contenedor de lágrimas
La brisa removía el cabello del castaño, al igual que su interior. Dazai tan solo mira a su acompañante, lo contemplaba en silencio, mientras la brisa helaba su corazón.
— ¿Cuando volverás?
Pregunta su acompañante de cabellera fuego.
Dazai no sabe la respuesta, todo dependia del trabajo y del tiempo en el cual se demoraria en ello. Le dolia ver así a su acompañante, lamentable es que su compañía solo se sienta físicamente. Se impacienta, ve la hora, falta tan solo cinco minutos, finalmente, responde la pregunta.
— En seis meses a más tardar, puede ser más o menos.- La mueca que se dibuja en el rostro de su acompañante le incita a decir más.- No tienes que esperarme.
— No debería.- Murmura, su mirada delata que pronto se derrumbara. - pero lo haré de todas maneras. - Mira a su alrededor, nadie a venido a despedirlo, frunce el ceño.- Es algo que no entenderías.
Dazai desea que se lo expliqué, pero todo es en vano, no mirará atrás, la decisión está tomada. Pero el corazón no olvida.
— Voy a estar para tí.- Le intenta sonreir pero queda solo como una mueca.- Eres importante.
El de cabellera de fuego, lo observa, intenta penetrar en su mirada y ver el significado de lo dicho, un sabor amargo se instala en su garganta, confusión es lo que tiene. Pero sabe que el hombre parado enfrente suyo, sabe que no lo ama, esas frases soltadas no tienen significados concretos, son efímeros.
El chirrido de los rieles se escucha a lo lejos, el bullicio los envuelve, y la tensión se mofa de ellos por perder el tiempo.
— Fuiste lo más bonito que tuve.-Soltó Dazai.- Me salvaste en un momento, y te lo agradezco.
— Eras y serás lo mejor que... - Apretó los nudillos.- he conocido.
— No te atrevas a esperar, Chuuya.
Soltó una risa agría, mientras le temblaba las piernas.
— Claro, como si fuera fácil soltarte, dejar de sentir.
Llegó el tren, y Chuuya no podía contener el nudo en la garganta. Entonces, sintió unos brazos largos envolviendolo en un pecho ajeno, en alguien que solía conocer.
— No te pido que dejes de sentir, pero me debes soltar. -Susurró.- volveré, y tal vez...
Ese " Tal vez", rebobino en la mente de Chuuya, pero no pudo creerle.
— Eres un idiota, Dazai.
Dazai dejó florecer un beso en los cabellos fuegos, y subió el tren, se despidió con la mano, y se alejó. Dejando en aquella estación un alma en penurias.
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