XIII

Me encuentro en mi cuarto preparando la maleta para los próximos cuatro días, perdida en mis pensamientos.

Me da miedo admitirme lo asustada que estoy. Me da pavor pensar en todo lo que puede salir terriblemente mal. Que no podamos salvar a los objetivos, que alguien salga herido, que Maximilien me reconozca... La lista sigue y sigue creciendo cuantas más vueltas le doy a la cabeza.

Me digo que es normal, que yo no había crecido utilizando para las prácticas de deporte un cuchillo o una daga, mucho menos una pistola.

Miro mis manos temblorosas pensado si seré capaz de reaccionar en caso necesario, en si podré apretar el gatillo.

Lo peor de todo es que la realidad me asalta de golpe inesperadamente, porque esta iba a ser la primera noche de muchas hasta que consiguiéramos llegar a la conclusión de qué quiere mi padre.

Salto como un conejito asustado con el corazón a mil cuando noto a alguien tocarme la espalda por detrás. Me aparto rápido de la cama gracias al chute de adrenalina que me acaba de otorgar mi cuerpo hasta que me doy cuenta de que es Samael el que había llamado la atención.

Me mira como quien intenta acercarse a un cervatillo en el bosque, sin saber si va a salir corriendo o si va a ceder. Lo veo en sus ojos y en su postura.

—Lo siento, lo siento. No quería asustarte. Te había llamado dos veces y no contestabas, no pretendía sobresaltarte.

Veo que su mirada se fija en mis manos temblorosas y tan rápido como puedo las escondo detrás de mi espalda para después sonreír y acercarme a él.

—No pasa nada, estaba... dándole vueltas a la cabeza. Pero bueno, ¿querías algo?

Pregunto mientras que me acerco a la puerta del armario donde tengo colgada la percha con el vestido de la fiesta. Es un vestido en seda púrpura con un gran, gran escote en V y un pequeño detalle en el hombro derecho; es completamente precioso.

—Pues verás, venia a preguntarte si querrías ir como mi pareja al baile.

En cuanto escucho eso me giro para mirarle y me sorprende verlo tan incómodo. Mirando a todos lados menos a mí, rascándose el cuello y completamente colorado.

Adorable.

—A ver que si no quieres lo entiendo, pero que había pensado que sería mejor ir juntos y así desentonar menos. Por lo que he escuchado es bastante raro ir sin pareja y...

—Ya puedes dejar soltar cosas sin sentido —le corto riéndome —me encantaría ir como tu pareja. Pero tienes que llevar la corbata a juego, ya lo sabes —le digo apuntando con un peine.

Aún habiendo aceptado Samael no sale del cuarto, si no que se acerca un poco más al borde de la cama donde estoy colocando la ropa dentro de la maleta y sin decir nada se pone a doblar a mi lado.

—Voy a ponerme manoletinas debajo del vestido, no quiero arriesgarme a tener que salir corriendo y no poder por los zapatos.

Asiente en silencio mientras que sigue doblando la ropa, esta vez siendo él el que está perdido en su propio mundo.

En un momento dado, al ir a colocar los dos una prenda de ropa nuestras manos se rozan por un momento, y es ahí cuando lo siento. Lo siento en torrente dentro de mí sin ningún control.

Esa sensación me abruma por completo sin saber de qué se trata pero dejándome completamente petrificada.

Aparto la mano tan rápido como puedo bajo la atenta mirada de Samael, pero no soy capaz de pensar con claridad, no hay manera de que los pensamientos fluyan.

—Tengo que ir a ver a May —consigo soltar.

Salgo corriendo del dormitorio intentando saber qué ocurre, por qué no lo puedo controlar.

En la primera ventana abierta salto hacia el vacío.

*   *   *

Al bajar del jet en Toulouse un cielo gris nos recibe. Todo el vuelo me lo he pasado charlando con May sobre el baile y como vamos a prepararnos, Samael y Hunter durmiendo encima del otro y Ryder, como siempre, en la otra punta del avión tecleando algo frenéticamente durante la hora y poco que hemos estado aquí sin decir no una palabra.

En la misma pista de aterrizaje se encuentra una furgoneta negra esperando. En las puertas se puede leer "Hotel Motaigne-Salor", por lo que supongo que ese es el nombre del sitio en el que nos vamos a quedar.

Subimos los cinco en la parte de atrás de una furgoneta mientras que dos señores trajeados con gafas de sol se sientan delante para conducir.

No puedo ver mucho de la ciudad pero el trayecto dura unos quince minutos de silencio total, únicamente profanando por el teclado de Ryder.

El hotel se encuentra justo en el centro de la ciudad, rodeado de varios altos edificios.

La recepción es bastante amplia y luminosa, con una decoración sencilla y elegante. Entro justo al lado de Hunter y me acerco a él al chico que se encuentra detrás del mostrador, que en cuanto le ve llegar le tiende la mano para saludarse.

—Jefe, un placer tenerlo de vuelta aquí.

—Está bien volver a verte, Pierre —le responde Hunter en francés con una sonrisa a la que se sueltan la mano. Acto seguido me pasa una mano por la cintura haciendo que de un paso hacia delante —déjame presentarte a Graciella, una amiga que se está quedando con nosotros un tiempo.

Sonrio abiertamente al chico que tengo delante, siendo correspondida con otra sonrisa y una pequeña inclinación de cabeza forma de saludo.

—Un placer —hablo por primera vez al chico.

—El mío, señorita Graciella.

—Quiero que la tratéis como si fuera mi hermana, ¿entendido? Todo lo que salga de su boca es requisito, amigo.

—Desde luego, señor —me vuelve a dedicar otra media sonrisa antes de darse la vuelta y entregar a Hunter cinco tarjetas digitales con el logo del hotel —como siempre, solo las tres personas de confianza de siempre pueden entrar al ático.

Hunter asiente mientras que me entrega una y se guarda la suya en el bolsillo de su pantalón.

May y el resto de los chicos vienen entrando por la puerta y en cuanto ve a Pierra entra como flecha al mostrador.

—¡Pierre! —May se acerca tanto al mostrador como puede y le quita la gorra del uniforme que tiene puesta, ganándose una risa avergonzada de Pierre, que agacha la cabeza notablemente sonrojado por ese gesto —hace mucho que no nos veíamos.

—Señorita May, todo un placer tenerla aquí de nuevo.

May hace un puchero al escuchar el trato de usted mientras que se atusa el pelo.

—Pierre, no se cuantas veces te lo he dicho ya, por mucho que sea tu jefa no me gusta que me trates de tú, ¡si tenemos la misma edad!

—No volverá a pasar.

Después de esa pequeña charla los cinco nos encaminamos al ascensor. En cuanto llegamos al ático nos repartimos las habitaciones y nos damos algo de tiempo para que cada uno se adecúe.

Mi habitación es bastante espaciosa, decorada con tonos neutros y con unas preciosas ventanas que dan a la ciudad. Cuando entro lo primero que veo es un bonito ramo de peonías rosas sobre la mesita de centro con una nota escrita a mano.

"Estoy deseando bailar contigo en ese vestido. -S."

Sonrio por el dulce gesto y me guardo la tarjeta en un sitio donde no se pierda. Empiezo a sacar las cosas de la maleta y a colocarlas en su sitio en el armario. Una vez terminada salgo de mi cuarto hacia el de May, que está justo pegando al mío.

Entro sin decir nada y me tumbo en su cama mirando al techo, ganándome una mirada de soslayo por su parte.

—¿No me ayudas? —pregunta medio en serio medio en broma.

—Nah.

Seguimos las dos en silencio apenas un minuto hasta que se me ocurre soltar la pregunta.

—¿Como es que el chico de la recepción os llama jefes a tí y a Hunter?

May cuelga la última blusa que tiene en la mano y se tumba junto a mí en la cama, agarra mi mano y empieza a juguetear con el anillo que tengo.

—Porque somos sus jefes. Este hotel, al igual que el resto de la cadena que hay por todo el mundo nos pertenecen a mi hermano, a Ryder y a mí. No te creas que la casa de París es gratis —intenta añadir con el propósito de quitarle hierro al asunto.

Me giro para mirarla a los ojos, pero ella sigue mirando el techo. Sin tener que decir nada comienza a hablar.

—Mis padres comenzaron esta cadena de hoteles de la nada desde Río de Janeiro. Poco a poco y con mucho esfuerzo consiguieron que el negocio fuese floreciendo, expandiéndose desde América del Sur, por América del Norte y Europa. Su intención era conseguir llegar a todos los continentes, hacer un imperio. En uno de los viajes de negocios a China fueron asesinados, Hunter y yo solo teníamos 13 años.

La voz se le rompe un poco al final, dejando ver el dolor todavía latente dentro de ella. Esta vez si se gira para mirarme y veo como tiene los ojos un tanto aguados.

—Mis padres fueron las personas más buenas que he conocido nunca, ¿sabes? Una vez estábamos los cuatro de viaje en Bruselas, tomando chocolate y galletas en una de las plazas más importantes de la ciudad. Estaba diluviando y desde la cafetería se podía observar todos los rincones de aquella plaza rodeada de árboles. Todavía me acuerdo como sin previo aviso mi padre salió, sin abrigo y sin paraguas hacia la plaza. No dudó ni un momento en dirigirse a un banco en la otra punta de la plaza donde un chico, más o menos de nuestra edad, se abrazaba las rodillas intentando entrar en calor.

Pausa por un momento el relato y casi puedo ver reflejado en sus ojos los recuerdos de aquel día.

—Lo cogió en brazos y volvió corriendo donde nos encontrábamos su familia. Hunter y yo habíamos seguido la escena sin quitar ojo de nuestro padre, pero sin decir ni una palabra mientras que nuestra madre se levantó para arrimar una silla más a la mesa. Nos sentaron a un chico mojado e imposiblemente más diferente a nosotros en la que se suponía era una tarde en familia. No teníamos ni idea que aquel chico peliblanco y callado iba a terminar convirtiéndose en nuestro hermano. 《Aquella tarde mi padre se vio reflejado en aquel pequeño demonio solo en las calles de Bruselas, abandonado por sus padres por temor a sus capacidades. Él había sido abandonado de pequeño también en las calles de Río de Janerio con tan solo cuatro años, teniendo que aprender a buscarse la vida y el sustento solo por ser diferente, por ser más poderoso que el resto. Una vez intentó robar a nuestro abuelo materno que le pilló antes siquiera de que pudiese acercar la mano. Por alguna razón vio algo en él que hizo que le tomase como su protegido y años después, él volvió a atraer a un chico bajo su ala. 》

Nos quedamos calladas las dos durante los que parecen horas, asimilando la historia y dejando que las emociones calen profundo en las dos.

—Gracias por confiar en mí y contarme esto —susurro intento no romper la burbuja en la que estamos —Sin duda tus padres tuvieron que ser maravillosos.

—Lo fueron, lo fueron... Si hay algo que se me quedó grabado a fuego después de ver sus acciones un día tras otro es que, no importa si eres humano, ángel o demonio, todos sentimos por igual. Por lo que poner las diferencias a parte y ayudar siempre va a ser lo más noble que puedas hacer.

—Wow —suspiro a la misma vez que me limpio una lágrima traicionera que se escapa por mi mejilla. May al verla se ríe y se incorpora conmigo.

—No llores, prefieren que les recordemos con una sonrisa.

Las dos nos reímos y nos ponemos en pie al ver la situación emocional en la que nos hemos encontrado en tan pocos minutos y terminamos las dos de colocar lo que queda en su maleta mientras que seguimos con una charla trivial sobre cómo nos vamos a arreglar el pelo para el baile.

Una vez que terminamos voy a salir del cuarto para ir a la cocina a ver si hay algo para picar, pero May me llama para que me pare antes de salir.

—Gala... sobre esto que hemos hablado, no se lo menciones a Ryder. Le duele demasiado recordar a nuestros padres.

Por un momento me quedo dudosa sin llegar a entender porqué me ha dicho eso. Hasta que sumo tres más tres.

Aquel chico peliblanco que conocieron en Bélgica era Ryder.

Y muchas cosas comienzan a tener sentido respecto a él.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top