XXII
—¡Esto es de locos! —resoplo mientras que vuelvo volando a la casa. Los otros cuatro vienen corriendo detrás mía, intentado seguir mi ritmo.
Esto tiene que ser una broma pesada de alguno de ellos, no hay otra explicación. No puede haber otra explicación. Me niego a pensar que la hay.
Subo un poco el ritmo al que voy volando y empiezo a ascender. Ahora mismo prefiero estar sola.
—Gala, ve más despacio. ¡Por favor!
Subo y subo tan rápido como puedo, forzándome a no parar hasta que apenas les puedo diferenciar desde el suelo pero lo suficiente para distinguir que se dan por vencidos y entran en la casa.
Durante un rato me dejo llevar por las corrientes de aire nocturno, disfrutando de la brisa algo más cálida que pronto traerá consigo la primera y maravillada de las vistas de París a lo lejos, reluciente como solo la ciudad de la luz podría.
Desciendo despacio y me acerco a la casa. Las luces del segundo piso están apagadas y por lo que alcanzo a ver también las de la primera, así que supongo que habrán bajado los cuatro a entrenar al sótano. Me tumbo en el tejado mirando hacia el cielo, buscando a mis ancestros en las estrellas.
La paz que había conseguido durante las últimas semanas se había esfumado en un segundo en cuanto vi la punta de la flecha.
De metal a diamante. Eso era científicamente imposible.
Esto se sumaba a la lista de cosas sin explicación que me habían ido pasando y que en contra de mi voluntad tenía que ir llevando la cuenta.
Todo estos acontecimientos comenzaron cuando me escapé y choqué con uno de los guardias de mi padre. El grito desgarrador de dolor y la herida del brazo, luego durante la pelea con Raymond esa electricidad que me recorrió de arriba abajo cuando agarré a uno de los matones, la misma expresión de dolor, el poder curar a Samael con mi ambrosía aún siendo un demonio, el dejarle la marca en carne viva cuando le agarré después de la fiesta en Toulouse, ahora el haber transformado un metal en diamante... y ya no solo eso, había notado que desde que me fui de Aurivana mi ambrosía cada vez era más brillante y que la franja en las plumas había aumentado.
Cada vez que pensaba en esto se me hacía un nudo en el estómago hasta el punto de querer vomitar porque no sé que me está pasando y no puedo encontrar respuestas, porque no tengo a nadie a quién recurrir sobre esto.
Cierro los ojos pensando en qué me diría mi padre, en las burlas de mi hermano para sacarme una sonrisa y en mi madre acariciandome el pelo para calmarme. Siento el abrazo de oso de Maximilian diciéndome que él me ayudaría, que pasara lo que pasase él estaría conmigo mientras que su hermana y mi mejor amiga Jewels nos gritase que nos buscáramos un cuarto.
Les echo tanto de menos...
Al menos a ellos podría contarles lo que me está pasando y sentir que de alguna manera me entienden pero no hay nada que le pueda decir a los chicos de esto esperando su consejo o que me comprendan por mucho que quieran.
Una ráfaga de aire hace que me estremezca y me obligo a mí misma de salir del bucle de morriña y de segundos pensamientos porque nunca llegan a nada bueno.
Sí, tenía miedo.
Sí, estaba agobiada.
Sí, quería respuestas. No iba a esperar más. Lo decidí en Toulouse.
Y sí, mi oportunidad estaba cerca. Las conseguiría en la soirée de Versalles de la mano de Maximilian.
No se cómo, no se con qué consecuencias, pero es una promesa hecha mí misma y de la que ninguno de los cuatro tendría idea.
Casi por instinto chasqueo los dedos delante mía, esperando que algún tipo de chispa apareciese de la nada como si fuese una especie de bruja hasta que me doy cuenta de lo absurdo de la situación y paro de hacerlo para continuar mirando las estrellas en la noche.
Cuando el estómago me ruge pidiendo algo de cena me levanto y camino hacia el borde del tejado pero antes de saltar paro un momento sobre una tejas. Piso de nuevo y hacen un ruido bastante extraño.
Me pongo de rodillas y doy unos golpes para darme cuenta de que suena hueco. Comienzo a buscar cualquier tipo de hebilla o enganche que demuestre que hay una entrada o algo pero al no encontrar nada me doy por vencida y salto hacia el jardín sin pensar en ello dos veces.
Una última vuelta volando y entraría a la casa.
Aleteo tranquilamente por la finca y me adentro en la zona de arboleda para acortar un poco el camino pero para en seco cuando escucho unas hojas crujir.
El corazón me va a cien y una inexplicable sensación de miedo se apodera de mí, porque sé que los perros cuando cae la noche entran en la casa y no salen, y porque ese sonido no lo podía haber hecho una ardilla.
—¿Ryder?¿May? —otro crujido, sin respuesta alguna —venga esto no es gracioso, salid de ahí.
Pero nada, silencio absoluto.
Con un nudo en la garganta y bastantes más ganas de llegar a la casa continuo a un ritmo más rápido haciendo zigzag entre los árboles hasta que ya veo el claro de la piscina a unos 30 metros y la casa cerca.
Algo aliviada relajo la velocidad, pensando que solo estaba nerviosa por la conversión que había tenido conmigo misma en el tejado y que me había llenado la cabeza de pájaros.
Pero todavía entre los árboles lo escucho de nuevo, me giro asustada y esta vez no solo es el crujido seco, sino otro sonido que se aproxima, como si cortase el aire.
Hasta que lo veo. Algo volando hacia mí.
Una flecha. ¡Una flecha!
La esquivo de cualquier manera con tal de que no me dé ya que reacciono demasiado tarde, haciendo que me choque con las ramas altas del árbol más cercano a mí y por ende cayendo a plomo en el suelo desde casi dos metros de altura.
La flecha se queda clavada dos árboles por delante mía, temblando del impacto sobre la madera.
Yo me quedo unos segundos en el suelo, no solo por la caída sino esperando a ver si se escucha algo más. Pero nada.
Solo el búho de los establos pululando.
He caído sobre una de mis alas y cuando voy a volar de nuevo me soy cuenta de que me duele bastante.
Cierro los ojos y resoplo. ¿Por qué un día tan bueno como hoy tenía que terminar así?
No veo muy bien en la oscuridad pero estoy segura de que me he hecho alguna herida en la zona de los hombros cuando me he enredado con las ramas y alguna herida en las rodillas al caer. Me pasa por ir en bikini.
Me levanto y sacudo la tierra y todo lo que se haya quedado encima para acercarme hacia el árbol que tiene la flecha, la arranco y me la llevo conmigo.
Entro a la casa por la puerta de la cocina y llamo a los chicos, ninguno contesta.
Voy hacia el pasillo donde está la puerta para bajar hacia el sótano y efectivamente sus voces se escuchan provenientes de ahí.
Los tres están terminando de recoger las colchonetas pero el sonido de mis pasos descalzos contra el suelo capta su atención. May no está aquí abajo, supongo que a lo mejor ya estará durmiendo.
—Wow, ¿te has peleado con un mapache? —pregunta Samael mientras que se acerca y pasa la mano por mis alas para quitarme la suciedad. En cuanto me toca la derecha, que es sobre la que me he caído, me aparto rápido, rechinando los dientes.
—Lo siento, lo siento, es que me he caído mientras volaba... —todos se sorprenden por mis palabras, hasta que dejo caer la flecha delante suya en la mesa —esquivando esto en la arboleda.
Se acercan curiosos para ver la flecha en cuestión, pero Ryder le quita importancia con un movimiento de mano, sin ni siquiera haber dedicado más de tres segundo a mirarla.
—Se habrá activado una de las trampas sin querer. Luego lo revisaré.
—No han sido tus trampas —respondo a riesgo de sonar paranoica —tus trampas hacen una especie de chasquido metálico al soltar la cuerda. Cuanto esto ha venido volando hacia mí no ha habido ningún chasquido metálico pero sí hojas crujiendo detrás mía. Eran pisadas. Estoy segura.
Todos me miran confusos,esperando algún argumento más para respaldar lo que digo.
—Gala, es imposible que alguien no autorizado entre en la propiedad. Hay seguridad repartida por todos sitios y cuando llegaste doblé esa que ya teníamos. Tengo a gente de mi equipo 24 horas monitorizando las cámaras y nadie entra sin mi autorización previa —Ryder me explica mientras que limpia con cuidado un juego de dagas.
Agacho la cabeza algo avergonzada pensando que a lo mejor estoy sobrerreaccionando y que solo estoy alterada por lo que había pasado en el lago.
Pero entonces me doy cuenta.
Justo delante mía.
Cojo la flecha dirigida hacia a mí y una de las muchas que hay esparcidas en la mesa, las levanto en el aire una al lado de otra para que las comparen. Son diferentes modelos, diferentes marcas.
—No es una de tus flechas, Ryder.
Eso parece captar su atención por más de cinco segundos pero su semblante cambia a lo que parece molestia casi al instante.
—Como jefe de seguridad no aprecio que se cuestione mi trabajo, Graciella.
Aquí vamos. Ya se ha enfadado.
—Que la flecha sea de una marca diferente no indica nada. No siempre se compran del mismo fabricante.
Resoplo indignada. Durante todo el tiempo que he estado en esta casa he visto armas de única y exclusivamente una marca. Jamás les he visto utilizar una diferente.
—Eso es mentira. Nunca...
—Plumas —me corta Hunter —¿por qué no entras en el armero y lo compruebas? —inquieta mientras que con un sutil movimiento de cabeza me indica la puerta de este que está abierta.
—¿No puede ser que estés algo alterada por lo que a pasado está tarde? —arremete también Samael contra mí —si hubiese hecho lo que tú me estaría estallando la cabeza...
—¿Sabéis que? —digo de mal humor cogiendo la flecha de la mesa puesto que ninguno está de mi lado —terminar de recoger. Me voy a curar estas heridas a ver si con el escozor del alcohol encuentro la claridad que tanto pensáis que he perdido.
Me doy media vuelta y camino de nuevo hacia las escaleras.
—¡Venga, Gala. No te pongas así, mujer! —escucho a Samael decir a mis espaldas. Pero ya muy tarde, subo las escaleras sin dedicarle a ninguno de los tres un vistazo.
Lo primero que hago nada más entrar a mi cuarto es meter la flecha en uno de los cajones del armario para rápidamente meterme en la ducha y quitarme toda la suciedad de encima.
Me tomo mi tiempo mientras me lavo el pelo y me relajo bajo el agua caliente escuchando música clásica de fondo.
Una vez ya seca y con el batín puesto, aclaro el bikini y lo dejo secar en el bidet, para luego coger el pequeño botiquín para limpiar un poco las heridas.
Me siento en la cama donde saco el algodón, el alcohol y el betadine. Tranquilamente comienzo a desinfectar la zona a regañadientes ya que odiaba la sensación de escozor que estos productos para curar dejan, pero aún así me obligo a darme un buena capa en la zona del hombro y a colocarme unas tiritas en las rodillas para no manchar las sábanas más que otra cosa.
Cuando ya estoy terminando de guardar todo esto en el botiquín escucho como la puerta de mi cuarto se abre para dar paso a Ryder, todavía vestido con la ropa de entrenamiento.
—No te he dado permiso para que entres —digo mientras que me meto al baño para guardar todo lo que había utilizado.
—No lo necesito, es mi casa —escucho que me responde mientras trastea algo por mi cuarto. Ruedo los ojos sin que me vea y cuando salgo veo que está abriendo los cajones que mi tocador.
—¿Se puede saber que haces? —digo mientras que cierro con fuerza el cajón que estaba abriendo —vete.
—Ah sí, sobre eso —habla de manera desinteresada mientras inspecciona mi cuarto milímetro a milímetro —voy a necesitar la flecha.
—¿Ahora la quieres?¿Después de ignorarla cuando os la he llevado al sótano?
Se encoje de hombros como si con él no fuese la cosa, lo que hace que me enfade aún más.
—Las flechas que utilizamos en las trampas son especiales para el agarre de la lanzadera, no tenemos muchos recambios.
Me cruzo de brazos, cansada y queriendome ir a la cama para poder quitarme esta sensación de miedo que tengo desde la arboleda. Lo último que me apetece ahora es discutir.
—Mira, ¿sabes qué? —respondo sacándola del armario y cerrando su puño sobre ella —quédate tu querida flecha y tu querida arrogancia, pero déjame dormir.
Con esto último le empujo fuera de mi cuarto y cierro de un portazo. Me quedo apoyada en la puerta unos instantes hasta darme cuenta de que me sigue rugiendo la tripa y que no había comido nada.
Pero antes que cruzarme con Ryder de nuevo me voy a la cama sin cenar.
Y eso hago, me quito el batín, echo el seguro en la ventanas y en las puertas de la terraza y me meto en la cama.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top