XV
—¿Cuántas armas lleváis? —pregunto una vez que me termino la que puede ser mi tercera copa de champán.
Samael con un movimiento suave hace a un lado la parte derecha de la chaqueta, dejando ver que lleva una pistola en el costado.
—Los tres llevamos lo mismo. Pistola y unas cuantas armas blancas.
Frunzo el ceño y May hace también una mueca al ver cómo esquiva la pregunta con un movimiento de mano, haciendo como que no tiene importancia. Decido dejarlo correr porque casi prefiero no saberlo y pido que por favor me pase otra copa de champán mientras que me estiro un poco.
—¿No me dijiste que te ibas a poner zapatos planos? —inquiere Samael dando con sus zapatos un toque a mis tacones.
—Cierto, no se cómo pero May me convenció para ponerme tacones. Gracias —respondo estirándome para coger la copa de champán que May me ha servido.
—Plumas, no quiero ser aguafiestas, ¿pero no crees que deberías bajar el ritmo con el champán?
—No. Además, yo no me voy a meter un chute de droga como vosotros —pego otro sorbo y disfruto de la sensación de las burbujas en mi garganta. Este champán es del bueno y no lo voy a dejar ahí sin aprovechar.
—¿Como sabes...? —Ryder pregunta enfrente mía.
—Te he visto los viales de ambrosía rubí metidos en el bolsillo interno del traje. No quiero preguntar como lo has conseguido, pero me preocupa y asusta a partes iguales.
Eso se me ha escapado. Lo estaba pensando, pero no debería haberlo dicho en voz alta.
La mirada helada de Ryder me deja bien claro que no le ha gustado el comentario, pero aún así no me da respuesta.
—Bueno, Graciella, ¿cómo es Maximilian? —May saca tema de conversación intentado alejar ese momento incómodo y por el cambio de postura de Samael se nota que a él también le interesa.
—Pues es alto, rubio, fuerte, amable, atrevido, valiente... —suelto un suspiro pensando de nuevo en él. Hacía tiempo que no le dedicaba tanto tiempo en mi mente. La verdad es que siempre le he querido. Le sigo queriendo —ha heredado el fuego del arcángel y tiene las alas ribeteadas en polvo de amatista. Siendo sincera, es bastante letal la verdad, os podría machacar con un chasquido de dedos. Debéis de tener cuidado.
Creo que hasta ahora no le había mencionado el tipo de ambrosía que tenía Maximilian, una bastante inusual que solo se había dado en tres ocasiones, incluyéndose él.
—Nunca he visto ningún ángel con polvo de amatista —menciona Samael mirando a Ryder buscando una explicación.
—Es bastante inusual. Solo hasta ahora únicamente conocía dos casos pero supongo que con este son tres. Lo malo de esa ambrosía es que es tan inusual pero a la vez tan poderosa es que los casos anteriores fueron asesinados por conseguirla. El amatista tiene el poder de la parálisis y bien utilizada puede convertirse en un arma muy peligrosa.
Asiento a Samael como reafirmando lo que Ryder ha dicho.
En ese mismo momento todos sentimos como el coche se para y Hunter nos avisa de que ya estamos en la fila de coches esperando a pasar el control.
—Tomad —Ryder saca los botecitos de la chaqueta y los muestra sobre la palma de su mano, esperando a que cada uno coja el suyo.
—¿Por qué nunca nos has dado esto? —pregunta May mientras que se echa el líquido a la boca.
—Nunca nos habíamos tenido que enfrentar a algo como esto. No es fácil de conseguir la ambrosía y prefiero guardarla para momentos extremadamente necesarios.
Todos nos quedamos en silencio en el momento que el coche para y el chófer tiende toda nuestra documentación (falsa, obviamente) a los porteros de seguridad que hay en la gran reja de la entrada.
Cuando el coche comienza de nuevo a moverse suelto todo el aire que ni siquiera me había dado cuanta que estaba guardando.
El primer paso lo habíamos conseguido y ahora venía lo realmente difícil. Identificar a los objetivos y ponerlos a buen recaudo de los asesinos, todo a la misma vez mientras que evito a Maximilan.
El coche avanza hacia una rotonda donde los coches paran por unos momentos para dejar a sus pasajeros y dirigirse a la salida de nuevo.
Todos están ya colocándose las chaquetas y las armas pero antes de tener que bajarnos del automóvil abro mi bolso y saco de él un frasco, similar al que contenía la ambrosía, con un líquido azul brillante. Un crizol.
—¿Por qué cada vez que pienso que no puedes sacarte cualquier otra sorpresa de la manga me sorprendes?
—Puede que lleve mis alas ocultas con un glamour, pero Maximilian puede verlas —me tomo el crizol como si de un chupito de tratase, dejando el vial en uno de los asientos del coche y saliendo de este. El sabor amargo que deja en mi boca me recuerda mucho al de la sangre —pero con el crizol, al estar hecho con la ambrosía de mi padre, no le permitirá verlas.
Subimos todos la escalinata principal rodeados de gente, agarrada del brazo de Samael y con Ryder a mi otro lado. May y Hunter van por delante nuestra.
Seguimos a la multitud hasta el salón de baile por los inmensos pasillos iluminados por cientos de velas. Las sombras bailan a nuestro alrededor y los murmullos y el sonido amortiguado de los tacones sobre el mármol nos envuelven.
Me doy cuenta de que sin haber estado nunca aquí, gracias a los planos que me había estudiado tan rigurosamente me encuentro a mí misma pensado hacia donde podía dirigir cada pasillo o cada habitación.
A medida que nos vamos acercando la música de violines se va escuchando cada vez más claramente y cuando al fin cruzamos el umbral del salón me siento abrumada.
Mi vida antes consistía en eso, bailes durante toda la noche y cenas glamurosas a la luz de las velas, sin preocupaciones y sin importarme nada más.
Me suelto del brazo de Samael y me alejo de donde están ellos. Escucho como Ryder me llama, pero gracias a toda la gente que hay me pierdo rápidamente.
Veo alas, tocados y joyas girando al son de la canción, los sirvientes escabullendose silenciosamente entre la gente ofreciendo bebidas y tentempiés, los niños jugueteando entre las mesas y los chicos más jóvenes saliendo discretamente al jardín con alguna chica. Lo veo todo y a la misma vez se me mezcla en un remolino de colores y tejidos.
Me voy a uno de los extremos del salón donde hay un largo pasillo que comunica con otras estancias del palacio. Las largas cortinas están descorridas y las puertas de los balcones abiertas una seguida de otra.
De verdad que me encuentro mal y no se si es por el crizol, por el champán o por ambas cosas. Tal vez es simplemente el miedo a encontrarme con Maximilian o con mi hermano.
Avanzo en dirección contraria a la música, buscando un balcón que se encuentre libre para tomar un poco el aire pero a mitad de camino me paro total y absolutamente en seco.
En el siguiente balcón hay dos figuras masculinas apoyadas sobre la barandilla, unas alas cobre y unas alas blancas. Ribeteadas en amatista.
Mi respiración comienza ser más pesada cada segundo que pasa, quedándome helada sin saber cómo reaccionar, solo siendo capaz de ver ese polvo violeta.
Escucho sus risas, pero no entiendo lo que dicen.
Sé que uno de ellos es Maximilian y que en cualquier momento se puede dar la vuelta y verme pero no puedo reaccionar. No puedo dar media vuelta.
Casi desearía que me viese, que me sacase de allí.
El metal de la daga se siente frío contra mi piel y unos puntos negros aparecen más y más rápido en mi visión.
De golpe y porrazo noto que alguien me agarra del brazo y me coloca bruscamente contra la pared del pasillo, colocando ambos brazos a los lados de mi cabeza evitando que me vaya.
—¿Qué se te estaba pasando por la cabeza? —me pregunta Ryder en un susurro. Noto que está enfadado, se le nota en la respiración y en la voz grave —solo te ha faltado tirarte a sus brazos.
—Yo... solo estaba... no me encontraba bien y estaba buscando tomar el aire... cuando le he visto... estaba ahí... —todavía soy incapaz de hilvanar un pensamiento con otro y mis ojos no paran de mirar hacia el balcón donde se encuentra Maximilian.
—No deberías haber bebido tanto antes de entrar, está teniendo una mala relación con el crizol.
—Ya...
Nos quedamos mirándonos a los ojos lo que parece ser una eternidad, y cuando se da cuenta de que mi respiración se ha calmado se separa de mí.
—Vamos con los otros. Ya hemos localizado dos de los tres objetivos.
Asiento sin responder y me separo de la pared dispuesta a volver por donde había venido, pero no tengo opción.
No tengo opción porque vuelvo a sentir mi espalda chocar con la pared, el cuerpo de Ryder aprisionandome y sus labios sobre los míos.
¿Qué está pasando?
Cuando se separa me doy cuenta de que Maximilian ya no está en el balcón y que se aleja por el pasillo.
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