(A) 12. Truenos

La conversación se vio interrumpida porque JeongGuk recibió una llamada, así que me limité a beber lo que faltaba del chocolate y a terminar la rebanada de pastel. Algo dentro de mí me estaba haciendo sentir muy feliz.

―Tú mamá dice que esperemos a que nos recoja tu papá. 

Asentí mientras masticaba el último bocado de pastel. Fue el mejor que probé en mucho tiempo. Quería más. 

―Toma ―JeongGuk deslizó su plato sobre la mesa hasta mí como si me leyera la mente―. Puedes comerte el mío también.

Fruncí el ceño y negué con la cabeza con ímpetu. Él soltó una risita, apoyó el codo en la mesa y la barbilla en su mano.

―TaRa, eres muy bonita ―comentó  haciendo que dejara de masticar―. Si me aceptas, me vas a tener a tus pies. Bueno, ya me tienes a tus pies.

Tragué con dificultad. Me arrepentí de haberme acabado el chocolate caliente. 

―¿Por qué estás siendo así de pronto?

―Ahora que ya me confesé, quiero demostrarte que me importas. Quiero importarte también. 

Pero él nunca había dejado de importarme. Nunca dejé de estar pendiente, aunque no le dijera. Por ejemplo, cuando aún tenía competencias de taekwondo, siempre le preguntaba a mamá si JeongGuk ganó. Si se lastimó. Incluso cuando entró a la universidad me sentí feliz por él. Sus logros me hacían sentir feliz. También me daban envidia, pero bueno.

―Sí me importas ―bisbiseé porque su atención en mí me cohibió.

Se estiró por sobre la mesa y limpió las comisuras de mis labios con su pulgar. Sentí que me sonrojaba.

―Podría besarte para hacerlo, pero necesito tu permiso primero.

―¡Oye! ―Le di un manotazo―. No seas así.

―¿Te pongo nerviosa?

―Sí.

―¿Segura que no sabes si te gusto?

―Y si me gustaras, ¿qué? ¿Qué harías al respecto?

―Te pediría ser mi novia y te daría muchos besos y muchos abrazos. Me esforzaría por hacerte feliz todo el tiempo.

―Jeon JeongGuk, tú… ¿por qué eres tan directo?

―Ya perdí mucho tiempo contigo.

―¿Y si yo no quisiera salir contigo?

No pudo evitar que sus labios formen un puchero. 

―¿No quieres? ―preguntó con mucha desilusión.

―No sé si pueda soportar sentirme inferior a ti.

―No eres inferior, solo diferente.

―JeongGuk, a ti te molesta que no esté yendo a la universidad ―recalqué.

―No me molesta, me preocupa. Sin un título, es difícil que consigas empleo.

―Más bien… ―dudé ante la nueva idea que acababa de tener.

―¿Qué?

―¿Te gustaría trabajar para mí cuando te gradues?

―¿¡Qué!? ¿De qué estás hablando? ¿Trabajar para ti?

―Yo… ―Empecé a sentirme nerviosa―. Estoy a punto de abrir mi tienda de ropa.

―¿De dónde sacaste dinero?

―Conseguí patrocinadores.

―Estoy sorprendido ―admitió.

¿Ven? El punto de la sorpresa es que nadie esté esperando que suceda.

No supe qué más decir así que, en silencio y con disimulo, empecé a comerme la rodaja de pastel de JeongGuk. Incluso me tomé el atrevimiento de beberme su chocolate antes de que se enfriara más y tuviera nata. Yo detestaba la nata igual que la piña.

―¿Por qué no le has dicho a tu mamá? Ella estaría orgullosa. Es decir-

―Porque aún hay riesgos. Si fracaso, no quiero lidiar con sus comentarios.

Me imaginaba que diría cosas como: para eso la gente se mata estudiando y obtiene títulos. Las personas se preparan por años, no se lanzan sin saber.

JeongGuk se estiró a obtener de vuelta su taza y se bebió lo que quedaba.

―Ahora tengo envidia de ti.

―¿De mí? ―pregunté con incredulidad―. ¿Por?

―A mí aún me quedan dos años de estudio y tú estás a punto de tener tu negocio. Vas por delante.

Un gran destello iluminó de forma fugaz la pastelería, haciendo que cerrara los ojos con fuerza y me encogiera en mi lugar a la espera del trueno. Aunque me gustaba la lluvia, odiaba los truenos. Me resultaban intimidantes. Incluso si podía advertir que llegarían después de ver los rayos, siempre saltaba con el sonido estridente.

Antes de que se escuchara, JeongGuk se acercó, me hizo levantarme y me abrazó con muchísima fuerza.

―No pasa nada, TaRa. Solo es un trueno.

Cuando sonó, la ventana del escaparate tembló, haciendo que abrazara a JeongGuk con fuerza.

Detestaba las tormentas.

―Gracias ―susurré, escondiéndose en su pecho.

―Como en los viejos tiempos.

El recuerdo de todas las veces que JeongGuk hizo lo mismo hace años me llegó. Era curioso como, después de que se enteró de mi miedo, estuvo ahí cada día de lluvia para abrazarme. No sabía si era casualidad o sí él lo hacía con intención.

―Por ti sigo viendo las noticias del clima ―comentó con algo de diversión.

Entonces no era casualidad.

―JeongGuk, ¿te gusto tanto?

―TaRa, yo te amo.

Me encogí en mi lugar, escondiendo mi cara con más ahínco.

―No juegues.

―Por favor, dame una oportunidad. 

Y aunque mi primer impulso fue decirle que sí, acabé desviando el tema  un poco solo para molestarle.

―En realidad, quisiera salir con YuMi.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top