30. Como en los viejos tiempos



—¿Me puedes explicar cómo pasamos de «escapada de pareja», —empezó a decir Teodoro, con el rostro rígido— a... esta locura?

Maggie le miró, ocultando con esfuerzo la sorpresa al ver la multitud de personas aglomerándose alrededor de su vehículo.

—Bueno, supongo que Zoey hizo unas cuantas invitaciones de última hora —respondió, encogiéndose de hombros con una sonrisa traviesa—. Yo creo que será divertido.

Natasha llegó al lugar conduciendo una camioneta de color azul oscuro. Teodoro y Maggie ya estaban ahí, junto a sus propios vehículos.

El auto de Teodoro era un modelo clásico, pero un poco descuidado y palidecía en comparación con el elegante y moderno coche de Maggie, que relucía bajo el sol con un brillo negro casi cegador.

—Esto no es para nada una escapada —bufó Teodoro, cruzándose de brazos—. Esto será una tortura adolescente.

Zoey estaba a unos pasos de ellos, riendo mientras ayudaba a Flavia y Macarena a meter sus bolsos en la parte trasera del auto de Maggie.

—¡Culpable! —gritó Zoey con una sonrisa—. Pero, ¿qué es la vida sin un poco de caos, verdad?

Leonard y Julia charlaban cerca de la camioneta de Natasha, quien ayudaba a cargar bolsos en la caja de carga. Isaac y Mikael estaban enfrascados en una discusión apasionada sobre cuál era la mejor ruta para evitar el tráfico, mientras Ulises asentía distraídamente, más preocupado por asegurarse de que había espacio suficiente para las maletas.

—Cariño, relájate —dijo Maggie mientras se acercaba a Teo para abrazarlo—. Un poco de compañía nunca mató a nadie. Además, si alguien se pone insoportable, siempre podemos dejarlos atrás en alguna gasolinera.

—Me gusta como piensas.

Julia rio mientras miraba a Emma, quien estaba concentrada en asegurarse de que su mochila estuviese bien cerrada.

—Hablando de caos, ¿alguna vez hiciste algo así, Emma? —preguntó Julia con una sonrisa cómplice.

—¿Algo como qué? —preguntó Emma, levantando la vista con una expresión inocente.

—Esto... —Julia extendió los brazos, señalando el grupo alborotado—. Un viaje improvisado con una banda de locos. Los de la uni y la cabaña no cuentan. Ninguno fue improvisado.

Emma soltó una risa.

—No. Creo que nunca.

Flavia sacudió la cabeza, riendo, mientras pasaba una mano por su cabello para apartarlo del rostro.

—Yo he hecho algunos viajes así con mi ex... y su tonto grupo de Luxus. Recuerdo que una vez terminamos en una zanja porque a alguien se le ocurrió tomar un desvío para «explorar».

Natasha se acercó con una sonrisa despreocupada.

—No te preocupes, Flavia. Con mi camioneta, podemos atravesar cualquier cosa.

—No hay problema —contestó Flavia—. Mi horóscopo decía que me abriera a todas las posibilidades. Este viaje es perfecto para eso.

Cerca del auto de Maggie, Macarena se acercó con timidez hacia Zoey.

—Gracias de nuevo por invitarme —susurró ella—. No sé si te enteraste, pero no estuve muy bien anímicamente este último tiempo. Estar aquí me alegra mucho.

Zoey sonrió ampliamente.

—¿Estás de puta broma? ¡Obvio que siempre serás bienvenida, Maca! —La rodeó con el brazo; y Maca se sobresaltó un poco—. Y te prometo que cuando sumerjas tu cuerpo en las aguas termales, todos tus problemas... se ahogarán.

—Gracias... creo.

Ulises escuchó la conversación y echó un breve suspiro, alejándose hacia la camioneta de Natasha.

—Nat, te quería preguntar. ¿Quién va contigo? Porque yo prefiero evitar los chistes malos de Leonard durante el trayecto.

Leonard hizo una mueca exagerada.

—¡Escuché eso! Y te los aguantas, porque yo también viajo con ellos.

Natasha echó una risita.

—Obvio, puedes venir con Leonard, Mikael y conmigo, pero con una condición. —Echó una mirada a Leonard—. Siéntate con chistes-malos, así se despega un poco de mi novio, para variar.

—¿Y eso a qué va?

—Dímelo tú, galán —desafió Natasha con una sonrisa confiada.

Ulises no entendió ni media palabra, pero aceptó ir con ellos. Mientras tanto, Teodoro, que había estado observando la dinámica con una mezcla de resignación y diversión, soltó un suspiro largo.

—Bueno, vamos a repartirnos. Sinclair, entonces irás con Couch, Rojas y Bécquer. Amor, tú puedes llevar a algunos en tu coche... y yo me llevo a los valientes.

Ulises susurró a Mikael.

—Incluso aquí nos llama por apellidos.

Maggie rio y alzó los brazos.

—Bien chicos y chicas, si alguien quiere un viaje cómodo, ya sabe dónde encontrarme.

Zoey levantó la mano.

—Yo voy con Maggie, definitivamente.

—¡Perfecto, cuñada! ¿Lista para otra aventura?

—¡Like a eso! —dijo chocando las palmas con Maggie.

Teodoro no pudo evitar alzar una ceja y cruzarse de brazos.

—¿Y ustedes desde cuando se llevan así?

—Flavia, Maca, Julia —dijo Zoey ignorando por completo a su hermano—. ¡Viajen con nosotras! ¡Seremos el vehículo más cool!

—¡Hecho! —dijo Julia, animada.

—Genial, me apunto —contestó Flavia—. ¿Te ayudo a subir, Maca?

—¡Gracias!

Isaac y Emma quedaron últimos, ambos compartieron una mirada entre ellos, y después echaron un vistazo al vehículo de Teodoro, que, por mucho, era el más deteriorado y pequeño de todos.

—Supongo que nosotros somos «los valientes» —bromeó Isaac.

—Nunca mejor dicho —dijo Emma.

—¡Muy bien! —siguió Teodoro, subiendo al auto—. Vámonos antes de que alguien más decida unirse.

*****

Maggie conducía en silencio, a su lado, Zoey observaba el paisaje, con la mente perdida en pensamientos que no compartía con nadie.

Detrás de ellos, el auto de Teodoro la seguía de cerca, con Isaac haciendo bromas y Emma escuchando con una sonrisa indulgente. Natasha, por su lado, iba a la retaguardia en su camioneta, con todos en su vehículo durmiendo como troncos.

Hicieron varias paradas en lugares pintorescos y Teodoro, siempre previsor, había llenado el tanque en una gasolinera anterior, así que cuando se detuvieron en una pequeña estación a mitad de camino para repostar, él simplemente estacionó su auto a un lado.

Mientras tanto, los demás se dispersaron hacia el mercado cercano o a los baños. Maggie y Natasha se quedaron en el playón de carga, cada una junto a su vehículo, aparentemente absortas en sus propios pensamientos.

Natasha, con pasos tranquilos, se acercó a Maggie. El ruido del surtidor y el lejano murmullo del mercado parecían amortiguar la tensión que se cernía entre ellas.

—Hola, Madi. Ups, Maggie. Son nombres muy similares —dijo Natasha.

Maggie levantó la mirada y sus ojos centellaron con una oscuridad que contrastaba radicalmente con la personalidad afable que solía mostrar.

—Supuse que eras tú. ¿Y dices que mi nombre es obvio, Nat? —replicó Maggie, con un desdén obviamente contenido.

Natasha se encogió de hombros, despreocupada.

—Yo pensé igual, pero fue mi hermano quien sugirió que usara el cuerpo e identidad de esta chica —dijo Natasha, su tono fue casual, como si hablara del clima.

Maggie la cortó en seco.

—Eso da igual. No quiero problemas. Este es un viaje sin intención de por medio. Además, si seguimos hablando, ella podría descubrirnos...

Natasha sonrió.

—¿En serio me crees tan tonta? Sabes bien que ni te dirigiría la palabra si esa fuese una posibilidad, pero no lo es.

Maggie frunció el ceño.

—¿A qué te refieres?

Natasha se acercó un paso más, bajando la voz.

—Estuve vigilando de muy cerca a Emma. Parece ser que ella... perdió la habilidad de Casandra.

Maggie se quedó inmóvil.

—¿Estás segura?

Natasha asintió.

—Tengo a alguien vigilándola de cerca y me lo ha confirmado.

Maggie apartó la mirada, reflexionando. Emma... sin su habilidad. Eso lo cambiaba todo.

—Por eso el ojo turquesa no parecía el mismo... —murmuró para sí misma, como si hablara en voz alta sus pensamientos.

Natasha asintió de nuevo, cruzando los brazos mientras escrutaba sobre su hombro, cómo los demás comenzaban a acercarse de nuevo a los vehículos.

—Escucha —dijo Natasha, susurrando con un tono que sugería urgencia—, tenemos que hablar de algo. No es lo único que descubrí. Este viaje podría no ser lo que parece. Nos encontraremos más tarde.

—¿A qué te refieres?

Natasha comenzó a alejarse, pero no antes de dejar caer la última pieza del rompecabezas.

—A que quizás, esto podría ponerse feo... —Y mientras se marchaba, lanzó una mirada de reojo hacia Zoey, antes de desaparecer entre los vehículos.

*****

El balneario La Gota se desplegaba ante sus ojos como un paraíso oculto, un rincón de la isla donde la naturaleza y el lujo se encontraban en un abrazo perfecto.

Desde lo alto de la colina que conducía a la entrada, se podía ver un extenso valle lleno de cráteres naturales, cada uno con aguas termales burbujeantes que reflejaban el cielo, ahora teñido de un azul suavizado por el atardecer.

Y un gran pabellón cubierto de enredaderas florecidas actuaba como el corazón del lugar, ofreciendo espacios para descansar, beber té o simplemente disfrutar de la calma.

Zoey y Julia fueron las primeras en dirigirse hacia uno de los cráteres, fascinadas por el vapor que se elevaba en suaves espirales. Emma, por su lado, se quedó cerca de Isaac, quien observaba el entorno con calma y disfrute.

Natasha se estiró, fingiendo despreocupación, mientras sus ojos seguían discretamente a Maggie, y Teodoro sonrió ante el entusiasmo de todos.

Leonard y Mikael se aventuraron a la exploración del entorno, riendo y bromeando como siempre, hasta que se encontraron con un rincón que les llamó la atención: un círculo de ladrillos a medio construir, con restos de lo que podría haber sido un antiguo fogón.

El lugar estaba justo en el límite entre el balneario y el bosque que lo rodeaba, lo suficientemente cerca para ser parte del entorno, pero también alejado como para ofrecer privacidad.

—¿Qué te parece si lo encendemos esta noche?

—Estaba pensando lo mismo.

En un costado del balneario, se alzaba un edificio de dos pisos. Su forma, una curva suave que parecía seguir el contorno del terreno, abrazaba el paisaje en lugar de imponerse sobre él.

Ulises y Macarena caminaron hacia el vestíbulo principal, donde los recibieron con una cálida bienvenida.

—Este sitio es impresionante —dijo Ulises, maravillado por la cantidad de detalles que había en el interior.

—¿Me lo describirías? —preguntó Macarena sonrojándose ante la pregunta.

—¡Claro! Las paredes están decoradas con muchos motivos acuáticos, los techos son muy altos y dan una sensación de amplitud que le pega muy bien a la «calma» que quiere trasmitir el balneario. Las ventanas son superamplias. Afuera vi balcones, que tienen algunas plantas trepadoras increíbles. Y toda la fachada exterior está recubierta de piedra natural, más o menos, como muchos pomelos unidos uno junto al otro. Y este interior es una mezcla perfecta entre lujoso y acogedor. Los suelos, ya lo habrás notado por el sonido al pisar, son de madera, pero están muy bien pulidos y brillan tanto que hasta puedo notar mi reflejo. ¡Es increíble!

Luego de un incómodo y breve silencio, Macarena habló.

—Gracias, Isaac, pero se lo preguntaba a Ulises.

Isaac llevó sus manos a la boca de inmediato y sus ojos se expandieron.

—¡Perdón! La costumbre —dijo, todavía tapándose la boca y alejándose de ambos, rojo como un tomate—. ¡Me voy!

El grupo pasó la tarde en una absoluta atmósfera de relajación, y con la llegada de la noche, la temperatura bajó ligeramente, haciendo que el calor de las aguas termales fuera aún más apreciado.

Cerca de la zona de parrillas, el grupo se reunió para cenar. Las luces suaves colgaban de los árboles, creando un ambiente casi mágico, donde la oscuridad del bosque parecía mantener a raya al mundo exterior, dejando que solo la paz del balneario existiera.

Fue entonces cuando Leonard y Mikael, se prepararon para reunir madera seca y acondicionar todo para un gran fogón en el círculo de ladrillos. A la mayoría les agradó la idea y se dispusieron a ayudar con la tarea.

—Al fin... —espetó Natasha, cruzada de brazos y apoyada en un muro en la fachada trasera del edificio. La sombra les ocultaba—. Te tardaste.

Maggie se arrimó a ella y continuó su camino.

—Mejor hablemos adentro. Aquí podrían vernos.

—Me parece bien, pero si intentas algo te incendiaré la cara.

*****

El sonido del viento hacía silbar los árboles mientras Emma recogía trozos de madera seca. Sus ojos se encontraron con Zoey, quien, a pocos metros, apilaba rocas cerca del bosque.

Se acercó lentamente a ella, con una extraña sensación en su interior. A pesar de haberse querido comunicar con ella luego de su último encuentro en la universidad hace un par de días, ella no devolvió ninguno de sus llamados. Solo le había enviado un último mensaje, recordándole que hoy sería el viaje a las termas.

—Zoey... —anunció Emma, guardando las distancias—. Necesito hablar contigo sobre algo importante. Es acerca de la investigación.

Zoey se detuvo, pero no giró al instante. Los músculos de su espalda se tensaron un poco al escucharla. Por un breve segundo, sus dedos se aferraron con demasiada fuerza a la roca que sostenía.

Luego, como si nada hubiera ocurrido, soltó un suspiro lento y se volteó, mostrando una sonrisa.

—¿La investigación? —repitió con una dulzura que rozaba lo falso—. ¿En serio quieres hablar de eso ahora?

Los ojos de Emma se entrecerraron. Algo no encajaba. Era como si detrás de esa actitud hubiera algo más, algo que Zoey no quería mostrar. Emma tragó saliva, forzándose a continuar.

—Bueno, sí. Descubrí algo... —se acercó un paso más—. Sobre Nathan. Si seguimos investigando, quizás...

Zoey levantó una mano. Sus ojos se desviaron hacia la lejanía, como si aquello que Emma le decía, no tuviera la menor relevancia.

—Emma, creo que no es momento para hablar de esto. ¿Por qué no dejamos ese tema de lado por hoy? —dijo mientras se inclinaba para tomar otra piedra, dándole la espalda—. Deberíamos disfrutar de la noche. Relajarnos, para variar.

—Pero... esto es importante, Zoey. No podemos ignorarlo.

Zoey levantó otra roca y la dejó caer junto a las demás.

—Lo único importante esta noche es que nos divirtamos. —Se levantó con temple, alisando su ropa—. Con todo lo que nos pasa, uno nunca se sabe cuándo podría ser nuestro último día. ¿No?

Zoey empezó a caminar, y la mirada que lanzó de reojo, fue como un golpe al estómago.

—Zoey, espera. —Extendió la mano, envolviendo con delicadeza la muñeca de su amiga, como quien sujeta a alguien a punto de caer al vacío.

Zoey se detuvo, pero no se volteó de inmediato.

Poco a poco, fue girándose sobre sus talones, hasta que sus miradas volvieron a cruzarse. Sus rostros eran totalmente opuestos. El de Emma era apagado y preocupado, mientras que el de Zoey era una amplia y simple sonrisa que parecía irradiar la luz más brillante del mundo.

—¿Podrías soltarme, por favor?

Por alguna razón, Emma sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y sus dedos se abrieron de inmediato.

Por alguna razón, su corazón empezó a latir con fuerza mientras veía a Zoey marcharse.

Y por alguna razón... sintió miedo.

*****

Natasha y Maggie se encontraban frente a una mesa de madera desgastada en una de las habitaciones del complejo. La primera, de pie, mientras la otra había tomado asiento.

—Entonces. ¿Cómo lo supiste? —preguntó Maggie—. Que Emma perdió los dones de Casandra.

Natasha entrecerró los ojos, como si reviviera aquel momento exacto en su mente.

—Fue en la fiesta —respondió—. Los dones de Casandra siempre se manifiestan en el ojo turquesa, y yo lo conozco bien. Pasé años mirando el mismo tono en mi hermano, pero en Emma había algo distinto. No era el mismo matiz. Se lo pregunté a mi «soldado» más reciente, pero es obvio que me mintió.

Maggie arqueó una ceja, intrigada.

—¿Y no se lo sacaste a la fuerza? —dijo con una media sonrisa—. Raro en ti, Nat.

Natasha sonrió.

—No hizo falta. Para eso tengo a mi otro soldado, más fiel —respondió—. Escuchó una conversación entre Emma y Zoey. Estaban hablando de un suero, algo que podría «ayudar a Emma con su problema». Eso bastó para mí, pero no es lo único, esta evidencia lo refuta todavía más. Es de Zoey.

Natasha extrajo de su bolso una libreta vieja y la dejó sobre la mesa. Sin decir una palabra, Maggie comenzó a hojearla, deteniéndose en cada página con creciente asombro. Los garabatos y las anotaciones de Zoey se esparcían por las hojas, llenas de fórmulas complicadas y esquemas detallados.

Era una investigación compleja, un plan meticulosamente trazado para restaurar los poderes de Emma... y amplificarlos.

—Esto... —murmuró Maggie, pasándose los dedos por el borde de una página—. ¿Cómo demonios supo Zoey sobre esto?

Natasha, que había permanecido en silencio, de pie junto a la ventana, se giró lentamente. Sus ojos se oscurecieron.

—Alguien la ha estado ayudando. Todavía no sé quién es, pero antes de hablarte de él... —Hizo una pausa deliberada—, debes saber que Zoey no es la única trabajando en secreto. Emma también tiene a alguien ayudándola.

El corazón de Maggie dio un vuelco, pero no permitió que su sorpresa se reflejara en su rostro.

—Milena Locker.

—Ah, es verdad. Ustedes siguieron a Emma, pero como luego dejé de escucharlas, pensé que no lograron espiarla.

—Usamos lengua de señas para no tener que hablar.

Natasha sonrió, sorprendida. Maggie, sin dejar de hojear la libreta en sus manos, alzó la vista brevemente.

—En fin. Sí, estuve con Zoey cuando Emma se reunió con Milena —dijo, pasando una página con cuidado—. Supongo que sabes que tienen tu información y la de Dean. Incluso escuché que Milena ya está al tanto de los Diorins.

—Sí, y no me gusta una mierda.

Maggie dejó la libreta sobre la mesa, empujándola con un dedo, mientras se acomodaba en su asiento.

—Después de que Zoey descubrió que Emma estaba trabajando con Milena, algo cambió en ella —continuó Maggie, entrelazando los dedos, sin apartar la vista de Natasha—. No volvió a hablar de eso y, si soy honesta, diría que guarda cierto rencor hacia Emma.

—Mucho más que un simple rencor —susurró Nat pensativa—. Escuché una conversación entre Zoey y Ulises. Zoey quedó destrozada después de enterarse. Y si algo sabemos los Diorins, es que cuando la gente no nos teme... nos odia.

El silencio que siguió fue denso, cargado de una tensión eléctrica. Natasha se acercó a la mesa y, sin desviar la mirada de Maggie, tomó asiento. El cuero del sillón crujió bajo su peso.

—Zoey volvió al laboratorio después de hablar con Ulises —continuó Natasha—. Llamó a alguien por teléfono y mencionó a un tal «Eme». Seguramente es un nombre en clave. Dijo que no seguirían trabajando en el caso. Más tarde, esa misma noche, me infiltré en el laboratorio y encontré esa libreta —señaló el cuaderno sobre la mesa—, tirada en la basura.

Maggie volvió la mirada hacia la libreta, y luego hacia Nat.

—¿Alguna vez has investigado el pasado de Zoey? —preguntó Natasha.

Maggie negó con la cabeza.

—Mi hermano me escribió todo sobre ella el año pasado —continuó, bajando un poco la voz, como si la confesión fuera casi un susurro—. Cuando su hermana murió, Zoey se obsesionó con encontrar al responsable. Y cuando lo hizo... casi lo mata. Le disparó y fue detenida, pero no duró mucho en prisión. Alguien la sacó y decidió cubrir todo el incidente.

Maggie permanecía impasible, pero por dentro sentía cómo las piezas comenzaban a encajar. Estuvo a punto de decir algo, pero Natasha la interrumpió con un gesto.

—Eso no es lo más interesante —prosiguió Nat—. Dean también me contó algo más. ¿Tienes idea de cómo hubiera sido la verdadera historia entre Emma y Zoey, si Dean no hubiera intervenido?

Maggie frunció el ceño, intrigada pero sin decir una palabra.

—Cuando mi hermano conoció a Emma, vio su futuro, y descubrió que ella moriría al caer de la terraza de su edificio. Al menos, eso fue lo que pensó al principio. Porque la verdad es que no hubiese muerto ahí —dijo muy lento—. Horus se hubiese manifestado, salvándole. Después, ella habría seguido con su vida e iría al crucero. Y cuando Errol la encerrase en su camarote... el poder de Horus se desataría con tanta violencia que el pobre idiota hubiera volado en pedazos. Emma, muerta de miedo y sin saber que hacer, hubiera intentado esconder el cuerpo, pero no lo haría profesionalmente.

—¿Y esto a qué viene?

Natasha se inclinó hacia adelante.

—Piénsalo. ¿Quién crees que habría metido sus narices para descubrir la verdad detrás de la muerte de Errol?

Maggie se quedó en silencio, comprendiendo hacia dónde iba todo.

—Zoey.

—Bingo —murmuró Natasha, casi con deleite—. El destino de ambas siempre ha sido, y será, enfrentarse. Como un ángel y un demonio. No importa qué suceda, o cuanto lo intenten, siempre estarán destinadas a ser enemigas.

Las palabras rasgaron el aire como un juicio ineludible. Maggie se levantó de su asiento, caminó hacia la ventana y miró hacia afuera, procesando todo.

—Entonces, no me sorprendería que con todo lo que sucedió, Zoey haya perdido la razón... —dijo Nat con una tonalidad de voz oscura y gélida—, y quiera matar a Emma. De otra forma, ¿por qué invitaría a todos sus amigos a última hora? Está claro que tiene un plan.

Se produjo un silencio sepulcral. Maggie se volteó.

—Empiezo a comprender por qué Dean nos forzó a hacer una tregua —meditó Maggie con seriedad—. Si nos decía al principio que Zoey sería un peligro para Emma, la hubiéramos matado al instante. Pero con esta información, si la salvamos de Zoey, ella podría darnos una oportunidad y ayudarnos contra el Diorin de Osiris.

—Y de esa manera, nuestro tira y afloje para ver con quién se queda la Diorin de Horus, podría volver a empezar desde cero.

Maggie suspiró y se frotó las sienes.

—Una lástima por Teodoro... —Guardó silencio—. En fin. ¿Qué tienes en mente?

Natasha se encogió de hombros.

—Ya lo sabes, como en los viejos tiempos, Insigne. —La miró—. Hay que acabar con el objetivo, esta misma noche.

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