Capítulo 5: ¿Amigas?
Antes de dejarle terminar la frase chillé tan fuerte que sentí como los cristales de las ventanas del orfanato se rompían un poco. Entré en pánico e intenté abrir la puerta de mi habitación con todas mis fuerzas, pero ésta se hallaba atrancada. Empecé a temblar y a aporrear mi puerta como una loca, pero todo fue en vano. Sentí como una mano se apoyaba en mi hombro y la voz dijo detrás mía:
-¡Hey, cálmate chica! No soy un monstruo ni nada por el estilo.
Suspiré. No podía hacer nada, salvo darme la vuelta y rendirme. Me giré lentamente hacia ella y la pude ver mejor; llevaba un collar muy pequeño con un corazón dorado colgado a su cuello. Sonreía cálidamente, como si estuviese en el orfanato de visita. Sentía su respiración tranquila del silencio que había, como si se hubiese parado el tiempo. Me tranquilicé un poco, pero aún seguía aterrada por el simple hecho de tener a alguien delante mía. Sin darme cuenta, me tapé la cara con el brazo y me alejé de ella lo máximo que pude. Seguía mirándome tranquilamente, lo cual me reconfortó un poco. No parecía tener ganas de darme una paliza, al menos, por el momento. Fui desplazándome un poco hacia un lado para intentar correr hacia cualquier lado para huir de ella. Y eso es lo que hice. Eché a correr lo más rápido que pude. Pero mi carrera no duró mucho, pues me estampé contra la pared y caí al suelo dolorida. La escuché reírse por lo bajo.
-¿Quieres que te eche una mano? Se podría decir que ahora mismo estás entre la chica y la pared. -no pude evitar reírme un poco por ese juego de palabras tan malo. Yo seguía tirada en el suelo, mirándola con algo de desconfianza aún. Me tendió la mano y me ayudó a levantarme. Tenía bastante fuerza. Me di cuenta que me había hecho un moretón del golpe.
-Hola, Clara.-pronuncié su nombre como si fuese la peor persona del mundo. Estaba intentando que me temiese para que al final yo no acabase siendo la víctima de cualquiera de sus palizas. Clara no pareció sorprenderse al escuchar que yo sabía su nombre.
-Has estado escuchando la conversación de antes, ¿verdad? Tu directora es una vieja insoportable. No sé como puedes convivir con ella.-dijo riéndose un poco.-¿Tú cómo te llamas?
-Annie. Y ahora, si te importa-dije, empujándola un poco para irme a mi habitación, intentando sonar lo más borde posible-me voy a mi habitación. No quiero saber nada de nadie aquí.
Intenté abrir la puerta de mi habitación, pero seguía atrancada. Tiré con todas mis fuerzas, pero no conseguí abrirla.
-¿Quieres que te ayude con eso, o me voy señorita borde?-dijo en tono jocoso.
Yo gruñí y asentí levemente mientras cruzaba los brazos. Qué vergüenza. Clara se colocó delante de la puerta y le pegó una patada que consiguió abrirla. Agarró su maleta y se fue a su habitación mientras se despedía de mi sin siquiera mirarme. Entró en la habitación y entornó la puerta. Yo sabía perfectamente que la dejaba entornada para tentarme a entrar, pero me resistí a cotillear y me metí en mi cuarto a escribir un rato, pero no estaba inspirada. Recosté mi cabeza en esa cosa dura como una piedra la cual decían que era una ''almohada'' e intenté dormir un rato. No podía, pues estaba preguntándome que haría la nueva en su habitación. Los últimos rayos del sol se filtraban por mi ventana cuando decidí ir a curiosear un poco. Caminé descalza por el pasillo del piso en el que se encontraban nuestras habitaciones. La mayoría de losetas estaban rotas y se me clavaban los trocitos de suelo en los pies, pero hacía ya semanas que no los sentía. Ya era prácticamente inmune al dolor. La puerta de Clara aún seguía entornada, y la escuchaba tararear una bonita canción desde adentro. Contuve la respiración y me quedé escuchando esa canción de cuna tan hipnótica. No lograba oír nada más, y asomé un poco la cabeza.
-Anda, entra. Sabía que tarde o temprano vendrías.-dijo Clara. No comprendía como diablos sabía que yo estaba allí, si ni siquiera me había visto. De todas formas, entré despacio al cuarto. Clara estaba dibujando algo que no pude distinguir bien desde lejos. Ella rápidamente puso el dibujo boca abajo y se levantó de la cama.
-¿No crees que estas habitaciones están en muy mal estado?-murmuró, como saludo.-Pero eso significa...-de repente se le iluminaron los ojos y sonrió abiertamente.-¡Que habrá algo interesante aquí!
-No hay nada, además de las cucarachas y las hormigas que hay por aquí.-respondí yo, suspirando.-Este lugar es el sitio más horrible que ha podido existir. No sé ni como sigue en pie.
-Estoy segura de que debe haber algo.-dijo muy convencida.-Quizás haya una entrada al inframundo, o un bosque lleno de criaturas extrañas, o un espejo que te lleve a una dimensión paralela a la nuestra...
-Estás loca.-afirmé.-No puedo creer que sigas creyendo en esas estupideces tan infantiles.
Clara soltó una carcajada bastante sonora. Puso una cara de incredulidad y dijo:
-Yo no me puedo creer que digas que no existen ''esas estupideces tan infantiles''. Además eres una niña. ¿No deberías ser tan feliz e inocente como las demás?
-Uno, esas cosas no existen y dos, yo ya perdí mi inocencia y felicidad tiempo atrás.-suspiré, con cara amargada. Anda que la compañera que me había tocado...
-¿Cómo acabaste aquí, por cierto?-pregunté con curiosidad.
-Que bonito día hace, ¿no crees? Un día perfecto para salir a pasear.-dijo, cambiando rápidamente de tema. Había algo extraño ahí. Su sonrisa desapareció por unos momentos y puso una expresión de dolor y enfado, pero pronto recobró la compostura.
-Si...-respondí, confundida por ese repentino cambio.-Mira, yo acabé aquí porque a mis padres los llevaron a la cárcel. Después me enteré de que estaban vendiendo droga y cometiendo muchos robos. Seguramente no les devuelvan la custodia, pero de todas formas yo les daba igual.-una lágrima chocó contra el suelo. Levanté la vista y vi que Clara me miraba con pena.
-Vaya... Lo siento much-
-¿Y tú?-volví a preguntar.-¿Cómo acabaste aquí?
Me miró con cara de no preguntes y volvió a reírse, pero esta vez con una pequeño matiz de maldad en su voz.
-Fue él.-dijo. Su voz tembló levemente e intentó sonreír.
-¿Quién?
-Fue él.-volvió a repetir como un disco rayado.
-¿Pero quién?
-Sangre. Mucha sangre. Y rabia.
Me quedé mirándola algo asustada y confundida por espacio de unos segundos. Clara sonrió lo más que pudo y se giró hacia mí. Reconocí esa mirada; era la de un verdadero psicópata.
-Venganza. Quiero venganza.
Se rió muy fuerte, tanto que tuvo que ponerse de rodillas. Colocó sus manos en la cabeza mientras emitía carcajadas dignas de un loco. Comenzó a temblar bruscamente y a llorar. Seguía riéndose, cada vez más fuerte. Yo corrí a llamar a alguien pidiendo ayuda. Le estaba dando un grave ataque de locura. Ella se levantó como pudo, y, aún riéndose sacó de su maleta un cuchillo y lo asió fuertemente mientras decía con voz ronca:
-Tú no vas a ninguna parte.
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