(A) 11. Improbable ≠ Imposible
―Fui muy tonto dando por hecho las cosas entre nosotros, TaRa. Ya ni siquiera estoy seguro de que yo te gustara en ese entonces.
«Sí me gustabas. Mucho».
―¿Y eso importa ahora? ―Fruncí un poco el ceño.
―¿Tú sabías que yo estaba muy enamorado de ti, TaRa? Aún lo estoy.
Sentí como mi ritmo cardíaco se alteraba y estaba segura de que mis orejas ya debían estar rojas. Eso no podía estar pasando, ¿verdad? Seguro me quedé dormida en medio del jardín y me dio insolación. Sí, eso tenía más sentido.
―¿Por qué dices tonterías? ―Se me escapó una risita nerviosa.
―¿Por qué no me crees?
―JeongGuk, soy un desastre con piernas ―le respondí con obviedad.
―Lo sé, pero eres mi desastre favorito.
En ese momento fue como si él me hubiera jalado de golpe al lado del amor, donde él había estado todo el tiempo y a donde me rehusaba a regresar. De hecho, en primer lugar, huí de ahí porque pensé que JeongGuk nunca se iba a interesar en mí de esa forma. Es decir, él siempre fue bueno y atento conmigo, pero no quería asumir cosas y después quedar como una idiota frente a él. Siempre necesitaba que las personas dejaran en claro sus intenciones para saber qué hacer y esa era la primera vez que escuchaba sus sentimientos.
―Honestamente no sé qué decirte.
Apreté mis labios y luego le di un sorbo al chocolate. Estaba a nada de enfriarse y lo detesté. A la vez fue contradictorio porque el sabor me deleitó. La comida y yo –a excepción de la piña– nunca teníamos desacuerdos.
Lamí mis labios para asegurarme de no tener restos de espuma y tomé mucho aire. Muchísimo.
―Sí me gustabas en ese entonces ―confesé.
―¿Y ahora?
Sus ojos desprendieron cierto brillo que no era muy común. Parecía estar ilusionado por mi respuesta, lo que me hizo sentir una carga nueva sobre mí. No sabía la respuesta. A ese punto ni siquiera estaba segura de que le odiaba en serio y sabía que mis sentimientos empezaron a resurgir, pero no podía tener una respuesta porque todo era muy confuso. Era la primera vez, en diez años, que nos sentábamos y hablábamos de forma honesta y tendida sobre nuestros pensamientos y sentimientos y se sentía muy extraño.
Para mi fortuna, el señor Gang se apareció, dándome un respiro. Puso dos platos con pastel y dos cucharas sobre la mesa. Él se veía tan tranquilo y ajeno a lo que estaba pasando entre Jeon y yo.
―Invita la casa. Ya que tienen cara de amargados, espero que esto les endulce un poco.
Y se esfumó de nuevo.
Me sentía un poco aliviada de no haber tenido que escuchar el alarde de sus hijos. Probablemente JeongGuk sí lo hizo.
Tomé una de las cucharas y empecé a comer el pastel. En mi caso, tener las mejillas con comida significaba lo mismo que llevar audífonos puestos: no molestar. JeongGuk sabía eso, porque nunca me gustó hablar con la boca llena. Bueno, en realidad desde los siete, porque una vez estaba hablando con JeongGuk y se me cayó comida de la boca. Para no repetir el momento tan vergonzoso, no volví a hablar en esas situaciones.
Aun así, no pude concentrarme del todo, porque JeongGuk no dejó de mirarme. No se movió y tampoco tocó su pastel. Sabía que no iba a decirme nada hasta que viera mi plato vacío, sin embargo, no podía comer a gusto con tanta tensión.
Dejé la cuchara sobre la mesa y me recargué en el espaldar de la silla.
―No tengo una respuesta para ti, JeongGuk. No sé.
―¿Cuál es la probabilidad de que me quieras?
Sopesé unos segundos.
―La misma de que llueva en verano.
―Entonces es posible.
Podía notar que se estaba controlando mucho para no sonreír y dejar ver sus dientes de conejo. Mi respuesta le entusiasmó. Es decir, sí podía quererle, ¿quien no podría? La cuestión era que no buscaba volver a pasar por la situación de sentirme inferior a su lado, porque todo el mundo cree que él es perfecto. Incluso podría imaginar algunos cuchicheos sobre si embrujé a Jeon para que saliera conmigo. Nadie, ni siquiera yo misma, iba a creer que tenía una oportunidad con él.
―Sí, supongo.
―Entonces… ¿te puedo invitar a salir? ―preguntó con nervios.
Estuve a punto de responder de forma afirmativa hasta que un destello de lucidez cruzó por mi mente.
―¿Que tú no tienes novia? ―pregunté con un poco de molestia.
―TaRa, YuMi solo me estaba ayudando para darte celos ―confesó con diversión―. Al parecer sirvió.
¿Tener celos porque YuMi estaba con JeongGuk o porque JeongGuk estaba con YuMi?
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