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Pv Yuu
Me encontraba de pie observando el agua tranquila y serena del lago mientras me balanceaba sobre mis pies. Ni una leve brisa ondulaba la superficie oscura.
Respiré con entusiasmo y el gélido aire pasó entre mis labios, supe que el riesgo había valido la pena.
Cualquiera que me viera aquí pensaría que soy un chico común y corriente esperando a que amanezca.
Pero las apariencias a veces engañan.
Yumiko llegó sin aliento y no se molestó en poner el soporte de la bicicleta, qué se desplomó con estrépito en el suelo, junto a la mía.
--Eres un tramposo Yuu--Me reclamó--sabes que no puedo pedalear tan rápido como tu.
Yo me encogí de hombros un poco apenado.
--No quería perderme esto--Me justifique.
Hasta que finalmente el sol se asomaba, dejando ver sus primeros rayos equinocciales de primavera iluminando el lugar en penumbra.
Cuando la oí suspirar, me di cuenta de que estaba haciendo lo mismo que yo: imaginándose la sensación de la luz de la mañana sobre la piel, yo también lo hacia, imaginaba sentir el calor del astro rey invadiendo mis venas y dotándolas de un poder infinito y fastuoso.
Me quité la ropa y la escondí entre los arbustos.
Luego me acerqué temblando al borde del agua, pero no a causa del frío de la mañana. La excitación estremecía todo mi cuerpo. La ropa cayó al piso.
La neblina húmeda envolvió mis pantorrillas. Mi pecho, comenzó a experimentar esa fuerza tan conocida.
Mi apariencia humana se evaporaba, se desvanecía,y era reemplazada por la gruesa piel de dragón.
Mi rostro se puso tenso, las mejillas se afilaron y se desplazaron sutilmente.
Mi respiración cambió con el movimiento de la nariz
Los miembros se aflojaron y se alargaron. Las alas crecieron, apenas más largas que mi espalda, resultaba muy agradable aquella sensación. Había transcurrido demasiado tiempo desde la última vez que sintiera el sol en mi piel.
Cada vez que me transformo, mi piel se vuelve negra y resplandeciente como la noche. Mis alas se sacudieron bruscamente mientras me levantaban por el aire. Me di vuelta para mirar a Yumiko. Estaba a mi lado, lista y hermosa. Veo como las raíces negras de su pelo cambian a un blanco plateado y se extiende por el resto de su pelo y sus pupilas se afilaban al mismo tiempo que se tornaban de un hermoso color escarcha.
Sus alas de telaraña aletean detrás suyo, todo lo contrario a las mías que parecen de pergamino.
Nuestras miradas se encontraron –los iris agrandados y las pupilas oscuras y verticales-- pude verla feliz como yo de encontrarse ahí. Aun cuando hubiéramos roto las reglas de salir.
Sin pensarlo mas remontamos vuelo, Yumiko reía con un sonido grave y gutural a mi lado.
Una vez que estuvimos a una altura suficiente, ella se dejó caer. Descendió en picada por el aire y viró velozmente hacia el lago mientras yo reía divertido.
Cuando ella se zambullía en el lago podía permanecer varios minutos bajo la superficie, cada vez que se sumerge le brotan branquias a los costados del cuerpo, ella era un dragón de niebla, muy parecido a un dragón de agua pues ambos pueden manejar todo lo que tenga que ver este elemento, pero ella ademas de eso puede borrarle la memoria a los humanos. Eso hacen los dragones de niebla.
Por supuesto que no todos podemos hacer eso. Yo no puedo. Sin embargo, tengo otras habilidades.
Sobrevolé el lago esperando que emergiera. Con una brillante rociada de agua, atravesó la superficie mientras arrojaba con las alas una lluvia de gotas junto con un velo de niebla que se extendía por su espalda.
–Increíble –repuse.
–¡Ahora te toca a ti!
Asentí levemente y descendí a toda velocidad. Mi talento ciertamente no es genial. Aunque muchos aseguren que si.
Yo Exhalo fuego. Soy un dragón de fuego, pero no cualquiera, en vez de exhalar llamas anaranjadas como suele ser, las mías son de un color mas peculiar y llamativo, cuando yo hago uso de mi poder exhalo llamaradas del mismo color de mis ojos: Esmeralda.
Esa habilidad me ha hecho más popular de lo que me hubiera gustado. Soy un lanzallamas. Un tema que ha hecho que la familia tome decisiones sobre mi vida como si tuviera el derecho de controlarla. Son peores que Guren.
Yumiko y yo somos hermanos gemelos o como en algunos casos se dice: Mellizos.
Nacimos el mismo día, por lo que ambos compartimos los mismos rasgos (al menos los humanos) Ambos tenemos ojos esmeralda, cabellera negra (a excepción que ella tiene el cabello largo yo corto) y la misma estatura.
Peculiarmente en nuestro clan es muy poco usual que nascam gemelos, y por si fuera poco nuestros poderes son de los mas extraños, ya que tanto los dragones de fuego como los de niebla se creían extintos hace mucho tiempo, y al nacer nosotros con estos poderes nos consideran como joyas que deben proteger y resguardar.
De pronto escuché algo más allá del silbido del viento. Un sonido débil y distante. De pronto Yumiko se detuvo y permaneció sostenida en el aire, sus ojos parpadearon mientras observaban atentamente.
–¿Qué es? ¿Un avión? --Inquirí a lo que ella negó lentamente con la cabeza.
El ruido fue aumentando con rapidez, hasta volverse constante.
--Debemos descender.--Dijo mientras se lanzaba hacia abajo Salí detrás de ella y, al echar un vistazo hacia atrás, solo alcancé a distinguir los picos recortados de las montañas. No obstante, oía algo más, y también podía sentirlo.Continuaba acercándose. El sonido nos acosaba.
–¡Yuu! –exclamó Yumiko preocupada.
Miré en dirección a su mirada y el corazón se me paralizó.
A lo lejos, un helicóptero rodeaba una montaña; al principio se veía muy pequeño, pero su tamaño aumentaba al aproximarse.
–¡Vamos!--me grito-- ¡Lánzate!
Con las alas pegadas al cuerpo, me arrojé a través del viento con las piernas estiradas como flechas para ganar velocidad. Pero sin la rapidez suficiente.
Sabia muy bien quienes venían en ese helicóptero. Eran cazadores.
Mientras volaba más velozmente que nunca, el viento me azotaba los ojos y Yumiko delante mio gritándome que me apurara, los dragones de agua y niebla no están diseñados para volar aceleradamente, pero Yumiko iba a una velocidad impresionante.
El helicóptero seguía avanzando. Un terror amargo inundó mi boca cuando otros dos se unieron a él. Yumiko me miro de una forma que solo nosotros podíamos entender. Y estaba de acuerdo con ello.
Yumiko Descendió en picada a toda velocidad y se zambullo en el lago, y yo, volé al ras del suelo adentrándome en el bosque, me lance zigzagueando hasta prenderme de uno. Mi pecho subía y bajaba entre jadeos feroces.
En medio del ruido ensordecedor, los helicópteros silbaban encima de mi cabeza, agitando los árboles hasta convertirlos en una inmensa espuma verde.
Otra de las desventajas de mi especie es que no podemos volver a la forma humana en estado de miedo. Es un mecanismo de supervivencia de la especie.
Levanté la mirada a través del entramado de ramas que se sacudían,el aroma a pino y bosque invadía mi nariz, intente relajarme para transformarme pero luego me di cuenta que al no hacerlo tan seguido seria mas tardado y tal vez me descubrirían.
No podía permitir que eso ocurriera. El secreto de nuestra habilidad para transformarnos en humanos es nuestra gran defensa.
De repente logre oír pisadas en la tierra fangosa poniéndome los nervios de punta.
–Miren esos árboles –gritó alguien. Su voz era profunda y aterradora. Me sobrevino un sensación desagradable en las tripas y supe que no iba a resistir mucho tiempo. Tenia miedo por mi y por Yumiko, deseaba con todas mis fuerzas que se encuentre bien.
Mis pies desnudos raspaban la corteza áspera y mis alas se preparaban para levantar el vuelo. No había alternativa. En este momento agradecí tener ese talento.Poder volar con la velocidad del viento.
Me arrojé del árbol, planeé por el aire con las alas estiradas por encima de la espalda: dos grandes velas negras delineadas de un azul resplandeciente.
Los gritos saturaron mis oídos. Venían tras mio, eso sin duda. Volé velozmente entre los árboles con los cazadores pisándome los talones, devorando la tierra con sus vehículos. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al ver que los iba dejando atrás, y me escuché reír.
Luego, el fuego se desató en una de mis alas. Sentí una sacudida, me incliné y me precipité peligrosamente.Me habían alcanzado.Me esforcé por mantenerme en el aire con una sola ala, pero solo logré hacer unos pocos movimientos antes de desplomarme hacia el suelo.
Mi hombro chocó contra un árbol y aterricé en el suelo como un bulto, destrozado y sin aliento, con el olor cobrizo de la sangre en la nariz.
Mis dedos se hundieron en la tierra húmeda. Con el hombro palpitándome,me arrastré poniendo una palma delante de la otra.Un sonido mitad gruñido, mitad resoplido, me quemó la garganta. No me puede pasar a mí, pensé.
Doblé las rodillas y probé el ala. La estiré con cuidado sobre la espalda, apretando los dientes para reprimir el grito de agonía. Me había roto el ala.
Los oía venir, escuchaba sus voces. Los sonidos de los motores aumentaban. La imagen del camión con las redes cruzó por mi mente.
Una vez de pie, plegué las alas contra el cuerpo y salí corriendo frenéticamente entre la multitud de árboles.
El corazón me latía en los oídos. Intentando encontrar un lugar donde esconderme,miré hacia arriba y hacia los costados, y escuché algo diferente: el susurro constante de agua que corría.
Frené justo a tiempo y me aferré al tronco de un árbol para evitar desplomarme por una pendiente muy empinada. Jadeando, miré hacia abajo. De una pequeña cascada.
El viento silbó cuando la red se estampó contra el suelo, justo a un lado de donde me hallaba.
–¡Arroja otra más!--Grito un sujeto. Me habían rodeado.
Sin otra salida respiré profundamente, me di vuelta y salté.
Era extraño caer a través del viento sin tener la intención de hacerlo, sin la capacidad para elevarme y volar.Pero eso fue lo que hice, hasta que choqué contra el agua.
Estaba tan fría que lancé un alarido y tragué agua mezclada con algas.¿Cómo hacía Yumiko? Cuando ella se sumergía, parecía tan... placentero, y no esta agonía glacial y penetrante.
Salí a la superficie y di brazadas como perro en un círculo. Entonces divisé una cueva parecía muy estrecha. Nadé hacia ella y logré introducirme con esfuerzo. Me deslicé lo más adentro que pude y me acurruqué como en un ovillo.
Empapado y tiritando, contuve la respiración y esperé. Al poco tiempo,unas voces fuertes rompieron el silencio.
–¡La criatura saltó! –escuché los golpes de las puertas que se cerraban y un escalofrío recorrió mi cuerpo: ya estaban fuera de los vehículos. Dentro de mi cueva sombría, temblé frenéticamente. Mis dedos eran garras sin sangre, que se aferraban a las rodillas.
–¡Se sumergió en el agua!
–Tal vez voló.
–¡Imposible! No puede volar. Le di en el ala –la satisfacción de su voz me estremecieron, y me froté los brazos con violencia para contrarrestar el frío y el miedo.
–Alguien tiene que ir tras ella.
–¡Diablos! ¿Allá abajo? ¡Está helado! Que vaya otro.
–¿Y por qué no tú? ¿Acaso eres gallina?
–Yo iré –la voz profunda, serena y aterciopelada me sobresaltó. No era dura, como las de los demás.
–Mika, ¿estás seguro de que puedes encargarte solo?
Mientras esperaba la respuesta, me apreté con más fuerza. Un cuerpo se arrojó al lago en medio de un destello borroso.
En cualquier momento asomaría la cabeza y echaría una mirada a su alrededor.Divisaría la cueva y me descubriría.
Al humedecerme los labios, sentí el ardor de la sangre y el fuego que comenzaba a crecer en mis pulmones. Si fuera necesario, ¿lo haría? ¿Llegaría a usar mi habilidad para salvarme?
Una cabeza rasgó la superficie del lago y sacudió el agua con un movimiento brusco.
Era joven. No mucho mayor que yo.
–¿Estás bien, Mika? –le gritó una voz.
–Sí –contestó.Mi corazón se detuvo ante la repentina cercanía de aquella voz. Sin prestar atención a los rasguños punzantes en mis alas, me interné lo más que pude en la grieta dura. Mientras lo observaba, rogué que su visión no pudiera alcanzarme.
Distinguió la cueva y se quedó rígido, con la mirada apuntando directamente hacia mí.
–¡Hay una cueva!
–¿La criatura está adentro?
Mi cuerpo se erizo. Lancé humo por la nariz. No había querido hacerlo, pero simplemente...sucedió. En general podía manejarlo bien, pero el miedo me había despojado del control. Los instintos se apoderaron de mi.
A medida que se acercaba, el corazón me latía con más velocidad dentro del pecho. Percibí el momento exacto en que me vio. Se paralizó y quedó inmóvil, con los labios rozando el agua.
Nos miramos fijamente.
Traté de no temblar. Poseía una defensa. El fuego.
Entonces se movió y nadó más cerca, desplazándose suavemente. No parecía duro, como me había imaginado. Ni cruel. Más bien... curioso. Se metió. Conmigo. Había menos de treinta centímetros de distancia entre los dos.
Nos recorrimos con la mirada como dos animales desconocidos que se inspeccionaban por primera vez.Tragué aire y luché por mantenerlo en el interior de mis caldeados pulmones. El fuego comenzó a arder en mi interior.
No era la primera vez que me enfrentaba a un humano. Los veo constantemente cuando voy de compras al centro comercial con Guren y Yumiko. La mayor parte del tiempo yo también tengo aspecto humano.
Pero, aun así, lo miré como si nunca en mi vida hubiera visto a un chico. Y, en realidad, me parecía que era la primera vez que veía a uno como él. Después de todo, no se trataba de un tipo cualquiera: era un cazador.
La camiseta negra se adhería a su pecho esbelto como una segunda piel, su pelo mojado y rubio. Pero fueron sus ojos los que me impactaron. Profundos e intensos como el color zafiro que delinea mis alas.
Mientras me recorría con la vista le amenace soltando un poco de humo de mi nariz dándole a entender que si me quería en su repisa de trofeos primero tendría que luchar.
Levantó una mano. Ni siquiera me estremecí cuando cerró la palma ancha y tibia sobre mi brazo. Palpando, examinando. La mano se deslizó hacia abajo con suavidad. Seguramente estaba comparando mi piel.
Un sonido escapó de sus labios. Una palabra. La escuché, pero pensé:no. Él no dijo eso.
–¡Mika! –gritó una voz desde arriba.–¿Estás bien allí abajo? ¿Necesitas ayuda...?
Los dos nos sobresaltamos y entonces su rostro cambió. La expresión suave y curiosa se desvaneció y se mostró enojado, amenazador.
–¡Estoy bien! –El rugido profundo de su voz resonó por las paredes de nuestro pequeño refugio.
–¿Encontraste a la criatura?
Otra vez esa palabra. Lancé un resoplido y pequeñas nubes brotaron de mi nariz. El ardor dentro de mis pulmones se intensificó.Con mirada dura y despiadada, me observó atentamente.
Le sostuve la mirada y me negué a apartar la vista mientras esperaba que anunciara mi presencia, decidido a que ese chico hermoso viera el rostro al que iba a sentenciar a muerte con sus siguientes palabras.
–No.
Un momento... ¿Dijo no? ¿Porque demonios dijo eso?
Nos miramos fijamente durante un momento prolongado. Él, un cazador. Yo, un dragón. Después, desapareció.Y me quedé completamente solo.
Esperé una eternidad, hasta mucho después de que aquel cazador se fuera. Mojado y temblando.El ala herida me quemaba de manera insoportable mientras permanecía atento a cualquier cosa.
El terror se extendió por todo mi cuerpo cuando el débil ruido de los motores se fue aproximando. Al principio pensé que los cazadores habían regresado por mí.
¿Acaso aquel chico habría cambiado de parecer?
Después, escuché mi nombre.
-¡¡Yuu!!--Era la voz de Yumiko. Solté un suspiro de alivio al constatar que se encontraba bien.
–¡Aquí estoy!
Como pude logre salir escalando la pared de piedra hasta llegar a la superficie donde mi hermana yacía en su forma humana con mi ropa en manos. Al llegar donde ella me abrazo fuerte. Sus ojos esmeralda se veían turbios.
–Me asustaste, Yuu. Creí que te había perdido.-Sus palabras me conmovieron. La abraze con fuerza.
Como pude me transforme, mordiéndome el labio para soportar el dolor mientras las alas se introducían dentro del cuerpo.
Después de un tiempo transcurrido nos calmamos y decidimos volver a casa, jurando que nunca volveríamos a salir.
De camino a nuestro hogar una pregunta no dejaba de rondar mi mente :
¿por qué me había dejado ir?
Para ellos no somos nada. No tenemos alma ni corazón. Únicamente nos consideran presas, una especie menor para destrozarnos y vendernos. Estaba seguro de que me delataría. Los cazadores no se caracterizan por ser compasivos.
Al menos de algo estaba seguro. Nunca más volvería a verlo ni sabría el motivo por el cual me había dejado ir. Jamás sabría si él realmente había susurrado lo que yo había creído oír.
Hermoso.
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