(A) 08. Pastelería

―Vaya, ¿pero qué tenemos aquí? Es la joven TaRa ―dijo el señor Gang cuando JeongGuk entraba al establecimiento, aún cargándome―. Y el joven Jeon.

El mayor se acercó a nosotros. 

―Buenas tardes, señor Gang ―saludó JeongGuk.

Sentí un aura familiar entre ambos, lo cual fue extraño. Estaba segura de que no se conocían. 

―Les atrapó la lluvia, ¿eh?

―Sí. Olvidé traer un paraguas ―mintió Jeon.

―Esperen un segundo, les traeré toallas.

―Muchas gracias ―dijimos ambos.

JeongGuk me acomodó en una de las sillas del lugar y el señor Gang desapareció con rapidez en la parte trasera de la pastelería.

―¿Ya lo conocías? ―inquirí con curiosidad.

―Sí. Hace unas semanas tu mamá me pidió venir ―comentó, sentándose en la silla frente a mí.

Un silencio incómodo se formó después de eso. Aún seguía pensando en la discusión y sus palabras. Él dijo que no me odiaba aunque yo aseguraba que lo hacía. En realidad, él ni siquiera había sido grosero conmigo alguna vez. Era juguetón y hacía bromas para molestarme, pero no eran del tipo que tenían una mala intención.

―Tengan, usen estas. ―El señor Gang nos entregó las toallas y le agradecimos―. Es una fuerte lluvia pese a ser verano ―comentó, viendo por el escaparate.

―Yo diría que está diluviando ―opinó JeongGuk, lanzándome una mirada disimulada mientras revolvía su cabello con la toalla.

Yo, en lugar de revolver el mío para secarlo, solo fui apretando mechones para absorber el agua. Me sequé las manos y las piernas. Estaba helándome. Incluso sentía que me daría hipotermia. En un momento dado me castañetearon los dientes.

―¿Tienes frío, TaRa? ―preguntó el señor Gang al notarlo―. Puedes sentarte cerca de la parte de atrás para que te llegue el calor de los hornos.

―Estoy bien ―mentí, sacándome la chaqueta de Jeon y colgándola en el espaldar de la silla. Quería secar mis brazos.

―Tienes los labios morados ―señaló JeongGuk. 

Y, para terminar de dejarme en evidencia, se me escapó un estornudo que intenté contener. Siempre era así. YoonGi decía que eran estornudos de gato.

―Por favor ―dijo el señor Gang con preocupación. 

Suspiré y miré a JeongGuk directamente.

―¿Me ayudas?

A ese punto del día ya estaba hastiada. Todo había sido culpa del estúpido pie de piña. Lo peor era que yo odiaba el pie de piña, por eso accedí al helado que JeongGuk iba a comprarme. Era  mi incentivo, porque el postre desde luego me daba igual. Ni siquiera era porque supiera feo, pues el señor Gang era un excelente repostero, sin embargo, la piña y yo no congeniábamos.

Todo era culpa de ese pedazo de pizza hawaiana que mamá me obligó a comer cuando tenía diez. De recordarlo me dio repelús.

―Seguro.

JeongGuk se acercó a mí con prisa y me ayudó a levantarme. Me sostuvo fuerte de la cintura y me acercó a la parte trasera del lugar. Acomodó una de las sillas y me dejó ahí. Después regresó a la mesa anterior, tomó las toallas y su chaqueta. Me entregó las primeras y colgó la última.

Me sorprendía que él parecía no tener frío. Eso me dio envidia, pero, siendo honestos, todo en él me daba envidia.

―Deberían sacarse los zapatos y las medias para que no se enfermen. Tengo calcetines por si acaso en los vestidores, puedo prestárselos ―siguió el señor Gang con su aura de adulto preocupado por los jóvenes tontos que salieron sin paraguas de su casa.

―Muchas gracias, señor Gang ―le respondió JeongGuk―. Nos serviría mucho.

El mayor se esfumó de nuevo.

Me sentía bastante extraña. Como si la intrusa en ese lugar fuera yo en vez de JeongGuk. La situación me recordaba a la vez que Yoon me invitó a una reunión con sus amigos y yo no conocía a nadie. Me inhibí y me mantuve sin hablar hasta que entré en confianza, porque sentía que estorbaba.

Pensé que, si él quisiera, podría reemplazarme y nadie me echaría de menos.

―Sácate los zapatos ―me dijo Jeon viendo que me quedé pasmada.

Reaccioné con prisa y empecé a desatar mis agujetas. Podía sentir el agua acumulada en mi calzado. Detestaba saber que JeongGuk, como siempre, tuvo razón.

―TaRa ―llamó JeongGuk y solo hice un sonido con la boca para indicarle que siguiera―, ¿por qué crees que te odio?

Una vez YoonGi me preguntó lo mismo: por qué pensaba que JeongGuk me odiaba. Yo le respondí de forma muy boba: «porque yo le odio». Me parecía lógico mi razonamiento en ese momento, pero luego lo analicé más y no estaba para nada segura de que él me odiara también, solo quería hacerme creer que sí para sentir que odiarle no era malo.

―Por nada.

El señor Gang volvió y traía un par de uniformes de sus empleados además de lo que ofreció. Era bastante hospitalario en realidad.

―Pónganse esto. Pueden cambiarse atrás.

Primero fui yo y después JeongGuk. No me gustaba para nada el estilo, sin embargo, estaba agradecida por el buen gesto del mayor.

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