¿Quién es Pa?

Jens era pequeño pero me sorprendía su nivel de soporte de alcohol, se había tomado casi una botella entera... probablemente más.

Apenas y podía caminar por lo que tuve que ayudarle a ponerse de pie.

—Venga ya casi llegamos —lo anime— por favor no vomites en mi.

—No debiste dejarme beber tanto —balbuceo empezando a reír— deberíamos volverlo hacer.

—No dirás eso por la mañana —asegure— no comes pero qué tal te entra el alcohol —me burlé.

Por fin llegamos a la habitación lo tiré en la cama, le quité los zapatos y le acerqué un bote de basura por si lo necesitába.

No era la primera vez que cuidaba borrachos, Sam era igual solo que él con una cerveza ya estaba por los suelos.

—Te pediré un café —dije tomando el teléfono para llamar— y si vomitas te sentirás mejor.

—Gracias amigo —dijo acomodándose en la cama.

—¿Que dices?, tu y yo no somos amigos —le recordé.

El se empezó a reír.

—No, no lo somos porque tu no aceptas que te caigo bien —murmuró.

—Estas borracho —lo calmé.

—Es verdad, te agrado si no porque me harías ir a todos lados contigo, te preocupas por que coma y pagas lo que destruyo, o te caigo bien o me quieres coger —soltó una risa.

De que mierdas lo habían llenado, no se si era el alcohol hablando o realmente lo pensaba.

—Jensen —lo llame.

Pero el chico ya se había quedado dormido.

Me quedé pensando en lo que me había dicho el cabron y no podía, no podía permitir que pensara que somos amigos.

Espere para asegurarme que no estaba en un coma etílico, cuando me fui no lo estaba así que esperaba no le pasara nada que me hiciera pasar mis últimos meses en la cárcel.

Desperté con un terrible zumbido en mi cabeza golpeándome con fuerza, necesitaba agua como nunca había necesitado en mi vida.

Me levante a duras penas con ese terrible dolor de cabeza.

—Cade —lo llamé pero no estaba.

Me levante aturdido, no había bebido así nunca.

—Cade —repetí.

No había rastro alguno de él, no estaban sus cosas y su cama estaba hecha como si no hubiera dormido ahí.

Me di una ducha pues ni yo me aguantaba el olor, después de una buena ducha baje para comprarme un café... descubrí que odio el café.

A ese punto empezaba a preocuparme pues el imbecil no recibía mis llamadas y no contestaba mensajes.

Lo último que recordaba era haber llegado con Cade al hotel.

—Hola —salude a la recepcionista— ayer llegue con otro chico, el que pagó la habitación ¿No lo a visto?

—Se fue hace un par de horas, dejó la habitación pagada y el daño por la televisión —recordó no muy contenta.

—Lo siento —dije torpe— ¿Pero no le dijo nada, se veía bien cuando se fue?

—No dijo nada joven, se fue cerca de las seis y se veía bastante bien para estar borracho —apoyó la recepcionista.

—Gracias —sonreí decepcionado.

Llame otra vez pero nada, lo de menos era que estuviera tirado en alguna calle, él tenía los boletos del avión.

Lo más sensato fue ir hacia el aeropuerto.

Antes de eso pase por una pastilla pues la cabeza no dejaba de dolerme, compre un suero como en las películas y unos lentes pues el sol de California no ayudaba.

El vuelo salía en media hora por lo que él ya debía estar aquí.

Me acerqué a la aerolínea en la que llegamos pues era la misma.

—Hola buenos días —salude— vine con un chico y no lo encuentro, él tiene mi boleto usted me podría decir si ya se registró.

—Lo siento no puedo darte información sobre los pasajeros —se disculpó amable.

Entonces hice lo que jamás pensé hacer, mentí.

—Escuché es mi mejor amigo y tiene cáncer, venimos porque quería ver la playa por última vez pero nos separamos y no lo encuentro —dije en tono triste— estoy desesperado, por favor no quiero llamarle a sus padres y decirles que perdí a su hijo.

La señorita se veía abrumada por la historia, ella miró para ver qué no hubiera nadie.

—¿Cómo se llama? —preguntó casi en susurro.

—Cade Hope —contesté.

Ella tecleó algo en su computador.

—Aquí está Cade Hope —informó— llegó hace una hora y ya está en el avión.

—Me podría comunicar con él, mi teléfono se quedó sin batería y como le dije él tiene mi boleto —insistí.

—Su amigo viaja solo —dijo tirándome de a loco.

—No puede ser —murmure confundido.

—Bueno aquí dice que habían dos boletos pagados a su tarjeta pero canceló uno está mañana, un boleto para Jensen Blue —dijo incómoda— supongo que tú eres Jensen Blue.

Asentí enojado, empezaba a sentir esa presión en el pecho.

—Como sea, me puede dar un boleto para el mismo avión —pedí sacando mi cartera.

—Lo siento pero el avión se encuentra lleno —informó.

—Bueno otro diferente para el mismo lugar —resolví.

Ella tecleó en su computadora.

—Sería un boleto de avión el día martes a las ocho de la noche...

—No, lo necesito para hoy —pedí.

—Lo siento no tengo ningún vuelo con su destino hasta el martes —dijo apenada— hay una estación de autobús a unas cuadras tal vez tengas más suerte ahí.

Asentí largándome de ahí, mi corazón se quería salir de mi pecho y estaba seguro que podía freír un huevo porque estaba hirviendo en furia.

¿Qué carajos había hecho?

No dejaba de recibir mensajes de Jensen, no podía ni imaginarme la cara que hizo al enterarse que no tenía boleto de avión.

Mi vuelo fue básicamente media hora, al llegar ya me esperaba Jeff.

—Buenos días Cade —saludo cordial.

—Jeff —salude entrando al coche.

Me quite la peluca porque picaba demasiado, aún tenía arena.

—Perdón que me entrometa pero no venia con el joven Blue —murmuró preocupado.

—Sus padres vinieron por él —mentí.

Nos fuimos a la casa, estaba cansado y solo quería dormir en mi cama.

Al llegar mi madre me detuvo en la puerta.

—Cade —miró sorprendida— ¿donde esta tu peluca?

—En la mochila, se llenó de arena —murmuré.

—Te importaría, tenemos a unos compradores y tu padre quiere presentarte —sonrío animada.

—Estoy cansado si —dije abrumado— quiero dormir.

—Cade por favor...

—No tu por favor, tengo cáncer no un puto resfriado —le grité— a ver si empiezas a creértelo.

Ella me miró confundida, me fui a mi habitación para tirarme en mi cama.

Dean llegó un momento después, para acostarse a mi lado.

—¿Cómo te fue? —me preguntó.

—Bien —contesté.

No hablamos más pues me quedé dormido de inmediato.

Para mi suerte aún alcance lugar en el autobús, un viaje de diez horas por las paradas técnicas.

Era la última parada y estaba que me hacía del baño, para mi suerte logré llegar a tiempo al de la estación.

Nos habían dado solo diez minutos en lo que cargaban gasolina, al terminar decidí ir por algo de comer pues aún no había comido nada.

Una lata de refresco y un emparedado sería mi comida del día, eso sin contar el café.

—Buenos tardes —dije mientras me cobraba.

El chico iba a responder cuando se vió interrumpido...

—¡Esto es un asalto! —exclamó un hombre con la máscara puesta.

El arma apuntaba al cajero solo a unos centímetros de mi cara.

—¡Dame todo el dinero! —ordenó cargando el arma.

El cajero que no sería más que un par de años mayor que yo se quedó congelado.

—¡Dame el dinero! —gritó, el ladrón cambió de posición poniendo su arma contra mi cabeza.

Escuché el cargador del arma retumbar en mi cabeza.

—O le disparó —gruñó.

El chico aún congelado estaba a nada de hacerse pipí y yo de que mi cerebro se hiciera mierda.

—Escúchame —me dirigí al chico— está bien, solo abre la caja y dale todo el dinero.

El chico reaccionó y sacó el dinero de la caja para dárselo temblando.

El hombre tomó el dinero apurado, vió mi cartera para tomarla con fuerza y quitármela.

—Ya tienes lo que quieres, por favor no nos hagas daño —le miré.

Se podía ver en su mirada la desesperación, eso no evitó que disparara el arma...

La bala pasó a unos centímetros de mi, haciendo que el ruido me destrozara el oído.

Sentía que mi corazón se me salía del pecho.

El hombre salió de ahí sin más.

Unos segundos después el mismo cajero se acercó a mi, me estaba diciendo algo pero no lo escuchaba.

—¿Estás bien? —preguntó sacudiéndome.

Asentí por que las palabras no me salían.

—Venga siéntate —dijo tomando el mando.

Hice caso y me senté, mi autobús se había ido ya pues claro no me habían esperado.

El chico me dió un refresco que me tome pero termine vomitando, la policía y las ambulancias llegaron en minutos.

Después de que me revisaran un policía hablo conmigo.

—El cajero ya nos contó lo ocurrió —me dijo— ¿Cómo te llamas chico?

—Jensen... Jensen Blue —contesté disperso.

—Jensen ¿Qué edad tienes? —preguntó— ¿Dónde están tus padres?

Me quedé pensando que le iba a decir, claramente no me veía mayor de edad y con la estatura que me cargaba a penas y alcanzaba los pedales del auto.

—¿Estas huyendo de alguien? —preguntó mirando mi cara.

Con un ojo medio morado y un pómulo abierto yo también pensaría lo mismo.

—No, tengo dieciséis iba de regreso a casa... mis papás están en casa —explique— el autobús me dejo.

El policía suspiró abrumado.

—Necesitamos tu declaración pero no podemos hacerla sin tus padres presentes —explicó— si nos das su número nosotros lo hacemos.

—Yo lo hago —pedí, lo que menos quería era que un policía les hablara para espantarlos y provocarles medio infarto— por favor.

El policía asintió para darme una sonrisa.

Me senté a las afueras de la tienda para llamar a mi Pa, pues era más mente y no se dejaba llevar por sentimientos, sabía actuar.

—Hola —lo llame.

—Jens ya vienes —se adelantó— estábamos pensando en ir a cenar o pedir algo...

—Pa —lo interrumpí, en ese momento no pude evitar soltar unas lágrimas con un sollozo.

—Jensen, ¿Qué ocurre cariño? —preguntó alterado.

—Estoy bien Pa —lo calmé— me acaban de asaltar y no... tienen que venir por mi.

—¿Dónde estas Jens? —se apresuró.

—En la 42 de Eden Hills por la estación de trenes... lo siento —pronuncie.

Mi Pa colgó y dos horas después ya estaban aquí, los vi llegar estacionando el coche y bajando los tres de el, ya era noche.

—Jensen —dijo papá para abrazarme con fuerza.

Pa y Jake no se quedaron atrás para abrazarme, todas las miradas recayeron en nosotros.

—¿Son los... padres de Jensen? —preguntó el oficial.

—Damian Blue —se presentó mi Pa— mi esposo y mi otro hijo.

El oficial asintió viéndonos.

—Nos acompaña para la declaración —pidió.

Asentimos, papá se quedó con Jake mientras Pa y yo íbamos a declarar, él miró mi nueva herida.

—¿Él te hizo eso? —preguntó molesto.

Negué con la cabeza, sabía que no podía mentir.

—Cuéntanos qué pasó —pidió el oficial.

—Baje de la parada de autobús, fui al baño y a comprar algo de comer —empecé— cuando iba a pagar llegó el hombre y le grito a Roger que le diera el dinero, se paralizó así que puso el arma en mi cabeza y amenazo con disparar...

Mi Pa suspiró y se cruzó de brazos, estaba molesto.

—Le di el dinero y me quito mi cartera... cuando se fue disparo junto a mí pero no me dió —terminé.

—¿Cómo estás? —preguntó el policía— me dijeron que no escuchas de un oído.

Mi Pa me miró preocupado.

—Ya me revisaron, el paramédico me dijo que recuperaré la audición en unos días —confesé sin mirar a mi padre.

—Señor porque su hijo venía desde Santa Mónica solo —miró a mi padre acusador— ¿Y por qué está golpeado?

—No lo se, se suponía que venía en un avión —me miró.

—Usted no tiene...

—No fue su culpa —interrumpí— no es nada su culpa... ¿Ya me puedo ir?

El policía me miró inseguro pero tal vez fue mi desesperación lo que le hizo cambiar de parecer.

—Se pueden ir —aceptó.

El policía se fue dejándome a solas con mi Pa.

—Jensen...

No dije nada, simplemente  me derrumbé en sus brazos para ponerme a llorar, que mierda de día había tenido.

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