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Llegaron a una mansión sobre la colina. El lugar estaba perfectamente iluminado por el fuego de las velas. La luz amarillenta lo dotaba de magia, y Circe no pudo evitar sonreír ante el espectáculo que sus ojos veían.
La carroza se detuvo a unos metros de la entrada, donde fue recibida por dos mayordomos. Antes de que la hechicera diera un paso fuera, abrió la cajita que reposaba sobre su regazo, dentro había una antifaz que hacia juego con el vestido, con la única particularidad de que este tenia orejas de conejo. Le hacía recordar a su familiar Cáliz, quien quedo en la casa durmiendo junto con Archie.
—¿Lista mi lady?— le pregunto Hisirdoux antes de bajar.
Circe asintió con la cabeza, se puso el antifaz, y bajaron juntos de la carroza. Fueron escoltados por los mayordomos al interior de la mansión. Dentro había mucha gente, el anfitrión recibió a Hisirdoux con fuerte abrazo, y fijo sus ojos en su compañera que estaba por completo distraída viendo todo a su alrededor. Este le tomo la mano, y se la beso, lo que provoco llevarse de lleno la mirada bicolor de ella. Ante la incomodidad retiro la mano, dando un risilla nerviosa.
—Ahhh lo siento, no estoy acostumbrada a tanta caballerosidad.
—No se preocupe mi lady, esta noche estará rodeada de eso, a una dama como usted es lo último que le debería faltar.— respondió el noble ante el nerviosismo de la hechicera.
—Bueno, me gustaría que me trataran como a todo el mundo aquí dentro. Solo quiero disfrutar la noche junto a mí hermano.— dijo abrazándose al brazo de Hisirdoux, quien noto cierta incomodidad y tomo la mano que lo unía a ella.
El pelinegro se despidió con la mirada del hombre que los había recibido, y junto con Circe, que parecía no querer soltarse de él, fueron a recorrer el gran salón que les dio la bienvenida.
—¿Viste un fantasma o algo? Tu no te comportas así.— le pregunto en cuanto se detuvieron a ver un cuadro con estilo renacentista antiguo.—Por lo general eres mas animada, mas cuando de una fiesta se trata. Digo, eres de quienes buscan que los anfitriones se sientan animados con sus propias fiestas.
—Él no es humano ¿Cómo no lo notaste? Yo, yo creo saber quien es.— respondió un tanto nerviosa.
Miro a donde estaba el dueño del lugar recibiendo mas gente, quien compartió una mirada a lo lejos con ella, haciendo que se pusiera mas nerviosa. Volvió la vista al cuadro.
—¿No quieres bailar? Quizás así despejes un poco, te hará bien, que todos vean ese hermoso vestido.— le pregunto tras notar que la fuerza del agarre crecía.
Ella solo asintió, con una sonrisa fingida de aquellas que son difícil de ocultar.
Fueron a la pista de baile, una pequeña orquesta tocaba música calmada, lo que hizo que por momentos la mente de Circe se despejará un poco.
Eran ellos dos, como el los viejos tiempos, donde su único cometido era conocer el mundo. Apoyo su cabeza en el pecho de Hisirdoux, cerro los ojos, y sintió la misma paz. Esa sensación de cuando estaban en la playa contemplando como el sol se iba acostando sobre el mar. Sin embargo todo eso se acabo cuando chocaron contra alguien. Al abrir sus ojos se topo con el anfitrión del baile, quien tuvo la agradable idea de querer bailar con ella.
—¿Me permite?
Circe lo vio dudosa.
—Yo ...
A pesar de la resistencia que puso, y la persistencia del pelinegro para que aquel hombre desistiera, no le quedo otra que ir a bailar con él.
Sus brillante ojos verdes se clavaron en la asustada mirada de Circe. Si no fuera por el antifaz hubiera dejado al descubierto su completa cara de horror.
El mundo allí dentro empezó a girar al compas de una canción mucho mas rápida. Aquel hombre sostenía con rudeza la cintura de ella, haciendo que su respiración fuera mas pesada. No sabia si era por el peso de aquella mano, o porque el corsé del vestido de la nada le empezó a apretar.
Todos allí giraban al son de la música, hasta que Circe no pudo mas, en cuanto vio un pequeño escape se desprendió del él. Huyendo como una presa.
Por momentos lo perdió de vista, al igual que Hisirdoux. Salió al balcón que daba a un inmenso parque. El aire estaba mucho mas frio, su respiración volvió a la normalidad, sostuvo con fuerza lagrimas de impotencia.
Le sudaba la cara, por el calor de las velas combinadas con aquel atroz baile, no le quedo otra que sacarse el antifaz, para poder recibir de lleno el frio de la noche. Una voz masculina le provoco un intenso escalofrío. No le dio tiempo a ponerse el antifaz para evitar ser reconocida.
—Tienes una particular mirada, tan difícil de olvidar Catalina o Circe ¿Cómo prefieres que le llama esta vez?
—Walt , que agradable sorpresa.— respondió girando sobre sus talones para quedar cara a cara con él.—Prefiero que me llames Circe, el otro nombre es mi nombre de casada.— se burlo.—¿Cómo es que alguien como tu llego a esto? ¿Cuál es tu trampa?
El señor Strickler rió ante la pregunta de ella. Se le hacia gracioso que por se un cambiante piense que no podía llegar muy lejos.
—Que divertida, señorita Hestigio.
Dio un paso al frente hasta quedar lo bastante cerca de ella para notar la incomodidad con la que cargaba, pero no lo suficiente para notar el mínimo movimiento de Circe para hacer una daga mágica.
—No de un paso mas o se quedas sin descendencia.— amenazo.
—Adelante, hazme algo, inmediatamente te colgaran a ti por bruja, y al mago por traerte a nosotros.— alego con cierta malicia tomando la muñeca de Circe.—Quizás pueda terminar el trabajo de Desdemona.
Con rapidez la hizo girar, poniendo la mano armada a sus espalda, apretándola contra la gruesa barandilla de cemento del balcón. Ambos vieron el abismo que separaba el suelo que pisaban con el pedazo de tierra mas cercana.
—Mmmmm ¿Una hechicera resistirá una caída como estas?— preguntó esbozando una gran sonrisa malvada a la par que sus ojos brillaban.
Los pulmones de Circe se llenaron de aire al sentir que era levantada del suelo. No estaba dispuesta a dejar que su vida termine justo ahí, menos a manos de un cambiante. Con gran fuerza, sin pensarlo demasiado, dio un gran cabezazo así atras. Strickler la soltó, y la respiración de ella volvió a la normalidad.
—Veamos si un cambiante aguanta un golpe en los bajos.— dijo antes de darle una fuerte patada en la entre pierna, para al fin huir de ahí.
El cambiante, en su forma troll, se retorcía del dolor en el suelo, dándole un poco de pena a la hechicera. Sin pensarlo demasiado se dispuso a salir ahí. Cuando dio un paso dentro el salón, Strickler la agarró del tobillo, tirándola al suelo. Tomandola, otra vez, por sorpresa.
—Dejame en paz, estúpido cambiante.— suplicaba al sentir el peso de las manos de aquél tipo sobre sus muñecas.—Sal de encima mio para que te pateé el traseros.— gruñía pataleando, esperando que el errático movimiento de sus piernas le de fuerte en algun lado para levantarse del suelo.
Riendo del vano esfuerzo de ella por querer zafarse de su rocoso cuerpo; tomo con una mano sus dos muñecas tatuadas, llevándolas por encima de su cabeza colorada. Con la mano suelta, saco un especie de pincho de su cuello, dispuesto a apuñalar a la hechicera que no dejaba de moverse.
—Primero te mató, y luego lo conversamos.
Con malicia bajo aquella pequeña daga, con la esperanza de darle fin a una aprendiz de Merlín, pero una gracia del destino lo detuvo. Una fuerte explotación, proveniente del salón, los empujo a ambos hasta el límite del balcón. Circe término sobre él, agradecida a quien haya causado aquella esa distracción.
—Mi muerte sera otro día.— se burlo a penas tratando de levantarse.—Que feo eres, lo nuestro no iba funcionar.
Salió corriendo de ahí, para encontrase con una escena muy rara. En medio del salón estaba Arabella empuñando su arco, este no traía flecha, supuso que ya la había arrojado. La rubia se veía distinta, hacia como cien años que no se veían, quizás menos. Usaba un vestido oscuro, que hacia juego con un antifaz gatuno. Podía notar a lo lejos sus rojizos ojos que poco a poco fueron tornándose marrón.
Strickler, como humano, volvió a parecer a sus espalda, llevándose la misma sorpresa que ella, pero sin dejar de lado la idea de acabar con ella.
Cuando la tomo por los hombro para llevarsela otra vez al balcón, Circe no dudo en gritar. Sabia que a pesar del griterío, en el estado que estaba Arabella la iba a escuchar.
—¡Arabella!
La rubia llevó sus ojos enojados a la fuente de tal súplica, levantó su mano, de esta salio solo un rayo rosa que le dio en la cabeza a cambiante, desmayandolo. Circe corrió a ella, y se pegó a la rubia con un abrazo.
—Muchachas, debemos irnos de aquí.— dijo Hisirdoux empujándolas para salir de la mansión.
Arabella le suplico a White para que se transformara en una gran dragona para salir de ahí. La gata le hizo caso, y con rapidez dejo su forma felina para transformase en una dragona con características de serpiente.
•
Llegaron a la casa de Hisirdoux, fueron recibidos por los dos familiares restantes. Cuando estaban en suelo el pelinegro enfureció.
—¿Qué fue todo eso?— preguntó muy enojado, arrinconando a la rubia contra un pared.—Puedes una vez no...
—No ¿Qué?— le preguntó incitándolo a que termine su oración.—Deberías agradecerme por salvarle el pellejo a Circe.— termino por decir, empujándolo para quitaserlo de encima.
Hisirdoux se lo veía muy enojado con todo. Con Arabella por atacar a alguien en medio de un baile, y sobre todo con él por haber dejado sola a Circe.
Ninguno de los tres se hablaba, menos Arabella e Hisirdoux. Circe se sentía en medio de una guerra silenciosa que le hacia sentir incómoda.
Una agitada respiración la hizo volver a la realidad, pudo ver a lo lejos a Rebeca acercandose corriendo, agitando una mano en el aire, y llamando a pelinegro. Este la vio, e inmediatamente fue hasta ella, con el temor de que le haya pasado algo. Al tenerla cerca la abrazo tranquilo de que todo estaba bien.
Circe otra vez se sintió incómoda, pues sentía como los celos de Arabella crecían a su lado. La imagen que siempre tuvo de la bruja era sobre una mujer bastante relajada en cuanto la relación que guardaba con Hisirdoux, en ese momento no podía ver a la misma de siempre.
Cuando Rebeca unió sus labios con el mago, un acto bastante heroína para Circe, la pelirroja tuvo que detener a la rubia para evitar que armara otra situación.
—Arabella, no me parece justo.— le susurro.—Él te quiere, lo se, pero también debes dejar que quiera a alguien mas ¿Cuándo fue la última vez que se vieron?
La bruja la ignoro por completo, se metió en la casa, y pego un portazo que los asusto a todos.
Circe camino hasta ellos, debía saber como iban a continuar ahora. En ese pueblo no podía quedarse mas. A ella la iban a acusar de un falso intento de homicidio, mientras que a Hisirdoux lo iban a señalar como cómplice, ni hablar de Arabella.
—Tengo un barco, podemos embarcarnos a otro país, o no se, a otro pueblo.— dijo Hisirdoux.—Algun día pasaría algo así.— resoplo tirando su fleco todo despeinado hacia atrás.—¿Vendrias con nosotros Rebeca? Ellos podrían relacionarte con nosotros.
—No puedo Hisirdoux querido. Aquí tengo todo, mi casa, mi negocio.— respondió con dulzura acariciandole mejilla al pelinegro.—Si vienen por mi, se como escapar, tengo mis secretos.
—¿Te volveremos a ver?— le pregunto Circe.
—No lo se.— se limito a responder sin quitar aquella sonrisa de su rostro.
Abrazo muy fuerte a la pelirroja, la cual no pudo evitar derramar una que otra lágrima. Se despidió de Hisirdoux con un beso, pues tenia bien en claro que no se verían en mucho tiempo.
Antes de que el sol saliera, Circe, Hisirdoux, Arabella, y los familiares se embarcaron sin un rumbo. Otra vez escapando de la muerte.
★★★
Buenas ¿Cómo les va? Esperó que lindo.
Este capítulo lo empecé ayer, y lo termine hoy, siempre haciendo la tarea con tiempo.
Todos los baile terminan mal, pobre Circe no le dan respiro. Perdon, pero soy fan de la escena del balcón, ahí no mas de que lo cortaran el pellejo.
Como siempre digo, sin mas que agregar, gracias por el apoyo y hasta el martes.
Besitos, besitos, chau, chau.
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