✨Media noche en ...✨
Circe había notado que su hija no tenía muchas amistades. Por un lado Olivia no tenía un hogar fijo. Puesto que luego de los diez años, junto con Hisirdoux se dividieron la crianza. A veces pasaba mucho tiempo en Inglaterra con él, otras en España con ella, y juntos vivían temporadas en New York.
Por otro lado Olivia se hizo a si mismo una joven reservada. Sabía lo que su magia podía ocasionar y como es que está estaba muy enlazada a sus emociones. No podía gritar de alegría sin sentir que visiones de un futuro distante la abordaban. A veces cuando lloraba demasiado podía tener la peor de las pesadillas, tan inentendible que le costaba saber si eso algún día pasaría.
Por suerte, un poco de esa soledad se revirtió cuando a los dieciocho años la dejaron asistir a una institución. Allí conoció quien llegó a ser su mejor amiga Laura Clark.
Pero aquella muchacha no era la única. Aún sin saber quién era realmente, Circe sabía que su hija mandaba cartas muy seguido a otra persona.
Desconocía su identidad, y por como sonreía al recibir la correspondencia supuso que se trataba de un muchacho. A causa de esto es que Hisirdoux la acuso de estar chapada a la antigua. Quizás su niña en realidad hablaba con otra chica, con otra mejor amiga.
O al menos era algo que él quería creer. No sé hacía a la idea de que su hija pudiera tener pareja. Sin importar su género, no lo podía imaginar.
—Después dices que la chapada a la antigua soy yo.— solía burlarse Circe.
Aunque no fueran muchas sus amistades la joven Hestigio Casperan se sentía feliz con esas personas. Pese a que a una le debía ocultar su identidad mágica y la otra era ocultada de su familia.
•
Pasado el año nuevo, solo quedaban unas semanas para su cumpleaños número diecinueve. Sería el primero en el que, esta vez, iba a poder invitar gente de su edad. Adoraba al doctor que intentaba cortejar a su madre, pero más le gustaba la idea de poder hablar algo que una persona también pudiera entender.
Estaba claro que era una chica inteligente, gracias a que por años los libros fueron su mejor compañía. Con ella se podía hablar de literatura inglesa hasta de algo básico de medicina. Pero, como cualquier joven de su edad, le gustaba tener conversaciones que llevarán a la nada, y era algo que con una persona como el Doc (como así le llamaba) no iba a poder lograr.
Por otro lado con su amiga Clark podía pasar horas hablando de todo un poco. Saltando de un tema a otro, sin problema. Y con su amistad por correspondencia hacía lo mismo. Quizá con él no se veía tan seguido como ella deseaba, pero como mínimo al departamento llegaba un correo diciendo algo que poco tenía que ver con un correo anterior.
Circe sentía curiosidad. La veía reír frente a un trozo de papel. A veces un papel corriente. Otras más parecía la página arrancada de algún otro lado.
Cómo madre deseaba saber sobre el extraño que le sacaba carcajada a su hija, hasta tal punto de provocar que sus ojos brillaran. Pero tampoco quería invadir su espacio.
Y fue gracias a una apuestas con Hisirdoux que se atrevió a sentarse a su lado e indagar.
—Hola.— saludo Olivia dejando su lectura de lado.
Solo ella tenía vacaciones, por otra parte Circe trabajaba solo las horas que le correspondía para pasar tiempo en la casa con su familia.
—¿Que lees?— pregunto.
—Oh, es El Compañero de Francia.— dijo.
—¿Lees Dupin?— pregunto con intriga Circe.
Olivia busco en la contra portada del libro, y vio que allí decía otro nombre.
—Mmmm, no.— dijo confundida.—George Sand.
Circe tomo el libro de sus manos, y se puso a leer. Pasaron unos minutos hasta que se lo devolvió y sonrió al notar el cambio en el nombre de la autora.
—Es un seudónimo.— dijo.—No es él, es ella.
—¿Conociste a quien escribió el libro?— pregunto con sorpresa Olivia.
Circe rió, y la cubrió con su mano, como si se tratara de una travesura.
—Si.— dijo, y se ruborizó.—Aurore era increíble. Ella se divorció y se fue a París con sus hijos. Tan talentosa y creativa.— añadió.
Le devolvió el libro, y sintió curiosidad por saber de donde había adquirido aquella lectura. Estaba segura que no era algo que su institutriz le haya recomendado, puesto que estaba lejos de ser algo para una señorita.
—Mamá.— la llamo.—¿Qué quieres saber realmente?
—Pues ¿Quién te recomendó el libro?
La mirada de Olivia dio un brillo nervioso. Una duda despejada para Circe. Con eso terminaba de confirmar ese aspecto conservador del lugar al que iba su hija gran parte del año.
—¿Fue Clark?
Olivia negó. Sabía que algún día, de los últimos dos años, alguien preguntaría por esa otra persona.
—Bien.— Circe sonrió.—Entonces fue tu amiga por correspondencia.
Olivia volvió a negar, y el rojo escaló su rostro. Alzando la temperatura del mismo.
—No es ella, es él.— dijo al fin con un hilo en voz.
Circe la vio con sorpresa. Ella había ganado la apuesta, y pronto oiría como Hisirdoux rompería el cielo al saber que su hija, la luz de sus ojos, mantenía una conversación por correspondencia con un muchacho. Que además le recomendaba lectura romántica.
—¿Por casualidad ella es Mari?
—Mar, mamá.— le corrigió, dando una leve risa.—En realidad se llama Marius.
Aquel nombre le sonaba de algún lado. Pero dejo de pensar quien podría ser, después de todo estaba segura que en su estadía en Francia conoció a alguien llamado así.
—¿Hay algún problema con que hable con un chico?— pregunto con un deje de inocencia.
—Puedes tener amigos varones.— respondió Circe.—No dejes que tu papá elija tus amistades.
Olivia rió, y pronto guardo silencio. Había algo más que quería decir pero no sabía bien como hacerlo. Así que solo se calló, y continuó leyendo.
Circe se levantó de su lugar, le dio un beso en la sien, y atino a marcharse.
—Quizás puedas invitarlo a tu cumpleaños.— le sugirió.—Y si está en Francia, podremos solucionar eso.
La dejo sola para que pudiera pensar con tranquilidad la propuesta.
•
Solo faltaban un par de días para el festejo de cumpleaños. Había recibido la confirmación de Clark, y con Circe estaba organizando que harían para festejar. Entre ambas le mandaban a Hisirdoux que buscar, y este no se negaba a tal servicio.
Pero algo angustiaba a la menor de la familia. Las cartas de Marius eran cada semana menos, y las charlas era un tanto cortas, hasta sentía que eran apuradas.
—Quizas es un joven ocupado.— dijo Hisirdoux.—Tonto diría yo.— añadió en un murmuro.
—Douxie.— le dio un leve codazo.—Pero tu papá tiene razón.
Este la vio con sorpresa.
—Lo de joven ocupado.— dijo Circe.
Olivia rodo los ojos, y lanzó un suspiro ante sus padres.
—Nada de eso, tiene novia.— dijo sin poder verlos.
Hisirdoux abrió los ojos e inflo las mejillas. Se levantó de su lugar, y se marchó dejándolas solas. No era la clase de conversación que quería tener, porque estaba seguro que diría de todo menos algo lindo.
—¿Él de verdad te gusta?— preguntó Circe.
—No lo sé ma.— respondió sin poder verla.—Yo no se lo que siento.— agrego.
Circe se acercó, y tomo su mano haciendo que Olivia la vea. Tenía los ojos brillosos pero no tanto por la magia, sino por lágrimas. No dijo nada y la abrazo como cuando era niña. Aún era su niña pequeña, y como ella, también tenía miedo de sus sentimientos.
—Quizás no es el momento.— dijo antes de soltarla.
La tomo del rostro, y está le sonrió.
—Eres hermosa hija.— dijo, y le dio un beso en la frente.—Ahora le digamos a tu papá que iremos juntos a buscar el pastel.
El día de su cumpleaños llegó más rápido de lo que había imaginado. Aún no tenía noticias de Marius, y prefiero no pensar tanto en ello. Acepto con la frente en alto que el tenía una vida amorosa, y que lo apoyaría aunque eso significara hacer a un lado sus sentimientos.
Clark llegó antes de la hora por el solo hecho de querer ayudarla, aunque ya estaba todo listo para su llegada.
—¿Vendrá el amigo de las cartas?— pregunto Clark cuando estuvieron solas.—Lo más importante ¿Me dirás su nombre? Una pista.
Olivia rió, y le pasó las tazas de té.
—Si quieres ayudar, lleva esto.— fue lo único que respondió.
La tarde paso amena en el pequeño departamento de la ciudad de New York. Clark, quien no tenía idea de la magia, no se cuestionaba porque la mamá y el papá de su amiga lucían tan jóvenes. Ella parecía a gusto con la familia de Olivia.
De la nada misma, Olivia sintió algo extraño. Las vibras se movían de otra manera, y aquello le perturbaba. Lo dejo pasar, porque lo último que haría sería ir detrás de una pista mágica.
Sin embargo, eso fue lo que no la dejo dormir de noche. Clark estaba acurrucada a un lado, y Cáliz a sus pies. Salió con cuidado de la cama sin hacer movimientos bruscos. Busco un par de zapatos más un abrigo. Trato de ser lo más silenciosa posible para salir de su casa.
Pero alguien la detuvo.
—¿Qué haces?— pregunto Clark.—¿A dónde vas a esta hora?
Olivia la vio, e hizo un gran esfuerzo para que sus ojos no la delatara.
—Yo …
—No le diré a tu mamá.— dijo Clark.—Solo no te metas en problemas.
Se acercó y le dio un beso en la mejilla.
—Aunque si es por un chico, lo vale.—murmuro.
—Aun me puedes detener.— susurró.
—No, pero me deberás contar todo, pilla.
Le guiño el ojo, y tomo el conejo detrás de ella para volver a la cama. Olivia suspiro aliviada por la amiga que le había tocado, y salió de la casa.
Corrió hasta la vuelta de la esquina, donde sabía que allí había una mensajera. Solo esperaba que a esa hora, y con lo que la conocían, le dejaran ir hasta donde debía.
—Keyla.— exclamó al verla.
—Eres la amiguita de Zoe.— dijo esta sonriendo.—Y la hija de Circe y Douxie ¿Qué haces aquí sola?
Olivia comenzó a trabarse en busca de una respuesta que no generada más preguntas. Estaba claro que era mala mentirosa, más aún ocultado la verdad.
—No, yo, no necesito a mis padres para viajar.— dijo con cierta seguridad.—Ya tengo diecinueve años, puedo hacer esto sola.
La mujer se tomó la cadera, y la vio confundida. Aún sabiendo eso, a esa hora de la noche, seguía siendo extraño verla sola por la calle. Sin embargo relajo su postura y la dejo pasar.
—Si, la primera vez que huí tenía tu edad.— dijo esta.
—¿Tú lo hiciste?— preguntó curiosa.—Igual, no estoy huyendo, volveré.
—Claro niña, eso décimos siempre.— respondió sin dejar de sonreír.—Confío en que lo harás, tienes una linda vida.
Sin seguir la charla, le pidió a donde debía ir. Keyla le aseguro que en ese país aún era de madrugada, y que debía andar con cuidado.
En cuestión de minutos, ya se encontraba en España, siguiendo alguna pista mágica, y pensado que su madre la mataría por lo que estaba haciendo.
Pero Olivia estaba agotada de seguir las líneas. Claro que con su familia se sentía libre, pero aún así ella hacía todo lo posible para que su vida no fuera emocionante. No podía ser lo una vez supo ser, revoltosa y un poco impulsiva.
Aceptaba que ya no era una niña, sin embargo no quedaban rastros de esta en su presente.
Siguió su camino hasta llegar a una casa. No sabía de quién era, y no parecía habitada, pero tampoco abandonada.
Se asomó por las ventanas, y no vio a nadie. Contra todo lo que le enseñaron, entro un tanto asustada por la tenebroso oscuridad del lugar. Las energías allí vibraban de forma espeluznante. No quería estar ahí, pero tampoco quería irse. Deseaba saber porque la magia la condujo a esa casa.
Busco en los cuarto lo que sea. Llegando a la cocina vio la silueta de alguien. Cubrió su boca para no gritar, hasta que la luz de sus ojos iluminaron a la persona.
—¿Ma Marius?— pregunto dando un paso al frente.
Este volteó, y Olivia grito asustada. Esta vez sin miedo a ser oída. Corrió hasta él, y se abrazaron de inmediato sin cuidado de manchar el abrigo.
—¿Qué ocurrío contigo?— preguntó.
—¿Cómo llegaste hasta acá?— respondió con una pregunta.
Olivia se apartó, y vio su pecho. Estaba lastimado, pero este parecía curado.
—Creo que el amor duele.— dijo con voz entrecortada.—Por cierto, feliz cumpleaños.
Sin poder dejar de verlo, mordió su labio inferior y no pudo guardar sus lágrimas. Aquello era una frase que no quería oír. Ya la escucho una vez de Circe y desde ese momento es que sentía disgusto.
—No es cierto.— dijo ella.—No debería doler. Debería sanar.
—Y tienes razón, pero esta vez me tocó ver la otra cara.— murmuró.
Olivia le ayudo a sentarse. Esperaba una explicación de lo que pasaba, pero Marius aún procesaba lo sucedido. No tenía noticias de su madre, y aún no encontraba explicación para que siguiera de pie.
Lo vio atención, y le dolía hacerlo. No tenía brillo en sus ojos, y las ojeras le daban un aspecto calaverico. Carecía de todo eso que lo hacía tan característico. Como si su alma se hubiese retirado de su cuerpo, para luego volver y hacer aún más estragos.
Lo único que le quedaba era darse un baño para quitar los restos de una trágica noche, y descansar un poco. Pero Olivia aún seguía ahí, sin ganas de retirarse. Preparo algo para que comiera, y busco cambiar un poco el tema.
Soplo la cuchara con algo de sopa, y luego noto que ella no le quitaba los ojos de encima. Lo veía con atención y el ceño endurecido.
—Nunca pregunté ¿Cuántos años cumples?
Olivia despabilo al oírlo.
—Diecinueve.— respondió dando una leve sonrisa.—Te hubiese traído tarta pero no imaginé que esa malas vibras me traerían a ti … en este estado.
Marius sonrió. Dejo su plato a un lado y tomó sus manos haciendo que Olivia se sonrojara.
—Debes volver.— dijo con suavidad.
—No, me quiero quedar contigo.— murmuró sin poder verlo.
—Pero no puedes, ni puedo permitirlo.
Olivia se enderezó, y soltó sus manos. Estaba a punto de llorar. En esa noche había derramado más lágrimas que tiempo atrás. No estaba dispuesta a irse, menos sabiendo de su estado.
Quería estar a su lado, y de eso no tenía dudas.
—Aun eres muy joven para seguirme, y tienes una vida.— dijo Marius con voz quebradiza.—Sigues estudiando, y también tienes un sueño.
—Pero yo …
—Oye, usas el apellido de tu papá, y se que odias no poder decir quién es tu mamá.— le interrumpió.—Lo haces para seguir tu sueño.
Se levantó de su lugar y fue a buscar algo. Al cabo de unos minutos volvió con un regalo para ella.
—Se que no dije nada para tu cumpleaños pero si pensé en él.
Le pasó aquello envuelto a las apuradas, Olivia lo observó con admiración. Luego de unos segundos le quitó el envoltorio con cuidado, aún sabiendo que debía romperlo para atraer la buena suerte. Abrió la boca sorprendida al ver el título de su nuevo libro.
—El Profesor, de Charlotte Bronte.— murmuró.
—Si, creo que se entiende.— dijo Marius rascando su nuca nervioso.—Debes volver, y cumplir tus sueños, luchar por tus ideas.
Olivia salto sobre él para abrazarlo, olvidando que lo podía lastimar más de lo que estaba. Pero Marius no se negó a la muestra de cariño, por ese momento era lo que necesitaba si quería continuar.
—Aun me puedo quedar hasta que salga el sol.— insistió, haciendo que Marius riera.
—Eso no va a pasar, aún te faltan unos centímetros.— dijo este apartándose.—Te acompaño hasta la mensajera.
Olivia aún no entendía bien porque este quería mantener distancia. Acepto por la buenas que la acompañara, sin antes tomar su mano para ir por las oscuras calles de España.
—Eres una niña caprichosa.— dijo Marius.
—No se que quiere decir eso.— Olivia sonrió con sorna.
•
Olivia aún recuerda ese día con vergüenza. Circe la esperaba en la entrada del departamento y la regaño en todos los colores delante de Clark; quien no podía aguantar la risa. Nunca imaginó que se tomaría tan en serio lo de meterse en problemas por un chico.
Sin embargo, y pese al mal consejo, lo último que hizo fue enojarse. Clark la animaba a romper sus propias reglas, y era una de las tantas razones por la cual la quería tanto. Le contó todo, pero no reveló su identidad. Y por años su amiga no supo quién era.
Quién si se mantenía preocupado era Hisirdoux. Temía haber educado mal a su hija. Aunque él mismo sabía que si hubiese hecho lo mismo para ir detrás de una amiga no le hubiera preocupado. Olivia era la luz de su ojo, y lo último que quería era que se fuera a escondidas para brillar en la mirada de alguien más.
Por años, en cada cumpleaños, Circe se encargaba de resfrescarle la memoria. Si, ella estuvo enojada por como la desobedeció, pero no tanto al saber la causa.
Si a su hija le preocupaba el bienestar de una persona que estaba a kilómetros de ella, entonces supo que algo hizo bien. Y agradecía en silencio que la persona que crió al amigo de su hija, no le haya enseñado que estaba bien fugarse con alguien tan joven. Al menos se refugiaba en ese creencia, cierta o no.
Aunque años después supo que se trataba de Marius y que obvió fue Peggy quien lo educó.
En la actualidad, Arcadia.
Hacía minutos que despertaron de la siesta, y ninguno tenía la intensión de dejar la cama. Pese al calor, estaban cómodos hablando de los que sea.
—Ay no te dije.— exclamó Olivia.
Se sentó con rapidez, y Marius se apoyó sobre sus codos para verla mejor.
—Circe le dijo a Peggy sobre lo mucho que me gustabas cuando era una adolescente.— contó con cierto entusiasmo.—Dios, que vergüenza con esa mujer.
Marius se enderezó para estar más cerca, y la vio con la mirada entrecerrada.
—¿De verdad gustabas de mí?— pregunto alzando las cejas.
—Yo ¿No lo sabías?
Él negó, y Olivia lo vio con sospecha, segura que Marius sabía de eso.
—Que tonto eres, Mar.— exclamó alejándolo.
Marius la tomo de las muñecas y la acercó para darle un beso, que Olivia no negó.
—Claro que sabía.— susurró sin apartarse.—Tenia cien años más que tú, y uno se da cuenta de ciertas cosas con rapidez.
Pronto se alejó, y volvió a tomar la postura de minutos atrás. Olivia se cruzó de brazos, y lo vio, levantando ambas cejas.
—¿O sea que das por hecho que si me preocupe es porque gustaba de vos?
—Vamos Livs, era obvio.— respondió a la ligera.—No es que me sienta orgulloso de que una niña se haya enamorado de mí.
Olivia lo vio con sorpresa, y le lanzó una almohada a la cara, para luego acostarse sobre su pecho.
—No puedo creer que me hayas gustado de adolescente.— dijo.
—Son estos encantos franceses que no puedo controlar.— rió, haciendo que Olivia se moviera con el ritmo de su pecho.—Que por suerte aún funcionan.
Marius cerros los ojos, y comenzó a sentir que Olivia tarareaba algo, y hacía caminar los dedos sobre su pecho.
—¿Qué estás tramando?— preguntó curioso.—¿Es algo así como una mala idea?
Al abrir los ojos, noto a la joven viéndolo muy fijo y con una gran sonrisa.
—Huyamos.— exclamó.
—¿Cómo?
Ella se apartó para buscar algo en su mesa de luz. Le enseño su collar de mensajería y volvió a repetir la acción.
—Escapemos un rato, no le diremos a nadie.— explicó.—Quería huir contigo a los diecinueve años, lo que era una locura, pero ahora no tanto ¿Qué dices?
Aunque aún seguía sonando como una locura, le agradaba la descabellada idea viniendo de ella. Se sentó de golpe, y tomo las mejillas de Oliva para darle un brusco beso en la frente haciendo que está riera.
—Escapemos a donde tú quieras.— dijo un poco más tranquilo.
—Mejor dicho, a donde nosotros queramos.— le corrigió mientras se dejaba abrazar.
★★★
Hola, mis soles ¿Cómo les va? Espero que bien. Yo con dolor de muela, me muero.
Pero este capítulo me hace feliz. Si es puro relleno y no difiere en nada que lo haya hecho. Porque ya todes sabíamos que Olivia tenía poco amigos.
Igual quería explorar un poco a Circe desarrollando los lados extraños de la maternidad ah.
Debo admitir que me mande un moco al decir que Circe no conocía a Marius de antes (porque no tiene sentido si ella es amiga de Peggy) Y lo voy a solucionar.
En fin le agradecemos a Peggy (fanfictioner67) por haber criado a un sol de muchacho *llora*
Solo diré, que algo debo escribir para Halloween ✨ Besitos besitos, chau chau✨
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