13

Los días pasaron con rapidez. Ambos apéndices de Merlín estaban sumergidos en diferentes tareas. Tanto que no notaron los años viviendo allí.

Estaban en paz y conformes con el lugar que les brindaron.

Circe comenzó a sentirse más confiada con respecto a su magia. Podía hacer hechizos simples de naturaleza oscura, así como algunas pócimas y leer viejas escrituras. Baltimore le había ayudado a no tener a sus raíces. Le dio una mano al momento de explorará lo que magia oscura le brindaba.

Quizás ella aún era muy joven, y no terminaba de descifrar lo que sentían cuando el brujo le hacía compañía. Sentía una extraña calidez, una que ningún otro hombre le hizo sentir. Qué tomara su mano para acomodar los símbolos, que corrigiera su postura con cuidado, o que la viera a los ojos con aquélla mirada que solo desbordaba misterio, todo era un motivo para que sonriera cada vez que lo cruzaba en su camino. 

Aún así, no evitaba sentir temor al recién nacido amor que tenía por él. Porque aunque fuera misterioso, era eso lo que le atraía como así también le atemorizaba.

Baltimore era como ella; y para Circe no había nada peor que encontrarse a alguien similar a su persona.

También estaba Hisirdoux, a quien le había dado el título de hermano, pese a la lejanía del parentesco. Lo amaba mucho, y con el amaban incondicionalmente a quien adoptaron como padre, a Merlín.

El joven aprendiz la acompañaba a sus clases de hechicería, lo que obligaba a Baltimore tener ojos de más, porque Hisirdoux también quería aprender. Así fue que el mayor de todos comprendió que donde estuviese uno estaría el otro.

El tiempo pasó, y por un largo rato no hubo de que temer.

-¡Feliz cumpleaños!- la despertó a los gritos Hisirdoux.-Veintitrés años, toda una hazaña.- dijo dándole un fuerte abrazo.

Se apartó y la vio, fingió derramar una lágrima que seco de inmediato, y Circe no hizo más que reír por eso.

—Detente tonto.

—Bueno, pero este tonto te tiene un presente.

Le paso una cajita decorada, y Circe la abrió con una gran sonrisa. De esta saco un collar con una piedra de suave color amarillo.

-La vi, y por alguna razón pensé en ti.— dijo.—Cambia de color con la luz. Brilla, justo como tú.

-Es hermosa.- dijo con una gran sonrisa.

-Es para la protección.- contó tomando el collar para prendérselo.

Era una piedra preciosa, y ante la visión de Circe, un gusto extraño viniendo de su hermano.

-Este regalo ¿Lo pensaste tu?- preguntó viéndolo por encima del hombro.

-Estem, yo ¿Si?- respondió nervioso.

-Esta bien.- sonrió.-Vamos a desayunar algo, muero del hambre.

Caminaron entre la gente, aquella comuna cada día se hacia mas concurrida, nuevas brujas, hechiceros llegaban junto con gente normal que se atrevía a pasar por el bosque en busca de alguna cura mágica.

Iban hablando de algo, hasta que Circe dejo de prestarle atención. En su visión se topo con Baltimore, y aún viéndolo a lo lejos, no hizo más que suspirar enamorada.

—¿Por qué no mejor vas a saludarlo?— pregunto Hisirdoux y le empujó.

Circe se acercó, y el brujo volteó a verla. Ambos sonrieron sincronizados. Cuando ella estuvo a unos pasos, él se apuro, y la abrazó, tomándola por sorpresa.

Atónita, no tardó demasiado en corresponderle. Sin temor a pudiera sentir su corazón latir con desenfreno. Era la primera vez que estaba tan cerca suyo, y le brindaba esa muestra de cariño.

-Ah, tus abrazo son tan cálidos.- dijo reposando su cabeza en el pecho. -Agradecería que cada vez que nos veamos me recibas como si fuera mi cumpleaños.

El brujo se apartó, tomo la mano de Circe depositando en su palma un anillo de plata.

-¿Y esto?- pregunto confundida, y nerviosa.

-Pronto me marchare, pase mucho tiempo acá, mi cometido era ayudarte, y eso hice.- respondió tomando el anillo.-Si hechas el anillo al fuego te dirá un encantamiento.

Le coloco el anillo, y seco una lagrima que se deslizaba sobre las pecas de Circe. La tomo del mentón, endurecido para evitar llorar aún mas, levanto su mirada, solo para cerciorarse de que se encuentre bien.

-Eres mas valiente de lo crees.- dijo con liviandad, regalándole una leve sonrisa.

-Es un bonito regalo.- sonrió Circe. -Solo no te vayas sin despedirte.

Una vez más la abrazó, y dijo algo en su oído que provocó que Circe se enredara aún más en sus hombros.

—Bien.— dijo Baltimore apartándose.—Recuerdas que hoy harás tú primera invocación.

Ella asintió, y le dio una sonrisa, que lejos de ser de alegría reflejaba cierto pena.

—No lo he olvidado.— dijo.

Tras eso último, Baltimore se fue sin decir mas nada, dejando a Circe al borde del llanto. Un llanto que prefirió contener, como aquel que viene conteniendo de hace años. Hisirdoux se acercó por detrás, posando una mano en el hombro de Circe y le compartió una mirada de dolor.

-No te preocupes, con el tiempo deja de dolor, un poco.- dijo como consuelo.

-No quiero, quiero que no me duela ¿Por qué las partidas duelen?- gimoteo viendo a Hisirdoux.

-Supongo que cuando te encariñas mucho con alguien, las partidas duelen. Solo no dejes que se vaya sin que lo sepa.

-Eso es muy cruel, no podría.- musito.-¿Qué tan humano es abrir mi corazón a alguien que se va? O peor, cargarle con un pesar a quien se va.

Circe camino sin rumbo, sin importar que su estomago rugiera, sin importar que Cáliz fuera detrás de ella dando saltos torpes. Estaba siendo poseída por el dolor, algo que no le pasaba seguido.

-Pero Circe, será peor para ti, créeme.- dijo Hisirdoux deteniéndola.

-Déjame, por favor. Debo estar tranquila para hacer la invocación hoy, y esto, esto que siento.- se agarro el pecho.-No me beneficia en nada, menos si pienso en eso.

Cáliz salto a los brazos de su familiar, y restregó su cara en el pecho de ella, sacándole una mínima sonrisa. Con Hisirdoux no se volvió a tocar el tema de vuelta. Ella siguió estudiando lo que debía hacer durante el ritual de invocación.

Cuando la hora llego, su estomago rugió ante los nervios, y el miedo.

Con la luna en lo mas alto del cielo oscuro, Circe se vio con Baltimore, que la encamino a una zona bastante alejada del bosque, pero no lo suficiente como la vez que crearon a Cáliz.

El brujo se sentó, indicándole a Circe que su momento había llegado, el ritual lo debía hacer ella sola. La hechicera llevo su manos a su pecho, extendiéndola hacia el frente, para luego formar un medio circulo con estas. En el suelo oscuro casi muerto, se formo un pentagrama brillante.

-Flendo defundimus iram tenebris.- recito, llevado su manos a sus ojos cerrados.

De sus ojos brotaron lagrimas negras, que ella salpico dentro del pentagrama.

Lo único que podía hacer el brujo era asentir con la cabeza, sin emitir palabra alguna, sin interferir.

Circe se sentó frente a él, tomo sus manos, y murmuro algo
Entre ambos se formo una esfera oscura, que levitaba frente a sus ojos. Sus manos comenzaron a moverse sobre esta, mantrando una canción inaudible.

El ritual marchaba bien, ella se pudo conectar con el mas allá, con espíritus sanos que rondaban por el bosque.

—Lo haces bien.— murmuró Baltimore.

Ella dio una leve sonrisa ante sí aprobación, y continuó con la invocación

Sin embargo, fue cuestión de haberse desconcentrado unos dos segundos, algo había atravesado su mente, y sin notarlo recito otro hechizo, uno que la mando a donde estaba ella, sólo que no pudo distinguir el tiempo.

—¿Dónde ...?— se cuestionó, impaciente.

La esfera se torno rojiza, no era por enojo, era por temor. Lo que vio fue fugaz, fue de miedo, fue lo suficientemente poderoso para que las energías malignas se aprovecharan de ella.

Su mundo era otro, y la realidad oscura.

-Lo haces muy bien, es una lastima que no me quede por mucho para ver como sigues tu camino.- dijo la voz de Baltimore.-Ay Circe, todos se van de tu lado, porque tu no perteneces a ninguno ¿No es eso triste?

-¿Qué dices? - preguntó sin poder abrir los ojos.

De la tierra empezaron a surgir raíces ennegrecidas por el tiempo y la humedad. Se iban enroscando en el cuerpo de ella, y con violencia iban aprisionando a Baltimore.

-¡Circe debes para!- grito Baltimore.

El brujo iba cortando las raíces, con la esperanzas de llegar a la joven hechicera poseída.

-¡No dejes que te controlen!

Circe que ya no era dueña de su cuerpo. Extendió una de sus manos al frente, recogió algo de tierra, frunció el ceño con enojo, y de su boca salió un conjuro que no había visto en los último años, una parte de ella que no le pertenecía manipulaba su mente.

-Mortuus vivorum.- recito Circe, lanzando el puñado de tierra del bosque al aire.

En cuanto el polvo toco el suelo, muchas manos empezaron a brotar, tomando por todas parte al brujo, haciendo que cualquier movimiento se le imposibilitara. Circe recobro la conciencia por un instante, lanzando un alarido de dolor al sentir como unos lazos negro envolvían sus tatuajes mágicos haciendo que estos ardieran sobre su piel.

-Circe debe morir Baltimore, es inevitable.- canturreaba una voz femenina.-Su destino así lo dice.

Una silueta se hizo presente y se acercó hasta quedar cerca del brujo.

-¿Quién diría que dos ofrendas para la diosa se amaran de esta manera?

-¡No dejare que la maten!- grito zafándose de las manos putrefactas el brujo.

De los ojos de Circe brotaban con violencia lagrimas negras que alimentaba el suelo del bosque con su dolor, Baltimore empuño su espada, rompiendo las manos que aun lo sujetaban y con rapidez partió la esfera que era lo único que mantenía a Circe atada al otro plano, haciendo que todo desapareciera.

La joven hechicera, se desplomo sobre suelo, su pecho subía y bajaba en compas con una débil respiración.

Al abrir sus ojos, noto que estaba siendo cargada por Baltimore, y Cáliz dormía acurrucado sobre su estómago. No recordaba nada de lo que había sucedido minutos antes de desmayarse, solo un intenso dolor que partía su cabeza en mil pedazos, y corrompía su espíritu, creyendo al fin que iba a ser parte de Nix.

-Eso estuvo terrible.- murmuro.

-Lo hiciste bien, solo perdiste la concentración.- dijo este sin quitar los ojos del camino.-Cuando la cabeza esta intranquila, es muy difícil que un ritual así salga bien, menos si aun te siguen los pasos. Dime ¿Qué te aqueja, Circe?

Ahora, era él quien le causaba intranquilidad.

Circe cerro con dolor sus ojos, y escondió su cara contra el pecho de él. No respondió a su pregunta, se quedo dormida con otro pesar mas en su joven alma.

★★★

Hola ¿Cómo va? ¿Todo bien por casa? Ah.

Inauguramos un nuevo día para esta historia, ahora tenemos martes, jueves y sábados de Circe, yeaahhh.

Todo mal con este capítulo, mal. No se que mas decir, solo pobre Circe.

Como siempre digo, y sin mas que agregar, gracias por el apoyo brindado, nos vemos el sábado.

Besitos, besitos, chau, chau.

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