12. Decisiones y confianza

Después de compartir mi historia con mi madre y recibir su apoyo y consuelo, decidí tomar las riendas de la situación. Sabía que esta relación con Cristopher no sería fácil, pero no estaba dispuesta a dejarlo ir. Necesitaba confiar en él y en nuestra conexión.

Pasaron varios días desde aquella mañana interrumpida por la llamada de su jefe. Durante ese tiempo, nos vimos lo más que pudimos entre sus compromisos y los míos en la estética. Cada encuentro reforzaba mi certeza de que había encontrado algo especial en él. Nuestra complicidad y la forma en que nos complementábamos eran evidentes.

Una tarde, mientras paseábamos por un parque privado cerca de su casa, decidí abordar el tema de su trabajo y cómo eso afectaría nuestra relación.

—Cris, quiero hablar contigo sobre algo importante —dije, tomando su mano con suavidad.

Él miró hacia abajo y asintió, notándose algo preocupado.

—Hanna, entiendo que mi trabajo pueda generar incertidumbre y dificultades para ti. Pero quiero que sepas que tú eres una prioridad en mi vida y haré todo lo posible por mantener nuestro amor fuerte y protegido —contestó sorprendiéndome de que supiera de qué quería hablarle, tal parecía que ya me conocía a la perfección.

Sus palabras me tranquilizaron, pero aún tenía inquietudes que necesitaba abordar.

—Confío en ti y en tus habilidades, pero también necesito que confíes en mí. Quiero ser parte de tu mundo, apoyarte y comprender lo que implica tu trabajo. Necesito saber que puedo contar contigo y que me incluirás en "tu mundo". —Puntualice bien esa última frase. Él se detuvo y me miró con intensidad, acariciando mi mejilla con ternura.

—Mi sol, tienes toda la razón. A veces, mi instinto protector me lleva a tomar decisiones apresuradas, aunque eso no significará que no te valoro o que no quiera que estés involucrada. De ahora en adelante, prometo ser más abierto contigo y considerar tus opiniones en todas las decisiones que nos afecten.

Sonreí, sintiendo un alivio en mi corazón.

—Gracias. Eso es todo lo que necesito. Quiero que seamos un equipo y que, enfrentemos cualquier desafío juntos. Estoy dispuesta a lidiar con los altibajos que pueda traer tu trabajo, siempre y cuando tengamos confianza y comunicación. —Él me abrazó con fuerza, demostrando su compromiso.

—Eres increíble, Hanna. No sé qué hice para merecerte. Te prometo que seré el hombre que necesitas.

Le devolví el abrazo con igual intensidad.

Continuamos nuestro paseo, compartiendo risas y planes para el futuro. Aunque el camino no sería fácil, sabía que estábamos preparados para superar cualquier obstáculo juntos.

Los días siguientes fueron una mezcla de aventuras, risas y momentos de complicidad. Cristopher comenzó a incluirme más en su vida, presentándome a algunos de sus compañeros de la base y compartiendo detalles sobre su trabajo.

Una noche, mientras cenábamos en su casa, se detuvo y me miró con seriedad.

—Cielo, hay algo que necesito contarte. Recibí una oferta para unirme a un curso especial en Caracas dentro de un par de días. Será interno y podría estar fuera por un período de 10 a 15 días.

Mi corazón se aceleró ante sus palabras, Caracas estaba a un par de horas de aquí, pero al mencionar la palabra "interno" dejaba fuera alguna posibilidad de ir a verlo. Aunque la tristeza me golpeó un poco, recordé nuestra conversación en el parque y la confianza que habíamos prometido establecer.

—Amor, sé que tomarás la mejor decisión para ti y para nosotros. Si crees que ese curso es necesario para tu formación ¡Adelante! Cuentas con mi apoyo, aunque he de admitir que esos días me serán eternos.

Él me tomó las manos y las apretó suavemente.

—Nunca había conocido a alguien como tú. Tu amor y apoyo significan el mundo para mí. Aunque este curso nos separe unos días, también es una oportunidad para hacer una diferencia. Y quiero que estés a mi lado, incluso en los momentos difíciles.

Sonreí, sintiendo que volaba en una nube de amor por él.

—Estoy contigo, Cris.

Nos abrazamos, sabiendo que nuestro amor era lo suficientemente fuerte como para superar esos días de separación.

Luego de tomar la decisión de enfrentar la separación y los desafíos que nos esperaban, nos aferramos a cada momento juntos con intensidad y pasión. Esa noche, en la intimidad de su habitación, nuestros cuerpos se encontraron en un viaje lleno de amor pasión y deseo.

Nuestras manos comenzaron a explorar suavemente cada centímetro de la piel del otro. Los suspiros y gemidos llenaron la habitación, mientras nuestros cuerpos se fundían en un abrazo íntimo. Cris acarició mi espalda con ternura, dejando rastros de fuego en su camino. Sentía su piel cálida bajo mis dedos, revelando la pasión que nos consumía.

Nuestros cuerpos se movían al unísono, llenos de amor, pasión, locura y entrega.

El tiempo se detuvo mientras nuestros corazones latían desenfrenados. Cada roce, cada beso, era un recordatorio de nuestra conexión profunda. Nos perdimos el uno en el otro, entregándonos por completo. Cada caricia, cada movimiento, era una expresión de nuestra unión y la fuerza de nuestros sentimientos. Los susurros de placer llenaron el aire, mezclándose con nuestros nombres mientras alcanzábamos el éxtasis, juntos.

Nos acurrucamos el uno al lado del otro, nuestros cuerpos aun palpitaban de excitación. Nuestras miradas se encontraron, transmitiéndonos todo lo que sentíamos

—Te quiero, Hanna —susurró, acariciando mi cabello con ternura.

—Y yo a ti —respondí, sintiendo una felicidad inmensa en mi pecho.

Era la primera vez que nos decíamos que nos queríamos, así con la palabra exacta, porque ya con hechos no los habíamos dicho muchas veces. Nos quedamos abrazados, compartiendo un silencio cómodo y lleno de significado. Sabíamos que la separación se acercaba, pero también teníamos la certeza de que nuestro amor nos mantendría unidos a pesar de la distancia.

Al día siguiente, luego de despedirme de Cristopher en la puerta de mi apartamento, me adentré en el silencio y la soledad que dejaba su ausencia. Sin embargo, mi ánimo no tardó en elevarse cuando escuché una fuerte llamada en la puerta. Al abrir, me encontré con mis amigas Perla y Greiccy, quienes irrumpieron en mi apartamento cargando bolsas de comida y una botella de vino.

—¡Sorpresa! —exclamó Perla, mostrando una sonrisa traviesa.

—No podíamos dejar que te quedaras aquí sola después de despedirte de tu galán —añadió Greiccy, levantando la botella de vino en señal de celebración.

Con un abrazo emocionado recibí a mis amigas y las invité a pasar. Nos acomodábamos en el sofá, descorchamos el vino y comenzamos a brindar por la amistad y los buenos momentos.

Entre risas y confidencias, Greiccy decidió romper la burbuja sana y lanzó una pregunta provocativa:

—Hanna, cuéntanos, ¿cómo va esa relación con Cristopher? Queremos detalles.

—Oh, ustedes dos, siempre tan chismosas —respondí, sonriendo y tomando un sorbo de vino—. Todo va muy bien, nos llevamos de maravilla. Pero quiero tener un poco en reserva la intimidad, ¿se puede?

—¡Ay, Hanna! No se puede, no vas a dejarnos con la intriga, que reserva ni que reserva —intervino Perla levantando una ceja—. ¿Cómo fue el sexo? ¡Cuenta por Dios!

Todas soltamos una carcajada y, aunque no me quería extender en ese tema, decidí compartir algunos detalles sin entrar en demasiados pormenores.

—Bueno, solo diré que fue especial y delicioso, muy muy delicioso. Es increíble cómo nos complementamos en todos los aspectos.

—¡Vamos, Hanna! No te hagas la tímida, queremos más detalles —insistió Greiccy, con una mirada juguetona.

—¡Chicas, por favor! —exclamé, riendo y tratando de ocultar mi sonrojo—. No necesitan saber todos los detalles picantes.

Continuamos charlando y disfrutando de la comida y el vino, compartiendo historias y anécdotas de nuestros días. Perla, siempre extrovertida y alocada, decidió tomar la palabra y revelar sus propias experiencias.

—Bueno, ya que estamos en confianza, les cuento que he estado teniendo encuentros muy divertidos y sucios con un chico que conocí en la empresa. Se llama Francisco y es todo un salvaje divino.

—¡Ay, Perla! —exclamé, riendo y dándole un golpecito juguetón en el brazo—. Me alegra que estés disfrutando de tu soltería, amiga.

—Ese hombre me lleva al cielo, muchachas, o al infierno. Ya no lo sé, pero es adictivo.

—¿O sea que lo tiene grande y lo sabe mover bien? —inquirió Greiccy de lo más natural y yo casi me ahogo con el vino que recién dejaba caer dentro de mi boca.

Entre carcajadas me dieron palmadas en la espalda, me acercaron una botellita de agua y pronto salí de mi tos y ahogo.

—Ya que Hanna la monja está bien, les digo... Lo tiene grande, sabroso y lo mueve bien.

Todas estallamos en carcajadas, el estómago comenzaba a doler de tanto reírme con sus locuras, pero la conversación dio un giro cuando Greiccy reveló su última aventura en el mundo de las citas en línea.

—Chicas, yo estoy conociendo a alguien interesante en Facebook. Hemos estado chateando y parece increíble, sexy y cautivador. —Una risa tonta escapó de ella.

—Ten cuidado con eso. No sabes quién está detrás de la pantalla. No hables de temas privados hasta no estar segura de quién es realmente —le advertí, preocupada por su seguridad.

—¡Hanna, siempre tan mal pensada! ¡Nada va a pasar, ya verás! —me respondió Greiccy, mientras Perla se unía a ella en burlas ligeras.

A pesar de las risas y las bromas, sabía que era importante cuidarnos y ser precavidas en el mundo virtual. Sin embargo, decidí no insistir y simplemente disfrutar de la compañía de mis amigas en ese momento. Ya comentaría ese tema después con Cristopher para tener su opinión al respecto de esos encuentros por internet.

La noche transcurrió entre risas, confidencias y complicidad. Nos apoyábamos mutuamente y encontrábamos consuelo en nuestra amistad. A medida que avanzaba la noche, me di cuenta de lo afortunada que era de tener a Perla y Greiccy a mi lado.

Aunque extrañaba a Cristopher, ese tiempo con mis amigas me recordaba que tenía un círculo cercano de personas que me amaban y me apoyaban en cada paso del camino. 

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