Capítulo XIII - Tour de muerte

Capítulo XIII – Tour de muerte


—¿Sabor a uva? —Se preguntó Brenda al contemplar el paquete de cigarros que Alain le había obsequiado a Emma—. ¿Los venden solo aquí? No los conocía.

—No lo sé. Es probable. —Brenda chequeó la marca de los cigarros—. Sí. Dicen que los fabrican en Blau. ¿Propiedad de Corporaciones Luxus? ¿Sabes qué? Creo que me suenan de haber visto alguna publicidad por la universidad.

—Vamos a probar —dijo Vane, encendiendo el suyo.

Las cuatro encendieron un cigarro cada una.

—Son un poco... raros —dijo Emma, dándole otra pitada—. Quizás es por la uva.

—Quizás son cigarros oscuros. Son fuertes —dijo Vane.

Todas volvieron a dar una pitada.

—A caballo regalado... —dijo Brenda.

—En fin, chiquita —Julia posó sus brazos en sus rodillas y se arrimó a la rubia con su sonrisa pícara de siempre—. ¿Qué pasó con Isaac? ¿Pudiste hablar con él?

—Sí, pero muy poco.

—Julia ya me lo contó todo —compartió Vane—. ¿Así que ese es el famoso «barman atractivo y simpático» del que me hablabas?

Emma sonrió.

—Sí, me sorprende haberlo visto. Creí que jamás me lo volvería a cruzar.

—Parece que será una noche interesante —añadió Brenda divertida—. ¿Alain o Isaac? ¿Quién quiere apostar?

—Alain —dijo Vane—. Ese cuerpo es ilegal para la vista.

—No, no, no, chiquitas —espetó Julia—. Isaac ya tiene una historia con ella. Él la rescató de la tormenta. Es el héroe.

—¿Y qué Leonard no hizo lo mismo? —preguntó Brenda—. Y mira cómo terminó. Yo opino como Vane. Hay que expandirse. Abrirse a nuevos caminos. Alain, cien por ciento.

—Wow. Esperen. Esperen. ¿Qué están insinuando? ¿Qué me borraré de nuestra salida de chicas para ir con algún chico? Jamás. Esta noche todas ustedes son mías. ¿Está claro?

Todas sonrieron incrédulas.

—Sí, claro.

—Cómo no...

—Bueno. Yo sí me borraré si encuentro alguien para pasar el rato —dijo Vanesa—. Aunque todavía no me decido si será hombre, mujer... ambos, o ninguno.

*****

La música penetraba por los oídos, ingresaba al cerebro, descendía hasta el corazón y hacía vibrar el cuerpo entero de los presentes en la fiesta.

Los vasos hasta el tope, recorriendo a lo largo y ancho de club Zero, viajaban en un circuito sin fin.

La comida gratuita consistía en una bandeja de pizza, distribuida por los camareros del establecimiento, a menudo, la bandeja contenía hasta cuatro pizzas apiladas para intentar contener los voraces estómagos de los adolescentes hambrientos.

La masa crujió entre sus dientes en el primer mordisco, una mezcla perfecta de sabores se presentó en su paladar, primero fue la salsa de tomate, una delicia perfectamente condimentada, para seguir con la mozzarella, exquisita, delicada... que se derritió entre su lengua para viajar por su garganta.

El gemido de placer al probarla fue inevitable.

Era algo que necesitaba hace un tiempo. Su garganta ya había ingerido bastante alcohol y su estómago casi no había probado bocado en toda la noche. Emma no se contuvo y tomó otra porción de la bandeja de la mesera, por si las dudas.

Brenda acomodó su sombrero de vaquera y le sonrío: su rostro mostraba una mirada de complicidad que comunicaba con ese simple gesto que ambas ya estaban bastante ebrias, pero que, también, no pensaban perder en esta ardua competencia.

La chica le hizo una señal con su cabeza para prestar atención de nuevo. Le alcanzó una pequeña bolita de ping-pong y apuntó su dedo hacia la mesa que las separaba a ellas, de Julia y Vanesa.

Una tabla de madera rectangular presentaba dos hileras de vasos en cada uno de los extremos, colocados de manera que simulaban ser una flecha.

El juego era sencillo: si Emma lograba hacer picar la pelotita en la mesa y luego asestar en cualquiera de los vasos del equipo contrario, sus rivales deberían tomar cualquier tipo de bebida.

Brenda se acercó a la rubia y comenzó a masajearle los hombros, para darle suerte.

De los siete vasos, ellas habían logrado asestar cinco, pero Julia y Vane, ya iban por el sexto, y de completar todos los vasos, deberían de cumplir una prenda catalogada por Julia como «muy picante».

Emma centró su línea de visión con la bolita y la lanzó: rebotó en la mesa una vez y cayó afuera en el siguiente rebote. El festejo de sus contrincantes se hizo notar con mucha exaltación.

Ahora le tocaba a su mejor amiga, ahora, su peor rival: Vanesa.

La joven no hizo que el procedimiento fuese duradero, quería ganar a toda costa, y sabía que era buena para ello. Había tomado cinco rondas de bebidas y todavía parecía encontrase bastante estable.

Apuntó y arrojó la pelotita: el rebote fue muy certero y a simple vista, se podía intuir que la trayectoria iba directo hacia el último de los vasos.

En efecto, la pelotita ingresó de lleno.

Ambas ganadoras festejaron con una emoción que nacía desde lo más interno de sus estómagos: saltaron, se abrazaron y canturrearon un «perdedoras» a todo pulmón hacia sus rivales.

Entre tanto, Emma bufó mientras terminable de zamparse la última porción de pizza que le quedaba.

Directo al grano: Julia y Vane abordaron a las perdedoras de repente. Sus semblantes, quizás por el efecto del alcohol, se encontraban empapados en gozo y malicia, todo junto y en incremento. Balbucearon entre ellas y eligieron una prenda para cada una, comenzando por la vaquera.

—Muy bien, Bren. Lo estuvimos pensando y hemos decidido... que debes ir con «ese» chico del que nos contaste en lo de Emma y... solo besarlo. Sin preguntar, sin hablar, solo eso. ¿Qué tal?

—Wow, wow, wow... —interrumpió la rubia, asechando una mirada directa hacia Brenda—. ¿Quién es «ese» chico? ¿Y por qué Vane lo sabía y yo no?

Brenda se tentó.

—Porque tardas una eternidad en bañarte, mi vida. Y no es nadie... solo es alguien con el que estuve hablando un poco.

—¿Un poco? Está todo el día pegada a su maldito celular escribiéndole —comentó Julia—. ¿Saben que es lo peor? No quiere decirme quien es. ¿Por qué tanto secretismo, Bren?

—Ya entiendo... —comentó Vanesa—. Yo hacía exactamente lo mismo con mis amigas antes de entender que no tenía por qué avergonzarme. ¿Es una chica?

Brenda sonrió apenada.

—No, no... es solo un chico. Pero no quiero apresurarme. No me gusta crearme falsas expectativas. Además, él no está aquí ahora. Así que van a tener que buscarse otra prenda para mí.

—¿Pero no habías dicho que vendría? —preguntó Julia.

—Estoy tan... tan excluida de esta conversación —dijo Emma fingiendo dramastimo.

—Sí, va a venir —De repente, Brenda acomodó su gorra y agachó la cabeza—. Pero no quiero que me vean con él. No todavía, por favor.

—Maldita sea —espetó Vanesa con una enorme sorpresa en su rostro que fue cubierta por sus manos—. ¡¿Es un profesor?!

Todas se tentaron. Vanesa continuó el interrogatorio, mientras Emma disfrutaba de observar a sus amigas. Le parecía increíble lo bien que se llevaban con Vanesa.

Tenerla ahí con ella era un regalo que no estaba dispuesta a desaprovechar. Quería disfrutar toda la noche y todo el tiempo que pudiera antes de que se marchara.

Por desgracia, su momento de disfrute fue cortado de repente por una feroz punzada en sus párpados. Fue intensa y duró un breve segundo, pero la secuela del dolor continuó durante unos instantes más. Llevó su mano a su cabeza y respiró de forma sostenida.

—Chicas... voy al baño un segundo.

—¡Hey! ¡Tienes que hacer la prenda!

—Lo dejamos para después, ¿si? Solo será un segundo —Emma se separó de las chicas y se marchó.

Había una poderosa mezcla de sensaciones en su cabeza. Primero era aquel mareo incesante, causado por la ingesta sucesiva de bebidas alcohólicas, y luego ese latente e insoportable dolor de cabeza que subía y bajaba de intensidad sin un patrón fijo.

A veces pasaban unos pocos segundos y luego volvía a aparecer, y otras veces podía darse un tiempo para descansar de unos minutos, pero luego volvía con mucha más intensidad que antes.

Esta situación le recordó mucho a sus jaquecas en el crucero. ¿Tendría este dolor algo que ver con sus visiones? Desde que Vanesa había llegado ya no había vuelto a usarlas.

El camino por las escaleras hacia los baños fue experimentado como una turbulencia total para la rubia. Sus hombros se golpearon en más de una ocasión en el estrecho pasillo que seguía, hasta que finalmente encontró la puerta que buscaba.

Allí adentro el lugar era inmenso, lo bastante como para que casi la mitad de las chicas de Club Zero pudiesen maquillarse, hacer sus necesidades, e incluso montar un campamento y volver a la pista más renovadas que nunca.

Emma tuvo que esquivar a una diabla que entablaba conversación con una princesa y se metió a un cubículo.

No tenía ganas de orinar, por lo que bajó la tapa, se sentó y exprimió su cabeza con sus palmas con mucha fuerza.

Parecía que el dolor había esperado a que ella se encontrase en ese sitio para volver a azotarla, y esta vez, lo hizo sin benevolencia alguna.

Emma empezó a quedarse sin respiración y su padecimiento creció drásticamente. Encorvó su espalda hacia delante y cerró sus ojos con fuerza. Ojos que parecían dos brasas al rojo vivo.

¿Qué estaba pasando?

¿Por qué estaba pasando esto?

No tenía sentido.

El dolor no parecía querer frenar.

Ya no lo aguantaba.

Su cuerpo empezó a temblar...

Y entonces, imperceptible a la mirada de los mortales, apareció.

Cinco dedos espectrales se arrimaron a Emma e hicieron contacto con su frente...

Su garganta expulsó un grito de severo dolor...

Su ojo derecho resplandeció en un fulgor violáceo...

Y el futuro se hizo presente en su cabeza.

Las imágenes fueron cruzando por su mente a una velocidad vertiginosa y aterradora; a diferencia del futuro que ella acostumbraba a ver, en el que podía saber todo lo que sucedía segundo a segundo, en esta ocasión fue completamente distinto. Y acompañando cada imagen con un eco atronador y espeluznante de fondo.

Lo primero que pudo presenciar fue sus pies andando por la acera y una oscuridad total que la abrazaba por completo.

Su piel sintió el frío de la noche.

Parecía haber más personas junto a ella mientras marchaba, conversando y riendo.

Su visión le mostró a Julia a su lado, quien la invitaba a fumar uno de esos cigarros «Luxus».

Ella aceptó, y de nuevo, la imagen se volvió oscura y difusa.

Lo siguiente que se mostró fue una pistola que apuntó directo hacia ella.

Su corazón pareció detenerse de repente: podía sentir el miedo vibrando en todo su cuerpo aun cuando su mente sabía que ella realmente no estaba allí... sino en los compartimientos del baño de damas.

La imagen se tornó borrosa una vez más, pero al menos pudo ver a su asaltante de cabello negro y el rostro pintado de azul.

De pronto se encontró de nuevo en la discoteca: la música retumbando, la vibración de los bajos sintiéndose en sus pies. El ambiente era divertido y sus amigas bailaban junto a ella.

Emma no lo comprendía. ¿Esto era antes o después de la pistola?

La imagen volvió a tornarse borrosa y otra secuencia se mostró en su mente.

Ahora solo veía un inodoro oscuro y un chorro de vómito llegó poco después. Había alguien a su lado, pero no le distinguió.

A esta altura, Emma no tenía idea de si lo que estaba viendo se coordinaba en una secuencia lineal, o si los patrones resultaban completamente aleatorios.

De repente Julia apareció junto a ella con un rostro empapado en terror y unas únicas palabras que salieron de su boca: «Brenda y Vanesa se perdieron...».

Y entonces, sucedió lo peor.

La última de las proyecciones del futuro le mostraron a su amiga Vanesa en el suelo.

Con una navaja hundida en su abdomen.

Emma percibió la sangre escurriéndose por sus dedos, intentando contenerla para poder ayudarla, pero los ojos de su amiga ya habían perdido todo brillo de vida.

Sus ojos se abrieron en par y Emma volvió a la realidad.

Las lágrimas fueron lo primero en escaparse. Su mirada permaneció estática, su mente perdida y su cabeza desorientada.

Contempló sus manos. No había nada allí, pero podía imaginar la sangre caliente de su amiga sobre sus temblorosos dedos.

¿Qué demonios había sido todo eso?

«Toc-toc-toc».

—¿Hola? ¿Estás bien? Lamento molestar, escuché, gritos... ¿Todo en orden? ¿Puedo pasar?

Emma hizo una fuerza sobrehumana por intentar despejarse de todo aquello que había presenciado con unas simples palmadas en las mejillas y una limpieza veloz de lágrimas.

Salió del cubículo y encontró a la chica que había visto anteriormente vestida de diabla.

Llevaba dos simpáticos cuernos en su cabeza y un vestido ajustado totalmente rojo que hacía juego con el color cobrizo de su cabellera. Su mirada de preocupación al ver a Emma fue imposible de ocultar.

—¿Estás bien?

—Lo siento... —Emma no encontraba la forma de expresarse sin quebrar la voz. Su angustia quería salir a flote, pero la reprimió tanto como pudo—. Estoy bien ahora. Solo tuve un ataque muy fuerte de... jaqueca. Ya se me está pasando.

—Me pegué un susto de muerte con ese grito. Debió ser un ataque tremendo. ¿Quieres que te dé una pastilla? Siempre que salgo traigo algunas en mi bolso.

—No te preocupes, muchas gracias. Ya está pasando —respondió ella, acercándose al lavamanos para echarse una exagerada cantidad de agua a la cara—. Lamento haberte asustado.

—Está bien, no tienes que lamentar nada. A cualquiera le puede pasar —dijo la chica, intentando peinar un poco la maraña de cabellos rebeldes de la rubia—. ¿Ya nos hemos visto antes?

Emma se tomó un momento para observarla con detenimiento. Algo en aquella «diabla» le resultaba muy familiar.

—Eso creo...

—¿Tú no eras una de las chicas que se peleó en la universidad? Creo haberte visto en la terapia de conducta de la psicóloga Barrientos. ¿O me equivoco?

—¡Sí! —respondió Emma—. Ya me acuerdo. Tú también estabas ahí... ¿Natalia?

—Natasha, Sinclair.

—Emma Clark —dijo dibujando una sonrisa ante la coincidencia—. Ahora esta situación me da más vergüenza. Lamento que me hayas visto así, parezco todo un desastre, pero te juro que soy una persona normal... a veces.

Natasha también sonrió.

—Eso es más de lo que yo puedo ser la mayor parte del tiempo, no te preocupes —respondió ella y comenzó a rebuscar en un pequeño bolso negro que llevaba colgando en su brazo—. Ven. Te ayudaré a quedar impecable antes de que empiece el tour de bares.

—El tour... —Emma no pudo evitar hacer una mueca de temor al recordar todas aquellas imágenes que había visto, en especial, la de la muerte de Vanesa—. ¿Ya has hecho alguna vez este tour? ¿Sabes si es... peligroso? Ya sabes, como tenemos que ir de un lugar a otro por la madrugada...

—En realidad no lo sé bien. Es mi primera vez. Aunque supongo que de ser peligroso nadie lo haría, ¿no? ¿Te da miedo algo en particular?

—No... solo era curiosidad.

—Tranquila. ¿Viniste tú sola? Yo vine con unos amigos, pero si quieres, podemos hacer grupo juntas para que te sientas más segura.

—Creo que me gusta esa idea.

—Te encantará mi grupo. Hay dos que ya conoces, están con nosotros en la terapia.

—Suena muy bien —dijo Emma sonriendo mientras Natasha borraba los últimos vestigios del maquillaje que se le había corrido en el rostro a causa de las lágrimas—. De nuevo, Natasha. Mil gracias por todo esto.

—¡No te preocupes! Es una noche para pasarla bien. Y eso es lo que vamos a hacer... ¿Segura no quieres la pastilla?

—Segura —sonrió.

Emma y Natasha se despidieron en la base de las escaleras que llevaban hacia los baños, acordando verse más tarde cuando reunieran a sus grupos.

Emma se reunió de inmediato con sus amigas, encarando directamente hacia Vanesa. Sus labios se movieron para intentar advertirle lo que había visto, pero prefirió quedarse callada.

¿Cómo podía decirle lo que había presenciado sin que las chicas pensaran que estaba completamente chiflada?

No podía dejarse llevar por sus impulsos.

Aunque tenía muchos deseos por revelar su secreto, también estaba muy segura que debía ser cuidadosa. Ya había intentado decírselo una vez a Leonard y no había funcionado en lo absoluto.

De repente, algo hizo clic en su mente al recordar aquella cena frustrada con Leony.

Quizás podía hacer lo mismo en esta ocasión y echar un vistazo al futuro de Vanesa.

No entendía bien que era lo que había pasado en los baños, pero si su mejor amiga iba a terminar la noche de esa manera... ella podría saber exactamente, paso por paso, lo que le pasaría.

Mientras Emma observaba a su grupo divirtiéndose con las prendas para Brenda, bebiendo y riendo; aprovechó para enfocarse en su amiga: bajó la parte frontal de su capucha con sus dedos, enfocó a Vanesa, esperó el latido en su párpado y...

Nunca llegó.

El latido nunca llegó.

—Vamos... —susurró para sí misma, perdiendo la poca paciencia que tenía.

Lo intentó de nuevo. Esta vez focalizándose más. Hizo todo lo que pudo, pero el resultado continuó siendo el mismo: nulo.

Esto, definitivamente, era algo extraño. Primero esta visión mortífera y ahora sus dones parecían no responderle.

—Esta noche no podría ser peor...

¿Qué podría hacer para cambiar las cosas? ¿Cómo podría si sus visiones ya no funcionaban? Emma se sintió acorralada.

—¿Em? —preguntó Vane, arrimándose a su amiga—. ¿Todo bien, amiga? ¿Te pasa algo?

La muchacha negó con un gesto, pero le era casi imposible ocultar su semblante empapado en preocupación y temor.

«¿Qué hago...?», pensó.

—¿Te sientes bien? ¿Quizás tomaste mucho?

—Me siento bien. Solo quizás un poco mareada... gracias.

Emma permaneció cabizbaja y pensativa durante unos cuantos segundos, sin saber qué hacer o decir... de repente, la música disminuyó y un anuncio en los altavoces dio la indicación a los presentes que el tour de bares comenzaría en breve.

«Estúpido tour de la muerte...», pensó.

No. No podía arriesgarse a quedarse. No si ella estaba en peligro. Emma se acercó a la ronda de sus amigas, sujetó a Vanesa del brazo y se la llevó a un lugar aislado junto al árbol del patio para que pudiesen platicar a solas.

—Vane, lo siento —dijo con firmeza—. Tenemos que irnos. Yo no... —«Miente...»—. No me siento bien. Quiero volver al departamento, por favor.

La mirada de su amiga se transformó de repente. El asombro y la decepción fue palpable en su semblante.

—¿Qué? ¿Pero por qué? ¿Qué pasa? La estábamos pasando muy bien...

—Perdón, perdón... sé que querías pasar tu última noche aquí y disfrutar, pero no puedo quedarme. Por favor, te lo pido. Vámonos. Haremos otra cosa. ¿Qué tal una noche de pelis? ¿Todas juntas?

Vanesa hizo una mueca de disgusto.

—Bueno. Sería una lástima tener que irnos, pero... si es lo que quieres. No voy a dejarte sola.

—Gracias, Vane. De verdad. Te prometo que la pasaremos igual o mucho mejor...

—Bien. ¿Les avisamos a las chicas?

—Sí.

Ambas volvieron a reunirse con sus amigas, aunque para sorpresa de Emma, también logró ver a alguien más en las cercanías: Natasha se le acercó con mucho entusiasmo.

—¡Hey, Emma! ¡Ya casi empieza! Tengo a mi grupo aquí conmigo, ¿quieres que te los presente? —dijo la chica.

—Oh, había olvidado que nos juntaríamos, pero tengo que darte una mala noticia...

—Emma, ¿qué pasa? —preguntó Brenda, quien venía acompañada de Julia—. Sé que Vane y tú son mejores amigas, pero no nos dejen tiradas.

—Hablando de «dejar tiradas», esto no va a gustarte mucho, querida...—añadió Vane.

—¿Que cosa? —preguntó Julia.

Todas las miradas se clavaron como estacas, sobre Emma.

—Lo lamento, chicas. Vane y yo nos vamos.

El semblante de Julia, Brenda y Natasha fue un calco.

—¿Qué? —Julia se arrimó—. ¿Por qué? ¿Qué pasa?

—¿Sigues sintiéndote mal? —preguntó Natasha. Ante la mirada furtiva de las amigas de Emma, debió de dar una explicación—. Perdón. No me presenté. Soy Natasha. La vi en el baño... parecía no encontrarse nada bien y la ayudé un poco. Parecía muy desorientada.

—Ay, Emma... no nos dijiste nada —comentó Brenda—. ¿Por eso te quieres ir?

Julia acercó su palma a la frente de la rubia.

—No pareces tener fiebre, pero si dices que te sientes mal, lo entendemos.

—Aunque es una lástima que te vayas —comentó Brenda, desanimada—. ¿Vane tú también te irás?

—Es mi deber cuidar a esta belleza. Lo siento. Quizás nos veamos en otra ocasión.

—Gracias a todas por preocuparse. —Emma se giró hacia su amiga. Tenía que cuidarla y alejarla de todo peligro. No podía arriesgarse—. ¿Nos vamos?

—Claro, querida.

—¿Nat que pasa? ¿Por qué te tardas tanto? —preguntó una chica que se sumó a la ronda.

Emma sintió un aluvión de emociones encontradas al verla: camisa blanca, pantalones ajustados de cuero, una espada de plástico en la cintura, y un gorro de pirata sobre sus impecables rastas: ni más ni menos que Eva Morales.

Emma quedó atónita. Su ojo destelló por sí solo, y una imagen furtiva surcó por su cabeza en menos de lo que dura un segundo.

Emma volvió a ese callejón, pero esta vez fue distinto.

Ya no era ella.

Sentía el abrigo del frío de la noche y una punzada de intenso dolor en su abdomen. Sus dedos presionaban una herida muy profunda en esa zona. Era capaz de percibir la sangre escurriéndose por ellos, sin forma alguna de Impedirle su libertad.

Sintió temor. El temor de Vanesa al descubrir lo poco que le quedaba de vida. Echó un vistazo a su lado. Había alguien más allí presente. Llevaba un disfraz de pirata y le miraba desde lo alto de una postura erguida.

Y en su mano, sostenía el arma del crimen empapada en sangre.

De golpe, Emma aterrizó de nuevo en la realidad.

—¡Vaya! ¡Honey! No puedo creer que seas tú —dijo Eva, sonriente—. ¡Me encanta ese disfraz!

Su semblante se petrificó al ver a la asesina de Vanesa frente a ella.

—¡Ah! ¿La conoces? —preguntó Natasha, sorprendida.

—Vamos a periodismo juntas y me debe un pequeño favor —respondió Eva divertida—. Admito que me sorprende verte aquí. ¿Así que haremos grupo en esta divertida fiesta juntas, Nat?

—Bueno, casi. Parece que Emma no se siente muy bien y ya estaba por marcharse.

—¿Eh? ¿De verdad?

Emma asintió, sin quitar la mirada de la chica «rastafari».

—¿Y ustedes? —preguntó Eva a la demás—. ¿Todas se irán?

—Solo yo —respondió Vane—. Me toca hacer el papel de mejor amiga y cuidarla —bromeó.

—Oh, carajo. ¡Es una pena que se pierdan esto! Pero que se le hace, no todo se puede en la vida.

—Nosotras nos quedamos —subrayó Julia.

—¡Bien! Mucho mejor. Al menos tengo carne fresca para divertirme —comentó Eva esbozando una gran sonrisa. Se acercó a las chicas y las abrazó una en cada brazo—. Bueno, Honey. Ojalá te recuperes de lo que sea que tienes. Yo me aseguraré de cuidar muy bien a tus amigas. Están en buenas manos.

La rubia permaneció estática ante aquellas palabras. En apenas un segundo, su cabeza comenzó a formular teorías a velocidad récord.

Salvar a Vanesa del peligro latente de ser asesinada parecía una resolución sencilla: con tan solo llevársela a su departamento podría asegurarse de que nada de lo que había visto en su visión se cumpliera.

¿Pero qué pasaría si dejara sola a Julia y a Brenda con Eva Morales? ¿Ellas también correrían peligro? ¿También sufrirían el destino que le correspondía a Vanesa?

Quería sacar de ahí a todas... marcharse y alejarlas de Eva, pero por desgracia sabía que Julia y Brenda llevaban la fiesta en sus venas y no se irían así de fácil.

Emma se vio acorralada.

«Desde que llegamos a esta isla tu actitud ha cambiado. No pareces ser la misma chica que conocí en ese crucero. Aquella aguerrida que tomó el control de la situación por sus medios...».

Pero tampoco podía ser tan cínica de abandonarlas con una asesina. No podía permitir quedarse sin hacer algo... lo que sea.

«Esa chica decidida y valiente que conocí parece haber desaparecido. En cambio, ahora nada más veo a alguien que quiere ignorar todo lo que le rodea...».

Sus dientes se apretaron y su cuerpo comenzó a experimentar, una vez más, una fuerte ira creciente desde lo más profundo.

«En la vida nunca podemos escapar de los problemas. Es inútil. Siempre surgirá uno nuevo. Por eso lo mejor es identificarlos y utilizar nuestra energía, no para escapar, no para ignorarlos... sino que para solucionarlos».

Intentó tranquilizarse, intentó ver las cosas con más claridad y determinación...

«Quizás lo que te está pasando es que enfocas mal tu energía».

Sus ojos fulminaron a Eva...

«¿Qué pasó con eso de reescribir el destino?».

Y Emma tomó una decisión.

—¿Saben qué? —dijo, cerró sus ojos, y los abrió, demostrando una sonrisa radiante a todas—. Creo que estoy mucho mejor. Ahora que dejé de tomar mi cabeza ya no da vueltas como trompo. —Se dirigió a Vanesa—. Además, no quiero arruinar tu última noche, y tampoco quiero dejarlas a ustedes solas... así que, decidí que haré un enorme sacrificio por ustedes y me quedaré.

—¡Vaya, qué sacrificio! —espetó Eva divertida.

—¿De verdad? —preguntó Vane—. ¿Estás muy segura?

—Seh, no te preocupes.

—¡Es genial! —El rostro de Vanesa pareció recuperar su brillo positivo de siempre—. ¡Me alegra que estés bien! Y la verdad... me alegra que quieras quedarte. Esto será la bomba y prometo cuidarte toda la noche.

—Nah, Vane... —Emma la abrazó con un brazo, y luego hizo lo mismo con Julia y Brenda, apartando a Eva de ellas—. Quien va a cuidar a todas ustedes esta noche... seré yo. 


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top