(A) 03. Viento

Unos pasos más adelante, una fuerte ráfaga de viento fue directo hacia nosotros y lo primero que hice fue cerrar los ojos y cubrirlos. No quería que me entrara tierra en ellos. La mano de JeongGuk, en cambio, dejó mi cintura y fue directo a mi trasero. Lo sentí claramente.

―¡Oye! ―Le di un manotazo. Abrí un espacio entre mis dedos y le vi con un ojo entrecerrado.

Él levantó sus manos en señal de inocencia.

―Lo hice para que no se levante tu vestido ―explicó con rapidez.

Ah, sí, bueno, no lo mencioné. Ese día estaba usando vestido. Era uno vaporoso que se movían con lo más mínimo y que, de hecho, era bastante corto, pero había otra cuestión: yo siempre, sin excepción, llevaba shorts de protección para que nadie pudiera ver de más. Y JeongGuk sabía eso, porque lo hacía desde niña.

―¡Me tocaste el trasero!

―Solo fue en reflejo, TaRa. No me mates. Quiero casarme y tener hijos ―suplicó. 

Quité la mano de enfrente de mis ojos en vista de que la ráfaga de viento desapareció.

―¿Qué diría tu novia de esto, hmm?

―¿Quién? ―preguntó extrañado.

―Zopenco.

Seguí caminando y le dejé atrás.

A veces él de verdad era idiota. ¿Cómo podía olvidar a su novia? Una chica esbelta e inteligente. Cabello largo, ojos grandes, nariz pequeña. Incluso la había llevado a la cena de navidad hace unos meses. Si yo tuviera una novia así, andaría por la vida presumiendo de ella. Aunque, bueno, no quería una novia pese a que sí me gustaban las chicas.

¿Quién sabía de mi bisexualidad? Solo Min. Se lo conté un día casual y lo tomó bien. Es decir, siguió como si nada. La sexualidad dejaba de ser un tabú con el tiempo, aunque no en Corea del Sur. La mayoría de la gente en el país seguía teniendo una mente cerrada.

―¿Así que ya dejaste de hacer la fotosíntesis? ―preguntó JiMin con un ápice burlesco.

No le culpaba; ni yo misma me tomaba en serio a veces. 

Él era mi vecino de al lado. Desde su casa podía ver la mía y viceversa. Se podría decir que éramos amigos, aunque nunca hablábamos mucho.

―Pensé que estabas en tu casa, oppa.

―Salí a hacer la compra. ―Levantó las bolsas que estaba llevando como evidencia―. ¿Y tú?

―Mamá me mandó a la pastelería.

Al instante recibí una mirada divertida de su parte. Él también sabía cómo era el señor Gang: no tenía miramientos, le contaba de su vida a quien le preguntara por ella incluso si solo era por educación. El vecindario entero le conocía bien.

―Suerte.

Se despidió con la mano y luego hizo una reverencia, viendo a un lado. Al voltear la cabeza me di cuenta que JeongGuk estaba ahí. JiMin siguió con su camino y Jeon y yo también.

―No sabía que eran amigos ―comentó el pelinegro.

―No era un secreto ―respondí sin importancia.

Tampoco iba por la vida diciéndole a la gente quienes eran mis amigos y quienes no. Nadie hacía eso. Existía algo llamado privacidad que me gustaba mantener. La vida me convirtió en una persona muy hermética gracias a ciertas malas experiencias. Es decir, no ocultaba nada, pero no decía cosas que no necesitaba.

―¿Están saliendo?

Me detuve de golpe por la pregunta tan intrusiva. Volteé a verle con expresión sería.

―¿Eso a ti qué?

―A JiMin siempre le has gustado, TaRa. 

Fruncí el ceño con desconcierto. Él no tenía forma para saber eso. La única vez que les había visto interactuar fue cuando ambos asistieron a la academia de baile durante el verano de hace seis años. JiMin era dos años mayor, pero JeongGuk tenía un buen nivel de baile, así que estuvieron en la misma clase.

Como extra recordé al otro chico con el que siempre estaban. Su nombre era HoSeok y tenía una sonrisa radiante. Nunca le vimos de nuevo después de eso. Bueno, yo no. JeongGuk dijo algo como que regresó a su ciudad natal mientras mi madre le interrogaba.

―No puedes saber eso. Ni siquiera te llevas con él ahora.

JeongGuk sonrió de forma sutil y me vio desafiante. Metió sus manos en su pantalón, levantando los hombros y suspiró.

―TaRa, tú no sabes muchas cosas en realidad.

―¡Oh, perdona! ¡Ser inteligente, genio, erudito! ―bramé―. Tú lo sabes todo.

Y se rio. El muy zopenco se rio. Mi paciencia se había ido de vacaciones a ese punto. O tal vez nunca tuve para él. Bufé y me di la vuelta para seguir caminando. Iba enfurruñada, dando pisadas fuertes y murmurando todas las maldiciones que se me cruzaban por la cabeza.

Me sorprendí cuando me vi apresada entre sus fuertes brazos. No podía mover los míos en consecuencia.

―Ya, no te enojes conmigo ―dijo justo a un lado de mi oreja―. Por favor.

Sentí un escalofrío recorrerme entera y mi corazón empezar a alocarse un poco. Ese era un nuevo nivel de cercanía y no lo quería en absoluto, así que empecé a retorcerme con la intención de liberarme.

―¡Jeon JeongGuk! ¿¡Qué diablos haces!? ¡Quítate!

Pero no me soltó. Al contrario, me apretó con más fuerza. También hundió su cabeza en el trapecio de mi hombro y me hacía cosquillas con su respiración. Pasé de solo retorcerme a retorcerme como babosa con sal.

―¡Oye, ya! ¡Suéltame! ¡No me toques!

―¿Cuántos años tienes? ¿Siete? No te muevas así o te voy a apretar más fuerte ―comentó divertido.

―¿Acaso estás intentando matarme por asfixia? Sé que me odias, pero un asesinato es otro nivel.

―Imaginas cosas.

Sin embargo, antes de responderle, escuchamos un sonido estridente que nos hizo quedarnos quietos y en silencio.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top