16. Sombras del pasado
Aquel día daba una conferencia en un anfiteatro de la ciudad, hablábamos sobre las últimas tendencias en aparatología corporal, el área que más me agradaba de toda mi carrera. Estaba sumergida en mi explicación cuando la vi a lo lejos, mezclada en el público. Mis ojos no podían estar fallando y mi memoria no borraría ese rostro ni un en un millón de años, era ella.
Me distraje sin poder evitarlo, pero como no. ¿Sería casualidad? No lo creo.
La Dra. Carreño, la otra ponente, carraspeó volviéndome a la realidad, pero ese cabello enmarañado, que ahora no lucía negro sino rojo, me había dejado perdida de momento. Cuando por fin puse atención, la doctora me miraba con los ojos como platos y me sentí totalmente estúpida. Intenté componerme, me acerqué al pódium y tomé un sorbo de agua del vaso que allí reposaba, respiré hondo y logré continuar con mi pequeña, aunque muy importante exposición sobre el procedimiento de utilización de la ultracavitación para tratamientos reductores. No les voy a negar que culminar fue casi un reto para mí, no porque se me dificultara el tema, sino porque mis ojos no paraban de encontrarse con los de ella y su estúpida sonrisa burlona.
Cuando todo culmino, bajé lo más rápido que pude para enfrentarla y puede intersectarla antes de que dejara el anfiteatro.
—¿Vas a decirme ahora mismo que haces aquí, Isela? —dije, cruzándome de brazos.
—Creo que era una conferencia publica, ¿no? —respondió con evidente sarcasmo. Ella sacaba lo peor de mí.
—Solo te voy a decir una cosa: No voy a permitir que seas una piedra en mi zapato, así que aléjate de "nosotros" —puntualicé bien esa última palabra y me giré para alejarme de ella, pero sentí su fría y delgada mano sujetar mi brazo. No la dejé mencionar palabra, me sacudí de inmediato y aceleré el paso. Su contacto me generó mucha repugnancia, esa mujer era detestable.
—¡Te arrepentirás, Hanna! —Escuché de pronto. No me molesté en volver a verla.
Ignorando las últimas palabras amenazadoras de Isela, me dirigí al puesto de café con ganas de dejar atrás esa incómoda confrontación. Traté de enfocarme en las voces de los asistentes que se acercaban para hacer preguntas y compartir sus opiniones sobre la conferencia. Sin embargo, mi mente seguía divagando hacia Isela y su reaparición inoportuna.
A medida que pasaba el tiempo, la multitud comenzó a disminuir y el anfiteatro se volvió más tranquilo. Finalmente, me encontré sola con mis pensamientos. Decidí dar una vuelta por el lugar, tratando de aclarar mi mente para buscar la manera de manejar la situación con Isela sin darle problemas a Cristopher.
Mientras daba vueltas por el anfiteatro, me encontré con la Dra. Carreño, quien me miró con curiosidad. Sabía que había notado mi reacción durante la presentación y probablemente se preguntaba qué había sucedido.
—Hanna, ¿todo está bien? Parecías un poco distraída durante tu exposición —dijo con una sonrisa amable.
Respiré profundamente antes de responder, tratando de parecer tranquila a pesar del torbellino de emociones que sentía.
—Sí, todo está bien. Fue solo una pequeña distracción momentánea, pero ya está todo bajo control —respondí, esforzándome por mantener la calma.
La Dra. Carreño asintió, parecía satisfecha con mi respuesta. Antes de que pudiera decir algo más, mi teléfono vibró en mi bolsillo. Al sacarlo, vi un mensaje de un número desconocido:
"Nos veremos pronto. Nuestra historia te alcanzará, ¡te lo aseguro!"
El corazón me dio un vuelco al leer esas palabras. Aunque el mensaje no estaba firmado, sabía quién estaba detrás de él. Isela estaba decidida a perturbar mi vida de alguna manera. Guardé el teléfono y miré alrededor, sintiendo una mezcla de preocupación y rabia.
No podía permitir que Isela tuviera el control sobre mí. No importaba cuánto intentara intimidarme o hacerme sentir insegura. Había roto todos mis prejuicios, había dado mi amor y mi confianza a Cris y no dejaría que la presencia de ella afectara mi vida personal ni mi carrera.
Con paso firme, me dirigí hacia la salida del anfiteatro, sintiendo la frustración arder en mi interior. El mensaje amenazador de Isela no lograría intimidarme ni detenerme. Mi mente estaba clara en un objetivo: hablar con Cristopher sobre todo esto. Era hora de que él enfrentara su pasado de una vez por todas y no había otra alternativa.
Llegué a mi automóvil estacionado cerca del edificio y me senté en el asiento del conductor, tomando unos momentos para recoger mis pensamientos. Mientras sujetaba el volante, mi mirada se perdió en el horizonte, recordando los momentos compartidos con Cristopher y cómo nuestra relación se estaba viendo atrapada en la sombra de su pasado. Habíamos evitado hablar de Isela, pero ya no podíamos ignorarla.
Encendí el motor y salí del estacionamiento. Mi mente estaba llena de preguntas y emociones encontradas, pero sabía que tenía que mantener la calma cuando finalmente hablara con Cristopher. Conduje hacia su casa, era su día libre y habíamos quedado en vernos por la noche, no me molesté en llamar para avisar que llegaría antes porque la ansiedad consumía cada célula de mi cuerpo.
Aparqué frente a la casilla de vigilancia y al bajar el vidrio, el señor, que ya me conocía, abrió el portón para mí. Bajé despacio, inspirando hondo, y caminé hacía su puerta. Toqué el timbre y esperé, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho. La puerta se abrió y allí estaba él, sus ojos se abrieron de sorpresa y pronto se volvieron más chiquitos a causa de la gran sonrisa que esbozó. Una sonrisa esplendida, acompañada de esos ojos oscuros, que durante los últimos meses habían sido mi refugio.
—Cielo, no te esperaba todavía —dijo, su mirada reflejaba sorpresa y curiosidad.
Me hizo a un lado con su mano izquierda, sacando medio cuerpo por la puerta observando a todos lados. En ese momento, me percaté de que llevaba su armamento en la mano derecha.
Respiré profundamente, eligiendo cuidadosamente mis palabras.
—Necesito hablar contigo, Cristopher. Hay algo que debemos resolver juntos, algo que hemos evitado y que ya no podemos dejar pasar —dije con sinceridad—. Y guarda eso por favor. —Señalé el armamento.
Cristopher asintió y me hizo un gesto para que esperara. Desapareció por el pasillo y luego volvió sin el arma. Cerré la puerta detrás de mí, di un par de pasos hacia la mesa que se encontraba en una esquina para colocar mi bolso y tomé asiento en los muebles de su sala de estar, un lugar que conocía tan bien como mi propio apartamento.
—Sabes que siempre puedes hablar conmigo sobre cualquier cosa —dijo, cuando estuvo sentado junto a mí.
Asentí, y él comenzó a mirarme expectante.
—Isela ha vuelto a molestarme, Cristopher. La vi en la conferencia hoy y recibí un mensaje amenazador después. No puedo ignorarlo más. Tenemos que enfrentar a esa mujer. Lo que pasó tiempo atrás entre ustedes, necesito que me lo cuentes ahora. ¡Necesito entender!
Cristopher tomó mi mano suavemente. Sus ojos me buscaban con resignación. Finalmente había llegado el momento.
—Estoy lista para escucharte —lo animé, y acaricié su mejilla con cariño.
Él respiró profundamente, aclaró la garganta y comenzó:
—Isela y yo tuvimos una relación de tres años antes de conocerte. Al principio, todo parecía perfecto. La amaba mucho, o eso creía, pero las cosas empezaron a cambiar gradualmente.
—¿Cómo cambiaron?, ¿en qué sentido? —Comenzaba a ponerme nerviosa y Cris parecía ir muy despacio con su historia.
—Ella solía tener celos constantes —continuó—, especialmente de mi compañera de trabajo en ese entonces. Era una oficial de patrullaje con quien trabajaba a menudo. Isela nunca confiaba en ella, creía que había algo más entre nosotros.
—¡Vaya! ¿Y eso era así? —pregunté, incrédula. Solté su mano y comencé a entrelazar las mías, frotándolas entre sí.
Cristopher dejó escapar un suspiro cargado de una tristeza profunda antes de responder.
—No, por supuesto que no lo era. Isela hacía escenas de celos en público, en fiestas, en el trabajo... No importaba dónde. Hasta que un día, cuando fui a su casa para hablar de todo esto, la encontré en la cama con otro hombre.
—¡Oh, Dios mío! —exclamé, sintiendo el impacto de sus palabras.
La expresión en el rostro de Cristopher se tornó más sombría, sus ojos reflejaban la herida que aún no había sanado del todo y eso penetraba lo más profundo de mi alma. Sus palabras fluían con un tono entrecortado. Cada recuerdo parecía ocasionarle una punzada de dolor.
—No pude soportarlo. Me enojé tanto que... bueno, terminé peleando con el hombre que estaba allí. Lo golpeé fuertemente y no es algo de lo que me sienta orgulloso.
Mi corazón se apretó al verlo así, vulnerado por aquellos momentos del pasado.
—Entiendo que te hayas sentido traicionado y herido —dije, buscando palabras de consuelo. Sentía pena por todo lo que había pasado. Lo entendía, en parte, con Marlon viví algo parecido, aunque nunca lo encontré en el acto, supe de sus múltiples engaños.
Cristopher asintió, con una mirada de agradecimiento ante mis palabras. Continuó con una voz cargada de emociones.
—Después de eso, no pude perdonarla. No solo por acostarse con otro, sino por cómo había sido nuestra relación. Intenté cortar todo contacto con ella, pero ella no me dejaba en paz. Incluso se lastimó a sí misma frente a la sede para llamar mi atención. Cortó sus venas sin pensar en nada y estuvo a punto de perder la vida.
Observé su rostro, se notaba la tristeza que se reflejaba en sus ojos y en su expresión.
—Debió ser doloroso... para ambos, ¿no? —comenté, preocupada por la intensidad de esa experiencia.
Cris asintió, y su mirada se encontró con la mía, dejando entrever la carga emocional que llevaba consigo.
—He tratado de mantenerme alejado de ella y lo había logrado... hasta ahora, que, conociéndola, ha vuelto porque se ha enterado de que estoy contigo.
Sentí una mezcla de emociones ante sus palabras, emociones que iban desde la comprensión hasta la preocupación.
—¿Ella es peligrosa? —pregunté, poniéndome de pie. Necesitaba entender mejor la situación para saber a qué atenerme.
Asintió lentamente, su mirada estaba fija en algún punto distante mientras parecía sumergirse en sus pensamientos.
—Puede que sí. La verdad no lo sé con exactitud y no pienso mentirte. Si Apareció en la conferencia de hoy y te envió un mensaje, es porque algo está tramando; por cierto, necesito verlo. ¡Entrégame tu teléfono!
Sus palabras resonaron en el aire, y noté que, llevaba consigo una carga emocional palpable.
Mis ojos se abrieron ligeramente sorprendidos ante su solicitud, pero su tono urgente me instó a actuar casi como si estuviera hipnotizada. Rápidamente, me dirigí hacia la mesa donde había dejado el bolso con mi teléfono y lo tomé. Lo entregué a Cristopher, quien lo miró con seriedad mientras comenzaba a revisar los mensajes.
—No encuentro el mensaje en el teléfono —dijo, después de unos segundos, frunciendo el ceño. Sus dedos se movían rápidamente por la pantalla, buscando algo que parecía elusivo.
—¿Cómo es el mensaje que recibiste? —preguntó, mirándome con atención.
Traté de recordar el número y las palabras del mensaje amenazador que Isela me había enviado y las repetí lo mejor que pude.
—Decía: "Nos veremos pronto. Nuestra historia te alcanzará, ¡te lo aseguro!" Y el número de teléfono terminaba con 98, creo.
Cristopher seguía buscando, pero no parecía encontrar el mensaje. Su expresión se volvió aún más seria, si eso era posible.
—Hanna, no está aquí el mensaje. Ha sido eliminado.
Mis cejas se fruncieron en confusión. ¿Ella había eliminado el mensaje? ¿Por qué Isela se tomaría la molestia de enviarlo y luego borrarlo?
—¿Qué significa eso? —pregunté, sintiendo cómo la preocupación se apoderaba de mí.
Cristopher cerró los ojos por un momento, como si estuviera pensando en algo.
—Significa que Isela es más astuta de lo que pensaba. Si eliminó el mensaje, es probable que no quería dejar rastros, pero también es una señal de que debemos tomar sus amenazas en serio.
Me sentí inquieta, me sentía en una película, en medio de una trama que no entendía del todo.
—¿Qué deberíamos hacer entonces?
Él levantó la mirada del celular y sus ojos se encontraron los míos.
—Voy a rastrear el número para asegurarnos de que sea ella y ver cómo resolver este asunto.
Asentí lentamente. La gravedad de la situación se hacía más evidente con cada palabra que decía.
—Si ella es capaz de llegar a estos extremos, no podemos subestimarla.
Cristopher asintió, se envió el número telefónico a sí mismo y me devolvió el mi aparto. Lo tomé. Mi mano temblaba ligeramente. Sabía que estábamos enfrentando algo más complicado de lo que habíamos imaginado, y debíamos enfrentarlo juntos.
Bellezas, disculpen la demora en actualizar, espero que les guste el capítulo.
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