XXV

No sabía hacia donde nos dirigíamos ni tampoco sabía cuanta distancia nos sacaban los dos hombres que nos perseguían, no me atrevía a mirar hacia atrás.

Casi parecía que aquel sentimiento de miedo, de estar siempre siendo observada desde hacía algunos días se había hecho realidad. Las pesadillas que había tenido se estaban cumpliendo.

Nuestros perseguidores no chillan, no les escuchamos dirigirse a nosotros pero sus pisadas suenan detrás nuestras, al igual que las expresiones de enfado e indicación de la gente cuando pasamos como una bala por delante suya o de la carretera.

Agradezco mentalmente las numerosas horas de entrenamiento y vueltas al jardín que Hunter me había obligado a hacer porque a pesar de que estoy corriendo poniendo toda mi alma en ello todavía me siento capaz de seguir durante al menos unos kilómetros más.

No tengo una buena sensación. Hay algo que no está bien pero no se que es. Llevo intentando saltar desde que había salido del restaurante con May y ahora con Samael, pero algo no funciona. Esa chispa que necesito, esa luz que viene cada vez que la necesito no llega. Solo hay vacío.

Revuelvo entre mis pensamientos quienes son los que nos pueden estar persiguiendo y qué tipo de poder deben de tener para conseguir bloquear mis poderes, lo que hace que una duda peligrosa se cuele entre mis frenéticos pensamientos.

¿Y si de la misma forma que pueden bloquear mis poderes pueden dejar a la vista de todo el mundo mis alas?

Y ya no solo eso. ¿Cómo me han podido encontrar? Para realizar el rastreo necesitan algo mío de fuera de Aurivana y yo llegué a Francia solo con lo puesto y los papeles que copié del despacho de mi padre. No hay nada.

Todo está en la casa y ahí Ryder tiene por seguridad salvaguardas y cortafuegos para cualquier tipo de rastreo, ya sea humano, angelical o demoníaco. Ahí no han podido encontrarme.

En estos momentos no se que es más caótico, si nuestra huida o mis pensamientos.

Pienso qué posesión mía han podido encontrar para rastrearme. Un pendiente que se me haya caído, unas gafas de sol que me haya dejado en algún restaurante, algo que se haya caído del bolso... Pero nada, estoy segura que yo nunca he dejado nada mío perdido precisamente por esto, he sido muy cuidadosa, meticulosa incluso. Siempre que hemos ido a alguna misión ha sido en total organización... Salvo la primera.

¡La tela rasgada de mi vestido cuando nos estábamos peleando!

Maldigo entre dientes al darme cuenta de lo que eso significa. Ahora todas las piezas sí encajan.

Los ha mandado el gobernador de Andorra. Uno de los cuatro ángeles guardianes. El que estaba en el baile de Toulouse para encontrar los objetivos.

—¡Tenemos que acercarnos al río! ¡Vamos al Sena! —Samael me dedica una mirada confusa pero no replica, simplemente comienza a cambiar el ritmo y a zigzaguear cada vez más entre esquina y esquina, con la intención de poder llegar a la orilla del río y escondernos sin que nos vean.

El agua por alguna razón es un elemento que bloquea ciertos poderes y capacidades de los ángeles, entre ellos la capacidad de rastreo. Y ya no solo eso, una vez que me desvincule del trozo de tela podré saltar a algún sitio más seguro y despistarlos, mientras tanto me es imposible, ya que estoy atada a esta dimensión por el trozo de tela y los nefilim.

Al final de la calle por la que vamos se puede ver el río pero no hay forma de poder escondernos, nos pisan los talones. Seguimos avanzando cada vez más y más rápido pero no veo a Samael con intención de girar hacia las escaleras que bajan hasta la orilla, sino que va decidido contra el muro.

En cuanto leo sus intenciones me giró a mirarle, segura de que ha perdido la cabeza.

—¡Dime que no vamos a saltar al río!

Me mira con una sonrisa pícara y me guiña un ojo al escuchar el pánico en mi voz.

Nadar en las aguas del Sena estaba prohibido desde hacía dos siglos por un motivo.

Aún así reconozco para mí misma que no tenemos muchas mejores opciones, así que me resigno y agarro todo lo fuerte que puedo la mano de Samael cuando nos precipitamos hacia el agua.

No puedo permitir que se suelte.

Cierro los ojos tan fuerte como puedo y cuando nuestros cuerpos chocan contra el agua, en ese mismo instante lo vuelvo a sentir.

La chispa. Mi luz.

Sin perder ni un minuto comienzo a recolectar toda la energía necesaria que necesito para transportarnos.

Por culpa de haber estado atada al seguimiento tardo más de lo que me gustaría pero justo cuando los pulmones comienzan a gritar pidiendo aire siento la calidez rodearnos a los dos, llevándonos lejos de aquellos que nos perseguían.

***

Aparecer en la piscina de la casa no es lo ideal ni lo que tenía planeado, pero me daba por satisfecha. Al menos habíamos conseguido darles esquinazo.

Me sujeto al borde de la piscina tosiendo y buscando aire, dándome unos segundo para recuperar el aliento después de la pedazo de carrera que nos acabamos de pegar.

Un poco más lejos de mí escucho también toser a Samael, lo que me saca una sonrisa al saber que ha atravesado el portal correctamente conmigo.

Los dos salimos de la piscina corriendo hacia la casa, queriendo estar mojados al frío de la noche tan poco como sea posible.

Subimos las escaleras y tras un "nos vemos en diez en el cuarto de estar" cada uno nos metemos en nuestro cuarto a ducharnos.

Tras una ducha con tres capas de jabón y champú para quitarme lo que quiera que se me hubiese pegado en el río salgo de la ducha y me pongo ropa de entrenamiento para estar cómoda. Dejo la alas visibles, con ganas de estirar las un ratondespues de tenerlas todo el día ocultas.

Busco mi sudadera favorita de Hunter en el armario y frunzo el ceñi molesta al darme cuenta de que está con la colada.

Cojo una chaqueta azul marino de Ryder que hay en una de las sillas del pasillo y me la pongo, aspirando su aroma.

Huele totalmente a él, a su perfume, a café y a pinos. Supongo que es la que se ha puesto esta mañana para salir a correr.

Cuando bajo las escaleras veo que Samael está en el despacho hablando por teléfono y me hace un gesto para que me acerque. No escucho lo que se dice al otro lado de la línea, pero estoy segura que está hablando con Ryder y los mellizos.

—Sí, sí, estamos bien... No... Unos cinco quilómetros fácil... Ahora hablaré con ella... Volver cuanto antes, Gala y yo nos vamos a poner a preparar la cena... Que no se os olvide traer el vestido.

Cuando cuelga el teléfono se queda por un momento callado con la mirada perdida pero se recupera casi al instante y me mira con una sonrisa.

—Ya vienen de camino, ¿me ayudas a preparar la cena?

Lo dice con una voz tan casual, casi como si lo que hubiese ocurrido hoy fuese lo más normal del mundo que lo único que hago es asentir y seguirle hacia la cocina.

Así empezamos los dos a preparar en silencio la comida, yo intentando ordenar el revoltijo de pensamientos caóticos que tengo encima y Samael dandome el espacio necesario para que pueda hacer eso mismo. Lo sé por la forma en la que me mira de vez en cuando, asegurándose que estoy bien.

Se que precisamente no debería estar cortando el tomate para la ensalada cuando lo último en lo que estoy prestando atención es en eso y el universo me da la razón cuando siento el filo del cuchillo atravesando mi piel.

—Gala si es que estas pensando en pajaritos utilizando el cuchillo —me reprende Samael cuando ve la sangre de mi dedo.

Me agarra de la muñeca despacio y me la mete debajo del chorro del agua. Escuece, pero acabo de darme cuenta de algo y ni siquiera lo noto.

—Voy a necesitar tu sangre —suelto de golpe.

—¿Cómo? —responde medio riendo medio confuso mientras que saca una tirita de un armario y me la coloca en el dedo.

Voy a explicarle a lo que me refiero pero en ese preciso instante se escucha la puerta de la entrada abrirse.

—¡Ya estamos aquí!

Ambos salimos de la cocina hacia la entrada para ver a Hunter y Ryder cargando mi vestido y las bolsas de las compras de hoy.

Nos sentamos todos alrededor de la mesa y una vez que cada uno tiene su plato comienza la charla confusa por lo que había pasado esta tarde.

—¿De verdad que no les podíais ver?

Se que la respuesta va a ser negativa pero aún así no co sigo entender como Samael sí pudo ver a los nefilim que nos perseguían.

Los tres niegan con la cabeza, todavía sorprendidos por la huida de esta tarde.

—Siendo sincero, al principio pensaba que May y tú nos queríais gastar un broma —dice Hunter dando un mordisco a su pan —luego te vi a punto de llorar y pálida como el papel y me di cuenta de que algo iba mal.

—¿Cuantos os han perseguido? ¿Eran ángeles?

—Eran dos —le respondo a May —estoy casi segura de que eran nefilim. Dudo que si eran ángeles llevasen ocultas las alas.

—Pero se me hace muy raro que no le pudiésemos ver ninguno salvo Samael, ¿podéis ocultaros de manera selectiva?

—No lo sé —me encojo de hombros, desde luego nunca había escuchado que nos pudiésemos ocultar solo a la vista de ciertas personas pero ya no descarto nada. Mucho menos cuando eran enviados de uno de los guardianes. A saber qué capacidades tienen de las cuales nadie sabe —la idea más razonable que se me viene a la mente es por la pureza de vuestra sangre, pero teniendo en cuenta que eran nefilim mandados por el gobernador de Andorra no descarto nada.

—Todavía no me ha quedado claro qué tiene que ver el agua y el que no pudieses saltar para huir de ellos. Porque según dices tú eran nefilim, ¿verdad? —Ryder tamborilea los dedos sobre la mesa, inquieto. Se que está recibiendo mucha información nueva de mi parte y el no manejarla le está poniendo nervioso —quiero decir, los nefilim no te podrían obligar a hacer nada, en la cadena de poder tú estás por encima de ellos. Es más, siendo hija de un arcángel solo tienes un escalón de poder por encima tuya. El resto siempre estamos por debajo.

—A ver, sí pero no —pienso en como puedo explicar lo que viene de nuevo de la forma más sencilla y esquemática posible —tienes razón que en la jerarquía de poder estoy por encima de los nefilim, pero no es correcto el decir que ellos no pueden obligarme.
《Verás, ellos han sido capaces de rastrearme gracias al trozo de tela del vestido que perdí, la única posesión mía que han podido conseguir fuera de Aurivana y por eso la única capaz de rastrearme fuera de las salvaguardas de esta casa.

Cuando estás rastreando a alguien hay dos extremos: el ancla, que es la persona que tiene la posesión; la estrella, que es a la persona que buscas y por último; el lazo, que es la posesión que busca a la estrella. De esta forma el lazo se convierte en el pegamento que tarde o temprano va a terminar uniendo los extremos, siempre y cuando estos tres elementos convivan en el mismo nivel dimensional.

Lo que ha ocurrido es que al ser el ancla dos nefilim, en el momento que yo intentase transportarme junto con Samael estaría cambiando de nivel dimensional. Que ocurre, que durante este proceso el lazo es el elemento más poderoso y estaba en las manos de los nefilim, siendo seres que no pueden cambiar de nivel dimensional sin depender de un ángel, anclándome a mí a esta dimensión. Y no es que cada vez que cada vez que salte terminemos en una dimensión diferente, pero esa pequeña brecha que nos permite ir de un sitio a otro de la misma dimensión, esa brecha que se abre es cuando se produce el cambio.
Esto, por ejemplo, no habría ocurrido si hubiese enviado a dos ángeles, ya que ellos pueden cambiar de dimensión a la misma vez que yo y por tanto no perderme la pista.

Lo que creo que no han tenido en cuenta es que el agua anula ciertas propiedades en la sangre de los ángeles (la cuál también tienen los nefilim) por lo que en el mismo momento en el que mi cuerpo ha tocado el agua la conexión entre la estrella y el lazo se ha roto, permitiéndome saltar y llegar aquí a casa》

Todos me miran en silencio, asimilando lentamente todo lo que les acabo de soltar. Se que no es sencillo y desde luego mucho menos fácil de digerir, pero se que de alguna manera, mejor o peor, se pueden hacer una idea del concepto.

—Lo único que no me ha quedado claro —comienza a hablar May. Wow, al menos solo tiene una duda —has dicho que los ángeles pueden cambiar de dimensión a la misma vez que tu haces eso de tus saltos, pero si no recuerdo mal nos dijiste que en teoría ninguno podía hacer eso mismo igual que tú, ¿entonces cómo es que ellos pueden cambiar de dimensión también?

Me quedo sorprendida de que haga una pregunta tan específica y tan significativa pero recuerdo que es May y lo súper inteligente que es. El asombro se me pasa rápido.

—Y es cierto. Nadie puede saltar como yo, o al menos que yo sepa. Lo único que yo necesito es cerrar los ojos y concentrarme en la persona o el lugar al que quiero llegar y de repente todo se vuelve blanco a mi alrededor y ahí estoy. Sin problema alguno, pero el resto de ángeles para hacer eso tienen que "fabricar" de alguna manera el crizol, que se consigue con una gota de sangre mezclada con la ambrosía de nuestras alas. Nosotros al poder fabricarlo sí podemos cambiar de dimensión, los nefilim al depender de los crizols que nosotros fabricamos no pueden saltar directamente y es lo que me ha obligado a quedarme en esta.

De nuevo, el silencio se instala en la cocina como una pesada manta sobre todos nosotros. No se que están pensando y eso en parte me pone nerviosa.

Les acabo de contar algo muy importante sobre los míos y espero que no utilicen de mala manera la información. No podría perdonarme que cayese en las manos equivocadas.

Ryder se reclina sobre el respaldo de su silla, agarrándose el puente de la nariz como si así evitase el dolor de cabeza que se le viene encima.

—¿Por qué no nos vamos todos a la cama? Hoy ha sido un día demasiado intenso y seguro que mañana vemos las cosas con otros ojos.

Su propuesta parece caer bien entre todos nosotros porque después de recoger y en silencio cada uno nos metemos en nuestro propio cuarto. Esta vez solo el murmullo de las hojas de los árboles interrumpía la paz de la casa.

Y es que como muchas veces se dice, en ese momento parecía que había pasado un ángel por allí.






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