XIV

En cuanto terminamos de comer May y yo nos vamos a mi cuarto para empezar a prepararnos. Hasta el palacio de la familia Chavalier por lo visto hay unos veinte minutos en coche y queremos estar allí a las nueve, media hora después de que haya comenzando.

El servicio de habitaciones nos ha dejado los vestidos colgados en el armario, perfectamente planchados y listos para lucirlos. Mientras que May está en la ducha, coloco sobre el tocador todas las horquillas, gomas, peines y accesorios necesarios para lo que nos vamos a hacer el pelo.

Cuando el agua deja de correr y sale May del baño con una toalla, cojo yo las mías correspondientes y me meto a bañar.

No me tomo una ducha muy larga, pero si lo suficiente como para relajar un poco el nudo de nervios que tengo en la barriga.

Cuando salgo del baño, May se encuentra ya en ropa interior delante de la cama, donde una gran variedad de armas se encuentran. Para mi sorpresa no veo ninguna pistola. May, casi leyéndome el pensamiento empieza a preguntarme qué voy a llevar mientras que ella se ata un puñal en el muslo derecho.

—Ryder ha dicho que es mejor que nosotras llevemos las armas blancas, es más difícil para nosotras ocultar una pistola, además de que cree que todavía no eres capaz de disparar a nadie.

Me sentiría ofendida por ese comentario en otras circunstancias, pero agradezco en silencio que Ryder haya sido capaz de ver que no tengo estómago para eso.

Imito a May y comienzo a colocarme lo que veo necesario. Esta vez me decido de forma exclusiva a las dagas; es lo que mejor manejo y lo más cómodo de llevar encima, además de que tiene el tamaño perfecto para poder ocultar una en el fajín del vestido, para al menos poder llevar una a la mano y por encima de la ropa. Me coloco dos fundas en el muslo izquierdo y una en el tobillo derecho. Separo una del resto, dejándola en la mesita para luego esconderla cuando tenga el vestido puesto. Una vez listo este tema me siento delante de May, que empieza a hacerme el pelo.

—¿Cómo te lo vas a recoger? —pregunta mientras deja caer un rizo pelirrojo sobre mi hombro. Todavía puedo notar contra la piel el calor de las tenazas.

—Creo que un medio recogido es lo que más pega con lo que llevo, creo yo.

Veo por el espejo como May asiente de acuerdo con lo que digo, concentrada en hacerme los bucles perfectos. En mitad del momento en el que la morena está haciéndo los cálculos para ver cuánto pelo deja suelto y cuanto recogido llaman a la puerta.

—¿Podemos entrar?

La voz de Hunter se escucha al otro lado de la puerta pero por su pregunta seguro que viene acompañado de los otros dos.

—¡NO! —gritamos May y yo a la misma vez —todavía no estamos vestidas.

—Y qué estáis, ¿por el cuarto desnudas o algo? —la voz de Samael se hace presente con su típico tono burlón.

—Samael, cierra el pico.

Oigo como los tres se ríen al otro lado de la puerta, haciéndonos sonreír a mí y a May a la vez.

—Estamos en ropa interior todavía, nos estamos peinando. Vosotros deberíais ir preparándoos también.

—Nosotros con veinte minutos tenemos de sobra, no necesitamos una tarde entera —ruedo los ojos y veo como May le hace burla a Ryder por detrás —el caso, necesitamos las armas que tenéis ahí dentro para ver cuales llevamos nosotros o no. ¿Nos las sacáis?

—Obviamente no. Os acabamos de decir que no estamos vestidas.

En aquella situación, riendo y picando unos a otros, cualquiera diría que íbamos a una fiesta donde probablemente se iba intentar asesinar a tres personas inocentes. Parecíamos niños jugando mientras que nos preparamos para salir por ahí de noche; una cierta para de mí estaba segura de que eso éramos.

—Bueno pues entro yo.

En cuanto Hunter dice eso atravesando el umbral dejo mis alas visibles y me cubro todo el cuerpo con ellas. May se acerca hasta donde está su hermano y le pega una colleja en la nuca.

—Tú estás tonto.

Giro para ver las cabecillas de Samael y Ryder discretamente por la puerta y a Hunter mientras que recoge los cuchillos le pillo dando una visual a todo el dormitorio.

—Los vestidos no los vais a ver hasta que May y yo estemos dentro de ellos, así que deja de mirar que pareces un búho asustado.

May atándose un batín y lanzándome otro le hace un gesto de cabeza a los dos rubios para que entren también.

Me levanto de la silla y me acerco a la cama a ayudarles a coger los cuchillos para que se los lleven.

—¿Qué lleváis encima? —pregunta Ryder mirando de arriba abajo mis piernas y fijándose en las armas que llevo.

—Yo llevo cuatro dagas —cuento mientras que levanto un poco el batín para dejar visible las dos fundas que tengo en la pierna izquierda —dos en la izquierda, una en el tobillo y otra que voy a esconder debajo del fajín del vestido. May lleva un puñal y dos dagas. A lo mejor sería conveniente poder llevar más, pero con los vestidos es casi imposible —medio me quejo encogiéndome de hombros.

—Bueno, antes de volar aquí me pasé por un sitio teniendo en mente el problema de los vestidos —va explicando May mientras que sale del cuarto y vuelve a entrar con una caja negra alargada. Los tres chicos la miran escépticos de lo que pueda sacar pero sinceramente a mi me mata la curiosidad.

Me acerco a ella haciendo que deliberadamente rocen mis plumas con el brazo de Ryder y fingiendo no darme cuenta continuo. Cuando abre la caja, sobre terciopelo azul se pueden ver un montón de agujas chinas decoradas con una perla en uno de los extremos, tradicionales para los peinados de la región oriental del país. Pero hay una pequeña gran diferencia en estas, y es que la punta donde no hay adorno está tan afilada como cualquiera de las dagas que llevo en mí, sino incluso más, además son bastante más cortas, perfectas para colocarlas en el pelo.

—Wow, son preciosas —exclamo sorprendida mientras cojo una y la muestro a los chicos. Estos, al igual que me ha sucedido a mí, hacen gestos de sorpresa a la misma vez.

—Solo May puede encontrar estas cosas —dice Samael riéndo.

—No me podéis decir que no son útiles. Así Gala y yo podemos llevar algo más encima sin arriesgarnos a que nos lo quiten. Estas en el pelo quedarán como simples horquillas.

—Lo veo una idea genial —Ryder se acerca a mí y coge la que tengo yo en la mano, examinando la cuchilla de cerca. La pone su meñique y hace presión. Sin apenas aplicar fuerza una gota de sangre carmín brota de su dedo —y están perfectamente afiladas. ¿Cuanto te han costado?

May empieza con una risa floja que poco a poco va a aumentado, y eso solo significa que una bonita gran cantidad de dinero es la que se ha gastado.

Cuando Ryder mete el dedo meñique en su boca para limpiarse la gota de sangre me acerco a el y poniéndome de puntillas le susurro lo mismo que él me dijo el primer día que nos conocimos.

—Déjame decirte que así no se utiliza.

Ni siquiera me he separado de él cuando noto su sonrisa al reconocer esa frase.

Me separo de él volviendo a rozar mis plumas mientras agacha la cabeza sonriente pero puedo ver como Samael frunce el ceño ante esta acción y evita mi mirada.

—Bueno —digo dando una palmada para llamar la atención de los tres —hora de que os vayáis, que todavía nos queda mucho por delante.

Los tres salen en fila india del cuarto y me vuelvo a sentar para que May continúe peinandome. Una vez listo el semi recogido, empieza a colocarme con sumo cuidado las agujas de manera que parezcan horquillas colocadas para adornar el peinado.

Ahora es mi turno de peinarla a ella y al ritmo de la música comienzo a alisar la mata de pelo negro que tiene.

May quiere llevar una coleta alta y estirada, así que con mucha ayuda de gel para el pelo y mucha fuerza en los brazos consigo dejarla a su gusto. Para el toque final cojo un mechón de pelo y lo enrosco alrededor de la goma. Una vez listo esto, es mi turno de empezar a colocar las agujas.

Nos pasamos otro rato más maquillandonos y dando los últimos detalles, perfume, joyas, lavar los dientes, etcétera y cuando ya tenemos todo abrimos el armario y sacamos nuestro vestido.

El de May es completamente ella, de un azul escarabajo metalizado con la falda plisada de corte griego. Cuando se lo pone y da una vuelta sobre ella misma reluce por toda la sala. Está espectacular y estoy segura de que esta noche robará más de un corazón.

Yo por el contrario, aunque siempre he adorado estas cosas, no siento esa emoción de verme en un nuevo vestido. No siento que sea yo misma la que va dentro de esta maravilla. No cuando siento el frío metal de las dagas contra mi muslo. Escondo mis alas y quito esos pensamientos de mi mente.

May me ayuda a abrochar la cremallera de la espalda y con cuidado colocamos la daga en la cintura que va a ir tapada, me hace el lazo de la parte de atrás y lista.

Voy al baño a coger los tacones de las dos porque al final, no se ni como ni cuando, me convenció para llevar tacones también.

Los míos son unos stilettos clásicos en el mismo tono púrpura que mi vestido, y los de ella, aún contrarios al protocolo, unas sandalias de tacón plateadas.

Ya se escuchan a los chicos meterse unos con los otros por el aspecto que llevan en el salón, por lo que salimos de mi cuarto después de coger el bolso y acompañadas por el sonido de los tacones contra el suelo.

Cuando salimos del pasillo los tres se quedan completamente estáticos al vernos. Sin saber que decir, mirándonos hito en hito.

Aún sin que me digan nada noto como la sangre sube a mis mejillas instantáneamente.

—Estáis espectaculares.

El primero que habla es Hunter, que se acerca a su hermana y a mí y nos da un beso a cada una en la mejilla. Nos da la mano y nos hace girar sobre nosotras mismas para lucir los vestidos.

—Al menos veo que la cifra de cinco dígitos negativos que me encontré en la cuenta bancaria han sido bien utilizados —nos medio complementa Ryder, que se lleva un golpe en el hombro por parte de May que seguidamente se pone como buena hermana a colocarle bien la pajarita, porque desde luego era un poco desastre.

Me acerco a Samael que sigue todavía serio en el mismo sitio de antes, apoyándose en el respaldo del sofá. Paso mi mano por encima de la solapas de la chaqueta de su traje, casi como acto inconsciente. Siempre se lo hacía a Maximilan por si alguna vez tenía alguna arruga inesperada, cosa que nunca pasaba pero que se había quedado como manía mía.

Samael en cuanto hago eso gira la cabeza para otro lado, evitando mirarme a los ojos.

—Hey... ¿Te pasa algo? —pregunto dudosa de no saber por donde puede tirar la conversación.

—Eso me gustaría saber —responde nervioso jugueteando con los dedos. Haciendo de todo menos mirarme —¿te hubiese gustado ir mejor como pareja de Ryder?

La pregunta me pilla absolutamente por sorpresa y desprevenida, no tenía ni idea de cómo había podido llegar a esa conclusión.

—¿Por qué dices eso, Samael? Yo te dije que sí a tí.

De nuevo mi mano pasando por encima de su chaqueta, una vez detrás de otra.

—Es que entre la forma en la que saliste corriendo el otro día cuando te rocé la mano haciendo la maleta, y la manera en la que jugueteabas con Ryder hoy... no sé, pensé que a lo mejor cambiabas de opinión, Gala.

Con esta última frase recoge el valor para mirarme a los ojos. Unos ojos ámbar con cientos de historias escondidas que algún día quisiera conocer.

Le acaricio la mejilla con ternura mientras que niego con la cabeza.

—Tranquilo, ni se me ha pasado por la mente. Eres tú con quien quiero ir.

En cuanto escucha esas palabras se le forma una sonrisa de oreja a oreja que pocas veces he visto y que le sienta de maravilla.

—Además —añado mientras que aprieto el nudo de su corbata. Es del mismo tono que mi vestido con pequeños dibujos de dos espadas cruzadas alrededor de toda ella —hacemos muy buena pareja uno al lado del otro.

Le doy un suave beso en la mejilla intentando no dejarle ninguna marca de pintalabios y después le agarro de la mano para que se levante.

Nos unimos al resto y cuando ya estamos seguros de que no nos falta nada y que todo el plan está claro, salimos de la suite y nos dirigimos a la entrada del hotel donde una limusina nos está esperando.

No se me pasa la forma en la que Pierre se queda hipnotizado mirando a May, pero ese es un tema para otro día.

Suelto un suspiro antes de meterme el coche, me arremango el vestido para no pisarmelo y me siento al lado de Samael, que enseguida me tiende una copa de champán.

Que sigan pasando las copas porque esta noche las voy a necesitar. Que comience la fiesta.






Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top