7. La beca honorífica (2)
Ulises intentó protestar de nuevo hacia sus profesores, pero ninguno pudo hacer nada para cambiar la respuesta de Zoey. Así que, finalmente, Sámara decretó a los nuevos finalistas como: Ulises Rojas y Macarena Baute.
Y el público estalló de la emoción.
*****
—¡Eres una tramposa! —Ulises llegó, recorrió el sendero que bordeaba el exterior del anfiteatro y su dedo acusador se clavó en el hombro de Zoey—. ¿Por qué lo hiciste?
Zoey se encogió de hombros.
—¿Hacer qué? —Sonrió divertida.
—¡No me divierte! No quiero que me dejes ganar. Así pierde el sentido por completo. ¿Lo hiciste por lástima?
Zoey posó una mano sobre el hombro de Ulises.
—No le des tantas vueltas. Solo me nació hacerlo. —Estiró el brazo y obligó a Ulises a abrazarla—. Vamos, no te enojes jefecito...
—No me digas así. Y sí, me enojo. —Ulises no intentó calmarse—. Me estuve preparando para superarte todo este tiempo. Quería que estuviésemos en la final.
—Era imposible a esa altura. Estábamos en grupos separados —dijo Zoey—. Pero admiro tu esfuerzo. La pregunta sobre el significado del mito de Perseo sí que me sorprendió.
—A propósito... ¿Qué es ese mito? —preguntó Julia, junto a Brenda; que estaba junto a Leonard, que estaba junto a Mikael, que estaba junto a Natasha.
—Oh, nada... —respondió Zoey restándole importancia y haciendo un ademán con su mano—. Perseo usa un escudo pulido para no enfrentar de manera directa la mirada de Medusa. El escudo representa la necesidad de enfrentar nuestras propias sombras con discernimiento y autoconciencia. Evitar la mirada directa de Medusa simboliza el peligro de ser consumido por aspectos oscuros de uno mismo. Sugiriendo así la importancia de la autoexploración consciente para evitar ser «petrificado» por los desafíos de la vida. —Zoey echó una mirada divertida a su amigo—. ¡Hey! No te petrifiques, Uli.
—¡Agggh! —Bufó él, rabioso—. ¡Lo sabía! No es justo...
—Ya, ya... —Ahora, de repente, fue Zoey quien se petrificó al ver a alguien aproximándose al grupo.
—Hola, perdón. Los escucho muy animados y no quería interrumpir. —Macarena se mantuvo alejada a una distancia prudente, pero relativamente cercano a ellos—. ¿Puede ser que Emma esté aquí con ustedes?
Exactamente, siete pares de ojos se precipitaron hacia la rubia. Emma apretó los dientes con un aluvión desenfrenado de vergüenza reflejado en su semblante y finalmente echó el aire en un suspiro.
—Sí... estoy aquí.
Maca se atrevió a sonreír.
—¿Podemos hablar? Si no te molesta, claro.
Emma tuvo que inhalar mucho aire para prepararse mentalmente para lo que se vendría. Ver a Macarena era un recordatorio en vida de lo increíblemente estúpida que ella había sido al ser engañada por ese infeliz de Isaac.
—Claro... —dijo ella cabizbaja y se le arrimó—. No me molesta.
—Genial. Me gustaría que fuese a solas.
—Sí, claro.
Emma pensó llevarse a Macarena hacia otro sitio, pero el grupo entero fue, literal y velozmente, echados a empujones por los dos motores hiperactivos humanos llamados: Zoey y Julia.
—Bueno... —Emma sentía que se largaría a llorar en cualquier fracción de segundo. Solo necesitaba un tono de voz minúsculamente elevado de Macarena, para usarlo como una excelente excusa para golpearse la cabeza contra el muro más próximo—. Ya estamos solas, Maca.
—Gracias, Emma. —Macarena lucía, también, bastante nerviosa—. Quería hablarte sobre lo que sucedió con Isaac.
Y ahí estaba. Maca se había sacado un cañón de galera, lo había apuntado directo al corazón de Emma, y había disparado el primer proyectil sin miramientos.
—Yo... —Emma desvió la mirada, intentando poder hablar sin quebrar la voz—. Lo siento... en serio, me siento fatal por lo que...
—¡Oh! No, no... ¿Qué dices? No vine a recriminar nada. —La chica retrocedió un paso y apuntó su mirada hacia dónde escuchaba la voz de la rubia—. Solo quiero decirte que no estoy enojada contigo, ni nada. Isaac me lo contó todo.
Emma volvió la mirada hacia la morocha. Ya tenía un nudo en mitad del pecho, pero con esa sentencia se formaron como un millón más.
—¿Qué... te contó?
—Bueno. Básicamente, lo que le pasó contigo. Lo que pasó en su cumpleaños. El beso...
—Carajo... —Emma, si pudiese usar de nuevo ese don para desaparecer de ese lugar, no habría dudado ni un segundo en hacerlo—. Maca, mira, te juro que no sabía que él y tú estaban juntos. ¡Jamás hubiese hecho nada de haberlo sabido! Te juro que me siento la persona más horrible del planeta.
—Lo sé, Emma. —Maca se sobresaltó—. Es decir... no me refiero a lo de que eres una persona horrible. ¡No es eso! Sé que no sabías que Isaac estaba conmigo...—Guardó silencio—, porque yo nunca te lo dije.
—¿Eh...?
—Yo... —Macarena suspiró, apenada—. Ya sabía que le gustabas a Isaac antes de que sucediera lo de su cumpleaños.
—¿Cómo...?
—¿Y cómo crees? Él es un parlante humano. —Fue apenas un segundo, pero una risita melancólica escapó de sus labios—. Siempre que está muy emocionado, habla como una cotorra —explicó ella mientras sus dedos jugueteaban con el extremo de su bastón de guía—. Cuando llegó de su trabajo en el crucero, me contó que había conocido mucha gente muy interesante. Me habló sobre lo que te pasó al caer por la borda. El equipo de rescate. Me dijo que, a pesar de todo ese gran susto, y bueno, la pobre muerte de aquel chico, todo salió relativamente bien. En fin, hacía mucho tiempo que no lo veía así de emocionado.
»Luego te contraté. Llegaste a casa y tú también me contaste muchas cosas. Hablamos sobre todo. Hasta que te pregunté si tenías novio y me hablaste sobre Leonard, que era un chico con el que salías, pero que en realidad, de ser por ti, hubieses preferido a otro. A un barman que conociste en el crucero.
—Mierda...
—Sí... —Macarena asintió con nerviosismo—. Yo ya sabía que tú hablabas de Isaac, y también sabía que él hablaba de ti. Con la misma intensidad, con la misma... energía. —De nuevo, la sonrisa melancólica hizo acto de presencia—. Entonces decidí ocultarlo. Simplemente ocultarlo. Tuve miedo de decirte que él era mi novio. No sé por qué.
—Maca...
—Y también se lo oculté a él. Quizás si lo hubiese mencionado tú no hubieses tenido que pasar por esta situación y él tampoco. Fui una cobarde.
—¡No! Ni hablar... tú no hiciste nada malo. ¿Qué importa si ya lo sabías? No cambia nada. Él me ocultó que tenía una novia. Me mintió... y también a ti.
—¿Y sabes por qué lo hizo?
—Nada podría justificarlo, Macarena.
—No digo que lo justifique, pero quiero que entiendas todas las perspectivas. Lo hizo por culpa. Ya te conté sobre el accidente que tuve cuando perdí mi visión.
—Un poco. Solo me dijiste que te embistió un camión. ¿No?
—Un autobús.
—Perdón.
—No hay problema. Yo, en ese entonces, tenía quince, Isaac dieciséis. Él estaba practicando manejo. Siempre lo hacía en un estacionamiento privado que alquilaba para que nadie lo molestara. Yo fui un día para acompañarlo, pero me aburrí de dar vueltas en círculos y le pedí que me llevara a dar un paseo por la ciudad. —Macarena se tomó su momento antes de continuar—. Cuando lo hicimos, pasamos una avenida en rojo. Isaac hizo todo lo posible por esquivarlo, pero el autobús nos embistió de mi lado del vehículo.
—Mierda. —Emma le sujetó de las manos—. Lo siento mucho.
—A partir de ahí, cuando me recuperé, Isaac jamás se despegó de mí. Me prometió que me cuidaría y estaría junto a mí «por siempre». —Sonrió—. Obviamente, al principio era lo que yo más necesitaba en el mundo. Me hizo las cosas infinitamente más sencillas. Siempre, te lo aseguro, siempre estuvo ahí para cumplir esa promesa.
Emma suspiró y apretó los labios con angustia. Maca continuó:
—Pero la verdad es que, eso también, lo hizo por culpa. Se sintió responsable de cuidarme y solucionar todos mis problemas
—Eso no lo sabes.
—Créeme. Lo sé. ¿Y sabes por qué? Por qué yo me aproveché de ello. Emma, nosotros jamás tuvimos nada formal. Fui yo la que intentó besarlo un día, cuando estaba muy deprimida. Él nada más se dejó. —A través de los cristales oscuros de las gafas, Emma pudo notar como un sinfín de lágrimas empezaron a deslizarse por las mejillas de la muchacha—. Jamás me pidió que formalicemos, pero tampoco, jamás me esquivó un beso. Jamás me dijo que «no» a nada de lo que le pedía. Emma, te cuento esto porque, quien en verdad se siente como la persona más horrible del planeta, soy yo.
»Me aproveché de su buen corazón y prácticamente le obligué a que estuviera conmigo. Pero después de lo que pasó, cuando finalmente, dejamos de vernos... —Sonrió—. Me sentí, aliviada. No sé cómo explicarlo. Sentía que lo sofocaba demasiado. Él no se merecía eso. Le arrebaté tiempo valioso de su vida, porque era yo quien tenía miedo de enfrentarme a un nuevo mundo que me asustaba. Bueno, siendo sincera, todavía me asusta.
Emma no supo qué hacer más que acercarse a ella y abrazarla. Macarena devolvió el abrazo.
—Quería decirte esto porque me estaba destruyendo por dentro —continuó la morocha—. Ambos son excelentes personas. Creo que deberían darse una oportunidad.
—Ni hablar... —dijo Emma entre lágrimas—. Agradezco que me hayas contado tu versión de los hechos, pero no cambia el daño que Isaac hizo. Entiendo que él jamás haya tenido malas intenciones, pero a veces eso no es suficiente. En lo que a mí respecta es un cobarde. Pudo haberme dicho miles de veces que estaba contigo, pero prefirió jugar con tus sentimientos y con los míos. Así que no. No pienso darle ninguna oportunidad a alguien así.
Macarena asintió.
—Bueno. Lo intenté. Como sea, lo único que espero que puedas perdonarme. Me gustaba pasar tiempo contigo. Hemos escrito un libro fabuloso y me encantaría continuarlo.
—Ah, ya veo...—Emma entrecerró los ojos por un instante y dejó escapar una risa corta y sarcástica. Dio un paso atrás para tomar una distancia cautelosa, y cruzó los brazos sobre el pecho, adoptando una postura desafiante pero juguetona—. Así que, todo esto, era por eso.
Maca apuntó la cabeza ligeramente hacia abajo y dibujó una sonrisa tímida.
—¿Soy mala persona?
—Nah. Jamás... —Emma sonrió y le sujetó de las manos—. Siempre puedo cobrarte más caro.
Ambas rieron y Macarena finalmente se despidió de Emma con una sonrisa tímida. Emma, por otro lado, permaneció en su sitio, con una cálida sensación de alivio dentro de su cuerpo, como si esa plática le hubiese sacado una enorme espina de remordimiento de su alma.
Algo que no le sentaba nada mal después de la marea de estrés que le había dejado su encuentro con Nathan Becker.
Mientras Macarena se encaminaba de regreso al anfiteatro para prepararse para la final, Zoey se cruzó en su camino a las corridas. Al percatarse de su presencia, la esquivó dando dos saltitos torpes a un lado para evitar chocar con ella. A pesar de eso, Zoey continuó su camino hacia Emma con determinación, tratando de disimular su traspié con un movimiento ágil y un gesto despreocupado.
—¡Ey, pequeña! ¿Todo bien con Macarena? —preguntó Zoey.
—Sí. Pensé que vendría a recriminarme, pero fue todo lo contrario. Creo trabajaré de nuevo con ella.
—Qué bueno. ¡Es genial! ¡Me alegro! ¡En serio! —Zoey se notaba un poco más hiperactiva de lo habitual y Emma se percató de ello.
—¿Estás bien, Zo? Estuviste a nada de ocasionarle un trauma por arrollamiento a Maca.
Zoey se pasó una mano por el cabello, y mientras su cabeza se balanceaba con ligereza, dejó que la punta de su pie danzara nerviosamente sobre el suelo.
—Sé que no debería pedirte algo así, pero necesito un inmenso favor de tu parte.
—Oh... —Una de las cejas de Emma se alzó en un gesto de curiosidad mientras echaba un vistazo sutil hacia los lados—. Claro. ¿Qué necesitas?
—Bueno. Es que Bar no me ha respondido todavía... ¡Sí, soy una jodida egoísta! Solo quiero saber si vendrá, eso es todo. —Resopló—. Hace mucho que no la veo.
—Desde las vacaciones, ¿no?
—Exacto.
—¿Se enteró de...? —Emma desvió la mirada con nerviosismo.
Zoey apretó los dientes y negó para sí misma.
—No lo sé. En fin. ¿Puedes hacerlo?
—No te preocupes. Dame un segundo.
—Claro. Tómate todo el tiempo que necesi...
—Sí, vendrá. Así que puedes respirar tranquila.
Zoey se sorprendió.
—¿En serio? Pero... ¿Cómo lo viste tan rápido? Quiero decir. Ni siquiera pude notar si tu ojo brilló.
—Eso es bueno —sonrió Emma—. No me gustaría que fuese sencillo de percibir.
—¡Genial, Emma! ¡Muchas gracias! ¡Eres la mejor!
—Lo sé, pero sigue recordándomelo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top