✨Tormento✨
Los últimos tiempos junto con el brujo estaban lejos de ser una proeza de amor. No sé llevaban mal. Tanto por dentro como por fuera del matrimonio se los veía felices. Pero algo en ellos fallaba.
Estando allí, Baltimore se lo notaba distante, y Circe se encargaba de negar aquello. Si ella seguía sonriendo cada vez que lo veía llegar, o suspiraba de alegría por cada beso, entonces no había tal distancia que pudiera ver.
Así como negaba ese monstruo silencioso, también lo hacía con algo más que aún le dolía. Ella se refugiaba en la creencia de que el tiempo lo curaba todo. Aún amaba a su hija como a nadie más, pero hablaba de ella con tranquilidad. Diciendo que era algo que, que pese a estar latente en su corazón, lo había superado.
Habían pasado al rededor de doscientos años de la noche en que la arrebataron de sus cansados brazos. Tiempo en que no se detuvo a llorarle como lo merecía. Ella tenía asumido que ya no le dolía.
Circe se había convertido, muy a su pesar, en una tumba. Donde guardaba todo lo malo, y lo enterraba muchos metros bajo la espesa tierra.
•••
No recordaba que aniversario era. Habían pasado muchos años desde esa vez que se reencontraron en Marruecos y cuando se casaron. También debía sumar que por algunos periodos de tiempo se alejaban para luego volver a estar juntos.
Ya no contaba los años, ahora solo pensaban en esa fecha, que a su manera era especial.
Pero no solo la fecha era especial. Este era el primer aniversario que tenían desde la muerte de la princesa Aria I. Qué pese a quererla y cuidarla como a una hija, Circe no lloro su muerte. No sintió culpa por no poder haber evitado la tragedia o haber intentado traerla a la vida con su oscura magia.
A Circe parecía que esa partida no le afecto. Y la única persona que no estaba preocupada por la falta de reacción a la tragedia era la misma hechicera.
Muchas veces Hisirdoux trato de tocar el tema pero Circe solo continuaba con su deber. Él dejó de intentarlo, y la apoyo en su negación pese a no estar de acuerdo.
La mañana del aniversario, le dio una mano con la cena para su esposo. Fueron juntos al mercado, y entre los dos eligieron los mejores ingredientes. También tendría la casa para ella sola, luego de implorarle a Zoe que aceptara a su hermano por esa noche.
Todo marchaba a pedir de boca. Había perfumado su cabello, parecía que cada rizo tenía vida propia de lo brillante y sedoso que estaba. Con algo de esfuerzo tuvo acceso a un mejor vestido de lo que siempre usaban. Y aunque no le gustara mucho, su sonrisa estaba pintada.
Baltimore volvía luego de un mes de ausencia, y Circe no podía estar más ansiosa con su llegada.
Aún no tenía noticias de él. Tenía entendido que llegaría antes del anochecer, pero este no había llegado. Baltimore era la persona más puntual que conoció en su larga vida, y que se le hiciera tarde era para preocuparse.
-Bueno, todos se retrasan. Es normal, es humano.- se dijo así misma.-Después de tantos años me sorprendería que algo así no sucediera.
La luna se puso en lo más alto del cielo nocturno y él no llego. Circe tomo una gran bocanada de aire, y pestañeo un par de veces para evitar dar un grito fuerte o llorar.
De repente, luego de tantos meses, sintió la sangre correr hirviendo bajo su piel tostada. Le cosquilleaba el centro de su cuerpo, y le ardía la mirada.
No quería enojarse, pero tampoco lo podía evitar.
Se puso de pie, haciendo ruido con la silla, y respiro con calma. Era un trabajo que hacía cada vez que sentía que todo se le iba de las manos. Pronto su mente se despejó, y se obligó a sonreír.
Como cada día desde hacía un año, se obligó a sonreír, al pasar por alto algo que le molestaba.
Apagó la vela, que lento se consumía en la mesa, y se marchó a su habitación. Se quitó aquel vestido que tanto le costó obtener, no se molesto en tratarlo con cuidado. Una parte suya estaba muy cansada para ser cuidadosa. Paso su mano por su larga cabellera anaranjada, desarmando cada rizo perfecto hasta que quedaron unos extraños bucles que cubrían su espalda hasta la cadera.
Con el camisón puesto, se acostó y en cuestión de segundos cayó rendida antes el dios de los sueños. No le rezo a nadie como cada noche hacia, ni agradeció aún estar vida. Ella solo se durmió.
Despertó agitada al escuchar el andar de unas botas por la alcoba. Amenazo al extraño con su magia, hasta que la misma luz de esta dejó ver quién era. Aún así no bajo la guardia. Sus manos seguían encendidas con una brillante energía violeta.
-Llegas tarde.- exclamó.
Baltimore, lento, bajo la amenaza violácea, camino rodeando la cama hasta quedar a un lado de la hechicera. Se sentó al borde, y bajo las manos de Circe. En silencio con cuidado. Sabía lo mucho que dolía un golpe mágico por parte de ella.
En la nueva oscuridad del cuarto, Circe repito la frase de momentos atrás. Contenía tanto como podía sus lágrimas. Al igual que hacía un gran esfuerzo para no rendirse ante sus encantos.
Baltimore se acercó a su oído, acariciando su mejilla pecosa, y hablo sin presura.
-Lo siento mucho.- murmuró.
Circe le perdonó porque era la primera vez en años que llegaba tarde a un encuentro. Lo extrañaba lo suficiente para dejar pasar la falta, y dejarse llevar por el calor de sus cuerpos.
Para ella era difícil encasillarse como alguien débil o fuerte, pues su vida era un ejemplo de que no existía los puntos extremos. Pero esa noche, juro ante la diosa Nix que aquel hombre la volvía el ser más débil del mundo, y rápido se rendía ante él
Sus besos era el agua que necesitaba para continuar, y cada caricia sanaba sus partes rotas. Solo a Baltimore le podía permitir tomarla y desarmarla a su antojo. Porque estaba segura que él le ayudaría a unir las piezas que se cayeron.
O al menos eso era lo que creía.
Cayó en un sueño tan profundo que no oyó nada. Pese al dolor que crecía dentro suyo, ella solo se enfocó en lo vivido momentos atrás. Eso y la tranquila respiración del brujo la anestesio hasta ese punto en donde no era capaz de notar nada.
Le lastimaba con su extraña ausencia, pero le sanaba cuando se volvía real de nuevo.
En la mañana despertó, aún se sentía tibio donde Baltimore se rindió ante ella o ella ante él. Pero él no estaba, tampoco su ropa. Circe se cubrió con la sabana, y tras estirarse salió de la cama. Lo llamo pero no obtuvo respuesta. Tampoco estaba en la casa.
Por su mente pasaba una frase "no debes preocuparte"
Negó con la cabeza, y se metió al baño para sumergirse en la bañera. Mientras se hundían en el agua tibia, recordaba la madrugada. Él se hizo una luz en la penumbra del cuarto, y solo tuvo que decir una insignificante frase para que ella cediera.
Se hundió en el agua, porque aquello le causaba conflictos. Una parte quería odiarlo y la otra aún lo amaba con locura. Y esa era la que más le dolía porque dejaba que el brujo no dijera nada, y así solucionaba sus faltas.
Termino de arreglarse y de salida se cruzó con Hisirdoux. Este la veía sonriente, y esperaba tener una mínima charla con ella.
-¿A dónde vas tan apurada?- la detuvo.-Pensé que te iba a tomar el días.
-Yo.- se pauso, y trago saliva.-Él se marchó en la mañana ¿Lo viste por casualidad?
El pelinegro negó.
-Ahhh, está bien.- sonrió de manera extraña.-Seguro volverá más tarde.
-Claro, tu no te debes preocupar.- dijo.-Siempre vuelve.
-Pero nunca se va sin avisar.- pensó.-Siempre lo hace.- dijo en voz alta.
Antes de irse, Hisirdoux le contó que haría de cenar, y que Zoe comerían con ellos. Circe no se negó, y continuó su caminó.
Llegó muy tarde a la casa, aún la cena no estaba lista, y Zoe no había hecho acto de presencia. Hisirdoux la saludo con un fuerte abrazo, e insistió en saber como le había ido la tarde anterior.
-Sin esos detalles que no quiero oír.- añadió.
-Nada, fue una cena más.- dijo ella.-Sola porque él no llego.
Hisirdoux la vio con sorpresa.
-Pero está bien, llegó un poco más tarde.
-Y se fue esta mañana.- comentó el hermano mayor.-¿Segura que estás bien?
Circe solo asintió. No estaba segura de como reaccionaria si seguía hablando de lo escandaloso de su encuentro y lo frustrante de la extraña partida.
Se apresuró a ir a su cuarto, pero Hisirdoux la detuvo.
—¿Cenaras?
-No cenaré.- dijo con rapidez.-Estoy muy cansada, quiero dormir temprano.
-Pero ...
-Saluda a Zoe de mí parte, hasta mañana.- le dio un beso en mejilla y se fue.
Como la noche anterior, se cambió y se metió en la cama. Su cuerpo le pasaba factura, al igual que su mente. En plena oscuridad, en vez de rendirse ante el cansancio, los oscuros pensamientos la abordaban.
Y en entre estos surgió algo que nunca creyó pensar, que él la abandonó.
Sin embargo Circe no quería pensar eso. Conocía mucho a Baltimore como para saber que sería incapaz de tal maldad. Pero ¿Qué tanto lo conocía? En los últimos meses se había convertido en una caja difícil de descifrar. No hablaba ni mucho menos expresaba.
Por horas pensó en que era cierto y que no. Hasta que se durmió, con la imagen de su sonrisa en mente. Una mueca apagada, y que ahora solo le asustaba.
•
Hisirdoux le contó a Zoe sobre Circe. Y esta no pensaba tan diferente a él. Debía preocuparse a la vez de ir olvidándose que pronto el brujo volvería.
Zoe le tenía una extraña estima. Pero aún así no terminaba de confiar en él. Era, sobretodo, su magia lo que no le dejaba abrirse. Para ella solo Circe era diferente entre los nigromantes, y quería pensar lo mismo de Baltimore.
Paso la noche ahí, y en la mañana fue a despertarla. Corrió las cortinas, dejando que el sol entrara intenso al cuarto, y corrió a destapar a la hechicera.
-No Zoe.- se quejó.-Quiero dormir, ayer no pare en todo el día.
-Circe, no puedes pasar todo el día en el cuarto, o encerrada en otras casas.- dijo con un extraño entusiasmo.-Limpiaremos tu cabello, te pondrás un lindo vestido y saldremos a tomar el té.
Contra su voluntad hizo lo que Zoe dijo. Le ayudo con su cabello, y a ponerse algún vestido que no sea el del aniversario. Salieron a disfrutar el día. Lo pasaron entre risas, luego se les unió Hisirdoux, y así continuaron hasta la tarde.
No pensó en nada más que estar bien con quiénes la querían y a quienes quería.
Pero una fugaz visión, entre la muchedumbre del mercado le quitó el aliento. Y aquello desembocó en los pensamientos anteriores.
Aún sonreír pero no dejaba de pensar que esa sombra era él. En la noche ocurrió lo mismo que en la anterior.
En la mañana despertó, y se fue a sentar en la cocina. En la tarde se fue a la cama, y allí estuvo envuelta en sus pensamientos hasta el día siguiente. Y así repitió por unos días hasta que ya no se movió de su lugar.
Ahora se encontraba sentada, mirando un punto fijo. Sus pómulos estaban hundidos, y los labios resecos. Le faltaba brillo, no solo en la mirada o el cabello, sino en ella. Hacía tres días que no hablaba, pero tampoco lloraba.
Lento se marchitaba.
Hisirdoux hizo todo lo que estaba a su alcance para poder sacarla de esa repetición, pero Circe no lo oía. Y pronto aquello comenzó a tornarse aún más peligroso.
En siguiente mañana del cuarto día, Hisirdoux despertó al notar el frío dentro de su habitación. Pudo observar como las paredes habían perdido color, estaba bañadas en una sombra negra. Con ello también se llevo la vida sus plantas.
Corrió a buscar a Circe y la encontró sentada. Traía un vestido diferente, al igual que el cabello arreglado. Pero eso no fue lo que más le asustó. Las lágrimas negras brotaban espesas de su mirada apagada y bañaba todo el suelo del cuarto.
-¿Circe?- la llamo, pero no obtuvo respuesta.-Vamos hermanita debes hablarme.
Quiso acercarse a ella pero la propia magia oscura que la rodeaba le impidió dar un paso. A lo lejos pudo notar la tristeza en el rostro de la hechicera. Su labio inferior temblaba, y daba cortas respiraciones.
Algo decía y le costó entender, pero aún así lo hizo. Ella repetía, como un murmuro, él me abandono.
Fue en busca de Zoe, y está al ver lo que estaba pasando casi cayó al suelo del espanto. Nunca creyó que vería la magia muerta así de cerca.
-Esto nació de la tristeza.- dijo.-Y se pondrá peor si no hacemos algo.
-¿Qué? No nos podemos acercar.- contó Hisirdoux.
Zoe trataba de buscar alguna respuesta. Pero nada de lo que pensaba le daba la seguridad de que Circe saldría bien.
-No lo se.- exclamó.-No lo se, Douxie.
Cayó de rodillas al suelo, y comenzó a llorar. Pronto sus lágrimas se tiñeron de negro, y fueron a reunirse con el manantial principal.
-Te está contagiando.- dedujo.-No te muevas, la sacaré de ahí.
Formó una especie de cuchilla con su magia, y se acercó a la hechicera con la intención de romper ese escudo. Las voces no tardaron en llegar. Le hablaban de algo que estaba ignorando. Buscaban detenerlo con sus propios sentimientos secretos, de aquellos de los que no quería hablar, de lo que más les dolía.
-No me importa.- carraspeo.-Todos saben que sufro por ella, pero no dejaré que mis miedo no me permitan ayudar a mí hermana.
Tras golpear varias veces el muro, este cedió, y pudo acercarse a Circe.
La tomo de las manos. Estaban heladas, parecían frágiles ramas cubiertas de hielo.
-Vamos Circe, debes despertar.- dijo.-Se que está todo mal, y no quieres hablar de esto pero debes despertar.
Circe le dirigió una mirada sin vida, y le dio una pobre sonrisa. Estaba tristeza aún así lograba sonreír.
-Déjame ir hermano, ya he vivido mucho, y solo recibí tragedia tras tragedia.- dijo con mucha tranquilidad.-Es momento de cumplir con mí destino.
Hisirdoux se aferró a ella y comenzó a llorar. Lágrimas cristalinas y limpias bañaron a su hermana. Sabia que no era tan cierto, que siempre que había oscuridad algo de luz los incentivaba a continuar.
-La vida te hizo mí hermana, yo lo veo como el mayor premio, no como una tragedia.- sollozó.-Debes saber que nunca te dejare, y aunque estemos lejos, no estarás sola. Soy tu hogar, tu eres el mio. Eso es un motivo para continuar ¿No crees?
La abrazo con mas fuerza y comenzó a recitar un viejo hechizo de luces que Merlín le supo enseñar a ambos. Era claro que el viejo hechicero sabía que su aprendiz un día necesitaría luz, y que si ella misma no iba a brindársela, quien mejor que Hisirdoux. Su hermano.
-Sol mane, nocti fireflies. tenebrae numquam purae sunt, si tantum lumen est.- canto mientras frotaba su espalda (Sol de cada mañana, luciérnagas en la noche. La oscuridad nunca es pura si solo hay una pizca de luz)
La cocina oscura se fue llenando de lucecitas azules que iban brotando del mago. Circe canto el mismo hechizo, y luces violetas acompañaron a las demás.
La oscuridad se fue haciendo cada vez menos espesa, y las lágrimas de Circe comenzaron a caer cristalina. Lloro con mucha fuerza y dolor.
-Pensé que ya no dolería más.- balbuceó.-Aun así duele demasiado.
-Esta bien hermana, debes llorar, y decir que te molesta.- murmuró Hisirdoux frotando su espalda.-Es lo único que aún nos mantiene humano. Sentir nos hace humanos.
A ellos se les unió Zoe, que tampoco dejaban de llorar. Se quedaron así por un rato, rodeados de sus familiares hasta que las lágrimas ya no estaba, y el dolor de las emociones era minúsculo.
•
Un mes más tarde los hermanos se mudaron a New York. Inglaterra solo les daba malos recuerdos, al menos por el momento.
Cada tanto iban a visitar a Zoe y a ellos se les unía Arabella. A quien nunca le comentaron lo sucedido.
Circe decidió hablar con alguien de lo mucho que le dolía las partidas, y como es que, pese a estar relacionada a la muerte aún no se acostumbraba a ella. No le gustaba discutir sobre sus emociones, pero ahora que sabía lo que provocaba prefería no guardar aquello que le hacía mal.
New York, 1910.
Circe entro apurada a una oficina, y fue recibida con una mirada de reprimenda por parte del hombre allí.
-Lo siento Sigmund, Olivia tuvo un percance ...
Se freno al notar que el hombre la seguía viendo con el ceño endurecido. Rodó los ojos, y busco donde sentarse.
-Lo siento, doctor Freud.- dijo esta.-Años viéndonos y no me dejas que te llame por tu nombre.
El doctor tomo un lugar frente a ella y encendió su pipa.
-Te va a matar algún día.- murmuró Circe al verlo echar humo.—Estas metiendo humo en tus pulmones.
-¿Debo recordarle señora Casperan sobre las distancias médico paciente?- hablo.-¿Lo ha hecho alguna vez? La distancia.
Circe guardó silencio el doctor sabía la respuesta, una que aún se sostenía en el tiempo que ella llevaba haciendo terapia. Al notar que no diría más nada, y que su mecanismo de defensa era estar callada, continuó donde quedaron la última vez.
-Luego de un mes me sorprende verla aquí.- dijo.
-No he tenido tanto tiempo, tengo una hija muy demandante.- divagó.
-Muy bien señora Casperan, entonces hablemos de su madre.- sonrió con sorna.-¿Que hay de Madeleine?
Circe exhaló muy profundo al escuchar su nombre.
-Soñé con ella, otra vez.- respondió.-Pero me ausente por otra razón.
Hizo una pausa larga, aún sabiendo que el tiempo ahí dentro corría de manera diferente y debía hacer valer cada minuto que pasaba. Pero ¿Cómo decir que lo vio no le afecto?
—¿Cree en los fantasmas doctor Freud?
—¿Usted vio alguno?
Circe jugo con un papel que tenía en la mano, hasta que lo rompió por completo. Haciendo de esto solo confeti blanco.
—Si, y creo que aún sigo enamorada.— respondió dando una leve sonrisa.
Parpadeó un par de veces, y dejo que las lágrimas al igual que sus palabras fluyera como un manantial que brotaba de una piedra.
★★★
¿Hay alguien vivo por ahí? ¿O es que solo yo estoy muerta por dentro?
Yo soy la autora a la que le dicen "arruinas todo lo que amo". Eu, pero ellos en la actualidad siguen juntos, y si, de verdad, están bien. Por dentro, fuera, físico y emocionalmente. Sus espíritus están sanados.
No lo defiendo, pero el se alejó porque sabía que se hacían mal. Aunque lo ideal hubiese sido de que hablaran, los dos.
Perdón, debía poner a Freud, es que él es el papá de la psicoanálisis. Se que trataba a todas la mujer de histericas, y a Circe también la trato así, pero fue fundamental, ahhhhhh #amorodioaFreud
Ella es muy pro terapia. Es más fue quien le dijo a Olivia que debía hacer terapia.
En fin, se que dije que lo iba a subir en octubre (que ya es mañana) pero mejor hoy.
Por cierto escribí algo más para esta historia, y ya sabrán u.u
✨ Besitos besitos, chau chau✨
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