Capítulo XII - #Club Zero



Capítulo XII – #Club Zero


El ventanal del balcón principal del departamento de Emma se deslizó hacia un lado, Julia brincó hacia afuera y extendió sus brazos ante la inmensidad, abrazando la altura y acariciando la brisa con una amplia sonrisa que cubría todo su iluminado rostro.

Y no era para menos, porque el tan anhelado fin de semana había llegado, y hoy, un sábado en pañales que comenzaba a esconder con paciencia la base del sol en el horizonte, parecía reavivar por completo las energías de la joven Julia, y por supuesto, de sus inseparables amigas.

Porque hoy, por la noche, la fiesta de disfraces sería una auténtica locura.

—¡Julia! —Brenda se acercó al balcón, pero sin llegar a salir—. ¡Tenemos que prepararnos! ¿Quién se bañará primera?

—Bañémonos juntas —respondió con audacia la mencionada, dando un giro sobre sus talones y observando con lujuria a sus amigas.

—Falta mucho todavía, no hay que precipitarse —esta vez, la que se acercó fue Vanesa—. Emma acaba de llegar con los disfraces de Ulises. ¡Son increíbles! Ahora solo hay que bañarnos, maquillarnos, cambiarnos, tomar un poco, solo por si acaso, sacarnos unas fotos, y ya.

—Teniendo en cuenta que las entradas dicen que tenemos que estar a las nueve —compartió Brenda—, y somos cuatro las que podremos usar el baño. Yo diría que podemos turnarnos. Dos en el de arriba y dos en el de abajo. ¿No?

—¡Yo quiero el jacuzzi! —gritó Julia y su mano salió disparada hacia el aire—. ¡Canté!

—¡No! ¡No es justo! ¡Yo quiero el jacuzzi también! —Brenda se aferró al hombro de Emma en cuanto la rubia se asomó al ventanal—. ¿Puedo usarlo primera? ¡Ella tardará horas! ¡La conozco!

—¡No!

—¡Sí!

—¡Emma!

—¡Bien, bien! ¡Tranquilas! —Emma tomó la palabra y movió sus palmas para intentar calmar a ambas—. Hay mucho tiempo. Todas van a utilizar el Jacuzzi, ¿ok? Solo que hay un pequeño problema...

Emma endureció el semblante y observó a todas fijamente. Las chicas quedaron a la expectativa, con el mismo deje de preocupación en sus rostros.

—¡Yo usaré el Jacuzzi primero! —sentenció y echó a correr.

—¡¡Noo!!

—¡¡Atrápenla!!

—¡¡Maldita!!

*****

—¡Vamos Emma! ¡No tenemos toda la noche! —gritó Julia, mientras se miraba de nuevo a un espejo ubicado en el living del departamento—. ¡Quiero verte en tu disfraz ya mismo!

—¡Aagh! ¡Envidio el disfraz de Emma! Tiene tanto estilo, y es moderno... los nuestros son muy clásicos —comentó Brenda observándose en el espejo.

—Eso les pasa por dejar la elección en manos de Ulises —dijo Vanesa—. Emma y yo especificamos exactamente lo que queríamos.

El último bucle del cabello de Brenda saltó como un resorte cuando soltó la plancha, tenía un estilo fresco y ondulado en las puntas; luego, con mucho cuidado, se colocó su gorra de vaquera en la cabeza.

Su disfraz consistía en una botas de cuero que le llegaban a la rodilla, una camisa de tono rosa a cuadros que usaba metida por debajo de una pollera marrón, del mismo color de sus botas, que se acomodaba a su cuerpo y le brindaba una figura muy sexi.

A su vez, el accesorio del pañuelo rojo en el cuello le daba un buen contraste con su sombrero negro. También tenía dos revólveres de juguete que llevaba metidas entre el elástico de su pollera.

—No te lo pienses tanto, las vaqueras tienen su estilo —añadió Julia—. Si es por disfraces clásicos, yo tengo el más aburrido, pero, en fin, como dijo Vane, es culpa nuestra.

Julia sacudió el lacio de su cabello y se volteó para corroborar que sus curvas siguiesen intactas, y luego de probar varios ángulos, le regaló un beso al espejo.

Su disfraz se remontaba a la época dorada de Egipto, si en Egipto hubiesen existido los vestidos enteros ajustados al cuerpo, con encajes translúcidos y sumamente reveladores.

Eso, junto a muchos adornos dorados que contrastaban con el negro del vestido; unas botas altas fabricadas con un motivo de cadenas ajustadas a sus muslos; unas mangas sueltas cuyos flecos le daban muchos puntos extra al tópico «Egipcio», y no podía faltar una diadema dorada desbordada de detalles y adornos.

A Julia le sentaba fantástico. Muy a lo «Cleopatra» del siglo 21.

—Sí, ahí te doy la razón —dijo Brenda—. Aunque estoy indecisa. El disfraz de Vane también es una locura. Me encanta el tono de tu cabello.

—¡Gracias! —dijo Vane, orgullosa de sí misma.

A diferencia de las chicas, ella había decidido comprar un colorante de cabello en aerosol de tono rosa fuerte y una pintura para el rostro.

Llevaba el cabello ondulado en sus puntas, y el color mostraba un degradado que iniciaba desde la parte alta de su cabeza en negro y finalizaba en los bordes con el nuevo tono que había teñido.

A su vez, había pasado gran parte del tiempo maquillándose el rostro, los brazos y las piernas para que obtuviesen una tonalidad verde césped.

Su cuerpo era abrazado solo por dos prendas. La de su torso, una camiseta oscura con un poco de escote; y la de sus piernas, que lucían unos impecables pantalones oscuros de jean para completar su disfraz de guardiana de la galaxia.

—Amo a Gamora —dijo sonriéndose en el espejo—. No podía dejar pasar esta oportunidad. Y tranquila, Brenda, todas estamos increíbles. —Guardó silencio—. Debo dejar de decir esa palabra...

—Espero que sí... —dijo ella, todavía indecisa.

—¿Qué pasa? ¿Acaso quieres conquistar a alguien? —dedujo Julia con una mirada perspicaz.

Brenda sonrió con timidez y bajó la solapa de su sombrero.

—No... claro que no.

Vanesa se vio tentada.

—Te hará caso. Créeme. Estás divina.

—¿Y quién es el afortunado? ¿Lo conocemos?

—Bueno... yo...

En ese momento, los pasos de Emma descendiendo por la escalera fueron escuchados por el trío de muchachas.

Finalmente, la rubia había salido de su baño. Su voz interrumpió la charla desde el piso de arriba.

—¿Saben lo difícil que es ponerse este traje? ¡Dios! Apenas puedo respirar...

—Oh... ¡Mierda! —espetó Julia atónita.

—Oh... mierda, por dos. —espetó Brenda sin quitarle la mirada de encima.

—Por tres... —finalizó Vanesa—. Maldito Ulises, picarón. Lo ven como alguien tranquilo y simpático por fuera, y te viene con un disfraz como esto. Hijo de perra.

—Sí, bien. Según él era el único que tenía disponible, y a propósito de eso, este disfraz definitivamente no es «Canon» en los cómics —comentó Emma.

La chica bajó el último peldaño de las escaleras, su disfraz, a diferencia del que tenían Julia y Brenda, era mucho más contemporáneo, basado en nada más y nada menos que la famosa Spider Gwen, un personaje femenino del universo de Marvel.

Solo que, tal como había mencionado Emma, este traje no era exactamente como el de la Spider Gwen original, sufriendo ligeras modificaciones...

Para empezar, y a pesar de respetar el diseño en blanco y negro del disfraz original, ningún traje de los arácnidos finalizaba en la entrepierna, como si se tratase de un traje de baño y dejando casi toda su pierna al descubierto.

Si no fuese porque hacía un calor de muerte, le hubiese molestado un poco más.

De todas formas, no finalizaba ahí, el traje todavía había sufrido una serie de modificaciones más, haciendo aparecer un escote no muy pronunciado, pero bastante evidente en dónde, en realidad, no debería haber nada.

Y quitando de lado eso, el traje también tenía aberturas verticales muy sutiles en la zona de las costillas, permitiendo al mundo entero ver, como si eso no fuese suficiente, más piel de lo que un traje arácnido mostraría jamás.

Aunque algo si se había respetado, la máscara y la capucha, que estaban bastante bien, y al menos Emma podía servirse de ella para ocultar su «identidad secreta».

Aunque eso supusiese despeinarse.

—Entonces... ¿Muy mal? ¿Parezco muy zorra?

—¡¿Estás demente?! —Julia gritó, quizás, un poco de más—. ¡Te queda pintado! ¡Te queda fenomenal! ¡Sí! ¡Superzorra! ¿Y cuál es el problema?

—Es que Emma, de verdad, mujer. Es mejor que un cosplay —dijo Brenda, sorprendida—. Te lo aseguro.

—Emma Stone temblaría si te viera —dijo Vanesa.

—Pfft... Por favor, solo quiero que me digan si esto está bien, o es... demasiado... —Revoloteó las manos en la zona de su pecho—. ¿Provocativo?

—¡Está perfecto! —sentenció Julia—. Es más, si no lo llevas... me ofenderé. Me ofenderé mucho.

—Julia, creo que eres la peor camarógrafa del universo —comentó Vanesa—. ¡¿Dónde está tu cámara?!

—¡Mierda! ¡Tienes razón! ¡Ya mismo lo compenso! ¡Supersesión de fotos!

Emma y Vane se reunieron junto al balcón para sacarse la foto, mientras Brenda corrió a la cocina para preparar los tragos.

—Me encanta que estés aquí, amiga. —dijo Emma sonriendo a Vane.

—Y a mí me encanta este lugar. ¿Hacemos una promesa? ¡Por una gran y espectacular noche!

—¡Promesa! —aseveró Brenda volviendo con los tragos.

—¡Promesa! —dijo Emma.

—Muy bien, miremos todas a la cámara y cuando diga tres, todas decimos: ¡#Club Zero! ¿Ok?

—¡Va!

—¡Sí!

—Uno... dos... ¡Tres!

—¡#Club Zero!

Y tras el flash de la cámara, las bebidas se alzaron al cielo, las copas tintinearon entre ellas, y los primeros tragos de una noche que sería muy larga... comenzaron a correr por sus gargantas.

*****

La bandeja fue saqueada en un parpadeo, y de las doce porciones de pizzas cuadradas que había allí, no quedó más que algunas migajas de pan y un poco de queso derramado.

Emma, Julia, Brenda, y ahora también Vanesa, degustaron el manjar a la vez.

La mesera se fue con la bandeja vacía, rumbo a la búsqueda de más alimento para los voraces estómagos hambrientos de centeneras de adolescentes que se paseaban, bailando, riendo y disfrutando de una buena música electrónica en el Club Zero.

El reloj en el celular de Emma marcaba las diez de la noche y la atmósfera a fiesta dentro del club era incuestionable, la música retumbaba en los parlantes y estrujaba los corazones de todos los jóvenes.

Entre pláticas, Julia y Brenda compartían con entusiasmo que las fiestas de los famosos hermanos Torres se etiquetaban con la leyenda: Legendarias.

Y no era para menos, siendo prácticamente los dueños de diversos establecimientos entre los que se encontraban: bares, discotecas, pubs y restaurantes nocturnos.

La temática de la noche era: Superhéroes. Por lo que la mayoría de las personas que transitaban el club llevaban los trajes de sus héroes de ficción favoritos, aunque algunos otros, como Julia y Brenda, presentaban disfraces clásicos pero igualmente llamativos y divertidos.

Julia fue la primera en finalizar su porción de pizza, para continuar con la segunda, adquirida de forma vivaz y muy veloz a la hora de la repartición.

—¡Hey! ¿De dónde sacaste la otra? —preguntó Brenda sorprendida y divertida.

—Mientras ustedes caminan, yo vuelo, querida —comentó Julia mientras la mitad de su boca masticaba y la otra mitad intentaba sonreír con altanería.

Emma y Vanesa compartieron unas sonrisas.

Vane parecía estar pasándola como nunca. Todas descansaban sus piernas en «La isla»: un sector pegado al muro en el que dos enormes butacas rectangulares de cuero rojizo rodeaban a una mesa ratona repleta de botellas y vasos ya extintos.

—¡Chicas! ¡Me muero de sed! —dijo Julia.

—¿Ya no queda más? —preguntó Vanesa, arrojando su flequillo teñido con aerosol hacia atrás con un golpe de cabeza—. Esto no puede quedarse así. Hay que actuar.

—Estoy de acuerdo —añadió Emma con un rostro que intentaba mantener serio—. ¿Misión de búsqueda y reposición?

—Misión aceptada, Spider-Em.

—¿Qué quieren tomar? —preguntó Spider-Em.

—Alcohol, en cualquiera de sus variantes —añadió Brenda, la vaquera.

—En cualquier variante, entendido. Ya volvemos, no pierdan los lugares.

—¡Ahoy!

—¡Qué no es Ahoy, Brenda!

Emma y su inseparable amiga Vanesa dejaron a las chicas en la isla y se dirigieron hacia la barra más cercana.

En Club Zero, había más de cinco barras distribuidas en los distintos sectores: dos en el VIP, dos en la pista principal, y dos más en el patio —un lugar bailable al aire libre, ideal para fumar un cigarro—.

Como la isla en dónde se habían asentado quedaba cerca de la puerta de salida hacia el patio, allí fue dónde las chicas trazaron su rumbo.

El patio presentaba un gran árbol en medio, con un cantero grueso que lo rodeaba para permitir a las personas sentarse en él y tomarse un trago; el sitio estaba decorado con luces que envolvía el tronco del árbol y algunas otras colgando en los muros.

Emma se dirigió a una de las barras más pintoresca, que quedaba al sopesar el árbol.

Vanesa llegó primera, reposó los codos en la madera y llamó a una barwoman. Mientras tanto, Emma se situó a su lado y esperó mientras curioseaba los nombres de los tragos en una lista que había en lo alto del muro detrás de la barra.

—¡Hola! —dijo Vane—. ¿Que es granada de mono? Allá arriba.

—¡Hola! Es un trago elaborado con dos licores blancos y un poco de piña. Su nombre tiene una historia graciosa. El trago en realidad se llamaba granada de mano, ya que es muy fuerte, pero una noche, un chico estaba tan ebrio que se confundió y pidió granada de mono. Nos causó tanta gracia que cambiamos el nombre en su honor. Aunque nunca volvimos a verlo...

—¡Genial! Entonces yo quiero uno de esos. ¿Qué pedimos para las demás?

—Podemos pedir la «jarra loca», dice que es para cuatro personas. ¿No? —preguntó Emma.

—Exactamente —respondió la chica detrás de la barra—. Pero estos tragos no están incluidos en los tragos gratuitos del tour de bares.

—Oh, no hay problema con eso —dijo Alain, sumándose a la conversación desde detrás de Emma—. Cárgalo a mi cuenta, Leti.

—Ok, señor Torres. ¿También la granada de mono?

—Por supuesto. Y dame una de esas a mí también. Amo ese trago. Tienen un buen gusto, chicas. No solo con los tragos, veo que también con los disfraces —dijo agregando un guiño de ojo al final.

Alain portaba un disfraz negro de cuerpo completo del famoso «hombre murciélago» que le sentaba muy bien gracias a los músculos tan definidos e inflados de sus brazos.

—¡Hola! ¡Alain! —Emma se perdió en su traje durante un segundo—. ¿Batman? No lo habría visto venir.

—¿Por mi cabello?

—Exactamente. No te pega, pero eres el dueño. ¿Qué importa, eh? Ah, por cierto. No tienes por qué pagar nada...

—¿Qué? Son mis invitadas. Lo hago con gusto. Como agradecimiento por haber aceptado la invitación.

—Y te agradecemos tu agradecimiento —dijo Vane con una amplia sonrisa.

—Se ven radiantes, chicas. Estoy muy feliz de que hayan podido venir —dijo Alain y chequeó su reloj—. Bueno. Debo dejarlas. Tengo que asegurarme que todo siga sobre ruedas para que la noche sea perfecta para todos. ¿Ya probaron los tacos?

—¿¡Hay tacos!? —preguntó Vanesa.

—Por la mesa de allá. Tomen los que quieran.

Vane echó un golpe rápido de cabeza para mirar hacía una pequeña mesa redonda en un rincón con todo tipo de delicias nutritivas: entre las que se destacaban los tacos que tanto amaba.

La música aumentó de nivel de repente. Por lo que, para comunicarse, Emma y Vanesa tuvieron que tener una conversación telepática. Una que se alcanza con un nivel de amistad elevado. Solo se gesticularon, pero la conversación mental fue algo como:

Vanesa señaló la mesa y e hizo puchero con los labios. «Comida. ¿Puedo?».

Emma asintió. «Claro que si, amiga».

Vanesa empezó a alejarse un poco, luego echó un vistazo veloz a la barra. Arrugó el entrecejo. «¿Te encargas de los tragos?».

Emma le guiñó el ojo. «Confía en mí...». Inmediatamente, después, sus labios se apretaron en una sonrisita picarona. «Aunque puede que me tome todo yo sola...».

Vanesa lanzó una mirada severa de un solo segundo. «¡Ni se te ocurra!». Le apuntó con el dedo. «Sé dónde vives».

Emma hizo otro gesto despreocupado y encogió los hombros. «Bien. Solo por esta vez». Alzó las cejas y subió el mentón. «¿Quieres algo más?».

Vane llevó dos de sus dedos a la boca, y después juntó las palmas. «Cigarros, por favor».

Emma asintió. «Hecho».

Vane le arrojó un beso al aire y se marchó. «¡Te amo!».

Aunque Vanesa ya no la estaba viendo, Emma se lo devolvió y lo arrojó al cielo. «Yo también, amiga».

Emma se volteó para ver en qué estado se encontraban sus elixires alcohólicos, pero notó que Alain parecía mantener una conversación con todos los empleados detrás de la barra sobre los eventos que realizarían esta noche. No quiso interrumpir, así que permaneció a un lado.

Cuando él se liberó, volvió su vista hacia ella y sonrió ampliamente, aunque no encontró a Vanesa cerca. Debido a la música tuvo que arrimarse al oído de Emma para hablar.

—¿Y tu amiga?

—¡Tacos! —Fue lo único que respondió.

Alain echó una risa al aire y asintió. Se volteó, tomó los tragos en una bandeja y lo cargó consigo.

—¿A dónde lo llevo?

—¡Oh! No hace falta... yo puedo.

Alain negó varias veces, divertido.

—Vamos.

Emma no podía quedarse con las manos vacías, así que tomó las dos «granadas de mono». El trago estaba servido en un vaso temático de porcelana que mostraba a un mono con un traje militar sosteniendo una granada en su mano. El sorbete se metía dentro de la mochila del mono.

A Emma le encantó, era bastante genial.

Alain acompañó a Emma hasta la mesa y saludó a todas las chicas. Vanesa ya se encontraba allí, batallando para que el contenido de su taco no se desparrame en el suelo, y fallando estrepitosamente.

—¿Y los cigarros? —preguntó Vane.

—¡Oh! Lo olvidé... —Emma se colocó de pie tan pronto como se sentó—. Ya voy por ellos...

—Tranquilas. Yo debería tener alguno por aquí... —Alain se anticipó y extrajo de su bolsillo dos cajas de cigarros, pero en cuanto iba a seleccionar una de ellas para obsequiarles a Emma y sus amigas, uno de sus empleados llegó.

—¡Señor Torres! Disculpe que lo moleste, tenemos una urgencia de nivel cuatro en el baño masculino...

—¿Se están peleando? —preguntó Alain—. ¿Tan temprano? ¿Y seguridad no los contuvo?

—Ya están ahí, sí. Pero no pueden hacer nada, señor. No pueden tocarlos...

—¿Qué...? —pero entonces, Alain lo comprendió y su rostro se ensombreció.

Su empleado hizo una mueca y se le aproximó para susurrar.

—Están con Milena, señor.

—Está bien. La llamaré ahora, muchas gracias. —El rostro de Alain se modificó por completo a uno más endurecido y serio. Le dio un paquete de cigarros a Emma sin siquiera mirar y empezó a marcharse—. Lo siento chicas, debo atender algo. Las veo luego.

Alain abandonó el lugar y Emma se quedó con la caja de cigarros.

—¿Qué creen que pasó? —preguntó Emma, curiosa.

—Lo que pasó es que ese papucho está a dos regalos más de pedirte matrimonio, querida —bromeó Vanesa—. Las entradas, los tragos y ahora cigarros. Si le pides una lancha estoy segura de que te lo dará.

—Yo que tú le pediría otra cosa... —dijo Julia.

—Chicas. Vamos —interrumpió Brenda—. Acaba de terminar con Leony-Leonard, perdón. Probablemente, no quiera hablar de eso.

—¿Qué mejor manera de terminar que empezar con otro? —preguntó Julia divertida—. ¿Qué no es el objetivo de terminar una relación? ¿Para abrir otra?

—Otras piernas —secundó Vanesa. Y Julia estalló de la risa.

—Está bien. No me molesta.

—¿Cómo va a molestarte? —dijo Julia—. ¡Es el maldito príncipe encantador de Shrek!

—¿Tendrá una madre sobre protectora? —inquirió Vane.

—Es rico. Si no tiene una madre sobre protectora me decepcionaría.

De a poco y trago a trago, el ambiente se tiñó de risas y anécdotas divertidas, por suerte para Emma la conversación se abrió a nuevos terrenos: películas animadas favoritas, platillos de comida, esmaltes de uñas y orientaciones sexuales.

Hasta que la música del ambiente se detuvo por completo, dando un comunicado a todos los presentes.

¡Buenas noches! ¡El tour de bares comenzará en breve! ¡Todos aquellos que tengan brazalete blanco, acercarse a la zona del patio para las instrucciones!

Así de rápido como la música se fue, volvió a toda potencia.

El grupo de Emma abandonó la comodidad de las butacas de la isla y se dirigió hasta el patio.

De pronto, se formó una multitud de jóvenes con brazaletes blancos y disfraces merodeando alrededor del árbol.

Al parecer, uno de los organizadores del tour comenzaría a dar un discurso para todos.

Emma se acercó y vio a un grupo de tres jóvenes con camisetas negras con un estampado en el pecho de sus héroes favoritos. Otro buen detalle de esta noche.

Uno tenía el estampado del escudo del capitán América, el otro el casco de Iron-man, y el tercero la máscara del hombre araña.

Los tres organizadores se subieron al cantero del árbol y extendieron sus brazos para saludar a los presentes y explicar las reglas.

—Hola. Probando. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Probando. ¿Se escucha bien? —dijo «Iron-man», era un joven de cabello largo, atado a una coleta y con una barba desprolija y muy abultada. Algunas personas respondieron afirmativamente a su pregunta y prosiguió—. ¡Hola a todos! Quiero explicar un poco las reglas del famoso tour de bares de Club Zero.

»¡Es muy sencillo! Primero permaneceremos en este bar, habrá barra libre hasta las once de la noche. Los tragos se entregan únicamente en las barras de este patio. Cuando lleguemos a dicha hora los reuniremos y los llevaremos a otro bar, a dos manzanas de distancia. Iremos en fila y los contaremos para que nadie se pierda.

»En el segundo bar ya no habrá tragos gratis, pero podrán comprar los majestuosos «chupitos», jugar muchos juegos de bebidas y divertirse bailando. Allí nos quedaremos alrededor de dos horas más.

»A la 1:00 de la madrugada, partiremos hacia el tercer bar. La modalidad será la misma, nos reunimos todos en la entrada y salimos juntos. Si se pierden, pueden buscar a los organizadores que tenemos camisetas negras con estampado de superhéroe y nuestras identidades secretas en la parte de atrás —dijo dándose la vuelta para revelar su nombre: Jonatán—. En el tercer bar solo habrá discoteca bailable. Ya no habrá juegos. Así que ahí pueden divertirse hasta reventar.

—Pero les recomendamos prudencia —dijo «capitán América». Un muchacho de cabello rizado, piel morena y rasgos suaves—. Recuerden que todos tienen que volver a sus casas. A todo esto. Quiero recordarle a nuestro olvidadizo compañero Jonatán que se pasó un detalle importante que se celebrará en el segundo bar.

—¡Oh! Vamos, esperaba dejarlo para el final —se defendió Jonatán.

—¡No, señor! Esta gente no vino aquí a escuchar reglas aburridas —dijo «Spider Man», el tercero de los organizadores.

Emma se detuvo a mirarlo con detenimiento y su expresión se ensanchó de asombro.

Ese cabello corto, pero rebelde; esos ojos que se achinaban al sonreír, esa mirada encantadora y su sonrisa pegajosa: era Isaac Morgan. El barman que había conocido en el crucero.

—¡El segundo bar tiene una sorpresa para todos! Pero, ¿saben qué? No creo que nadie que se haga llamar fanático de los superhéroes le gusten los spoilers. ¿No es así?

Todos vitorearon al unísono.

—¡Bien! ¡La sorpresa se revelará más tarde! ¡Estén muy atentos! —dijo Isaac—. Entonces, ¿en dónde nos quedamos? ¡Ah! Claro. Nos quedaremos en el tercer bar hasta las tres de la madrugada, y partiremos de nuevo hacia aquí, el punto de inicio. El trayecto al final será un poco largo, cinco manzanas de distancia aproximadamente. Así que asegúrense de tomar mucho y perderse.

Todos rieron.

—¡Ah! ¿No era así? En fin. Ustedes me entienden. Cuídense y cuiden a sus amigos y amigas. ¡Por ahora, esto es todo!

—Nos vemos a las once, aquí mismo, para salir al primer bar. ¡Disfruten y coman mucho! Nadie quiere que tengan los estómagos vacíos esta noche —dijo Jonatán—. ¡A divertirse!

—¡A divertirse! —dijeron Isaac y Capitán América.

La gente volvió a gritar y todos los tragos se alzaron al cielo. Julia zarandeó a Emma y la llevó con ella en un movimiento ágil de astucia femenina.

—¿Has visto quien está ahí?

—Si —sonrió ella divertida—. Como para no verlo.

—¿Vamos a saludarlo? —se sumó a la conversación Brenda.

—Lo lamento, pero estoy sintiendo que me están dejando de lado... —comentó Vane, acercándose—. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?

—Yo te lo cuento todo querida... —dijo Brenda y se abrazó a Vane.

—¡Vamos, Emma! ¡Vamos! —dijo Julia arrastrando a la rubia por su brazo.

Las chicas esquivaron a la gente que había por el camino y se acercaron hasta los organizadores. La leyenda de Isaac en su camiseta se leía desde la distancia, y cuando llegaron a él, Julia empujó a la rubia hacia delante.

Emma chocó con la espalda del joven, quien se volteó sorprendido, pero al ver a Emma, lo que parecía ser una mirada de sorpresa, se transformó de inmediato en una sonrisa incrédula.

—No puede ser...

—¡Hey...! ¡Hola! —saludó Emma.

Isaac quedó estupefacto al observar el atuendo de Emma.

El traje blanco y negro y la mirada dulce de una pequeña pecosa rubia parecían haberlo encandilado por completo. Apenas pudo responder balbuceando algo que no se acercaba ni remotamente a una palabra real. Por lo que Emma fue la que avanzó con la conversación.

—¿Me recuerdas?

—¿Recordarte? —preguntó él—. ¡Eres famosa! Tienes como un millón de cómics.

Ah, sus chistes. Cómo olvidarlos.

—Claro que te recuerdo, Emma. No pensaba verte aquí. Aunque... siendo de Vanlongward, debería haberlo esperado. Tu traje te queda... —volvió a quedarse perdido en la silueta de la chica—. «Amazzing».

—¡Gracias! —sonrió ella, pero luego su rostro se enserió—. Aunque... Estoy enojada contigo.

Isaac asintió hundiendo la cabeza entre sus hombros.

—Y creo saber por qué.

—No volví a verte después del crucero. Sé que no nos conocemos mucho, pero... al menos me hubiera gustado agradecerte lo que hiciste para salvarme.

—No tienes por qué. De verdad. No hice gran cosa. Los otros dos chicos y Bárbara fueron quienes aportaron mucho más.

—Brenda y Julia... salvaste sus vidas cuando las liberaste del salón.

—Hice lo que cualquier otra persona hubiese hecho.

—Lo dudo. Aun así... —Emma le golpeó el hombro en tono de juego—. Gracias.

Spider-Em intentó conectar su mirada con la de Isaac, pero él la desvió de inmediato. De pronto, hacía bastante calor en la pista para el joven.

—Y... ¿Cómo llevas la universidad? Vanlongward es un sueño, ¿eh?

—Ni me lo digas... Cada día pienso que despertaré en mi viejo departamento, en el 52 del quinto piso, con toda una inmensa pila de ropa por lavar amontonada en mi escritorio, cuentas sin pagar, las bocinas de los taxistas de la avenida de enfrente y miles de crisis existenciales por resolver.

—¡Hey! Se supone que yo soy el «Peter Parker» aquí... —dijo él señalando la máscara estampada en su camiseta.

Emma echó a reír y luego, de repente, frenó.

—No sé por qué siento que ni siquiera aquí en Blau, teniéndolo todo... me siento diferente a esa vieja vida. —Sonrió muy sutilmente, con un nudo que le sofocaba en el pecho—. Pareciera que desde que llegué mis problemas no dejan de crecer.

Isaac percibió la angustia, no solo en sus ojos, en toda su esencia. El joven guardó silencio, levantó la mirada, y buscó una frase en particular en su cabeza.

—¿Sabes? —dijo él—. Una persona me dijo una vez: en la vida nunca podemos escapar de los problemas. Es inútil. Siempre surgirá uno nuevo. Por eso lo mejor es identificarlos y utilizar nuestra energía, no para escapar, no para ignorarlos... sino que para solucionarlos. Quizás lo que te está pasando es que enfocas mal tu energía.

El tiempo se detuvo para Emma luego de aquella frase. Su mente reflexionó que lo que decía, no parecía nada erróneo. Todo lo contrario. Calzaba a la perfección...

Ambos se contemplaron una vez más en total silencio. Finalmente, Emma asintió.

—Puede que tengas razón...

—¡Isaac! —Uno de los organizadores del evento de Club Zero, se le acercó como un relámpago—. ¿Qué haces charlando con los clientes? ¡Hay mucho que hacer!

—¡Oh, si! Perdón. Perdí la noción del tiempo —Isaac echó una risita—. Se me detuvo por completo.

Emma sonrió.

—Yo lo entretuve aquí —explicó la chica araña—. Lo siento.

—Está bien, hombre. Yo soy indulgente, pero ahora hay trabajo que hacer, además si Torres te ve holgazaneando podría despedirte.

—Claro. Lo entiendo —respondió Isaac dando un paso hacia atrás—. Aunque, a decir verdad. —Observó a Emma—. No sería la primera vez.

El barman le guiño el ojo y se marchó.

Emma no fue capaz de guardar su sonrisa mientras lo perseguía con la mirada, hasta que lo perdió entre la multitud.

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