hacer mayor esfuerzo por negarse. Llevaba racha de buen comportamiento y si continuaba así, para cuando terminara el mes, las enfermeras le permitirían salir a dar paseos al jardín. Peter planeaba volver a comenzar. Los gritos y alucinaciones se habían calmado desde que se hizo a la idea de que todo estaba en su mente y los psiquiatras y la medicina lo ayudarían.
A sus veinticinco años, aún tiene tiempo de volver a comenzar; curarse, buscar un lugar tranquilo en donde quedarse y olvidar ese capítulo de su vida. Pero hace mucho tiempo que eligió su eterno destino y este siempre lo perseguirá. Camino a la sala de juegos, lanzaba al aire su ficha y esperaba poder ir a poner algo especial en la rocola. Estaba por introducirla cuando alguien se detuvo a su lado –¿Peter? ¿Qué haces aquí, Flash Silver?–.
Sus manos dejaron caer la ficha; ver al hombre que le hablaba le hizo necesitar respirar por la boca –Oye aquí jamás te va a encontrar Wolvi– Wade Wilson regresaba a atormentarlo. Uno de los protagonistas de sus pesadillas logró ser más fuerte que los medicamentos y ahora no está dispuesto a esperar a que intente dormir.
–No estás aquí... debo seguir dormido– su voz apenas se escuchaba, el temblor de sus piernas le hizo buscar la pared para sostenerse mientras se alejaba.
–Ya entiendo– esperó a que no hubieran enfermeras cerca –quiero que sepas que esto te dolerá más a ti que a mí– un sólo golpe, fuerte y certero. Peter se dejó caer por el dolor en el estómago y no paró de toser hasta que tres píldoras, de diferentes colores y tamaños, salieron junto a un poco de lo que había comido.
–¿Ves? Soy real y estoy aquí para ayudarte, seré como tu hada madrina pero y con una mejor varita–.
–No... no puedes ser real– Wade tomó al albino de un brazo, lo sostuvo con fuerza al levantarlo y lo obligó a caminar lejos del vómito.
–Tienes que dejar de tomar esas porquerías, te duermen y te inhiben los poderes–.
–Si tú eres real... entonces todo lo que sueño también– el sudor humedecía su uniforme de paciente, el miedo inundaba sus pupilas. De no ser por el fuerte agarre de Wilson, estaría en el suelo, gimoteando.
–Cariño, soy tan real que duele– siguieron caminando hasta que Wade dejó caer a Peter en la esquina de su habitación –¿Ya recuerdas a Logan? Alto, cuerpo de gladiador, cara de Hugh Jackman... tres garras en cada mano... ¿No?– se sentó frente a él, en la otra esquina del lugar tan reducido, a apenas tres pasos de distancia.
–Wolverine–.
–¡Sí, exacto! ¿Sabes? Hace poco lo vi rondando por el bosque de la primera vez– como en eco, las palabras de Wade se repitieron en su mente. Entonces, sus sueños y pesadillas son en realidad recuerdos.
... * ...
Un pequeño descuido fue suficiente. James Howlett, importante vendedor de joyas y los relojes de bolsillo más cotizados, olvidó sus llaves en quién sabe dónde. Buscó en sus bolsillos repetidas veces, incluso revisó los asientos y el suelo de su carruaje pero las llaves no aparecieron. Maldijo entre dientes y regresó a estar frente a su problema: el enorme candado que custodiaba su afamado local.
Una vida de precauciones y tranquilidad se vino abajo en el segundo en que, sin ningún esfuerzo, destrozó el candado con sus garras. Había mirado a sus alrededores antes de hacerlo y no había visto ni un transeúnte. Era tan temprano que juraría que la calle estaba para él; ese joven repartidor de boletines había salido de la nada.
Guardó sus garras de inmediato –No es lo que crees, el candado ya estaba roto... yo sólo– el chico salió huyendo en cuanto James dio un paso en su dirección. Intentó perseguirlo, pero incluso antes de doblar en la esquina el chico ya había desaparecido. Esta vez maldijo tan fuerte que llamó la atención de las personas que, como él, solamente querían comenzar sus rutinas matutinas.
Aspiró con fuerza el aroma que había dejado a su paso e intentó memorizar cualquier detalle del chico que después le permitiera distinguirlo. Piel extrañamente pálida, ojos como perlas negras y el uniforme de su oficio. El joven incluso había dejado caer varios boletines en su huida.
A partir de aquel día, James se sintió como en una casería, una muy angustiante en la que su vida arreglada y llena de comodidades se esfumaba ante la posibilidad de que alguien revelara su naturaleza mutante. Sus sentidos se volvían locos en el instante en que sentía la presencia del repartidor, su oído se agudizaba y su olfato era golpeado por el dulce aroma del muchacho.
Algo realmente agobiante, pues le llegaba de todas partes y en cualquier lugar: su joyería, las calles, su propia ropa e incluso en la taberna que solía frecuentar. Aquello no tenía sentido, el chico no podía estar en todas partes y mucho menos desaparecer en un parpadeo. Eso sólo le hacía pensar en que estaba siendo acosado por un hermano mutante.
Hecho desagradable, pues ¿no se supone que los mutantes deben cuidarse entre sí? Quizás un chantaje era lo que más debía de esperar, una gran suma de sus preciados diamantes a cambio de quedarse callado. Con el trabajo que el chiquillo se carga, no le extrañaría que esas fueran sus intenciones. Así que un día, tan temprano como los boletines matutinos comenzaron a ser pegados en los postes, James salió de casa y pasó de largo su negocio.
Caminó tan lejos como pudo, hasta perderse entre los árboles y ver a lo lejos el humo de las panaderías. Se quitó el saco y buscó los caminos que tuvieran menos hojas; le encantaba pisotear los crujientes cadáveres que los árboles sueltan en otoño, pero en ese momento, si había una pelea, no quería ruido por todas partes.
El crujir de algunos arbustos fue su señal de que el chico había llegado. Aspiró con fuerza, sí, ahí estaba. Dejó caer su saco y alzó las manos a la altura de sus hombros –Me llamo James Howlett... y no quiero hacerte daño– estaba bien comenzar así, después de todo se trata de un joven que salió corriendo cuando le asustó lo que vio –Si tampoco pretendes pelear, puedes acercarte y–.
No siguió hablando, el joven comenzó a salir de entre los arbustos y James pudo comprobar una de sus teorías al poder verlo por completo, sin ningún gorro que obstruyera. Mientras más avanzaba, impulsado por su eterna y maleducada curiosidad, más le permitía al sol hacer brillar su cabello plateado. James bajó sus manos cuando lo tuvo en frente.
–¿Cuál es tu nombre?– tendió su mano con amabilidad, esperando que el plateado le contestara y correspondiera el saludo. En cambio, su mano fue tomada entre las dos del chico y comenzó a ser analizada.
–Peter... sólo Peter– sin un segundo nombre o un apellido, debía ser huérfano.
–Bien, Peter. Si no quieres dañarme, entonces–.
–Pff, como si alguien pudiera dañarte, grandote– ni siquiera alzó la mirada cuando lo interrumpió, seguía tomando su mano y observándola como a una rareza. Muy lentamente, para evitar asustarlo o cortarlo, James fue liberando las garras de la mano secuestrada. Algo muy extraño pasó.
Los ojos de Peter se abrieron muchísimo, su mano fue tomada con más fuerza y el aire escapó por completo del cuerpo de ambos. ¿Y el miedo? ¿Dónde estaba el terror o el asco? ¿Por qué no gritaba y huía como humanos y mutantes hacen por igual cuando lo miran?
–Increíble– susurró Peter y algo en James explotó. Las suaves yemas de Peter acariciaron con demasiada delicadeza sus nudillos y el nacimiento de las garras que abrían la piel sin piedad. Los ojos azabaches brillaban y, lejos de huir, Peter se acercó aún más. "Bum, bum... BUM, BUM". ¿Qué le estaba pasando a sus corazones? Ambos latían con fiereza y confundían al mutante que lograba escucharlos.
Intentó relajarse, dejarse manosear con tanta admiración como si ello no importara. Inhaló profundamente y se arrepintió, el aroma del plateado ya no estaba disperso y tenue por todas partes, ahora se mantenía concentrado frente a él, golpeando sus fosas nasales con dulzura y tinta fresca.
A Peter le hormigueó el cuerpo al sentirse tan observado. Abandonó con suavidad la mano del mayor –¿Y tú qué haces? ¿Cuál es tu mutación, niño?– sonrió tan orgulloso como cada vez que alguien le hace esa pregunta.
–Soy el más rápido del mundo– se puso a juguetear con el reloj de bolsillo que le sacó en menos de un segundo.
–De acuerdo– recuperó su reloj y se aseguró de guardarlo bien –eso explica cómo es que desaparecías. Ahora, ¿por qué me acosas?–.
–No te acoso, solamente me aseguro de que nadie lo haga. Hay que cuidarnos entre mutantes, ¿no?– recibió un golpecito amistoso en el hombro. Su brusquedad salió a flote al recibir una broma en lugar de respuesta.
–Sin juegos, dime qué es lo que quieres– el joven se encogió, apartó la mirada y se colocó su gorro con la esperanza de ocultar su rubor.
–Ya no... ya no quiero estar solo– con un demonio. Se esperaba todo menos eso. Y es que su experiencia le gritaba que no, que ignorara el calor en su pecho y se marchara después de una despedida amable.
Pero su estúpido cerebro colapsó y terminó llevando a Peter a desayunar. Luego a caminar, al bar, al circo y a mil citas más; lo llevó a comer, a cenar, a su casa y a su cama. En secreto, James maldecía al pensar que Peter ya no tenía razón, ahora había alguien capaz de dañarlo y no podía hacer nada para evitarlo.
Cada vez que no llegaba puntual a la cita, cada que despertaba y no estaba a su lado, cuando lo veía llorar o incluso cuando simplemente lo veía desanimado; Peter lo lastimaba. Algún día su corazón estallaría de verdad.
En cuanto a Peter, oh Peter, su amor por el relojero se volvió casi enfermizo. Y es que él le permitió entrar a su vida, su cuerpo, su corazón y su alma.
... * ...
Comenzaba a recordar cada detalle de esa primer vida. Las tardes en la joyería y las noches tan frías que servían de excusa para enrollarse entre los brazos del mayor. Pudo verse incluso cuando cayó enfermo a la cama y una joven salvación entró por la puerta. Parker.
Los chasquidos en su cara le hicieron volver al presente –Hey ¿Sigues ahí, Sweet Dreams?–.
–Peter... ¿Qué pasó con tu Peter?– podía recordar perfectamente que la mayoría de las veces no entendía lo que Wade quería decir, pero tenía la esperanza de que en ese momento se apiadara y pudiera contestarle con lógica.
–Es... feliz. Sí, él ahora tiene familia y todo eso... te descuidas por un segundo y un maguito de fiestas infantiles lo encuentra, le dice del trato y luego decide que es buena idea adoptarlo–.
–¿Un mago adoptó a Peter?–.
–Ajá. Ese hijo de perra se cree intocable, con su barba perfecta y cogiéndose al Antonio de hierro cada que le da la gana y con su cortina viviente que ondula épicamente cuando vuela... me quitó a mi Baby boy. Ahora Peter es un Stark... o un Strange... o ambos, no lo sé, la escritora tampoco se decide– suspiró, no estuvo tan mal, entendió la mayoría de lo que Wade escupió tan rápido.
El trato. Lo relevante de todo lo que Wilson dijo es eso, el trato. Él mismo había hecho uno y no habría podido si no los hubiese conocido. Mientras Wade seguía balbuceando, más recuerdos regresaron a su mente.
... * ...
El doctor había sido claro, la fiebre iba tan avanzada que con suerte le quedaban un par de días. Cada hora que seguía con vida era un tortuoso milagro.
Tirado en su futuro lecho de muerte, Peter se consumía en sus pensamientos. Jamás había querido pensar que el hermano de James tenía razón, lo sabía, sí, pero nunca creyó que le llegaría su hora tan pronto.
–Debes alejarte de Jimmy, lo único que estás logrando es darle otra razón para sentirse como la mierda. ¿Cómo crees que se va a sentir cuando su muñequito plateado se muera? Deja de darle falsas ilusiones, no eres más que un mocoso que aspira a un cuento de hadas–.
No, Víctor no debía tener la razón. Se reusaba a la idea de irse y dejar solo a su viejo. Y ni siquiera atreverse a pensar que él moriría y con el tiempo James lo llegaría a olvidar. No, debía de haber otra forma. Su salvación entró a su habitación con forma de un joven castaño, y es que, desde que cayó enfermo, las pocas veces que James se atrevía a dejarlo era sólo porque tenía a varios empleados de confianza para cuidar de él.
–Yo llegué a tener el mismo problema– se acomodó a su lado y comenzó a cambiar los trapos de su frente y pecho por unos más frescos.
–¿Casi mueres de tifo?–.
–Algo así... me quedaba como mucho un mes– hablaba tan suave que el plateado temía estar alucinando por la fiebre. El castaño lo miraba con vergüenza, como si estuviera a punto de hacer algo indebido y quisiera al menos cerciorarse de que era lo correcto. –¿Cómo llegaste a este punto? Con todos los cuidados que el señor Howlett tiene... debiste curarte hace unos días–.
–Digamos que los doctores pueden dar placebos si sus pacientes son asquerosos mutantes– pudo escuchar al castaño tragar saliva.
–Puedo... podemos ayudarlo, yo– con gran escándalo y sin ninguna precaución, entró un hombre con apariencia completamente contraria a su personalidad. Traje pulcro y elegante, zapatos relucientes y el conjunto serio se coronaba con un sobrero de copa bajo.
–¡Pet! Me aburrí de esperar–.
–¡Wade, baja la voz!– el hombre lo escudriñó con ferocidad y terminó sonriendo.
–¿Él es el moribundo al que hay que salvar?– el castaño se limitó a regañarlo con la mirada.
Ese día, gracias a Peter Parker, Wade Wilson entró a su vida con lo que parecía ser la última alternativa. ¿Qué buscaba Wade en Peter cuando lo analizó? La misma desesperación, el mismo dolor y el coraje que lo ayudaría a seguir adelante si es que aceptaba hacer un trato con Mephisto. La vida está llena de candidatos y el demonio es un hijo de perra sin corazón, así que Peter debía poder ser igual o el trato jamás se haría.
Ver en sus ojos por unos segundos le fue suficiente, para Wilson fue como verse cuando su Pete estaba muriendo. Así que no esperaron mucho más. Parker accedió a quedarse en la vivienda de los Howlett, creyendo el cuento de Wilson acerca de un hechicero.
Mientras, Wade se perdía en el bosque con un moribundo en brazos. Las instrucciones fueron claras y todo estuvo listo para cuando el sol comenzó a ocultarse. Pero llamar a Mephisto no era algo que pudiera pasar desapercibido, así que Wade dejó a Peter en el suelo –Volveré con alguien– Peter supo a qué se refería después de saber el posible precio a pagar.
Para cuando Wade volvió al pueblo, el cielo tronaba y se teñía de escarlata a pesar de que el sol ya había desaparecido. Cada empleado que había visto en la casa Howlett ahora corría de un lado a otro con una antorcha o lámparas de aceite, buscando al joven amo. El resto de personas corrían a persignarse y ocultarse en sus casas.
–Wade ¿Qué está pasando?– su Peter lucía preocupado, aquello ya no le parecía el gran remedio ni mucho menos uno inocente.
–Todo estará bien, vuelve a casa– le arrebató la antorcha y se fue después de dejarle un beso en la sien. Fue directo hacia el hombre que gritaba con toda su angustia y que además no agregaba un "joven" o "amo" antes de gritar el nombre del plateado.
–¿Bajito, plateado y con cara de muerto?– ni la descripción ni el modo fueron del agrado de James, pero definitivamente el extraño hablaba de Peter. Asintió con desesperación –lo vi entrar al bosque–.
De inmediato, todos corrieron al bosque sin preguntar ni dudar. Wade fue contra la primer empleada que vio –Venga, es mejor ir en pareja– la cocinera sería la desafortunada, la guió por el bosque, siguiendo la ceniza y el olor a azufre. Cuando pudo ver a Peter oculto entre los árboles, sosteniendo una buena piedra entre sus manos, fue su señal para alejarse. Ahora debía terminar su buena acción del año y encontrar a James para guiarlo hacia el muchacho.
Peter se sentía en el infierno, su cuerpo ardía por la fiebre y todo el mundo parecía una ruleta incendiándose, no lograba distinguir entre lo real y las alucinaciones. Pero el trato estaba hecho y debía cumplir con su parte.
–Te costará la vida de un inocente por cada vez que quieras resurgir. Vivirás los mismos años que la persona a quien robes la vida, al menos naturalmente. Yo me encargaré de que se reencuentren cada vez que vuelvas–.
Almas, ese es el precio. El alma de un inocente a cambio de poder resurgir al lado de su amor. Y es precisamente por ello, por su amor que raya en la locura, que suplica porque la mujer frente a él no sea una alucinación. La fuerza se le va, cada vez se desvanece más.
Se acerca hasta la delgada y vieja figura femenina, ella se gira y se alegra de encontrarlo. Es Magda, oh no, de entre todas las personas, tenía que ser la dulce Magda Eisenhardt. La ve preocuparse y supone que está siendo regañado, no puede escucharla, su propio corazón lo ensordece.
La mujer se gira, iba a gritar por ayuda para su joven amo pero un fuerte golpe la derrumba. Peter se arrodilla, la piedra entre sus manos sube y baja, robando lo poco que le queda de cordura. La sangre corre, salpica su rostro y el clima apocalíptico se esfuma.
Mephisto se carcajea y Peter libera la inundación en sus ojos. El trato está hecho y por un segundo se arrepiente, desea volver el tiempo y resignarse a ser olvidado o hasta sustituido. Pero su nombre siendo gritado lo despierta, esa voz le regenera las fuerzas y las ansias por volver a estar a su lado.
Se levanta y avanza hacia el par de luces que ve a la distancia, abandona la piedra, el cadáver y el remordimiento. Se topa primero con Wade –Sólo un poco más, niño. Ve hacia la luz... yo me encargo del cuerpo–.
Apenas entiende lo que dice. Sigue adelante y sólo se derrumba cuando la emoción de verlo hace a sus piernas flaquear; James corre, lo recuesta en sus piernas y lo abraza con cuidado –¡Peter! ¿Qué hiciste, por qué te fuiste? ¿Es tuya la sangre?–.
–Viejo... ¿me amas?– el llanto entrecorta su voz. James se extraña por la pregunta y limpia con sus manos el rostro de Peter al no recibir respuesta, busca una herida con manos temblorosas y asiente muchas veces.
–¿Me esperaras? ¿Me buscarás?–.
–No te entiendo ¿de qué hablas?–.
–¿Harías... cualquier cosa por mí?– la débil voz y la casi nula respiración de Peter dispararon en el corazón del mayor. Comenzó a mecerlo y dejó que sus lágrimas fluyeran junto a las del plateado.
–Sí... haría y daría todo por ti– acarició su mejilla y el hoyuelo que se formó cuando sonrió –Te amo con todas mis fuerzas–.
Peter gimoteó; aquellas palabras borraron todo rastro de culpa y la calidez se instaló en su pecho. Sus ultimas fuerzas le sirvieron para sostener la mano de James –Voy a volver... te lo juro, viejo... volveré a tu lado– su corazón se detuvo, un "te amo" se ahogó en sus labios y su mano cayó al suelo.
James quedó destruido al instante.
... * ...
–Y así fue como mi Babyboy perdió su virginidad– Peter agradeció no haberle prestado atención mientras más recuerdos le llegaban –Ahh... es tan raro saber que ahora es Spidey y va por ahí atrapando malos con un traje deliciosamente bien ajustado... hace unos quinientos años le daba vergüenza hasta mancharse al comer–.
Quinientos años... eso era un poco más de lo que él podía juntar si sumaba todas sus vidas, aquello encendió su foco de curiosidad –No me has dicho cómo es tu trato, Wade– debía ser algo grande si Parker había tirado todo ese tiempo a la basura.
–A Pete le quedaba un mes... así que el trato fue por meses. Él gana un mes de salud y juventud por cada persona que asesino. No le gustó saber eso y mucho menos cuando se enteró de mi época siendo Deadpool... ahí acumuló como setenta años–.
Wade tenía un triste puchero y miraba al suelo, era como si las vidas no importaran y solamente el abandono de Parker lo dañara. Peter casi se sentía mal por comprenderlo. –En fin... ahora que nuestra pijamada llegó a la parte de contar secretos, me toca preguntar–.
Peter ya se esperaba cualquier tontería –¿Por qué Wolvi parece no recordar nada antes de tu vida en la mansión Xavier?– no se esperaba eso –No recuerda su época como James Howlett, nada antes de ser Logan– su pecho se presionó, las memorias llegaban y lo golpeaban.
–¿Por qué tú estás aquí y él luce tan atormentado?– presionó su cabeza con ambas manos como si ello pudiera evitar que más recuerdos llegaran –Cuando lo vi, él ni siquiera recordaba lo especial del bosque en el que estaba y me gruñó cuando lo llamé Jimmy– sus ojos se desbordaron al recordar. Todo es su culpa.
–Si no me dices lo sabré por un flashback–.
–Yo lo asesiné–.
–¿Qué?–.
–Le disparé a Logan... en la cabeza– Wade puso las manos en su rostro e hizo su gesto de asombro.
–¿Sabes qué? Mejor sí quiero flashback–.
–Tenía que hacerlo... yo... iba a morir y no iba a volver– miraba a la nada, perdido en imágenes de otra vida –James y yo encontramos un complejo militar en el que experimentaban con mutantes... Stryker... Stryker intentaba curar a su hijo de su mutación–.
–Suena un poco a "Orígenes. Wolverine"–.
–Salvamos a los mutantes... pero Stryker había creado una abominación que se teletransportaba y logró herirme–.
–Ay, te juro que no era yo–.
–No quedaba nadie... estaba muriendo por perdida de sangre y James... James estaba llorando. No quería irme ¡No quería dejarlo! Tuve miedo porque aún no pagaba la cuota del trato y no regresaría... le dije que todo estaría bien. Tomé el arma de uno de los soldados muertos y le disparé en la frente–.
–Suerte que nunca se dejó poner el adamantio–.
–No quería... juro que no quería– Wade apenas podía entender lo que Peter decía entre sollozos –pero el punto era asesinar a un inocente para cumplir con el trato– había sido un todo o nada. O funcionaba y el acuerdo se mantenía o Logan lo olvidaba para siempre y él jamás volvería.
–Estoy aquí porque ese día cumplí, pero a Mephisto no le gustó. Logan murió, sí, por segundos, luego su corazón volvió a latir y su herida sanó. Mephisto no pudo reclamar su alma así que ahora nos tortura– su respiración se calmó, el llanto se redujo a uno silencioso y amargo en la garganta.
–Antes yo recordaba. Llegaba a mis dieciocho y lo recordaba todo, tan sólo debía buscarlo en nuestro bosque y una nueva vida comenzaba... pero ahora es Logan quien debe buscarme. Mephisto lo tortura por años con pesadillas hasta que se aburre y le hace soñar con pistas que lo llevan a buscarme. Yo no recuerdo ni siquiera cuando lo miro... hasta que algo me obliga a recordar y es hasta entonces que todo puede seguir como antes–.
–Vaya que es un hijo de puta–.
–Cada vez... cada vez es diferente para mí. Esta vez me hizo enloquecer; cada noche sueño las veces que he asesinado y alucino que esas personas siguen con vida... me gritan y me persiguen–.
Wade se sintió aliviado de saber que no era el único loco y que alguien le estaba ganando en tener la vida más mierda –Oye, no escuches a la narradora, eso no es cierto–.
Peter suspiró –No te entiendo, Wade–.
–Sólo digo... que ya no importa. Al carajo todo lo que pasó antes. Logan te está esperando y ya hasta tiene aspecto de Wolverine inmortal de tanto esperar... ya sabes, antes de que las chinitas lo rasuraran–.
Nuevamente tuvo que ignorar la mayoría y quedarse con lo poco que le entendía –Está en su bosque especial así que tendrás que correr mucho. Eso ayudará a que se te pase el efecto de las drogas que te dan aquí– se había olvidado por completo de donde se encontraba.
Wade se levantó y Peter lo siguió hasta la entrada del amplio jardín que los separaba de la salida del hospital mental –Yo te ayudo a irte–.
–¿No vendrás?–.
–Planeo quedarme aquí y portarme muy mal, quiero ganarme una linda camisa y uno de esos collares que inhiben por completo las mutaciones–.
–¿Para qué querrías...?– no terminó la pregunta, de pronto la respuesta era demasiado obvia.
–Sin mi Spidey... ya no es divertido. Lo triste es que al matarme le voy a dar otro mes–.
–O podrías robarte un collar, largarte de aquí, rogarle por perdón a Peter y luego morir junto a él– Wade pareció desinflarse, ahora se sentía realmente estúpido.
–Le quitas el drama a la historia... sabía que debía ir a la cárcel. Como sea ¿listo?– las enfermeras se percataron de sus intenciones, no hubo tiempo para no estar listo cuando una horda de enfermeros y guardias se abalanzaron.
Wade se esforzó por solamente dejarlos noqueados; Peter luchó contra la fatiga y se obligó a ir cada vez más rápido, debía hacerlo si quería ganarle a los dardos tranquilizantes. Wade tomó el collar que un enfermero intentó ponerle y Peter le rompió el cuello a uno de los pacientes que reconoció como el pobre desgraciado que lo acompañaba gritando en sus terrores nocturnos. En gran parte le hizo un favor.
Wade gritó como niña cuando Peter lo agarró con fuerza –Te sostendré para evitar el latigazo– dejó de gritar cuando sintió las nauseas que provocan los viajes con el plateado.
–Eso fue de película, espero que lo imaginaran con cámara lenta y "Time in a Bottle"– Peter sonrió ligeramente, en verdad esperaba que Parker tuviera piedad de Wade.
–Gracias. En serio, Wade, gracias por todo– con un manotazo al aire le restó importancia, no sentía que Peter debiera agradecerle.
–Bueno, este señor Pool ya se va. Suerte con Aguja dinámica–.
–Suerte con tus nuevos suegros–.
–Eso es un golpe bajo– ambos sonrieron, se dieron un buen abrazo, en el que Wade evitó por completo tocar el trasero de Peter como solía hacerlo con Coloso, y se apresuraron a seguir con su camino antes de que el hospital diera aviso a la policía.
Peter corrió tan rápido como pudo. Apenas se detuvo cuando comenzó a llover terriblemente fuerte; el miedo y la indecisión presionaron su estómago, pero incluso en la noche pudo ver una marca de "Logan estuvo aquí". Pasó sus dedos por los surcos que habían dejado las garras en el indefenso árbol.
Suspiró. Estaba tan cerca que no sabía si era alegría o pánico lo que sentía, quizás eran ambos. Siguió corriendo hasta ver a lo lejos la cabaña, se detuvo enfrente y se permitió recordar las veces en que James lo esperó ahí. El terror de que quizás sí hubiese recordado lo invadió.
Pensó en alejarse, irse lejos y dejarlo en paz. Un segundo después ya estaba golpeando la puerta con desesperación. Oh, pobre de su corazón, se detuvo en cuanto Logan abrió la puerta. Dudó al principio, pero no se trataba de una alucinación, Logan en verdad estaba ahí; el amor de sus vidas lo miraba con incredulidad.
Su estómago floreció, sus piernas le hormiguearon y una enorme sonrisa le adornó el rostro. Exactamente igual a cada vez.
***
Hola. Siento mucho haber tardado tanto, pero, como ya suponen, mi cerebro se secó y con él la historia. Tenía muchas ideas y ganas de hacer un capitulo por cada vida de Peter pero decidí que era mejor dejarlo todo en esta última parte.
Mil disculpas y mil gracias por leer 💜
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