Capítulo XV - Libérate


Capítulo XV – Libérate


Durante el tiempo que tomo salir del baño, reunirse con el grupo de Club Zero y retomar la calle hacia su nuevo destino, Emma empapó a Isaac con todo lo que había sucedido con ella desde que su don había despertado.

Desde su primera visión de muerte en el crucero, hasta la que había tenido el día de hoy con Vane como protagonista.

—No puedo terminar de creerlo. ¿Y cargabas con todo ese peso tú sola? —preguntó el joven, caminando junto a ella.

Habían decidido ir últimos para que nadie más pudiese escucharlos hablar.

—¿A quién más podría decirle? —dijo Emma con la mirada clavada en el suelo—. Para que quede claro, estoy esperando el momento en que me llames loca, te rías de todo esto y te vayas corriendo.

—Eso demuestra que no me conoces lo suficiente —dijo él, esbozando una sonrisa tierna—. Es verdad que es algo muy fuera de lo... normal. Pero no pienso que seas una persona que mienta con algo así. Hasta dónde yo lo veo, terminaré de creerlo cuando tenga al menos una prueba a partir de ahora.

—¿Entonces no me crees del todo? ¿Ni siquiera después de lo que sucedió en el crucero?

—Bueno, me acabas de mencionar que ahora mismo te cuesta usar ese don. ¿No?

—Si... fue muy extraño. Jamás me había costado tanto utilizarlo. Y nunca me había desmayado por eso.

—¿Quieres intentarlo de nuevo? Solo... por si acaso.

Emma torció el labio, dubitativa.

—Todavía me duele mucho la cabeza y no quisiera, no lo sé, «gastarlo». Preferiría hacerlo con Eva, para intentar resolver este problema lo antes posible.

—Está bien. Tiene sentido. Entonces, según todo lo que me contaste, tenemos las siguientes pistas: Vanesa recibirá una puñalada en algún callejón, pero no sabemos cuándo ni dónde. Tú estarás ahí también, puesto que la viste en la primera visión en tus brazos, ¿no es así?

—Sí, pero yo llego demasiado tarde porque no hay nadie más que Vane y yo en el lugar. Cuando tuve ese... «flash» en la cabeza y descubrí que Eva había asesinado a Vane, yo no estaba allí. Si unimos todas las piezas, lo más probable es que Eva actúe estando a solas con Vane, luego llegaré yo, pero será en vano. Tengo que encontrar una manera de que Vanesa no esté con ella en ese momento... No puedo perderla de vista.

—¿Pero qué nos garantiza de que Eva no hará lo mismo con alguien más? En todo caso, ¿quién nos garantiza que de verdad Eva fue la que la asesinó? ¿La viste en el acto?

—No, pero ella es la única que estaba ahí.

—Es mejor no sacar conclusiones apresuradas. Si vamos a actuar, tendremos que hacerlo usando la cabeza.

Emma echó un golpe de vista hacia Isaac.

—¿Y qué sugieres?

Ella se sintió genial preguntado eso. Por primera vez desde que había adquirido estos dones podía tener la opinión de un tercero al que apoyarse.

—No lo sé, todavía no comprendo muy bien todo esto, pero, ¿puedo preguntarte algo?

—Sí, claro.

—¿Cómo estamos seguros de que hagas lo que hagas la visión no se cumplirá de igual manera? ¿Conoces destino final?

—Sí, lo conozco. Sin embargo, esto no es una película y ya pude cambiar lo que sucedería en una de mis visiones. Estoy con vida, después de todo.

—Eso es verdad —admitió el joven. El grupo dobló por una esquina y continuaron su caminata en medio de la inmensa urbe nocturna—. Es mejor que vayamos por pasos. ¿Qué es lo que recuerdas? Cada detalle importa si queremos salvar a Vanesa.

Emma llevó la mirada al cielo y su semblante se endureció al intentar recordar los hechos.

Comenzó a enumerar todo lo que había visto: lo primero había sido ella caminando en la calle, con Julia ofreciéndole un cigarro.

Lo segundo, fue el arma apuntando a su cabeza, que finalmente resultó ser de juguete con un licor dentro.

Lo tercero también ya había sucedido: ella vomitando.

¿Y lo cuarto...?

—Recuerdo haber estado... ¿Bailando? —Se lo preguntó a ella misma. A su memoria. Por desgracia, parecía que lo que su memoria le mostraba era verdad—. Parecía estar en una pista de baile. Aunque no entiendo por qué demonios bailaría en una situación así. Luego sé que volví a ver a Julia. Ella me decía que Brenda se había perdido —guardó silencio y acarició su abdomen, recordando la sensación que Vanesa percibió al ser apuñalada. Isaac lo notó, pero no le dijo nada—. El resto ya lo sabes.

Isaac se tomó un momento para meditar entre sus pensamientos. De repente, una fugaz idea se le vino a la mente.

—Creo saber que es lo que podemos hacer.

La rubia giró su cabeza para apuntar al joven con una mirada que esbozó una diminuta luz de esperanza en sus ojos.

—¿De verdad?

—Bueno, es un poco arriesgado, pero podría funcionar —explicó el joven sacudiendo su cabello nervioso—. Pero para ello vamos a tener que conseguir algo primero.

—¿Qué cosa?

—Primero te contaré el plan, luego veremos la forma de conseguir nuestra carta del triunfo.

—Bien. ¿Qué tienes en mente?

El muchacho sonrió con la mirada al frente y el mentón por lo alto mientras contemplaba un gran disfraz de un chico: llevaba pantalones y camisa de jean azules y un chaleco rojo muy llamativo. Portaba una patineta modificada de estilo futurista y color rosado bajo su axila.

—Lo que haremos será: la maniobra «McFly».

Emma siguió la línea de la mirada de Isaac. Ella también vio al chico, pero no comprendió lo que quiso decir.

—¿La qué?

Isaac sonrió y comenzó a explicarle los detalles de su improvisado plan a Emma.

Ella escuchó cada palabra con atención, y aunque su idea parecía descabellada, tenía una base bastante lógica.

El grupo finalmente llegó a su nuevo destino y una nueva discoteca se erguía a los pies de los jóvenes, su estructura era inmensa y con una entrada amplia, moderna y vistosa, cuyas paredes frontales parecían paneles de vidrio gigantes.

Por dentro, las luces danzaban al ritmo de la música.

La mayoría dos jóvenes comenzaron a dispersarse ni bien ingresaban, algunos otros decidían acudir a la gigantesca pista de baile ubicada en la zona central, y otros más disfrutaban del aire libre que les permitía un patio contiguo a cielo abierto.

El grupo conformado por los amigos de Natasha y los de Emma, se reunieron en la pista central para divertirse en conjunto.

Emma se separó de Isaac en la puerta de entrada y volvió a hacer custodia de Vanesa, muy de cerca.

Eva seguía adherida a su mejor amiga como un parásito: la abrazaba, jugueteaba con su cabello, la zarandeaba y molestaba cariñosamente mientras tomaban exhuberantes cantidades de alcohol.

Pasaron unos veinte minutos y tal como Isaac le había anticipado: la música dejo de sonar.

Uno de los compañeros de Isaac —con la estampa de Iron-man—, tomó el habla.

—Espero que estén muy bien. Esta breve pausa musical es para compartirles que en este pub... ¡Vamos a estar celebrando distintas competencias y otorgando regalos espectaculares toda la noche!

Todos vitorearon.

—Habrá premios de todo tipo: bebidas gratuitas, cupones de descuento en tiendas de ropa y comercios asociados a corporaciones Luxus; y lo mejor de lo mejor... —El joven levantó su mano y mostró a todos un gran artefacto luminoso del tamaño de un disco con el nombre de la discoteca en su centro—. ¡El medallón Zero!

La gente volvió a vitorear, pero con menos entusiasmo.

—Ya sé. Ya sé. Están pensando: ¿y para qué quiero yo esta cosa tan rara? ¡Y yo pregunto lo mismo! Isaac, ¿podrías decirme para qué quiero esta cosa extraña y pesada?

El mencionado se acercó hasta su compañero y tomó el micrófono.

—¡Claro que si, mi amigo! El medallón Zero, cortesía de los hermanos Torres, es un objeto único y especial. Está fabricado con acero y fibras de metales bañados en oro. Tiene luces muy simpáticas, hace un sonidito muy loco y es un excelente accesorio que puedes colocar en cualquier parte de tu ropa, ya que tiene unos imanes muy potentes —explicó Isaac, abriendo el medallón en dos partes, y colocándoselo a la altura del pecho—. Pero este trasto tiene una peculiaridad especial. Podría decirse que tiene un superpoder —dijo observando a Emma con una pequeña sonrisita en el rostro—. Este genial medallón no solo te puede salvar la vida si alguien decide dispararte... —Todos rieron—. Si no que, presentando este medallón cualquier noche que reste en todo el año, tendrá acceso completamente gratuito a Club Zero.

De repente, la atención de todo el mundo quedó captada luego de aquellas palabras. Y a ese breve instante de silencio le sobrevino una explosión de aplausos y gritos.

Emma, por su lado, ya lo tenía claro, debía obtener el medallón, y dárselo a Vanesa.

Ella sabía exactamente el lugar en que su amiga sería apuñalada, y con ese formato de imanes adherentes que presentaba el medallón, podría lograr conseguir una oportunidad para librarla momentáneamente de su fatal destino y poder llegar a ayudarla.

Los siguientes minutos fueron utilizados para explicar a todos las bases de los distintos juegos que se llevarían a cabo.

Había tres posibilidades para obtener un medallón.

La primera, era un concurso de baile; la segunda, un concurso de tragos, y la tercera, sería dado al disfraz más original de todos.

Cuando la música volvió a los parlantes, Emma se decidió a ganar, al menos, uno de los tres concursos.

Ella no era buena tomando, en lo absoluto, por lo que el concurso de bebidas se encontraba descartado por completo. El concurso de disfraz era algo que se escapaba de su control, por lo que también se quedó afuera.

Lo único que podía hacer era intentar con el de baile.

¿Qué podía salir mal? Solo tenía que atreverse a mover el esqueleto mejor que los demás. Ahora la propuesta de su madre de ir a danza le resultó sumamente atractiva. ¿Pero cómo iba a saber que necesitaría bailar para salvar a su mejor amiga en algún momento de su vida?

Esas cosas solo sucedían en Disney...

Los encargados de administrar a los alumnos de Club Zero animaron a todos aquellos que quisiesen participar del concurso de baile a subirse al escenario. Emma fue de las primeras en subir frente a la incrédula mirada de sus amigas.

Envalentonadas por la valentía y el coraje de su Spider-Em, Julia y Brenda no pudieron dejar pasar la oportunidad de grabar y fotografiar cada segundo.

En este evento el público definiría al ganador, así que Emma se decidió a darlo todo por intentar agradar al mayor número de personas posible, y para sentirse un poco más segura de sí misma, se colocó la capucha y la máscara.

Y el concurso empezó.

Dieciséis concursantes fueron los valientes en dejar dirigir sus cuerpos al ritmo de los retumbantes bafles del recinto.

En un principio Emma se sintió cohibida, pero intentó relajarse y dar lo mejor de sí en la pista. Por suerte para ella tenía de su lado al coro: Julia-Brenda-Vanesa-Natasha y todos los demás del grupo. A los que se le sumó otro integrante que empezó a prestar suma atención a la competencia: Alain Torres.

Cuando la canción terminó y la música descendió para dar espacio al público de seleccionar al ganador, sus amigas hicieron su parte y quedó seleccionada dentro de los ocho mejores.

Para la siguiente ronda lo hizo verdaderamente mal, a su lado competía con un chico que se movía cómo si su vida dependiese de ello —y aunque para Emma el caso era muy parecido—, no lograba hacerlo ni un poco mejor a él.

Pero a pesar de ello, el público la eligió y quedó finalista.

Su contrincante, un muchacho escuálido y vestido de traje al mejor estilo de James Bond, hizo una mueca de disgusto y susurró algo al oído de Emma al pasar junto a ella.

—Solo ganaste porque eres mujer...

Esas palabras dolieron, pero no le importó. Para la siguiente ronda, y por más que su contrincante —una bella chica con traje de la viuda negra—, era una bestia en la pista, Emma corrió con una divina cuota de suerte que le llevó a ganar la ronda.

La mala suerte se la llevó la viuda y los de limpieza: y el chorro de vómito que lanzó que también resultó... bestial.

La batalla final estaba a punto de debatirse.

El título por el medallón se debatía entre la enigmática «chica araña» que cubría su rostro, y otra que no llevaba disfraz esa noche, pero que sus tatuajes floreados en sus brazos le combinaban perfectos con su lacio platinado al contacto con los flashes de la discoteca.

La joven se le arrimó para desearle buena suerte, parecía bastante agradable.

—¡Emma! —Isaac le habló desde la zona detrás del escenario—. Parece que la tienes difícil. La chica que queda es Kassia Nowak, es una influencer muy popular. La vi bailar, es bastante buena y el público la adora.

—Gracias, me haces sentir de maravilla.

—No, no, escucha. Yo no sé mucho de bailes, pero sí sé de masas... y al público le gusta divertirse. Tienes que demostrarles que te estás divirtiendo. Y sé que en otras circunstancias esto está estrictamente prohibido por el código de honor de los arácnidos, pero... creo que deberías quitarte la máscara.

—No. Imposible. Puede parecer que estoy bailando, pero no la estoy pasando nada bien aquí dentro. —Apuntó a su máscara—. Si esto sale mal mañana tendré que velar a mi mejor amiga y no me puedo borrar esa posible imagen de la cabeza. ¡Me siento ridícula bailando cuando ella podría estar en peligro! Prefiero la máscara...

—Estás intentando salvarla. Tienes que pensar en eso. ¿Recuerdas lo que te dije de enfocar bien tu energía? Deberás ser fuerte por ella e ignorar lo negativo. Mentalízate y, no lo sé, solo intenta fingir lo mejor que puedas.

La mente de Emma bloqueó la palabra «fingir».

Y como un relámpago impactando en el suelo a una velocidad inconmensurable, un recuerdo destelló en la cabeza de Emma.

Cuando vivía su vida de manera monótona y superficial, aparentando un bienestar que ella no poseía.

La palabra fingir parecía abrazarla con cariño, como si ambos fuesen viejos amigos y se conocieran de toda la vida.

Emma se sentía identificada con ese sentimiento. Lo sentía cercano, familiar, y sobre todo, sencillo.

Disfrazar las apariencias era un superpoder que ella siempre había utilizado, pero en esta ocasión, no lo haría para ocultar su dolor interno.

Lo haría para salvar a su amiga.

—Tienes razón. Lo estoy haciendo por ella... ¡Gracias, Isaac!

Emma volvió al centro de la pista.

Dispuesta a ganarse de una vez por todas a la gente, se quitó la máscara del disfraz y, en cambio, se colocó una que hace mucho tiempo no usaba: una simpática, amplia, tierna y cándida sonrisa.

Revolvió su cabello y lo sacudió, recostó el peso de su cuerpo sobre una pierna y expandió sus palmas al cielo para saludar a su público con una enérgica y renovada vibra.

Tal como ella quería, la gente estalló.

Y la música empezó a sonar.

Emma inició acompañando el sonido con un movimiento de hombros y cadera, su actitud tenía que ser lo más positiva posible esa noche y su aura debía de transmitir seguridad.

Chequeó visualmente a su contrincante.

Se trataba de una joven de cabello platinado y una mirada que parecía enamorar a quien tuviese en frente. La melodía había iniciado hace muy poco, pero su cuerpo ya parecía haber encontrado la forma de moverse en concordancia con el sonido, con una liviandad y una perfección elogiable.

Para Emma sería difícil ganarle, pero si quería triunfar tenía que jugar todas sus cartas. Su jaqueca ya se había mitigado, tenía que encontrar un método para ganar en este baile, y solo se le ocurrió una forma de alcanzar esa ventaja.

Se concentró en su contrincante y echó un vistazo al futuro: su punto de visión pareció ser el mismo que cuándo intentó descubrir la clave del candado de la bicicleta en la montaña, su visión se separó de ella y lo vio todo desde una perspectiva en tercera persona.

En aquel vistazo, ambas bailaron y Emma perdió todos los encuentros, sin posibilidad alguna.

Para cuando su visión finalizó, ella chistó y su rostro se tensó, pero volvió a sonreír de inmediato mientras el baile continuaba.

Todavía no podía rendirse, tenía que hacer algo más. Cambiar las cosas de alguna manera. El problema era... ¿Cómo?

El cuerpo de esa tal Kassia parecía ser manejado a control remoto. No había fallos en su coordinación, sus pasos eran impecables, sus giros eran precisos y toda maniobra que realizaba lo acompañaba de un semblante relajado, un aura vibrante y un disfrute innegable.

Por unos segundos los ojos de ambas competidoras se cruzaron y Kassia le devolvió una tierna sonrisa.

—¿Qué pasa, chica araña? —dijo ella, acercándose un poco a Emma—. Te veo tensa. ¡Suéltate un poco! ¡Vamos! ¡Libérate!

No entendía el motivo, ni la razón, ni la circunstancia por la cual aquella última palabra que había dicho Kassia le había llegado tanto.

Cómo si esa palabra tuviese un interruptor especial que hiciese vibrar por dentro a Emma. Por increíble que pareciera, fue lo único que le bastó para lograr exhalar el aire de sus pulmones, cerrar sus ojos y serenarse.

«Libérate», repitió Emma, y sin darse cuenta... su ojo izquierdo volvió a brillar.

Tenía que poder cambiar algo. Lo que sea. Quizás si lograba ver el futuro de Kassia y ver qué pasos haría ella, podría hacerlos ella primera y así ganar.

No era una idea mala y valía la pena intentarlo. Su ojo volvió a mostrarle, en solo una fracción de segundo, el baile de Kassia, solo que en esta ocasión... lo vió todo desde los ojos de su contrincante.

Kassia y Emma deslizaron su pie izquierdo, contonearon la cadera, hicieron un giro completo y sacudieron su cabello para finalizar con la estrofa de la primera canción al mismo tiempo y con una precisión asombrosa.

En el siguiente segundo, todos en la pista, Kassia y la propia Emma, se quedaron perplejos ante ese hecho: ambas habían sincronizado sus pasos a la perfección.

—¿Qué? —soltó Kassia maravillada—. ¿Me acabas de copiar?

Emma quedó en silencio durante unos segundos procesando el mismo hecho. Su cuerpo se había movido casi por instinto, como si supiese los pasos a realizar luego de haberlos visto en los ojos de su contrincante.

Podía hacerlo de nuevo...

Observó a la chica y sonrió.

—Vamos a darles a todos un buen show. ¿Qué te parece?

El semblante de Kass demostró la determinación que llevaba dentro de su cuerpo.

—Dalo por hecho.

La música rompió y ambas empezaron a bailar como si practicaran toda su vida juntas. Los pasos, los movimientos, todo se sincronizaba a la perfección brindando un espectáculo sin precedentes.

Pero era claro que Kassia quería ganar. Le había divertido el espectáculo más que a ninguna otra persona, pero ahora quería saber hasta dónde podía seguir este pequeño juego.

Aumentó la dificultad de las maniobras y los pasos. Sus movimientos se intensificaron, pero Emma era capaz de perseguirlos todos con una exactitud impresionante. Definitivamente esta chica no era algo normal... y el público a estas alturas no podía con tanta euforia colectiva.

Kassia se decidió a sellar el encuentro en el próximo movimiento: contorsionó su cuerpo, se arrojó hacia el suelo y levantó las piernas al cielo mientras usaba como único punto de apoyo, un solo brazo.

Emma le imitó con una perfección divina, sin embargo hubo algo que no fue capaz de prevenir: la fuerza de los brazos.

Kassia era una chica atlética y había entrenado cada rincón de su cuerpo toda su vida, por lo que permanecer en esa posición durante más de cinco segundos fue pan comido para ella.

La rubia, por otro lado, no lo soportó y su cuerpo sucumbió... y los altavoces coronaron a Kassia Nowak, como la indiscutible ganadora de la competencia.

—Estuviste muy bien —dijo Kassia, extendiendo su mano para ayudar a Emma a levantarse del suelo—. ¿Te golpeaste?

—Un poco. Sobreviviré —respondió la rubia—. No sé cómo hiciste ese último paso. Eres increíble. No pude seguirte.

—¿Qué dices? Todavía no sé cómo hiciste para replicar todos mis movimientos a la perfección. Con un poco más de práctica y más pesas podrás ejecutarlo sin problemas.

—Gracias.

El presentador elogió el baile de ambas y procedió a entregar el medallón Zero a la ganadora. Los gritos de euforia en el público eran insostenibles a esta altura. Pero entonces, el presentador recibió un comunicado especial a través de sus auriculares que tuvo que comunicar a su público a la inmediata brevedad.

—¡Atentos! —dijo, volviendo a escuchar el comunicado—. ¡Tengo noticias nuevas! ¡Muy buenas noticias! ¡Me acaban de informar que van a hacer entrega ahora mismo del último premio! —Extendió el brazo hacia atrás para darle paso a quien podía hacer posible esta noche—. ¡Con ustedes Alain Torres!

El joven, luciendo su impecable traje Superman, llegó al palco con una enorme sonrisa en su rostro. Tomó el micrófono y habló.

—He visto batallas de baile en mi vida, pero nada como esto. Ha sido un evento fenomenal y agradezco a todos aquellos que participaron. —Se aproximó hasta Emma y Kassia—. Ambas han estado increíbles. Una ha sido la reina del baile, y creo hablar por todos los presentes esta noche, que hubo otra... que ha sido la reina del disfraz. —Se dirigió al público—. ¡Participó todo el baile con su identidad en secreto y se quitó la máscara para enfrentar la batalla final más épica que un arácnido ha librado jamás! Y como todos los superhéroes, quizás caen y no logran vencer, pero se levantarán y continuarán insistiendo. No creo que haya nadie más aquí que represente tanto como esta chica, lo que simboliza un héroe —Alain levantó otro medallón—. ¡Y considero que hoy ambas rivales aquí presentes merecen este trofeo!

Alain se aproximó a Emma, abrió el medallón y sin dejar de hacer contacto visual, se lo enganchó a la altura del pecho. Isaac por alguna razón no toleró esa escena.

—¡Un enorme aplauso para Emma y Kassia!

El club estalló en festejos por doquier.

Todos aplaudieron y vitorearon a las ganadoras. Ambas se tomaron de la mano y se inclinaron ante el público. Emma volteó un segundo para contemplar a Alain y susurrarle un «gracias». Creía que su batalla estaba perdida, pero lo había conseguido.

Ahora podía salvar a Vanesa.

Emma descendió finalmente del escenario y fue acometida por Julia y Natasha, quienes se volvieron locas; saltaron, gritaron y festejaron a todo pulmón.

—¡No tenía idea que eras tan buena bailando, querida! —espetó Julia con un humor sumamente elevado.

—¡Estuvimos grabándolo todo! Fue sensacional —dijo Natasha—. Si quieres puedo pasarte las fotos después.

—Claro —dijo Emma sonriente. Luego buscó con la mirada a su amiga, pero sin éxito—. ¿Alguien ha visto a Vanesa?

Julia y Natasha se devolvieron una mirada extrañada.

—No la vi, de hecho, también perdí a mi grupo —dijo Natasha.

—Brenda también desapareció —dijo Julia—. Qué raro...

—¿Ninguna vio a Vanesa? ¿Al menos saben si seguía con Eva?

—Bueno, la última vez que las vi estaban bailando. Quizás deban estar por ahí —respondió Natasha.

Emma asintió preocupada. Por suerte, Isaac se le apareció para felicitarla por haber ganado el medallón.

—¡Te dije que podías hacerlo! ¡Felicidades!

—Sí, pero perdí a Vanessa. Esto no me sirve de nada por sí solo... Tengo que encontrarla. Puede que esté en peligro.

Isaac asintió.

—¿Puedes usar las visiones para encontrarla?

—Sí, ahora puedo volver a utilizarlas, pero el problema es que no puedo ver el futuro de ella si no la tengo a la vista. —Emma resopló, pero inmediatamente recordó que podía hacer algo más—. Pero... puedo ver tu futuro.

—¿El mío...?

—Sí. Escucha. Tienes que ir y buscar a Vanesa primero.

El semblante del chico se tiñó de confusión.

—¿Ya?

—Sí, sí... solo vete y busca por todos lados. En especial afuera. Recuerda que la vi por un callejón.

—Está bien... —aceptó Isaac extrañado—. Ya vengo.

En el momento que el joven se volteó para irse, el ojo turquesa resplandeció.

Inmediatamente después, Isaac sintió una fuerte presión en su muñeca que le impidió seguir avanzando.

Se volteó para ver lo que sucedía y se sorprendió al ver el rostro de Emma. Su semblante mostraba una sombra de preocupación, temor y pavor, mientras su mano, la que sostenía la muñeca de Isaac, no paraba de ejercer cada vez más presión.

—¿Qué pasa? —preguntó el joven.

—Ya sé dónde está —dijo Emma susurrando entre dientes y con una mirada perdida—. No hay tiempo... ya sé quién es el asesino.

—¿Qué? ¿Asesino? ¿Entonces no es Eva?

—No... Eva también está en peligro. No hay tiempo, Isaac. Tenemos que movernos. ¡Ya!

Isaac se percató de la urgencia en las palabras que había soltado Emma, por lo que sus siguientes preguntas fueron directas y concisas.

¿Dónde están? ¿Y cuánto tiempo tenemos?

Emma respondió a la primera apuntando con su brazo hacia la salida del establecimiento: su objetivo se encontraba afuera.

A la segunda pregunta la respondió mientras comenzaba a avanzar; Isaac escuchó con atención y su rostro se ensombreció ante la urgencia.

Él también avanzó adentrándose en la marea de personas que había en la discoteca.

A partir de ese momento ninguno de los dos volvieron a hablar, ya no había tiempo para perder, si no se apuraban, si no lograban llegar hasta Vanesa pronto, si no conseguían socorrerla en menos de un minuto...

Vanesa moriría.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top