XXIV

Después de encontrar mi vestido y complementos necesarios hacemos la parada pertinente para almorzar en un precioso restaurante con vistas al Sena.

Pruebo todas las especialidades francesas que piden del menú, y aunque en casa me habían cocinado muchas de estas, no tenían ni punto de comparación. Sin duda el coq au vin y el filet mignon junto a la quiche Lorraine terminan en los puestos de platos favoritos, todo esto acompañado de vino de Burdeos exquisito y champán recién traído de la bodega.

No voy a mentir, todavía se me hacía raro ir por la calle y ver a ángeles, demonios y humanos convivir en armonía, pasando por la calle al lado los unos de los otros, cuando un ángel que iba volando saludaba a una persona que iba a pie... Cuanto más tiempo que paso aquí me doy cuenta que esto no es nada excepcional como me parecía a mi en un principio, sino que era yo la que vivía en una burbuja de privilegios alejada de la realidad.

Cuando salimos del restaurante después de tomar el café nos vamos caminando hacia el atelier donde Ryder se hace todos los trajes con su sastre personal.

El hombre en cuestión nos recibe personalmente y nos guía hacia el taller donde se pone a enseñarnos muestras, tejidos, botones, forros interiores, etcétera que los chicos tendrán a su disposición para elegir. Le explico un poco la ocasión para la que necesitan los trajes pero creo que conoce de sobra el tipo de vestimenta cuando menciono que es el evento de las carreras en Versalles.

May y yo nos ponemos cómodas en los sofás mientras que los chicos en orden van eligiendo todo lo necesario y los sastres les van tomando las medidas necesarias.

Se me hace tan raro y fascinante ver a todos hablando en francés a la misma vez. Yo solamente había escuchado a Samael y a Hunter hablarlo, pero nunca a los cuatro juntos.

En la casa se hablaba inglés desde antes de que yo llegase, los cuatro tenían un primer idioma materno diferente y suponían que es el idioma en el que habían acordado hablar.

Los mellizos cuando discutían entre ellos lo hacían en portugués, Ryder por lo general hablaba en ruso por teléfono y para cualquier cuestión relacionada con el trabajo y Samael solía leer en alemán, aunque nunca le había escuchado hablarlo.

Acostumbrada a escuchar sus voces hablando una encima de otras en inglés, hacerlo ahora en francés sin duda era algo que me resultaba entretenido, sobretodo por ver la forma en la que sus voces cambian.

A los cuarenta minutos más o menos de estar allí May recibe una llamada. Me da un suave golpe para que le preste atención y una vez que cuelga me explica que la han dicho.

—Por lo visto una de las chicas que tenía que ir a la boutique no ha aparecido. Me acaban de decir que no tenemos que esperar hasta las seis y media para recoger tu vestido y para arreglar los últimos detalles que yo encargué la última vez. Podemos ir ahora.

—¡Ah, genial entonces! —me levanto a la misma vez que May del sillón en el que nos encontramos y me acerco a los chicos a avisarles sobre la situación.

Nos ponemos de acuerdo en vernos en el hotel a las siete de la tarde para que Hunter coja unos documentos antes de irnos de nuevo a la casa.

A la salida del atelier nos entregan nuestro abrigos y salimos a la calle. Durante el mes pasado habíamos tenido en tiempo buenísimo pero los últimos dos días las temperaturas habían bajado bastante.

Me dejo guiar por May por la hermosas calles de la capital francesa, absorbiendo cada detalle de alrededor mía. Unos 15 minutos más tarde llegamos a la calle donde se encuentra la tienda.

Me paro un momento en el escaparate para admirar los preciosos vestidos que tienen en exposición. Se nota que todos han sido hechos a mano, el detalle y el cariño que ha recibido cada uno individualmente.

Cuando me separo del cristal para entrar en la tienda no se me escapa el detalle de que todo el tiempo había un hombre mirándonos desde la otra acera.

Al entrar la recepcionista nos lleva hasta nuestro probador asignado y al poco rato entra la costurera con dos chicos a su lado, uno que nos sirve una copa de champán y otro que trae mi vestido arreglado en una funda de plástico.

Sentada en el sofá tomando champán y disfrutando de la alegre conversación que estamos teniendo con la costurera mientras que añade alfileres al vestido de May con ella dentro, casi se me olvida que estos vestidos son para una velada en la que muy probablemente termine habiendo muchos problemas. 

Una vez que la costurera ha terminado de tomar y ajustar todo lo necesario, tanto ella como yo salimos del probador para dejar que May se termine de vestir. Me dirijo a la zona delantera de la tienda donde tienen los vestidos prêt-a-porter y me quedo admirándolos. 

No puedo evitar que una mirada fugaz se me escape hacia las ventanas del escaparte para comprobar que el hombre que nos había estado observando antes había desaparecido. Y en efecto, ya no estaba.

Suelto un pesado suspiro y me digo a mí misma que últimamente estoy demasiado alterada y bastante a la defensiva. 

Por mucho que sepa que estoy a salvo con los chicos hay algo que no me cuadra desde lo que ocurrió con la flecha cuando iba volando por los árboles. Y me resultaba agobiante porque sin tener pruebas ni sin que me hubiese pasado nada ese sentimiento lo tenía constantemente, incapaz de ignorarlo hasta dentro de la propia casa.

Me sobresaltaba con cualquier ruido más fuerte de lo necesario, tenía pesadillas, no era capaz de dormir totalmente a oscuras... Sin duda el temor constate a que alguien me descubriese y viniese a por mí me estaba pasando factura.

Son las siete menos cuarto cuando salimos de la tienda y hasta el hotel andando todavía tenemos veinte minutos por lo menos. May les manda un mensaje a los chicos para avisarles que ya hemos terminado.

Vamos charlando tranquilamente sobre los colores que creemos que Hunter y Samael habrán elegido para sus trajes cuando le veo de nuevo. El mismo hombre que nos había estado mirando antes estaba sentado en un banco leyendo el periódico, gafas de sol y sombrero a pesar de que ya apenas queda luz, mismo abrigo marrón oscuro.

Soy consciente de que me he callado de repente y que May me está mirando raro pero es que no se de cómo otra forma reaccionar, mucho menos cuando avanzamos un poco y veo por un retrovisor que se levanta y comienza a seguirnos.

Decido esperar y no decirla nada de momento hasta que esté completamente segura y que no son imaginaciones mías, por lo que continúo hablando como si no hubiese pasado nada, pero a medida que seguimos caminando y caminando no hay forma de negar que nos está siguiendo.

A veces cambia de acera, a veces lo pierdo de vista y me da un vuelco al corazón cuando lo vuelvo a ver por el retrovisor de algún coche, pero lo que se es que he dejado de hablar hace mucho tiempo y que debo de tener el miedo pintado por toda la cara.

Cuando estamos a menos de cinco minutos del hotel May entra sin decirme ni una palabra a un restaurante, pregunta por el baño y se dirige hacia él. Cuando entra me hace un gesto con la cabeza para que me una y cierra con pestillo.

—¿Me puedes explicar que te pasa? Desde que hemos salido de la tienda parece que has visto un fantasma, Gala.

Le hago una señal con la mano para que baje algo la voz pero me doy cuenta de que estoy temblando y la coloco dentro del bolsillo tan rápido como puedo.

—¿No te has dado cuenta? —se me rompe la voz al final de la pregunta. May me mira confusa y yo solo siento que me estoy volviendo loca por momentos —hay un hombre que nos ha estado siguiendo desde antes de entrar a la tienda a hacer los ajustes de tu vestido. Lleva gafas de sol y un sombrero aún siendo ya de noche, y un abrigo marrón oscuro.

La expresión de May pasa por varias fases mientras que balbuceo frenéticamente para terminar en algo que parece preocupación.

—Gala, yo no he notado que nadie... —mi cara tiene que ser todo un poema cuando dice eso porque intenta arreglarlo como puede —pero eso es porque no he estado prestando atención, no te preocupes, ahora cuando salgamos me fijo bien. ¿No tenías intención de decir nada? Me estabas asustando, ¡cada vez estabas más pálida!

—No quería asustarte y como nunca se ha acercado más de lo necesario... No se, tampoco sabía como decírtelo —se que mi explicación no sirve de nada, que en cualquier momento podría haber dicho algo pero algo dentro de mí desde que me había dado cuenta que nos seguían me había dejado completamente paralizada, incapaz de pensar bien y con una presión en el pecho que me hacía casi imposible respirar.

—Voy a llamar a Hunter, que nos esperen delante de la puerta del hotel.

Tras un intercambio escueto de palabras en el teléfono salimos del baño y pero me paro en seco en mitad del restaurante, casi haciendo que a un camarero se le caiga la bandeja, al darme cuenta de que se encuentra justo en la puerta del restaurante, leyendo el menú.

—Ahí lo tienes —consigo susurrar lo más discretamente que puedo —es el que está leyendo la carta del menú.

En un segundo la cara de May pasa de preocupación a desconcierto absoluto, alternando la mirada entre donde está el hombre y yo.

—Gala... ahí no hay nadie. No hay ninguna persona leyendo el menú.

El mundo se me cae encima cuando me dice eso. Es imposible que no le esté viendo. Estoy segura de que está ahí.

May pasa delante mía y me agarra la mano, llevándome detrás suya cuando pasamos por la puerta. El hombre ni siquiera levanta la mirada cuando salimos prácticamente rozándonos, pero cuando hemos caminado un par de metros del restaurante veo que comienza de nuevo a seguirnos.

—May, que viene de nuevo, que se ha puesto a seguirnos otra vez, ¿cómo no le vas a ver?

Las lágrimas se comienzan a acumular en mis ojos sin ya saber qué está pasando, ¿verdaderamente no hay nadie, me lo estoy imaginando?, ¿o hay algo más detrás de todo esto?

Sea como sea May me mira con preocupación, me da un fuerte apretón en la mano y acelera el paso aún llevándome cogida.

En cuanto torcemos la esquina que da a la calle del hotel y los chicos nos divisan  vienen corriendo hacia nosotras con la preocupación marcada en el rostro.

—Viene detrás de nosotras —es lo primero que dice May en cuanto estamos todos juntos. Yo se que si hablo me pondré a llorar —Gala dice que es un hombre que trae gafas y un sombrero y que lleva un abrigo marrón pero yo es que no le he podido ver.

En cuanto dice esos todos la miran con mi estuviese loca.

—¿Cómo que no le has visto? —las palabras salen de la boca de Hunter como si May no le estuviese contando algo de vital importancia —nos has llamado diciendo que os estaban persiguiendo.

—Y es lo que asegura Gala y yo la creo, por favor solo mira la cara que trae. No se puede inventar esto.

Escucho sus voces de fondo, casi como si no les tuviese al lado mía hablando. Y es que el pánico se apodera de mí cuando me doy cuenta de que el hombre que nos seguía está parado en la floristería del extremo de la plaza de enfrente, hablando con otro hombre y señalandome.

Comienzo a temblar inevitablemente y una pequeña lágrima se me escapa sin querer.

Veo cómo Samael sigue mi mirada al momento que se da cuenta que estoy temblando y cuando encuentra lo mismo que yo sus facciones se endurecen.

—Son los dos de la floristería que te están señalando, ¿verdad?

Pregunta, pero él ya está seguro de la respuesta. Los otros, por el contrario, cada vez se les ve más y más confusos.

Parece que Samael les va a decir algo, pero en cuanto se me escapa un sollozo se da cuenta de que los dos hombres vienen corriendo hacia nosotros me agarra de la muñeca y echa a correr conmigo detrás.













Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top