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1890, Amazonía, Brasil.

Le había costado ser aceptada en aquel sitio. No era blanca, pero si europea, su marcado acento la delataba. No los culpaba, Circe sabia bien lo que la mano dura del hombre blanco provoco en mucho países del continente americano.

Por suerte para ella, el poder de su magia curativa le habia dado una chance en la selva, pues necesitaban de aquella magia. La mayoría de los brujos o brujas, sin importar su color de piel, que se presentaban para colaborar en la salud de cualquier persona eran bienvenidos.

La cuestión es que a la hechicera pelirroja le costo un poco mas, pues una bruja de un pueblo oculto supo en el instante en que la vio que la principal magia de Circe no estaba relacionada a la curación, sino todo lo contrario.

Las noches en la selva eran calidas algunas demasiado. Tan así que no dejaba descansar, pues el calor se volvía sofocante, pero ese no era el único problema.

  Era bien sabido que las noches de mucho calor son las peores, muchos caen enfermos, o habia alguna amenaza en la oscuridad que no te dejaba cerrar los ojos, se hacían largas y duras.

Circe llegó gracias a una recomendación de un doctor amigo que conoció en Nueva York. Ciudad en la que se estableció con Hisirdoux, luego de separarse de Baltimore de manera repentina; habían llevando mas de cien años casados, pero algo lo obligo a él a alejarse se ella.

Circe no creía en el karma, pero ese día en que el brujo puso otra situación por delante de ella empezó a creer que todo lo que uno hace en su vida vuelve. Entonces escapo de su tristeza con la única persona con la que siempre podía escapar. Así ambos llegaron a América.

Hisirdoux le supo contar a Circe que antes de viajar vio una ultima vez a Arabella, que le dejo su pequeña casa en Inglaterra para que la rubia no tenga que vivir corriendo.

-¿Crees qué ella te va a estar esperando allí?- le preguntó viéndolo con cierta pena.

-Nunca lo sabré si no compruebo por mi mismo.- le respondió una mañana invernal.

Tomaba las manos de Circe para contarle algo un poco mas desbastador. Al menos a él se le hacía difícil de decir.

-Voy a volver a Europa, pero solo, no quiero que me sigas.- dijo sonriendo.

El aprendiz de Merlín, sentía que Circe se desmoronaba de a poco.

-Es algo que debo hacer solo, ya hemos estado mucho tiempo junto. Los otros días el doc me preguntó si eramos pareja, es una locura ¿No?

-Lo es, efectivamente.- sonrió a pesar de que su corazón se hacia añicos.-Voy a extrañarte mucho, pedazo de tonto.- agrego para abrazarlo mientras lloraba en su hombro.

-Deberias darle una oportunidad al doc, te tiene mucho apreció y cree que eres linda.- le susurro con cierto aire de broma para hacer reír un poco .

Siguiendo las palabras de su hermano de la vida, Circe se junto con aquel doctor humano que se volvía loco por la magia y todo lo que ella sabia. Este la quería mucho, veía en Circe a una mujer inteligente a la vez que sensible.

Tenia bien en claro que ella a su lado, un mortal que sabia de medicina convencional, perdería parte de su encantó a pesar de que Circe se lo negara cada día de su vida. Fue así que le dijo sobre la Amazonia para mejorar aun mas su magia curativa, y a pesar de quererlo mucho no dudo en tomar su recomendación.

Por una lado le dolía alejarse, a la ve que sentía alivió. Pues sabía bien lo que cualquier humano pasaba a su lado.

En aquella zona oculta de Brasil, la hechicera por las malas aprendió muchas cosas. Una de estas es que los vestidos son el peor enemigo en los sofocantes días de calor, y el pelo suelto no es la mejor opción frente a la gran humedad.

Algo muy importante que aprendió pero que nunca se molesto en llevar a cabo es nunca ir al río sola. La guerra por territorio dejaban a soldados escondido entre la espesa selva, muchos podían ser una amenaza mientras que otros morían ahí.

Una tarde, a punto de caer el sol, la desesperante sensación de que debía alejarse un poco para meter sus pies en el agua crecían dentro de Circe.

Hizo caso omiso a las cientos de advertencias que le dijeron. Con un morral , fue en busca de un poco de agua. Ella no le temía a lo que el bosque ocultaba, pues tener más de seiscientos años la ayudó a afrontar todo lo que se escondía del ojo humano.

Al llegar al río, el sonido del agua corriendo relajo el nerviosismo de la hechicera. Arremangó su pantalón y metió sus pies en el agua, no muy profundo para evitar ser comida por algún animal. Soltó su cabello, una esponjosa cascada naranja resbalo por su espalda, inflandose de a poco por la humedad del río. Llevaba un par de días con el cabello recogido, y soltarlo le daba placer a su cuero cabelludo.

Estaba tranquila, masajeando su cabello, hasta que un ruido la trajo a la realidad de la selva. De entre los árboles una persona cayo tendida frente a ella, del otro lado del río. A lo lejos no la podía reconocer, pero una débil corriente mágica provenía de aquella persona, asegurando de que no era un soldado.

  El río era angosto, un poco mas profundo en el medio, lo que asustaba un poco a Circe porque también la corriente era mas fuerte, y con la flacura que adquirió a causa del trabajo en la Amazonía temía que el agua se la llevara. Sin embargo nada de eso importó cuando vio detrás de aquella persona tirada en el suelo a White saltar de interior de la selva.

Arabella, pensó y se desespero.

Cruzo el río contra todo temor; la corriente casi la tumbo pero no le importo, ni las piedras que no podía ver ni las criaturas que se ocultaban bajo el agua.

-¿Arabella?- pregunto al tenerla cerca.

Al ver que la rubia no respondía se dirigió a la gata blanca semi inconsciente.

-White, debemos cruzar el río, se que es mucho pedir, pero debes transformarte en un caballo, debemos cruzar el río.

-Circe, nos siguen. No tengo muchas fuerzas pero...

Con lo poco que le quedaba, la gata se transformó en una gran yegua para llevar a su lomo a la bruja que respiraba a duras penas. Cruzaron el río con cuidado.

White hizo unos metros más con su familiar al lomo, y lo último del tramo que quedaba, Circe tuvo que cargar con ambas hasta el pequeño pueblo oculto en la selva.

-¡Necesitó ayuda!- grito con desesperación.

La cacique del pueblo salio de su casa apurada, tras el grito de Circe. Llamo a un hombre para que llevara a la bruja a la dentro.

-Es una amiga, es bruja, creo que la estaban cazando.- dijo tomando grandes bocanadas de aire.-Tiene gripe, o algo. Su temperatura esta muy alta.- empezó a hablar con rapidez, tirando dato tras dato.

-Ve a descansar, yo me encargó de tu amiga.- se limito a decir la cacique.

Arabella estaba huyendo de soldados que la querían arrestar; también pescó una gripe de la selva, o es lo que creyeron tras notar los síntomas.

Era algo difícil de saber.

Fueron días y noches de mucha tos con fiebre delirante, acompañado con un fuerte dolor de cuerpo. Los síntomas crecían día a día y con ello traía un desbarajuste de su magia, lo que impedía tocarla sin que parte de la magia de pierda. Solo debían bajarle la fiebre.

Fue una semana larga, con noches eternas, donde Circe no se despegó de ella, deseando que la maldita fiebre no se la llevara.

-¿Por qué te preocupas tanto por mi?- le preguntó una noche Arabella a Circe que se encontraba dormitando a su lado.-Te he traído tantos problemas a lo largo de nuestras vida que aun me sorprende que sigas aquí.

-Creo que es porque te quiero mucho.- se limito a responder, dándole una media sonrisa.

La bruja se sentó sobre la cama, luego de muchos días acostada lo único que deseaba era sentarse y después de eso caminar.

-Zoe término conmigo.- dijo con cierto aire de tristeza.

—¿Por eso estás de turista en Brasil? —pregunto graciosa.

—Algo así —dijo la rubia, dando una sonrisa de pena.

-Baltimore me abandono -dijo, apoyando su cara sobre su mano—. Él solo lo hizo, y yo lo tuve que aceptar.

Ambas se quedaron viéndose, hasta que de la nada Circe empezó a reír por sus tragedias amorosas. Era como cuando eran jóvenes, y se reían de que Lancelot rechazó a la pelirroja porque para él ella era muy joven, ni hablar de aquel fatídico viaje en barco donde ella hacia de mediadora entre la rubia y el pelinegro.

-Damos asco en el amor.- agregó Circe.-Un doctor humano se enamoró de mi pero me mando a la selva.- Creo que hizo bien.

—Yo nunca te dejaría ir —dijo, y le sonrió—. Ni por el bien de nada.

—Arabella —logro murmurar.

Un eléctrico nerviosismo creció en su interior, reflejándose en su cara colorada, obligándola a levantarse para salir de ahí. Lo último que oyó fue una sutil risa de la bruja.

Entendía bien de lo que hablaba. Pensaba que ese sentimiento quedó atrás, pero Arabella hacia que todo volviera a florecer.

Camino por la casa sin ver, hasta que choco con la cacique que ahí habitaba. Circe le contó sobre el mejoramiento de la bruja, a lo que se llevo un gran suspiro de alivio por parte de la morena que estaba frente a ella.

-Menos mal, no queremos una bruja de aquella enferma en nuestro territorio.- confeso.-Me imaginó que la quieres mucho, para estar tanto tiempo a su lado ¿No?

-Es como mi mejor amiga.- le respondió sin verla a los ojos, rascando su sien con nerviosismo.

No volvió a ver a Arabella hasta la noche, cuando ya estaba acostada y solo podía dar vueltas en la cama.

Nunca se término de curar de lo que sentía por aquella alegre pero a la vez siniestra bruja. Siempre supo que eso no era sano, que cada vez que se la cruzara en su camino una parte suya se prendía fuego, y la otra trataba de ser lo mas racional posible.

En mitad de la noche, salio de su cuarto a tomar algo de aire fresco, a pesar de que en el verano allí eso era algo que no existía.

  Iba caminando por la oscuridad de la casa, evitando chocarse con algún mueble o lo que sea, término por chocarse contra Arabella, quien también salio de su cuarto en busca de algo o mas bien de alguien.

-¿Éstas bien? ¿Necesitas algo?- le preguntó con cierta preocupación al tenerla al frente.-¿Qué ocurre Arabella?

La bruja solo callo antes las preguntas alteradas de la hechicera, dando un paso mas al frente, hasta quedar aun mas cerca de ella. Sus respiraciones chocaban, y se podían oír los acelerados latidos de sus corazones en la oscuridad.

-Creo que es a ti. Creo que te necesitó, a ti, y esto no es bue...- fue interrumpida por un repentino beso por parte de Circe.

Con aquel movimiento Circe término por entender lo que le querian decir que algunas noche algo rondaba y no dejaba dormir a nadie.

Era como si sus roles se hubieran cambiando por completo, alguien que nunca titubeaba ante una situación así lo hizo, y quien siempre temió a dar el primer paso lo dio. Circe la besaba con pasión, como si fuera algo que quería hacer hace años. A pesar de no entender aquel sentimiento que tenia por ella, no dejo que la detuviera, estaba segura que quería algo de Arabella.

No podía dar un paso, sus rodillas estaban flojas por la emoción, sentía que se iría de su cuerpo, hasta que sintió a Arabella jalando de la cintura a su cuarto. Después del beso, totalmente imprevisto, no tenía idea alguna de que hacer, así que dejo todo a su suerte.

En la mañana siguiente despertó al sentir una presión en el pecho, y al abrir los ojos, sobre este dormía como si nada la bruja.

Un calor, que nada tenía que ver con el clima de la Amazonía, subió por su cuerpo hasta verse reflejado en su cara. Recordando cada momento, cada beso, cada caricia, de la noche anterior, aquel calor crecía mas y mas.

-Circe, si eras tu lo que necesitaba.- dijo Arabella despertando de su letargo.

Pese al buen momento, y que quería mucho a Arabella, no pudo evitar sacar de su interior lo que siempre le quiso decir a la bruja.

Sin notarlo le estaba haciendo una escena.

-Supongo que ahora que estas bien te marcharas ¿No?- dedujo mientras tomaba un mechón rubio en sus manos.-No hay nada que pueda hacer para evitarlo, lo se. Se como funciona esto.

Arabella se sentó para verla, sentía pena por sus palabras, porque en cierta forma tenia razón, ella no era capaz de quedarse quieta, no era capaz de mantener su paz por mucho tiempo.

Menos sabiendo lo que la perseguía.

-No se como hace Hisirdoux para tolerar esto.- le recriminó Circe, saliendo de la cama, mientras se cubría con una sabana.

-Lo que tengo con él es algo distinto. No me puedes reprochar nada. Sabes como es todo esto.- le dijo tomándola del brazo.

-Quizas te podía dar un motivo para quedarte, pero veo que es imposible que cambies, siempre lo es.

—¿Cuál?— preguntó con malicia Arabella.—Porque esto que sucedió no es suficiente.— agregó sin dejar de verla.—Pense que lo sabias.

Circe se soltó del agarre, y salio del cuarto. Arabella le acaba de dar un motivo para dejar de quererla.

A pesar del calor, y el dolor en su alma se encerró en su habitación hasta que supo que Arabella abandonó la casa cerca del medio día.

  La hechicera se sintió mal, nuevamente se separaban de mala manera. Por momentos se arrepintió de lo que dijo, y deseaba volver el tiempo atrás para borrar sus palabras y seguir durmiendo con ella, pero sabia que eso era imposible.

★★★

Muy buenas ¿Como dicen que les va?

Dios al fin, estas dos hicieron todo lo que tenian que hacer, estoy feliz por ellas, a pesar de que lo bueno dura poco. Igual creo yo que Circe siempre creyó que Arabella cambiaría por ella, pero por lo visto no.

Perdón la tardanza en las publicaciones es que voy escribiendo sobre la marcha, y nada eso.

Como siempre gracias por el aguante y si la vida me es justa hasta el sábado.

Besitos, besitos, chau, chau.

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