🔪 Capítulo 41💌

30 de Noviembre, Miércoles.

La conversación lo había dejado un poco disgustado, sin embargo, tenía la cabeza centrada en el examen, quizás el más importante.

La mañana era fría, monótona y desolada. El ambiente se sentía extraño.

Budo tenía un presentimiento, algo iba a pasar, algo malo iba a venir. Confiaba fuertemente en sus intuiciones.

Le resultó raro llegar a la escuela, pues no había nadie, tan solo unos pocos estudiantes, todo se oía tranquilo.

Debía ser la importancia del día, supuso. Pero aquella sensación lo perseguía.

(...)

Ayano fue la primera en entregar el examen. Miró de reojo a Raibaru.

Supo que no podía ganarle en fuerza, pero si en inteligencia.

Un plan de tres días, no podía salir mal, ¿verdad?

Se sentó en su lugar y, tranquilamente, sacó el libro “10 sacrificios en 10 semanas", aquel que había comprado en la librería de Raibaru.

De algún modo, ella estaba tranquila.

Al pasar la hora, el primer examen del día culminó. Todos entregaron la hoja, Raibaru posaba una pequeña sonrisa.

Parecía confiada.

La rubia salió junto con Osana y, disimuladamente, las siguió.

Realmente le cansaba, tenía unas ganas extrañas de ir con Budo, pero tenía que seguir a Raibaru. Tenía que controlarla.

Ambas amigas se reunieron en el exterior, cerca del gimnasio, sentándose en una de los bancos que había.

Ayano se escondió detrás de un arbusto, muy sigilosa.

—Osana…

—Te noto nerviosa, Raibaru… ¿Qué pasó?

—Es que… —un suspiro salió de su boca—Ayano asesinó a un hombre.

—¿Un hombre?

—El jueves pasado, en Buraza Town. Enfrente de donde nos reunimos con ese hombre.

—Nos estaba siguiendo.

—¿Qué? —preguntó Raibaru, asombrada.

—¿Por qué estaría justo enfrente de donde estábamos nosotras?

—Ella… me amenazó.

—¿Cómo que te amenazó? ¿Qué te dijo?

—Que si yo hacía algo, te mataría y me haría la vida imposible…

—Tenemos que frenarla. Hay que hacer algo al respecto.

—No te preocupes Osana, yo los protegeré —Raibaru le sonrió.

(...)

Hora de los clubes, el cielo se estaba oscureciendo. Las horas de sol eran más cortas en invierno.

Su plan comenzaba ahora.

Tranquilamente rondaba cerca de la sala de profesores. La profesora de biología era la última en irse.
En esos treinta minutos, logró obtener una hoja en blanco del examen que había hecho hoy. Y a cambio, le dió un cuerpo a Info-Chan.

—Profesora…

—Oh, Aishi, pasa.

—Cerca del gimnasio alguien dejó un cuchillo tirado… Se me hizo sospechoso, por eso le quería avisar…

—Ahora mismo iré, muchas gracias por avisar.

Ayano y la profesora salieron. La pelinegra esperó hasta perderla de vista y volvió a entrar a la sala de profesores. Cerró las puertas, asegurándose de que nadie la vea.

Entre tantos papeles encontró los exámenes de hoy, buscó el de Raibaru, y lo encontró.

La hoja en blanco estaba a penas llena. Solo respuestas incorrectas.
Había memorizado el trazo de la rubia, su forma de escribir, el tamaño de sus letras.

Ayano se quedó con el examen original.

Se aseguró de haber dejado todo como estaba antes.

Y, como si nada hubiera pasado, salió de allí con una sonrisa.

(...)

—¡Aya-Chan! ¿Dónde estabas? Me pasé todos los recreos buscándote.

—Tuve que hacer cosas. ¿Vas para tu casa?

—Tengo que pasar por el supermercado…

—Hmn, te acompaño.

—¿¡De verdad!?

—¿Estás sordo? —lo miró con obviedad.

El trayecto fue de absoluta charla. Budo hablaba más, pero Ayano compartía una que otra opinión.

—¿Qué tenés pensado para navidad? —le pregunta Ayano, después de un corto silencio.

—Mamá quiere ir con mi abuelo, como todos los años.

—¿Y qué querés hacer?

—Pasar tiempo contigo.

—Ya lo estamos haciendo.

—Me refiero a toda la vida… —lo había dicho en voz alta, y cuando se dio cuenta, lo corrigió—digo, en Navidad.

Ayano estalló en risa.

Era casi como la primera vez que la vio reír.

Una risa hermosa.

Una que le llenaba de vida.

Una que quería escuchar todos los días.

Toda la vida.






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