17
Pelearon espalda con espalda, contra todo aquel que se les fuera encima, con magia, o con la espada. Eran dos, y a la vez uno solo, Circe no se había sentido así en años, nunca una pelea le gusto tanto como hasta en ese momento. Luego de un interminable round, los que se dieron por vencidos, y aun seguían sanos se marcharon.
La excitante sensación de la adrenalina recorriendo el cuerpo de Circe la hizo saltar en el lugar dando gritos de alegría, hasta que se relajo y vio todo a su alrededor, y a Baltimore mirándola con cara de sorpresa.
—Uuups.— dijo apenada.—Soy la curandera, puedo solucionar esto.
Muchos hombres habían quedados tendidos en el suelo, y Circe no lo podía dejar así, su deber siempre fue curar a pesar de que su magia este ligada a la muerte. Puso sus manos sobre la tierra, recitó un cántico iluminando el suelo moribundo. La luz llego a todos aquellos que se encontraban quejándose por los golpes, y quedaron dormidos de repente.
—Bien, al despertar no sentiran nada —dijo—. Eso espero.
—Tu corazón en muy noble por salvar a estos idiotas.—dijo Baltimore con voz entrecortada.
La fortaleza que tanto caracterizaba al brujo, poco a poco fue disminuyendo, quedando de rodillas. Circe no creía lo que veía menos sabia lo que le ocurría.
—¿Qué ocurre? —pregunto agitada.
Un sentimiento de desesperación le recorrió al ver en los ojos de aquel hombre solo oscuridad. No era solo eso lo que la mantenía preocupada, sino que tambien podia sentir la presencia de goblins. Lo que hizo que se le pusiera la piel de gallina, esa era la hora en que esas criaturas salían a cazar a sus víctimas.
—Debes levantarte Baltimore.— rogaba por sus vidas Circe.
Sin saber de donde, Circe hacia toda la fuerza posible para que el brujo, mucho mas pesado que ella, se levantara del frio suelo. Con la poca energía que le quedaba Baltimore se puso de pie, y junto con la hechicera que usaba de apoyo, caminaron por la oscura noche hasta llegar al pequeño y acogedor hogar.
En la entrada, con cara de asombro y preocupación estaba Hisirdoux. Salió corriendo a ayudar a su amiga a llevar al hombre, que ahora los superaba en peso a ambos por igual. La delgadez del pelinegro resistió a duras pena el poco trecho que quedaba. Al entrar a la casa, los tres cayeron al suelo, y por la entrada, de un salto, ingreso Alack, quien fue directo a la cara de su familiar para lengüetearle todo el rostro.
—Estoy bien amigo, no es necesario.— dijo Baltimore tratando de sentarse.
—No, brujo, no estas bien, y si es necesario.— le respondió el gran lobo negro a su familiar.
—Wuau, no sabia que hablabas Alack.— se sorprendió Circe.—Muéstrame que te ocurre, brujo tonto, lo que vi allá no es normal ¿Qué te ocurrió?
El brujo se arremangó la camisa y dejo al descubierto tres tatuajes que iban de su muñeca hasta el antebrazo. Lo que sorprendió no fueron sus marcas, similares a la de Circe pero de un color distinto, si no que su brazo se iba cubriendo con una especie de lineas violáceas que subían hasta perderse por debajo de la manga.
—Quítate la camisa Baltimore.— ordeno Circe con voz firme.
Al ver que él no hacia lo que ella le pedía, a la fuerza se la saco. Si alguna experiencia le había dejado ser curandera era tratar con hombre tercos. Hisirdoux ayudo a quitarle la prenda, y cuando ambos vieron su torso desnudo quedaron boquiabierto al ver lo que la ropa ocultaba.
—Por mí madre, ¿Un hombre puede verse así? —pregunto sorprendido Hisirdoux.
—Douxie —lo repecho, avergonzada.
—Vamos hermana, esto no es normal —insistio—. Y no hablo de esa maldición que se expande por su, poco mortal, cuerpo.
Su pecho estaba cubierto por las mismas betas que el brazo, e iban mas a allá. Daban vueltas por la espalda, subían por la nunca. Era algo impresionante.
—¿Me devuelven la camisa? o ¿También quieren ver si la maldición baja por mis pantalones?
Tanto Circe como Hisirdoux se pusieron colorados ante las palabras del brujo, y negaron la cabeza al mismo tiempo. Los años que tenían se habían esfumado con la pronunciación de una sola oración.
Circe pudo notar algo sobre el pectoral del brujo, del lado de su corazón, una hendidura un tanto infectada, era de allí donde todo surgía.
—¿Qué es esta maldición?— preguntó espantada, acercandose para verla mas de cerca.
—Me lo hizo una bruja que quedo muy enojada.— respondió vagamente.
—Pero ¿Qué maldición es?— volvió a preguntar, apoyando su manos sobre la lastimadura.
—Cuando me mate, mi alma le pertenecerá a la bruja.— respondió muy serio tomando la mano de Circe.
Lo que le acaba de contar fue como un puñal. No tenia idea alguna de como curar algo así, las enfermedades humanas eran menos complicado que eso, y muy rara vez llegaba alguien mágico con algún problema de salud ¿Qué clase de persona sería capaz de hacer eso? Alguien quien seguro no quería que Baltimore se marchara de su lado.
Sentía que algo así estaba fuera de su alcancé, que buscaba en ella una solución errada. Sin embargo tampoco quería perderlo. A pesar de que los años en que estuvieron separados era evidentes, no deseaba que él se marchara de esa manera, y aun seguir vivo de la forma errónea en las manos de otra persona.
—Hare lo que pueda para poder terminar con tu maldición.
Aun sin soltarle la mano, este se la tomo con mas fuerzas. Quizás estaba atemorizado por lo que podría pasarle, o quizás confiaba en la magia curativa de la pelirroja que tenia en frente.
Noto que no había vuelto a usar magia negra de ningún tipo después de lo que sucedió años atrás. Lo que podría ser un problema para ella si ahora buscaba la manera de terminar con una maldición creada desde el lugar mas oscuro de una persona.
—Deberías bañarte.— dijo Circe, y contra su voluntad, se soltó de su agarre—Calentare agua para ti, descansa algo.
En cuanto Circe salio de la casa, las estrellas aun brillaban con potencia sobre el frio cielo oscuro, el vapor salia de su boca, y en sus brazos nacía un dolor que le fue ajeno por mucho tiempo. Levanto las mangas de su vestido, y al notar lo que estas ocultaban ahogo un grito con su mano.
Sus tatuajes, que en lo cotidiano son de un suave color rosa, ahora estaban teñidos de negro. Era la primera vez que ella veía algo asi, sin estar segura de que fuera la primera vez. Sus tatuajes le ardían, no le permitían hacer ningún movimiento, porque no era solo en su brazo donde sentía el ardor. Levanto la falda del vestido para ver sus muslos, y allí tambien las marcas mágicas estaban oscurecidas.
—¿Qué esta pasándome?— se pregunto angustiada.
No le quedo otra que buscar una forma de relajar su cuerpo, mas que nada su espíritu. Se sentó bajo la fría noche, respiro hondo y profundo varias veces, sin pensar demasiado en nada, ni en Baltimore, su maldición, la bruja que fue capaz de hacerle eso, o que hace unos minutos atras casi la asesinan. Tras diez minutos de meditación, sus marcas volvieron a su color usual.
Cuando al fin termino por prender el fuego para calentar agua, Hisirdoux salió en busca de ella.
—¿Ocurre algo?— pregunto mientras se acercaba a ella, frotándose los brazos por el frio del ambiente.
—Nada, solo que no podía dar con la leña indicada, esta todo muy húmedo acá afuera.— le respondió tomando unas leñitas del suelo.—Toma, lleva adentro así calentamos un poco la casa.
—No te preguntaba por eso, pero bueno, vamos adentro esta helando acá.
Al entrar a la casa, se encontraron con Baltimore dormido sentado, con la cabeza apoyada en la cama de Circe, y Cáliz durmiendo sobre su regazo.
—Hay que dejarlo dormir —murmuro Circe.
Dejaron la leña a un costado, tratando de hacer la menor cantidad de ruido posible. Circe camino hasta él, apoyo una de sus manos sobre su frente, y la aparto con rapidez al notar la fiebre que tenia. Compartió una mirada de preocupación con Hisirdoux, y con delicadeza para no despertar al brujo abrió su camisa. Abrió sus ojos con espanto al ver que la lastimadura que tenia sobre su pecho crecía con rapidez.
—Creo que se esta infectando.— trago saliva.—Se de algo que le puede aliviar eso, pero debo ir al lago.
—Voy contigo.— dijo Hisirdoux.
—No, quedate con él, por si despierta, y se encuentra mal. Iré sola ¿Qué podría pasar?— río nerviosa.
—Lady Hestigio, iré hacerle compañía, usted misma dijo que durante estas horas de la noche salían las peores criaturas.— propuso el gran lobo negro, caminado al lado de Circe.
Circe asintió con la cabeza, se coloco un abrigo grueso, y junto con Alack salieron en busca de la cura para la infección que crecía en el pecho del brujo.
El camino al lago fue largo, a la vez que rápido. Ambos iban con sigilo, atentos a que nada ni nadie notara su presencia. Para llegar aun les quedaba atravesar un pequeño bosquecillo, de árboles delgados, y suelo pantanoso.
—Uuugghh, ahora recuerdo porque no venia para estos lados.— se quejo levantando su falda para evitar que toque el agua estancada.
—A todo esto lady Hestigio ¿Qué buscamos?— pregunto con curiosidad el lobo, que iba saltando de charco en charco.
—Si tenemos suerte muchas monedas viejas, sino solo un par.— respondió llegando al otro lado.—Esas monedas son muy antiguas, y leí que son capaces de curar infecciones mágicas, por el material y porque están encantadas.
Alack olfateó por todos lados en busca de alguna moneda de plata, mientras que Circe alumbraba con un suave brillo el suelo húmedo de la costa del lago. Tardaron al menos media hora en dar con una sola moneda, era suficiente sin embargo no sabia que tanto podría servir a largo plazo.
Con su pequeño tesoro resguardado, dieron la vuelta para volver a la casa. La noche era por demás tranquila, los sonidos de la naturaleza armonizaban el lugar, hasta que un movimiento entre las ramas de los arboles pusieron en alerta todos los sentidos del lobo.
—Creo que tenemos compañía.— dijo por lo bajo.
Circe solo asintió con la cabeza, y ambos apresuraron el paso. En un abrir y cerrar de ojos se vieron rodeados por múltiples goblins. No les quedo otra que luchar para salir con vida de allí.
Aquellos seres verde se abalanzaron sobre ellos a gran velocidad. Alack se defendía con sus potentes mandíbulas y fuertes patas de atrás, mientras que Circe usaba su magia mas básica para quitarse los goblins de encima. Cuando se vieron rodeados de nuevo, a la hechicera no le quedo otra que usar algo mas potente. Se puso de rodillas en el suelo, plato sus manos, las hundió hasta el primer tatuaje de su muñeca.
—Vamos, surjan maldita sea.— maldijo enojada y desesperada.
Frunció su ceño a mas no poder, y con mucha fuerza, las raíces bajo el suelo hicieron temblar todo, para salir a tomar el frio aire, y derribar los goblins que los rodeaban. Circe se levanto con la poca fuerza que le quedaba, y a Alack cambio de forma. Dejo de lado su forma de lobo feroz para ser un audaz corcel pelinegro, de furiosos ojos rojos. Alzo a Circe, y con rapidez salieron de ahí, dejando que las raíces se encarguen de los monstruos de la noche.
Con el primer rayo de sol, volvieron cansados, hechos polvo, Circe junto con un lobo muy agotado. Entraron a la casa, arrastrando los pies, Baltimore seguía durmiendo, y a su lado cabeceando del sueño Hisirdoux.
La pelirroja saco la moneda de donde la tenia guardada, y camino hasta el brujo. Abrió su camisa, y apoyo en la purulenta lastimadura la moneda de plata, que brillo ante el mínimo contacto con la piel maltrecha. Muy lento, Baltimore fue abriendo sus ojos, tomo la mano de Circe, y apoyo contra su pecho lastimado. La fiebre iba bajando lento, pero con seguridad, y la infección iba disminuyendo.
—Gracias.— murmuró, esbozando una leve sonrisa, y volvió a caer dormido.
Circe cayo rendida a su lado, Alack se acostó, apoyando su cabeza sobre su falda, y ambos bostezaron adoloridos.
—Que noche mas larga.— rio la pelirroja, y se durmió.
★★★
Hola ¿Como van? Espero que bien.
¿Capitulo dinámico? Capítulo dinámico.
Acá nadie se salva de casi morir, o estar maldito. Algo común le decimos. Espero que les haya gustado.
Sin mas que agregar, y como siempre, gracias por el apoyo brindado, nos leemos el jueves.
Besitos, besitos, chau, chau.
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