Capítulo XXXV - El juego de Emily Bacon
Capítulo XXXV – El juego de Emily Bacon
«Grabando...».
—¡Muy buenas a todos mis queridos amigos! Soy Emily Bacon en una nueva edición de: ¡Supervivencia en Aldebarán! Hoy nos encontramos en un sitio muy especial de mi querida Isla Blau. El lago Milagro.
La niña extendió sus brazos y la lente de su cámara enfocó el fondo a sus espaldas: un bello prado silvestre salpicado de una naturaleza vasta, repleta de árboles, pinos, montañas, y un gigantesco lago a sus espaldas que recibía los primeros rayos del sol mañanero.
Mily se hallaba de pie sobre una roca en mitad de la playa. Brinco para aterrizar en el suelo y empezó a caminar sin rumbo fijo.
—Como pueden ver... es decir, ver en el futuro, porque no tengo señal y tengo que grabar con una cámara sin internet. Estamos en el periodo más interesante de todo el viaje —dijo divertida—. Este es el primer día de supervivencia que tendrán que atravesar los chicos de primero de Vanlongward.
Mientras Emily paseaba esquivando árboles sin siquiera verlos, habilidad adquirida de caminar por la calle esquivando peatones a la vez que se filmaba, enganchó su cámara a un palo de selfi. Lo apuntó alto, para tener una mejor panorámica de su cuerpo completo y continuó.
—Como su fiel anfitriona, y como hija del director —se jactó—, tengo en mi poder la aplicación que usan los celadores. —Emily mostró un celular en dónde tenía una lista que enseñó a cámara—. Como pueden ver... ¡Ay! No. Mili, ¿qué estás diciendo? ¡Eso es muy cliché! —Carraspeó la garganta y volvió a empezar la oración. Ya editaría el video completo más adelante—. Esto que están viendo es la lista de los equipos y sus puntajes actualizados en tiempo real. Cada vez que un grupo logra completar un objetivo de la lista que se les fue ofrecida al iniciar el evento. Se suman los puntajes en la app y la lista se actualiza.
La niña chequeó la hora en su reloj.
—Bien. Son las nueve de la mañana. Muchos de los participantes ya deberían haber despertado. Así que iré a hablar con algunos, los entrevistaré, pero muy poco, porque la idea es que estén inmersos en la naturaleza y en este juego. Así que solo me permitieron hablar con ellos unos diez minutos cuando mucho. —Mili volteó la cabeza y vio a dos personas caminando hacia la playa—. ¡Genial! No tuve que buscar a nadie. ¡Vamos a hablar con esos dos participantes de allí!
Emily corrió por el bosque hasta alcanzar a dos jóvenes. Uno de ellos era un chico de gran altura, un cabello rizado, pero que llevaba muy corto, era una persona de color que sonrió de manera simpática hacia Mily en cuanto la vio.
—¡Emily Bacon! —dijo el joven. Se detuvo y depositó dos baldes repletos de agua en el suelo. Pudo ver en su brazo la cinta de su número de equipo: once—. Es increíble poder verte. Soy tu fan.
—¡Hey! ¡Mi primera interacción y es un fan! —Su sonrisa se iluminó, adoraba la atención—. ¿Cómo te llamas... fan?
—Me dicen Weege. —Señaló a su colega, que llevaba consigo una enorme cantidad de fruta entre sus brazos. Él también frenó la marcha unos pasos más adelante—. Este es Mikael. Es un poco reservado, pero de no ser por él... yo hubiese muerto ayer por la noche.
—¡Es un placer, chicos! Miren, no tengo tanto tiempo, así que haré unas poquísimas preguntas. ¿Puedo?
—¡Claro! —dijo Weege.
—Muy bien, gracias. Ok. ¿Cómo los trata esta prueba?
Weege echó una carcajada y sacudió la mano.
—No, no, no. Mira, si me permites, voy a hacerte una pequeña crítica constructiva. Eres joven y talentosa. Veo todos tus videos y mi sueño es algún día ser, al menos, la mitad de famoso que tú, pero tienes que mejorar las preguntas que harás a tus interrogantes. —Explicó el joven, envolviéndose en un aire de sabiduría—. Presta atención. Tienes poco tiempo, ¿no? Antes que nada debes saber con quién hablas para saber qué preguntarás.
—Wow... ok, te escucho. —Emily bajó la cámara—. Pero no pienso poner esta crítica en el video. Lo siento.
—Y haces excelente —dijo Weege sonriente—. Esto es lo que harás. Como tienes poco tiempo de hacer preguntas. Haz las más incisivas que puedas. Ojo, no controversiales porque no las responderán. Ahora mismo estamos en una competencia, las personas hacen cosas que nunca hicieron en su vida. Juega un poco con eso. Indaga sobre, por ejemplo, lo más loco que hayan hecho hasta el momento en esta prueba. Ten en cuenta que no muchos serán abiertos a responder, así que tienes que persuadirlos. Deben olvidarse de que los estás entrevistando.
Emily permaneció en modo introspección y razonamiento.
—Suena interesante... ¿Puedo intentarlo?
—¡Sí! Adelante.
La niña se aproximó hacia Mikael.
—Hola, ¿Eres Mikael? ¿No?
—Así es.
—Mikael, dime: ¿Te gustaría que algún participante en especial te visitara por la noche?
Weege se tentó y esperó la respuesta de su compañero.
—No. —Mikael desvió la mirada—. Él tiene ojos para alguien más...
—¡Oh, por dios! ¿Él? ¿Puedo saber quien es el suertudo que tiene tu atención? —preguntó Mily impresionada—. No tengo mi cámara apuntando. Tranquilo. No saldrá de aquí...
—No. Ya debo irme. —Mikael continuó su trayecto—. Vámonos, Weege.
—¡Ok! —Weege tomó los baldes y al pasar junto a Mily, le guiño el ojo—. La pregunta ha sido excelente, pero luego mencionaste la cámara y sus defensas actuaron. Recuerda: tienen que olvidarse que hay una cámara en frente.
—¿Y cómo lo consigo?
Weege sonrió ampliamente mientras reanudaba su recorrido.
—¡Hazlos jugar!
*****
En una zona empedrada, entre una montaña y el inicio del bosque, Brenda lagos intentaba encender una fogata junto a su compañera: una muchacha de cabello marrón rizado que respondía al nombre de Maggie.
—¡Hola! Soy Emily Bacon, y tengo unas preguntas para un video que haremos para cuando finalice la actividad de supervivencia. ¿Puedo hacerles unas preguntas, chicas?
Brenda se encontraba empapada y sudada de pies a cabeza. Había estado caminando toda la noche durante un largo rato para poder encontrar el punto en el que tenían que armar su campamento. Había pasado muy pocas horas durmiendo, y a pesar de saber cómo tenía que hacer para encender una fogata usando un palo y el cordón de una zapatilla, luego de haber estado intentando por más de media hora, no había logrado conseguir nada.
Y tenía un hambre del carajo.
—Si... —respondió apática—. Haz lo que quieras...
Emily sonrió y se aclaró la garganta. Observó la cinta con el número de su equipo y las buscó en la lista de la aplicación de la universidad.
—Esto es interesante. Según tengo entendido les tocó el cuadrante treinta y nueve: montañas y laderas. Tienen poco predominio de árboles por aquí y no hay agua muy cerca. Además, por lo que veo, son la quinta pareja con menos puntaje de todas —hizo una mueca de lástima—. ¡Pero el día es largo, así que no tienen de qué preocuparse! Podrían decirme: ¿A qué creen que atribuirían su puntaje tan bajo?
—¿La quinta? —preguntó Maggie. Luego arrojó la varilla al suelo, furiosa—. ¡Es tú culpa! —aseveró contra Brenda—. ¡Te dije que teníamos que ir al oeste!
—¡Ok! ¡Ya! —Brenda se aclaró la garganta—. Sé que me equivoqué. ¡Ya me lo repetiste mil veces! ¡Todo el camino! —La chica se dirigió hacia Emily—. Yo reconozco que me ubiqué mal por la noche y nos desviamos un poco. Pero luego retomamos camino y logramos llegar. Pero hoy, prácticamente, los pocos puntos que ganamos, fueron todos míos. ¿Quién buscó la fruta? ¡Yo! ¿Quién fue hasta el puto lago a buscar agua? ¡Yo! ¿Quién sabía cómo encender esta fogata? ¡Yo!
—Oh, sí. Ten cuidado que las llamas no enciendan todo Aldebarán —espetó Maggie con ironía.
Emily sonrió mientras lo filmaba todo. Este momento era oro puro. Los likes se materializaban en el brillo de sus ojos al ver la discusión. Y todo con una sencilla pregunta...
*****
En una de las zonas más alejadas de Centauri, viajando hacia el sur, las planicies predominaban en el follaje. Junto a un lago muy diminuto, un equipo había montado un atractivo campamento que Emily fue incapaz de visitar.
Cuando se presentó conoció a uno de sus integrantes, un joven atractivo llamado Leonard Couch. Él le comentó que su compañero no se encontraba ahora con él, pero que volvería en algún momento. Ella hizo lo que acostumbraba con todos los equipos y los localizó en la lista.
—¡Guau! ¿Están segundos? ¿Qué es esto? ¡Pero si en esta zona no hay nada! De todos los sitios del cuadrante cincuenta, ¿por qué eligieron este?
Leonard sonrió. El fuego de su hoguera se encontraba ahora escociendo sabrosos pescados.
—En realidad. Estamos siendo estratégicos. En la lista de puntaje para los que nos tocó el sector cincuenta, si asentábamos nuestro campamento más alejado que cualquier otro grupo, nos darían treinta puntos.
—Wow...
—Lo siguiente fue organizarnos. Mi compañero fue al bosque a buscar alimento y lo necesario para tener energías, mientras yo me quedo aquí y consigo los materiales para reforzar el campamento. —Apuntó a sus carpas—. Canaletas para evitar el agua de posibles lluvias: cinco puntos. —Apuntó a un rincón en dónde trozos de madera de árboles, ramas quebradas y leña, se encontraba agrupado de tal forma que formaba una pirámide—. Obtención de leña para un día: cuatro puntos. —Luego su dedo señaló la zona en dónde Emily y él se encontraban—. Recubrir el campamento con una capa de hojas y formar un suelo cómodo: diez puntos. Parece sencillo, pero llevó su tiempo.
—¡Impresionante! —Emily chequeó los puntos que el compañero de Leonard había adquirido en su camino al bosque—. Tu amigo también está con todo. Aquí dice que consiguió alimento fácil: fruta, que suma dos puntos. También alimento difícil, que se logra cazando o pescando. Diez puntos.
—También estoy empleando los elementos que nos dieron al principio. Las botellas las usamos para almacenar agua, las varillas de metal para fabricar un techo improvisado con la tela del bolsón y así poder tener un ambiente seguro. Creo que eso nos dará una buena ventaja.
—Pero eso... ni siquiera está en la lista —Luego, Emily recordó una regla importante—. ¡Oh! La improvisación.
—Así es. Sabemos que si improvisamos ganamos más puntajes.
—No sé qué decir. Mereces todos los puntos que tienes. Tanto tú, como tu pareja.
—Muchas gracias —contestó él, sonriente—. ¿Quieres pescado?
—Gracias, pero no como carnes.
—Hay frutas.
—No, lo lamento. No puedo aceptar, ni dar nada a ningún participante. ¿Te molestaría responderme algunas pregun...? Nah... ¿Sabes qué? ¡Me has caído genial! Eres una dulzura. ¡Sigue así, Leonard! ¡Saludos a tu compañero de mi parte!
—¡Gracias!
*****
El atardecer llegó y Emily tenía mucho material realmente fascinante para sus videos y publicaciones. Sabía que todavía le quedaba mucha práctica para dominar el arte de las preguntas incisivas, pero a lo largo del día no le había ido nada mal.
Parecía ser que el sistema competitivo de la actividad, sumado a la incertidumbre y pésima destreza en supervivencia de la gran mayoría de los participantes, daba como resultado una marabunta de adolescentes estresados y sumamente quejumbrosos.
Mily no podía decir nada, ella era exactamente igual de mimada que la mayoría allí, pero al menos salía bien parada.
En el día había visto y hablando con muchas personas.
Algunas, como Julia y Natasha, que las encontró trepando árboles como koalas para buscar frutas.
Otros, como el gamberro de Weege, que intentó persuadir a los celadores de años superiores para sonsacarle datos y consejos de supervivencia.
O como el fenomenal equipo de Leonard, con un corazón efervescente de competitividad, que lo daba todo para ganar.
Y llegó al último equipo. Un equipo de dos chicas que había decidido dejar para el final para lograr adquirir la mayor experiencia posible a la hora de realizar la entrevista.
El equipo 31: Emma Clark y Zoey Fisher.
La niña encendió la cámara y se acercó hasta el campamento de ambas a los pies del lago Milagro. Sonrió al verlas, finalmente Zoey había logrado encender la fogata, y Emma empezaba a cocinar toda la pila de gruesos y jugosos pescados que había logrado adquirir en el día.
De momento, Emily no había sido percibida y quizás era mejor así. Si algo había aprendido de las palabras de Weege, es que era mejor preguntar cuando conoces más cosas sobre tus interrogantes, y algo extra que ella había descubierto era que si escuchaba y prestaba atención, alguna información valiosa podía llegar por sí sola.
Aunque, en este caso, ninguna de las dos chicas parecía con intenciones de interactuar. Estaban sentadas alrededor de una fogata que habían fabricado entre la arena y la tierra, pero ni siquiera se ubicaban una frente a la otra, sino que de espaldas, con el fuego como punto de separación. En ocasiones una se volteaba, chequeaba su alimento, y volvía a su posición de siempre.
Una de ellas, con las piernas cruzadas, la espalda firme, pero la mirada gacha, se encontraba absorta en sus pensamientos. La segunda, por lo contrario, tenía una pierna estirada al máximo mientras rodeaba su rodilla con su brazo y sacudía sus pies de manera incesante y nerviosa. Los ojos de ella no se despegaban del cielo, quizás buscando las primeras estrellas de la noche venidera.
Emily se aburrió.
Era evidente que no tendría ningún material si se quedaba allí sin hacer nada. Así que decidió avanzar.
—¡Hola, chicas! —saludó Emily.
Ambas le contemplaron con atención. La niña depositó su cámara en un sitio alejado de la arena, volvió con ambas y se sentó en la arena en un punto intermedio entre ambas.
Al principio les comentó que estaba haciendo una entrevista a todos los equipos, pero que ya se había aburrido de eso, y que tenía ganas de divertirse y de jugar un juego.
—¡Lo llamo: el juego de Emily Bacon! Se harán tres preguntas veloces entre ustedes, si una no puede responder de forma inmediata, se volverá a preguntar otra cosa hasta que lo haga. Ustedes deciden todo. Yo solo seré una mediadora. Quien no de una respuesta inmediata tres veces, deberá, si o si, responder a una cuarta pregunta con total honestidad. ¿Qué les parece? ¿Se animan a jugar? —Emily escondió una barra de chocolate en la arena con cuidado de no ser observada por los celadores. Susurró:—. Ese es el premio para las dos, si aceptan.
—No lo sé... —comenzó a decir Emma, pensativa.
—Yo me apunto. Podría ser divertido —dijo Zoey, volteándose para posicionarse frente a ambas—. ¿O tienes miedo, rubia?
—¡Vamos, Emma! —insistió Emily—. ¡Por favor!
Emma resopló con profundidad.
—Ok... hagámoslo.
Zoey sonrió.
—¡Sí! —festejó Emily y mostró una moneda—. Elijan una cara para ver quien empieza.
Los ojos de Zoey se asentaron directamente sobre los heterocromáticos de Emma. Ella se percató de ello. Esa mirada parecía querer meterse dentro de su cabeza.
—¿Y si nos ahorramos las molestias? —dijo Zoey con temple—. Haz la primera pregunta.
Emma asintió, inexpresiva, pensativa, desconfiada. Había algo en toda esta situación que no le estaba cerrando.
—¿Tú arreglaste para que estemos juntas? —preguntó la rubia.
Zoey sonrió y cabeceó hacia un lado.
—Lo intenté, pero fue su mérito, no el mío —respondió ella haciendo alusión a Mily.
La niña se encogió de hombros, sonrojada.
—Bueno, no pensé que llegaría mi turno tan pronto, pero sí, fui yo quien arregló eso —confesó Mily.
—¿Por qué? ¿Qué ganas tú?
—Seguidores, ¿qué más? —contestó Mily con sencillez—. Sobrevivieron a la tormenta, se caen por la borda, se pelean en la universidad, una está relacionada con el secuestro de un alumno, y la otra con el arresto de dos potenciales empresarios corruptos. Solo persigo un instinto aquí. Así que sigamos, por favor...
—No sé si quiero seguir jugando... —espetó Emma con cierto deje de incomodidad.
—Ah, no. Tuviste tu turno, así que ahora seguiré yo... —dijo Zoey, tajante—. Empecemos con algo interesante. ¿Conoces a Dean Becker?
—¿Qué?
—Responde directamente, recuerda.
—No... No sé quién es.
—Bien. —dijo Zoey reclinándose hacia atrás—. Aunque no respondió de inmediato, así que se la contaré, pero le dejaré hacer una pregunta.
—Es justo. Tienes un punto en contra de tres, Emma. Ahora te toca a ti —dijo Emily.
—Bien... No sé. Esto... ¿Qué pasa con tu nombre?
—Nada. Soy Zoey y ya. ¿Me toca? —Emily intentó contestar algo, pero la morocha prosiguió de todas formas—. ¿Por qué escribiste una carta de suicidio?
Emma se quedó atónita.
—¿Cómo sabes...?
—No, no, no... tú debes responder, no preguntar. —Le cortó Zoey—. Esta no te la dejaré pasar, así que va otra. Veamos, dices que no conoces a Dean Becker, pero él falleció en tu consorcio el mismo día que ibas a publicar esa carta en tu blog. Al día siguiente, le enviaste un mensaje a tu amiga Vanesa preguntándole sobre la heterocromía adquirida y el repentino cambio de matiz en tus ojos. Podría preguntar qué fue lo que ocurrió con tus ojos, pero me huelo a que ni siquiera tú lo sabes, así que me inclinaré por un pequeño detalle que me pica más en la curiosidad. Si realmente no conoces a Dean Becker, ¿por qué ambos tienen un collar idéntico? —dijo Zoey señalando la luna de plata que colgaba en el cuello de la rubia.
Emma no supo responder.
Su cuerpo se paralizó por completo. Los datos que ella estaba soltando eran devastadoramente certeros, pero otros eran extraños y confusos. ¿Cómo sabía ella tantas cosas?
—No hay respuesta —dijo Zoey, con ligereza, sacudiendo sus hombros—. Así que aquí va mi cuarta pregunta... —Sus ojos, iluminados por la hoguera que separaba a ambas, se ensartaron con ímpetu en Emma—. ¿De verdad puedes ver el futuro?
Emma apartó la mirada y su ojo turquesa volvió a su tonalidad natural.
—Yo me apunto. Podría ser divertido —dijo Zoey, volteándose para posicionarse frente a ambas—. ¿O tienes miedo, rubia?
—¡Vamos, Emma! —insistió Emily—. ¡Por favor!
Emma permaneció en silencio durante un momento. Sus manos empezaron a temblar, incesantes. Intentó mantener la calma, responderle, pero sus palabras no salían. Toda la información que esa entrometida le había soltado todavía le costaba procesarlas. Pasaron unos instantes hasta que le devolvió la mirada.
Ella lo sabía todo.
—¿Y bien? —insistió Zoey—. ¿Vas a jugar o no?
—No... —respondió Emma, tajante. Luego se dirigió hacia Emily con extrema seriedad—. Tú, vete. Ya.
Emily tardó en procesar esas palabras. Al principio pensó que se trataba de una broma, pero la mirada de Emma no comunicaba lo mismo. Buscó un aval para permanecer allí en la morocha, pero ella se encogió de hombros. A Emily no le quedó más remedio que hacer caso a la rubia y se marchó por dónde vino con un muy mal sabor de boca.
Por otro lado, Emma se colocó de pie y se alejó rumbo a la playa. Zoey quedó perpleja y confundida. La siguió por simple instinto. Algo en la mirada de Emma le había dicho «sígueme» incluso sin esbozar palabra alguna.
—Hey... —comenzó a decir Zoey—. Escucha, podrá ser una metiche, pero es la hija del director, no creo que debas hablarle de esa...
—Lo sabes... —interrumpió Emma, deteniendo sus pasos.
—¿Qué?
—Sobre mis dones. Ya lo sabes. Acabo de verlo, así que dejemos de fingir. Te felicito, Ada... —espetó con seriedad—. Lo has descubierto.
—¿Me estás jod...? —Zoey permaneció atónita; su cabeza observó hacia la hoguera y luego se volvió hacia Emma—. ¿Cómo que acabas de verlo? ¿Ahora, ahora? —Entonces su semblante se iluminó con el color de una epifanía—. Por eso le pediste a Emily que se fuera... ¿Entonces mi plan funcionó?
—Enhorabuena, aunque la verdad es que ya me da igual.
—Bien, entonces quiero que respondas...
—¡Responder un carajo! —Emma se aproximó hasta Zoey y la sujetó del cuello de su camiseta—. Esta mañana fuiste clara conmigo, así que yo seré clara contigo: no tengo una mierda de ganas o energías de hablar con nadie en este momento. Y si no quiero hablar con nadie, imagínate contigo. Hazme un enorme favor y vete de aquí, métete a la carpa... ¡Y no me molestes en toda la puta noche, Ada!
La oji azul se soltó.
—Bueno, bueno, el fenómeno de circo se encabronó. Primero que nada, me llamo Zoey y te voy a pedir que así me nombres, y segundo, a mí también me da igual tu poder de mierda, pero vine buscando respuestas y no pienso irme sin ellas.
—Búscalas en otro lado, a mí no me incumbe...
—¡Ulises casi se muere por tu culpa! ¡Claro que te incumbe!
Emma parpadeó de forma consecutiva.
—¿Qué? ¿Cómo eso puede ser mi culpa? ¡Ni siquiera estuve allí! ¡Me enteré de lo que le sucedió la siguiente semana!
Zoey se le arrimó.
—Quien lo secuestró, lo hizo por ti... protegiéndote a ti.
Emma echó una risa nerviosa al aire.
—¿De qué carajo estás hablando? ¡Yo no tengo nada que ver con eso! Y dudo mucho que tengas pruebas...
—No las necesito. Cuando ese hijo de puta me llamo dijo, específicamente, elige entre Ulises o Emma. Si tú no tienes nada que ver, ¿por qué carajo lo dejaron colgando en el acantilado? ¿Es por tu maldito poder de mierda? ¿Por eso? ¡Porque ahora yo lo sé! ¿Qué harás? ¡¿Me vas a matar?!
Emma se obligó a reprimir el grito más fuerte de su vida. Cerró los puños, bajó la mirada y respiró con profundidad.
—Estoy... harta... de ti —dijo con la voz quebrada, al borde del colapso—. Estoy harta de tus acusaciones. Estoy harta de que me persigas. Estoy harta de que me culpes de todo. ¡Estoy harta discutir contigo todo el tiempo! Escúchame bien, yo jamás osaría lastimar a Ulises. ¡Cuando me enteré de lo que le pasó, fui a verlo! Y de verdad, estoy... —guardó silencio y apretó los labios, conteniendo un impulso de amargura que ascendió, empujando una pequeña lágrima en sus ojos—, inmensamente feliz y aliviada de que él esté bien y sano.
La mirada de Emma no hacía contacto con la de Zoey. La rubia observaba al suelo, ejerciendo una fuerza inhumana para no quebrarse.
—Si a él le pasaba algo, yo probablemente no lo soportaría —continuó Emma—. No lo conozco, y no sé que tanto lo conoces tú, pero... estoy realmente agotada de la muerte a mi alrededor. —Apretó los puños—. ¡Estoy que exploto! Así que no te lo voy a repetir. Es la última advertencia que te voy a dar. Vete, antes de que realmente me enoje, Ada...
Y allí estaba de nuevo. La herida de lo sucedido con su hermana Adaline continuaba abierta y esa rubia no hacía más que meter su dedo y revolver. La palabra que antes obligaba a todos a decirle, para mantener viva a su hermana al escuchar su nombre, imaginando, en vano, que con eso, ella seguía presente.
Esa palabra ahora la destrozaba. Le quemaba por dentro. La hacía sentir una inútil. Una mentirosa. Una estúpida...
La hacía sentir débil.
Zoey colapsó. Había estado conteniéndose demasiado en cada momento en que Emma la llamaba así. Y se había propuesto no reaccionar. No perder el control, pero no pudo hacerlo más.
—¡Mierda, rubia! ¡¡Deja de decirme así!!
—¿Y qué si no quiero? —Emma tampoco estaba en sus cabales. Tenía tanto de lo que preocuparse, que un mísero nombre no le modificaba nada. ¿Por qué debería escucharla? ¿Por qué? Después de tantas basuras que se aguantó de ella—. ¿No te gusta afrontar la realidad? ¿No fuiste tú la que dijo que había que chocar con el muro a veces? ¡Bien! Madura y enfrenta la realidad de que yo no tengo la culpa de todos tú problemas, y chócate con el muro que tu misma edificaste frente a ti... Adaline.
Emma buscaba la reacción. Zoey lo sabía, lo intuía, lo percibía. Y si eso quería, con tanto ahínco, eso encontraría.
—¿¡Es que eres idiota?! ¿No lo entiendes? ¡Yo no soy Ada! —Su puño se cerró y su codo se replegó—. ¡Soy...!
Antes de poder terminar la frase, y siquiera moverse para encestar el puñetazo, cuatro de cinco dedos se clavaron con fuerza en la zona de su cuello. Al siguiente segundo, Emma acertó una patada giratoria que levantó la arena formando un arco y le dio, implacable, en la cabeza.
El cuerpo, el mundo, y la realidad de la oji azul, se sacudieron, y su rostro se enterró en la arena.
Emma permaneció inmutable, de pie, rebajando cada centímetro de Zoey.
—Aquella primera pelea que tuvimos jamás volverá a ser igualada. Te lo aseguro. Ya no tienes oportunidad. Así que no me tientes —dijo la rubia, firme, seria y sagaz—. Te recomiendo irte a dormir ahora... Ada.
Emma se volteó y empezó a caminar, pero poco tiempo después, algo la alertó. Algo que no esperó ver jamás. Zoey, arrodillada en la arena, encorvada y totalmente desesperada... gritó.
—¡¡Aaaaahhhgg!! —Golpeó el suelo—. Odio... —De nuevo—. ¡Odio! —Y una, y otra vez—. ¡Odio, odio, odio, odio! —Y entonces, se quebró—. ¡Odio que tengas razón! ¡Carajo! —Las lágrimas brotaron sin compasión—. ¡Sí...! ¡Soy yo la que se debe enfrentar la realidad! Y la realidad... —Guardó silencio, envolviéndose en lágrimas—. Es que mentí a todos con mi nombre porque no aceptaba que por mi culpa murió mi hermana... Adaline.
Emma recordó cuando hoy, más temprano, ella le había contado sobre su padre y la respuesta de Zoey había sido, justamente, la que ella, si tuviese el corazón como una piedra, le hubiese dicho ahora. Pero decidió dejarla seguir hablando.
—También fue mi culpa lo que pasó con Errol... —dijo en un mar de lágrimas, saliva y mucosidad—. Lo que pasó con Daniel, probablemente, también lo haya sido. Pero si hay algo de lo que no tengo dudas es que, lo que pasó con Ulises... —Su voz fue incapaz de salir. El dolor se lo impedía. Tuvo que extraer fuerza del último rezago de su voluntad para poder mencionar esas palabras—. Eso fue totalmente mi culpa. ¡Y si! ¡Lo reconozco! Fui una egoísta, una hipócrita y una mentirosa. El maldito combo completo. —Necesitó de un breve tiempo para recomponerse un poco—. Quise, con todas mis fuerzas, desviar la culpa hacia ti, porque yo no quería aceptarlo. —Zoey cerró sus piernas, abrazó sus rodillas y metió la cabeza entre ellas—. Así que sí. Odio que tengas razón. Odio haberme equivocado de la manera en que lo hice. Odio haber puesto en peligro a una gran persona como Ulises. Y siendo honesta, ahora mismo, solo me odio a mí misma...
—Al fin estamos de acuerdo en algo —dijo Emma, tajante—. Yo también te odio.
Zoey fue incapaz de continuar hablando. Las penas, las lágrimas, el dolor, todo el torbellino de angustias que sentía fue liberado esa noche, y a estas alturas le era imposible apagarlo.
Emma se marchó, dejando a Zoey en la arena totalmente sola.
Ahora mismo ella no tenía por qué lidiar con los problemas de una chica, que, hasta la fecha, no había hecho otra cosa más que complicarle la vida e inyectarle enormes dosis de estrés y nervios a lo largo del año.
Ya no iba a caer de nuevo. Como ella le había dicho por la mañana: no eran amigas y nunca lo serían. Las cosas habían resultado de esa forma y así se iban a quedar. No había más vuelta que darle.
Emma volvió a la fogata, la bordeó y se dirigió a su carpa, para aguardar su trágico destino final...
Ya no tenía que pensar en nada más.
No tenía que preocuparse por ella.
No se lo merecía.
Emma ya tenía suficientes problemas. ¿Y sumar los de Ad... Zoey? ¡Ni hablar! Se había prometido a sí misma, desde aquella primera pelea, que jamás le daría otra oportunidad a esa maldita egoísta.
Ella no era una buena persona.
Era cruel.
Era inestable.
Manipuladora.
Irritante.
Molesta.
Pesada.
Metiche.
¡Una maldita perra...!
Cerró su puño y se detuvo a los pies de su carpa.
—¡Mierda! —dijo furiosa.
¿Y entonces por qué quería volver allá?
¿Por qué su cuerpo, su mente, su espíritu, se empecinaba en querer darse la vuelta y ayudarla?
¿Por qué no podía entrar a ese pedazo de tela, cerrar los ojos, y dormir?
¿Por qué...?
*****
Las lágrimas se deslizaban por las mejillas de Zoey. Sentía cómo si tuviese un panal repleto de abejas embravecidas, haciendo de kamikaze contra cada rincón del interior de su cabeza. Se sorbo la nariz y volvió a su posición habitual: sentada, e intentando volverse cada vez más pequeña, más invisible, más solitaria...
De repente, su mano sintió la suavidad y el calor de otra, y eso le hizo levantar su mirada con curiosidad. Se sorprendió, y como no había sucedido hacía mucho tiempo, dos esferas azules, se cruzaron con dos esferas de color turquesa y violeta, sin instintos asesinos de por medio...
Emma volteó la mano de Zoey para abrir su palma y darle el chocolate que Emily había dejado enterrado en la arena.
—El chocolate es lo mejor para recuperar el ánimo —dijo la rubia.
—¿Por qué...? —Zoey apartó la mirada y se secó las lágrimas con el brazo—. ¿Por qué estás aquí? ¿Qué quieres?
Emma suspiró e hizo una mueca. Se hallaba de rodillas junto a ella.
—Supongo que... —Le sonrió con templanza y apretó su mano para sostener la de Zoey con más fuerza—. Solo intento ser una chica buena.
La respuesta de la oji azul no llegó. Solo expresó su agradecimiento en silencio. Abrió el chocolate y empezó a comer, Emma continuó.
—Yo estuve en ese lugar. ¿Sabes? —dijo observando hacia el lago con un aire de nostalgia—. Ese pozo solitario y lleno de fantasmas oscuros que revolotean a tu alrededor que a veces te atraviesan y las cosas se sienten turbulentas. Y que pareciera que nada podría mejorar. Que no queda nada de luz y el mundo se vuelve un manto de oscuridad...
La luz de la luna se reflejaba en el lago Milagro esa noche: allí apuntaba la mirada de Emma al hablar, luego le dirigió su mirada a Zoey.
—Me prometí a mí misma que jamás te perdonaría, pero también me prometí a mí misma jamás dejar sola a alguien que esté sufriendo. —Bajó la mirada con dejes de nostalgia—. Esa promesa la hice antes de venir a Vanlongward. Mi vida había cambiado. Yo creía que no tenía salvación, pero en el momento y sitio adecuado... alguien se apiadó de mí. Alguien me rescató de ese pozo. —Sonrió sutilmente—. Y la verdad, yo nunca lo conocí. Nunca supe nada de él. No me debía nada y, aun así, me salvó. Me dio una segunda oportunidad. —Guardó silencio, se colocó de pie y ayudó a Zoey a levantarse—. Y yo quiero ahora darte a ti una segunda oportunidad. Todavía puedes salvarte...
—¿Qué...?
—No puedo explicarlo ahora... —De repente, Emma recordó que Zoey ya sabía sobre sus visiones—. Bueno, en realidad a ti si te lo puedo explicar. —Sonrió en un gesto de un segundo—. En fin, resulta que parece que alguien más conoce sobre mis poderes y me está buscando. Según parece, hay más individuos como yo. Lo haré más corto... van a venir esta noche y si estás aquí conmigo podrá ser peor para ti. Así que tienes que irte.
Zoey parpadeó de manera consecutiva.
—Espera, espera, espera... ¿Cómo que alguien te está siguiendo? ¿Alguien te está amenazando? ¿De la misma forma que hicieron conmigo?
—No, esto no es una amenaza. Es un hecho. Alguien va a venir en cualquier momento de esta noche y me llevará —Emma sacudió la cabeza—. Sé que esto es muy precipitado, pero al menos déjame hacer algo bueno hoy, por favor. No queda mucho tiempo —Emma empezó a caminar, llevando a Zoey consigo de la mano—. Si nadas hasta allá encontrarás una cueva. Estarás a salvo. No es difícil acceder, pero está lo suficientemente oculta como para que no se vea desde aquí. Si lo haces ahora, llegarás a tiempo...
—Espera. Solo... ¡Detente un segundo! Solo un segundo... Esto es mucho para procesar —Zoey desvió su mirada. Ya había escuchado a Emma aceptar que sus dones eran reales, pero había sido en el calor de una discusión y ni siquiera había tenido tiempo para digerirlo. Ahora, un poco más desahogada y en calma... necesitaba una nueva confirmación—. ¿En serio puedes ver el futuro? ¿El futuro real?
—Si... En serio.
—Rescatar a Julia y a Brenda, la pistola de bengala para la tormenta, las preguntas de la beca honorífica... ¿Tú sabías que todo eso iba a suceder?
—Lo de Julia y Brenda... cambió por alguna razón, pero el resto, si, ya lo sabía.
—¿Lo del libro de mi hermano? ¿También?
—¿De qué otra manera podría saberlo? También lo de que odias la cultura popular y la ciencia ficción.
—Hija de perra... —dijo Zoey, divertida—. No me lo termino de creer...
Ambas compartieron una sonrisa durante unos segundos, pero entonces, un grito desgarrador resonó en el bosque. Emma volvió a posicionarse en el lugar del cual nunca debió marcharse: en modo extremadamente alerta. Volvió a tomar a Zoey de la mano y la llevó hasta la costa.
—¡Te tienes que ir! ¡Ya!
—¿Qué? ¿Qué mierda fue eso? ¡Alguien gritó! —espetó Zoey.
—¡Sí! ¡Y las siguientes somos nosotras! O más bien... yo. —dijo Emma—. Pero tú puedes salvarte. ¡Vete ya! Nada por debajo del agua y no saques la cabeza hasta que llegues a la otra punta. ¡No mires atrás! ¡No vuelvas a buscarme! Solo... —La empujó—. Vete, Zoey...
Emma volvió a empujar, pero la oji azul ejerció resistencia y no se movió de su sitio. Sus ojos no admitían duda alguna.
—No, lo siento. No voy a irme a ningún lado. No sé qué mierda viste como para estar tan asustada. —Avanzó hacia ella—. Pero yo no pienso seguir escapando a nada. ¡Que venga quien tenga los putos huevos!
—¡No, Zoey! —Emma la sujetó de los brazos. Echó una mirada furtiva al bosque. La oscuridad, la tiniebla, las sombras...—. ¡Tienes que irte! Yo no podré salvarme de esta, pero quizás tú... —Y entonces, veloz como un relámpago, un poderoso torrente de dolor fue sentido por Emma en su cuello. El padecimiento se transmitió por sus venas y recorrieron todo su cuerpo al completo, debilitándola—. N-no...
—Mierda... ¡Emma! —Zoey intentó socorrerla antes de que cayera, pero recibió su propia dosis de dolor punzante. Se quitó el dardo del brazo, pero el líquido ya se encontraba en su sistema y los efectos fueron instantáneos.
Ambas cayeron a la arena.
Emma hizo un esfuerzo sobrehumano por mantenerse despierta, pero terminó sucumbiendo al terreno inconsciente al siguiente segundo. Poco después, una sombra se dibujó junto a ella, y su dueña se le acercó, con una amplia y rotunda sonrisa maniática en su rostro.
—Lo siento... Honey —dijo Eva, acariciándole el cabello—. Espero que no te lo tomes personal. Por otro lado... —Eva se acercó a Zoey y la pateó—. Tu sí...
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