XXI
SEGUNDA PARTE
GALA
Habían pasado dos meses exactos desde aquella primera misión que hicimos en Toulouse. Mayo estaba a la vuelta de la esquina y con el famoso "Baile de la Rosa" que se celebraba en Mónaco todos los años y en el que mi familia era la anfitriona.
Tanto las misiones que habíamos hecho en Toulouse y Burdeos habían salido bien, sin heridos y con los objetivos a salvo; pero tal y como Hunter decía, dos veces seguidas era mucha coincidencia en cuestión de que desapareciesen los testigos, así que estabamos en proceso de idear otro plan.
Esta vez no íbamos a salvar a las presas, íbamos a cazar a los cazadores.
Por eso mismo Ryder llevaba casi tres semanas ya de viaje con su equipo buscando información necesaria para la siguiente misión que sería justamente aquí, en el palacio de Versalles. Sabía que aquí corría el riesgo de encontrarme con mi hermano, no había fiesta en la capital francesa que se perdiese.
Me sentía feliz de estar con este grupo de nuevos amigos que había hecho en mitad caos, con nuestros más y menos, pero me habían demostrado que me consideraban parte ellos, de su grupo y que me aceptaban tal y como era. Con o sin alas.
No iba a negar que no echaba de menos a mi familia y amigos de siempre, desde luego que sí, pero hasta que no supiese hasta que punto estaban involucrados con los planes de mi padre mi corazón estaría dividido. No podía ni imaginarme que estuviesen implicados en esta barbaridad.
Y hablando de corazones divididos, la última vez que vi a Ryder fue la noche anterior a su viaje. No conseguía dormir por culpa de la luna llena así que decidí bajar a por un vaso de leche, era pasada la medianoche y no se escuchaba nada en la casa, hasta los perros estaban durmiendo.
Estando en la cocina en mitad del silencio absoluto se podía escuchar hasta el latido de una mariposa, por eso cuando escuché el leve sonido de dos vasos de cristal. Salí de la cocina despacio sin hacer ningún ruido y me quedé medio escondida detrás de la esquina. Ví salir del despacho a un chico moreno que no había visto nunca antes y justo después salió Ryder, ambos con un vaso de whisky en la mano y sin embargo parecían tener una conversación algo acalentada.
No había forma de que desde donde estaba escuchase algo de lo que decían y tampoco tenía porqué esconderme. Dejé de nuevo el vaso vacío en la cocina y caminé hacia las escaleras, siendo imposible llegar a ellas sin pasar por el vestíbulo, que es donde ambos estaban.
Cuando me escucharon acercarme los dos se quedan callados y me miran completamente serios. Les saludé con un simple "buenas noches" y subí las escaleras. Hasta que no torcí la esquina no volvieron a hablar sin saber que yo estaba todavía escuchando. La conversación agitada siguió, fue subiendo de tono, un golpe seco y silencio, no hubo sonido de ningún vaso roto. A la mañana siguiente Ryder ya se había ido de viaje.
Muy a mi pesar tenía que admitir que sí le echaba de menos, más de lo que pensaba. Sus miradas juzgadoras y sus comentarios afilados, al igual que las conversaciones escuetas cada vez que algo rondaba por su cabeza, cómo la cercanía le ponía nervioso. Y aunque hemos estado bastante relajados los cuatro aquí en la casa, disfrutando de la piscina, yendo de compras y en general haciendo el tonto éramos conscientes de que faltaba uno.
Estaba nerviosa porque llegase y no solo porque le echaba de menos, sino por ver qué había estado haciendo, planeando y qué información habría conseguido. Y es que esta vez el escenario cambiaba un poco. No era una fiesta de noche la que se celebraría en Versalles, sino una soirée acompañada de carreras de caballos en los jardines, lo que significaba que ni íbamos a tener el tiempo extra sin testigos mientras estaban comiendo, ya que en las soirées lo que se comía era servido por camareros que iban pasando, y porque todo lo tendríamos que hacer a la luz del día, sin el refugio que siempre nos habían dado las sombras de la noche.
Pero yo había pasado todas la vacaciones de primavera en ese palacio y al menos eso nos podría ayudar bastante. Me lo conocía como la palma de mi mano, pasadizos incluidos.
De golpe y porrazo salgo de mi ensoñación cuando noto como me tiran lo que parece media piscina de agua fría, dándome un susto terrible y dejándome entera empapada.
—¡Plumas! —noto como Hunter desde la tumbona de al lado me hunde un dedo en la cintura, haciéndome cosquillas.
Despertar delicadamente a alguien es algo que tengo que enseñarles definitivamente.
Hoy hacía un día fantástico y habíamos decidido pasar el día en la piscina, hacia calor suficiente para estar con un bikini y como la piscina es climatizada no teníamos ningún problema.
Me quito con la mano el agua que se queda sobre mi abdomen y me recoloco en la tumbona en la que estaba tomando el sol. Intento abrir los ojos pero tardo unos segundos en acostumbrarlos a la luz sin las gafas de sol puestas. Creo que me he quedado medio dormida.
Y cómo no quedarme dormida bajo el sol después de haber entrenado, después de haber estado en el agua toda la mañana y después de haberme comido un delicioso aperitivo con humus y crudités. Simplemente imposible.
—Gala, llevamos llamándote media hora —escucho a Samael reír mientras chapotea en el agua —¿te has dormido?
—Creo que por el tono rojo quemado de su piel pálida podemos confirmarlo.
Esa voz. Conozco de sobra esa voz.
Ryder ha vuelto.
Me levanto de la tumbona y voy hacia él. Está a unos pasos de mí, con pantalones de traje y una camisa blanca, sin duda recién llegado.
Antes de que se de cuenta de mis intenciones le doy un abrazo, pegándome todo lo que puedo contra él.
—¡Graciella! —grita cuando se da cuenta de que estoy empapada. Intenta hacer que me suelte, pero me agarro con más fuerza todavía, rodeandole las piernas con las mías. Se está empezando a reír, pero intenta disimularlo con una molestia fingida.
Veo por el rabillo del ojo como May se va colocando detrás suya con las intenciones pintadas por toda la cara. Me agarro aún más fuerte a Ryder, sabiendo que vamos a ir los tres al agua.
Ni siquiera me da tiempo a pensar en nada cuando siento como mi cuerpo cae al agua, con todo el peso de Ryder y May encima mía.
Buceo un poco hasta llegar al borde de la piscina, donde me quito la pamela y las gafas de sol todas mojadas. Hunter también ha saltado a la piscina y está en proceso de intentar ahogar a Ryder.
Encantador.
Cuando por fin le deja salir al aire tose un par de veces antes de negar con la cabeza y sonreír.
—Yo también os he echado de menos.
El resto del día nos lo pasamos jugando en la piscina, haciendo tonterías y comiendo lo primero que cogemos de la nevera.
Ignoramos deliberadamente la información que haya podido descubrir, al menos durante el día de hoy y nos dejamos disfrutar. Mañana ya nos preocuparemos.
Poco a poco la tarde va llegando a su fin, pero antes de que definitivamente se ponga el sol Samael propone hacer un mini torneo de tiro con arco.
Los cinco echamos a correr, descalzos y en bañador, hacia la zona de árboles donde practicamos el tiro.
Siempre he sido muy buena, mi puntería con las flechas es excelente y no tengo ninguna duda de que voy a ganar.
Cuando salimos de la hierba y entramos en la zona de hojarasca dejo mis alas visibles y vuelo para evitar pincharme los pies en el suelo, pero termino volviendo a caminar cuando empiezan a agarrarme de los tobillos para bajar al suelo.
—No nos salgas pijita evitando pisar cuatro palos secos.
Me río y continuo con todos ellos a pie, pero esforzándome en soltar alguna queja para molestarlos por no dejarme ir volando.
Cuando llegamos agarramos los dos arcos que dejamos fuera de la casa y las fundas con las flechas y nos encaminamos hasta el pequeño muelle que hay en el lago.
—Vamos a hacerlo difícil —May coje dos tableros de madera que rompe del muelle y los coloca en forma de T invertida -vamos a poner esto en el lago, para que se mueva con la corriente e intentar hacer diana en el medio. Justo donde está el punto blanco —explica trazando con una piedra un punto bastante grande en medio.
Me recuerda a lo que hacíamos en el patio del colegio. No nos dejaban pintar con tizas, pero por alguna razón las piedras que habían en los jardines pintaban blanco en el suelo, por lo que las utilizábamos como sustitutas.
—Gala, haz los honores —me dice extendiéndome la especie de barquito para que lo coloque en mitad. Vuelo hasta donde creo que está bien y dejo caer la madera sobre el agua. Flota.
—¡Yo os digo una cosa, no voy a bucear para coger las flechas que se hundan!
Escucho sus exclamaciones desde el muelle y los gestos diciéndome que suba, vaya que me den con una de las flechas.
Estamos haciendo unos cuantos tiros y varias rondas después, cuando ya está casi todo oscuro decidimos lanzar la última.
El primero en tirar es Hunter. Falla porque tira demasiado alta la flecha y termina en la otra orilla del estanque. Menuda fuerza.
La siguiente es May, que al contrario de su hermano no tira con la suficiente fuerza ya que el viento ha echo que el barquito retroceda. La flecha se hunde.
El tercero es Samael, que aunque tarda bastante en lanzar, consigue que la flecha quede encajada en la madera por los pelos. No la clava en la vertical, sino en la horizontal.
A mi parecer eso es casi más difícil.
El penúltimo es Ryder, y como era de esperar, con su mirada calculadora y estratégica consigue clavar la flecha en la tabla vertical, aunque no en el punto.
La saco de la madera antes de volver para tirar yo. Tengo esto en la manga.
Cojo el arco y me coloco en posición. Paro unos segundos para notar el viento que hace y visualizo el recorrido de la flecha, hasta dar en el centro de punto blanco, tal y como me había enseñado mi hermano en las incontables veces que habíamos ido al bosque.
El arco casi parece una extensión más de mí, una parte de mi cuerpo.
Respiro hondo y suelto. Nunca cerrando los ojos. Se que que voy a dar.
Noto el latigazo de la cuerda cortar el aire cuando la suelto. El recorrido de la flecha casi lo veo a cámara lenta, llegando a la madera y haciendo no solo diana en el centro, sino atravesandolo.
Nunca me había pasado eso. No tengo tanta fuerza.
—¡Eso es, Plumas! —grita emocionado Hunter —¡pero bueno, menuda fuerza!
Y aunque me hace ilusión haber ganado esta pequeña competición me sorprende enormemente que haya atravesado la madera.
Noto algo raro en mí. Como si se me hubiese dormido la mano, ese mismo cosquilleo.
Vuelo hasta donde está el barquito improvisado y lo cojo sin mirarlo demasiado, volviendo rápido donde los demás.
Samael parte sobre su pierna el trozo de madera con un golpe seco para poder así sacar la flecha y cuando lo hace la levanta de manera que todos podamos verla.
En el momento en el que nuestros ojos se posan en ella un silencio extraño se apodera del lugar.
La punta ya no es de metal. Es de diamante. Puro y brillante.
Eso explica porqué ha atravesado la madera.
Una punta de flecha de diamante macizo.
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