11. Base de la FA.ES
Los hombres del equipo de las fuerzas de acciones especiales se encontraban en perfecta uniformidad y listos para enfrentar cualquier situación que se presentara. Si observabas la base desde lejos, parecía estar cubierta por un manto negro, pero en realidad eran los valientes hombres vestidos de negro. Eran los encargados de combatir la inseguridad, luchar contra el crimen y el terrorismo en Venezuela. Realizaban un excelente trabajo y eran admirados por la sociedad, pero su frecuente ausencia dejaba un gran vacío en sus hogares. No era fácil ser esposa, hija, madre o hermano de un funcionario de este cuerpo policial.
Gonzalez el jefe del pelotón, convocó a un pequeño grupo y se reunió con ellos en privado.
—He ampliado las fotos para que memoricen sus rostros —dijo Gonzales, colocando varias imágenes sobre su escritorio.
Los funcionarios asintieron y observaron las fotos, pasándolas para que todos pudieran ver mejor.
—Les enviaré la ubicación proporcionada por el informante, ustedes ya saben qué hacer. Johnson, tú estarás a cargo de esta misión —indicó mirando seriamente a su subalterno.
Cristopher asintió y salió de la oficina junto con el resto del equipo. Sabía que la misión no sería fácil, pero no sentía miedo en absoluto. Por el contrario, la adrenalina corría por sus venas.
Todos se subieron a la camioneta negra sin identificación, sin placas y con vidrios completamente oscuros. Cuando el GPS indicó que faltaban tres minutos para llegar al destino, todos se pusieron sus pasamontañas, cargaron sus armas y con precaución abandonaron la camioneta para avanzar sigilosamente, sin ser vistos, hasta llegar a la parte trasera de la casa donde los miembros de la banda más temida del estado Aragua. Se encontraban reunidos en su pequeña guarida. Cristopher hizo una señal con la mano a Brad Carreño, quien a su vez hizo lo mismo con John Rosales y el resto del equipo. Los diez funcionarios se acercaron un poco más para tratar de ver lo que sucedía dentro de la vivienda. John, el más bajo y delgado del grupo, se acercó a una de las ventanas y pudo ver a los seis sujetos disfrutando de licor y drogas, aparentemente sin armas y distraídos. Eso jugaba a favor de los agentes.
—Nos dividiremos, cuatro irán con cuidado hacia la parte delantera con Carreño, y los demás entrarán conmigo —ordenó Johnson a través de la radio que llevaba en su chaleco antibalas.
—Entendido.
Cristopher contó regresivamente con sus dedos para que los funcionarios bajo su mando pudieran ver, luego asintió con la cabeza y abrieron bruscamente la puerta de la vivienda al tiempo que se escuchó un grito de "alto policía". Los delincuentes se arrastraron en busca de refugio, algunos agarraron sus armas y pronto se escucharon disparos y gritos.
Brad y los cuatro funcionarios que se dirigían hacia la parte delantera de la vivienda lograron llegar a tiempo para interceptar a dos individuos que intentaban escapar. Carreño actuó rápidamente, disparando en el muslo de uno de ellos, mientras que el otro se arrojó al suelo en rendición. El hombre herido intentó resistirse, pero sus esfuerzos resultaron inútiles. Otro de los policías colocó su pie sobre el pecho del delincuente rendido. Este, al darse cuenta de que su compañero quedaba abatido y sin opciones, finalmente se rindió. De esta manera, capturaron a dos hombres pertenecientes a la banda del Puma, uno de los delincuentes más peligrosos del estado.
...
Agotados, agitados y sudorosos, descansaban los funcionarios en sus dormitorios después de su gran logro.
—Hoy ha sido un día increíble, hermano. ¡Cambia esa cara! —animó John a Cristopher, dándole una palmada en la pierna.
—Aún no hemos capturado al líder, ¿entienden eso? —Miró a su compañero con el ceño fruncido.
—Él tiene razón, hemos avanzado —apoyó Brad.
—Claro que hemos avanzado, pero nuestro deber es seguir trabajando para encontrar al Puma —contestó Cristopher, liberando sus pies de la prisión que eran sus botas.
—Creo que Hanna no está entreteniendo bien a su novio, por eso quiere seguir trabajando. ¿Qué opinas, Brad?
—Estoy de acuerdo, hermano —apoyó su amigo, tratando de contener la risa ante la expresión furiosa de Cristopher.
—Silencio, par de idiotas. —Arrojó una almohada hacia ellos, golpeándolos en la cara—. Su nombre no debería salir de sus bocas. Hanna es encantadora, aunque probablemente me odie —admitió con pesar.
—Cuéntanos por qué.
—Porque la dejé. Estábamos juntos cuando tuve que venir aquí, Brad. Su rostro reflejaba sorpresa, confusión y disgusto.
—Cálmate, Romeo. Seguro que lo entenderá. Mientras tanto, disfrutemos de la parte más divertida.
—Obtener información de los desgraciados que hemos encarcelado —dijeron al unísono con un gesto malicioso.
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