(A) 04. Parque de Juegos

Alguien se había caído de bruces al suelo.

Era un niño de apenas ocho años. Lo conocía bien, ya que su mamá me había pedido hacer de niñera en ciertas ocasiones. Al principio acepté porque necesitaba el dinero, después me encariñé con BeomSeok. Aunque los niños no me agradaban mucho. 

―¡Quítate, animal! ―Sentí sus brazos aflojarse y salí corriendo hasta el niño―. ¿Estás bien, corazón?

Me hinqué frente a él y me fijé en su rostro. Sus ojos se cerraban con fuerza y dejaba salir sus lágrimas. Era un llanto audible propio de un infante. Ni siquiera podía hablar, así que solo negó con la cabeza.

―Anda, levántate ―le dije en tono suave mientras tomaba sus manos y le hacía ponerse de pie―. ¿Te tropezaste, corazón?

Entonces me fijé en sus rodillas. Estaban sangrando bastante y podía notar la tierra en ellas. También analicé sus manos; solo estaban rojas pero seguro debían dolerle.

―Esa fue una gran caída ―comentó JeongGuk de forma innecesaria por lo que pasé de él. 

―Todo está bien, Seok-ie. No llores, ¿sí? Solo es un pequeño raspón. 

Bueno, los adultos mienten, ¿está bien? No me culpen. Tan solo era que detestaba ver al pequeño llorar. Sentía que mi corazón se estrujaba.

―Yo diría que es un raspón enorme, TaRa.

―Cállate, ¿quieres? No ayudas ―respondí tajante.

A continuación se arrodilló a mi lado y vio a BeomSeok por unos segundos. Después me miró a mí y luego volvió al pequeño.

―¿Cómo te llamas, amiguito?

―Beom- ―hipó― Seok. Yang BeomSeok, hyung.

«¡Claro, háblale al zopenco!», pensé ofendida. A mí ni siquiera me respondió.

―¿Alguna vez has escuchado que los niños grandes no lloran?

Le vi como si quisiera matarle y de paso le di un empujón que casi le desequilibra. ¡Eso era muy machista!

BeomSeok asintió.

―Bueno, es mentira. Si te duele, está bien que llores, Seok, ¿entendido? ―le explicó en tono comprensivo y amable.

Y así me retracté en mi mente.

―Sí, hyung.

―Ahora vamos a limpiarte. No queremos que se infecten tus rodillas, ¿cierto, TaRa?

―Ehm, sí.

JeongGuk se puso de pie en un instante y cargó a BeomSeok. Las piernas del pequeño fueron a cada lado de su torso y su brazos se aferraron al cuello del mayor. Este último camino directo a los baños del parque de juegos –dejándome atrás– y sentó al menor en el borde de los lavabos. Con agua empezó a enjuagar sus rodillas, haciendo que sangre diluida llegara hasta sus medias blancas. Sólo pensé que su mamá tendría que fregarlas muy bien para quitar la mancha.

La escena me causó ternura.

Me acerqué con calma a ambos y me paré a un lado. Debería llamar a su madre, la señora Seo, pero no había traído mi celular. Tal vez JeongGuk sí.

BeomSeok ya no lloraba, solo hipaba cada tanto.

―¿Ya te sientes mejor, Seok?

El pequeño asintió.

―¿Eres el novio de TaRa noona? ―le preguntó.

JeongGuk me vio de reojo y luego le sonrió al menor.

―No creo que ella quiera ser mi novia.

―Pero eres un hyung muy guapo ―señaló sorprendido. 

JeongGuk agitó su cabello y solo cambió de tema:

―¿No quieres una paleta?

―¡Sí! ¡Por favor!

Así que JeongGuk volvió a cargar a BeomSeok. El mayor me vio de frente.

―¿Dónde hay una tienda aquí, TaRa?

―Humm, un poco más allá. ―Apunté a la izquierda.

―Vamos.

Con su mano iba a tomar la mía, estaba casi segura. Me puse nerviosa. Así que le esquivé de forma disimulada.

―¿Trajiste tu teléfono?

―Sí. ¿Por qué?

―Para llamarle a la mamá de BeomSeok y que lo recoja.

Sin dilación, sacó el teléfono del bolsillo de su pantalón y me lo dio.

―La clave es 827772.

―Podías desbloquearlo con tu huella o con tu cara.

Se encogió de hombros.

―Me adelanto. Nos alcanzas cuando termines.

Entonces se dio la vuelta sin más y me dejó sola en el parque. Desbloqueé su celular antes de olvidar la clave y llamé a la señora Seo. Me sabía su número de memoria después de haberlo visto y marcado tantas veces.

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