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A la mañana siguiente, cuando los rayos del sol comienzan a entrar por la ventana, me despierto como un resorte.

Miro el reloj dándome cuenta de que son las siete y media y que anoche me dormí con la ropa puesta.

Para haber dormido solamente tres horas estoy sorprendida de cómo de energética me encuentro.

Sonrio dándome cuenta de que ya tenemos todas las piezas para prepararnos para el baile de Toulouse. Hoy deberíamos analizar la lista de invitados y hacernos una idea general de los mapas como mínimo.

Pero antes de ponernos con eso, creo que hoy es día de que haga algo bonito por ellos. Tener al menos un pequeño detalle. Se que nos va a ser mucho, pero recibir estas cositas de vez en cuando te alegran el día.

Cuando salgo de mi cuarto, me asomo al resto de habitaciones para comprobar que todos siguen dormidos. En efecto, May y Hunter están durmiendo juntos, Samael sigue en la misma posición de anoche y Ryder está dormido en la mesa que hay en su cuarto, con el ordenador todavía encendido y documentos esparcidos por la mesa.

Bajo a la cocina y comienzo a sacar todos los ingredientes. Los desayunos por excelencia en esta casa son las tortitas, y si bien es cierto que cuando llegué aquí no sabía ni utilizar una sartén, ahora puedo decir que creo que me salen decentemente.

Tomo las medidas para hacer la masa para cuatro personas y le hecho unas pepitas de chocolate para darle más sabor. Mientras que reposa empiezo a exprimir naranjas para hacer zumo y además así el café también se va calentando, llenando la cocina de un delicioso aroma.

Empiezo a hacer tortitas, una detrás de otra a la vez que preparo las tres bandejas, una con doble de cada para los mellizos.

Coloco el vaso de zumo y la taza de café, ya sabiendo de sobra como le gusta a cada uno. A May, le encanta medio de leche y medio de café, sin azúcar y con un chorrito de nata; a su hermano, café solo con hielo y sin azúcar; a Samael con jengibre y a Ryder con mucha leche, poco café y canela en polvo.

Coloco tres tortitas por plato y al lado añado el tarrito con el sirope de caramelo y el bol con nata. Pongo también en un plato más pequeño arándanos y frambuesas, sé que les encanta. Otra cosa no, pero comen un montón.

Antes de subir las bandejas, coloco una pequeña nota para cada uno. Echo un vistazo a la cocina y la verdad es que parece que ha pasado un tornado por aquí.

Primero subo la bandeja para los hermanos, que es la qué más pesa y la que más cosas tiene, se la coloco en la mesita baja que tienen al lado de la chimenea. Luego subo la de Ryder, que se la dejo en la cama ya que está durmiendo en la mesa y de la que se va a levantar con un dolor de cuello impresionante; y por último, subo la de Samael, que la dejo colocada a un lado de la cama.

Después de hacer esto me voy a mi cuarto. Me echo la crema y me coloco las vendas que necesito y me voy al armario. Cojo ropa de montar, unos pantalones azul marino, una camisa blanca y un abrigo color arena. Me coloco las botas y me recojo el pelo en una trenza.

Cuando ya estoy lista salgo al balcón. Las hojas naranjas de los árboles están esparcidas por el suelo, solo quedan unas pocas en los árboles. Noviembre se acerca poco a poco y con él, días aún más fríos. El cielo está nublado y tiene pinta de llover, por lo que para evitar que me moje salgo ya.

Pego un salto desde el balcón y me dejo caer para después salir volando. Es cierto que me cuesta un poco más de lo habitual y que me duele al realizar ciertos movimientos, pero en general no hay lugar que me haga sentir mejor que el cielo.

Sobrevuelo el lago, descendiendo lo suficiente para ver mi reflejo y mojar las puntas de mis dedos contra el agua, dejando una estela detrás mía.

Esquivo los árboles hasta que llego a las caballerizas, y cuando me poso sobre el suelo, los caballos se mueven por el crujir de las hojas.

Voy mirando los preciosos tipos de caballos que tienen, pero hay uno que me cautiva por completo. Uno completamente negro, con el pelaje brillante y las crines cortas. Sin duda pocos ejemplares hay como aquel.

Le coloco la montura de manera un poco torpe, para qué mentirnos, pero es que nunca se la había tenido que colocar yo a mi caballo en casa.

Abro la puerta de su establo y agarro las riendas para sacarlo de ahí. Vuelvo a comprobar que todo está bien amarrado y me subo de un salto.

Se remueve un poco cuando subo, por lo que decido ocultar las alas para que así no lleve tanto peso encima. El caballo es dócil, y en cuanto estoy colocada y con las riendas en las manos obedece todo lo que mando.

Al principio comienzo a ritmo de paseo, con un ligero trote como toma de contacto, pero a medida que voy más cómoda encima del corcel, casi como si este lo notase, comienza a ir más y más rápido.

Cabalgamos entre los árboles y los campos que tiene la finca, haciendo que todo lo que me rodea se vuelva una mancha difuminada.

Tiré de las riendas para hacer que el caballo comenzase a ir a trote, y cuando ya me encontraba lejos de las miradas de la casa hice que comenzase a galopar.

Nos adentramos en el bosque, corriendo y saltando, dejando que el aire hiciese flotar mi pelo y que se llevase mis preocupaciones.

Pensé en lo mucho que había crecido en estas semanas aquí, en lo orgulloso que podría haber hecho a mis padres y a mi hermano, sabiendo que soy capaz de defender y luchar, pensando en que si no hubiese sido la pequeña, podría haber sido una gran heredera...

No pienses eso. Son pensamientos indignos y envidiosos.

A medida que me seguía alejando me encontraba más tranquila y casi sin darme cuenta había comenzado a imaginar el día del baile. El vestido, el sonido de los violines, el champán... Es cierto que no íbamos para divertirnos, pero ese tipo de eventos siempre me habían encantado.

No sé cuánto tiempo estuve así, pero cuando vuelvo en mí noto como el caballo se encuentra sediento. Me adentro entre los árboles, encontrando un pequeño riachuelo entre estos, proveniente del lago.

Me tomo un momento para descender del corcel para permitirle descansar y beber agua durante unos minutos. Me fijo en mi reflejo sobre el agua y una sonrisa traidora se me escapa al pensar qué haría mi si me viese así, con las mejillas rosadas por el fresco de la mañana y el pelo revuelto del aire.

Cómo la mansión se divisa a través de los grandes pinos decido ir caminando, dando un paseo para absorber toda esa tranquilidad aún sabiendo que me llevaría más tiempo.

No se cuanto me he tirado fuera, pero el sol, aunque suave por la fecha del año, siento como calienta.

Después de lo que calculo que ha sido una buena hora de vuelta, dejo el caballo en su sitio después de haberle limpiado, acicalado y dado de comer.

El pequeño trecho de los establos hasta la casa lo hago también andando en vez de volar. Entro por la zona trasera de la casa, por la puerta de la cocina y subo a la segunda planta.

-¡GALA! -May me grita desde el cuarto de Samael y voy hacia ahí con un sonrisa en la cara.

Están los dos sentado en la cama, Samael terminando el plato de tortitas (que a estas alturas debe estar frío) y May incordiando metiendo el dedo el el tarro de caramelo.

-Eres muy pesada, May, te lo digo enserio -se queja apartando de un manotazo a la castaña -tu ya te has zampado las tuyas... ¡Buenos días, Gala!

En cuanto me ven entrar por el umbral de la puerta ambos sonríen y May como un si tuviese un muelle se levanta y me abraza meneandome de un lado a otro hasta que las dos terminamos cayendo en la cama al lado de Samael.

Sin duda les ha hecho ilusión el desayuno.

-Gracias por las calorías matutinas -dice botando sobre mi en la cama, recibiendo un chasquido por parte de Samael, que la empuja haciendo que caiga al suelo desde la cama y dejándome poder respirar.

-¡AUCH!

Río junto con el rubio que tengo al lado y me giro para verle. Tiene un pequeño bigote de espuma de café y chocolate en la comisura de los labios, hecho un desastre.

-Gracias por el desayuno, está buenísimo.

-Me sorprende que no nos hayas intoxicado, hace apenas mes y medio no sabías la diferencia entre una sartén y una plancha.

-Aprendo rápido -respondo quitándome el pelo de la cara. Parece que tengo un nido de pájaros en la cabeza -he estado montando un rato. El caballo negro es impresionante, pocos hay de su calibre, podría competir y ganar sin problemas.

May asiente dándome la razón y Samael igual.

-Lo es y podría, solo que Ryder no quiere. Es el suyo y le tiene un cariño bastante especial, no le gusta perderlo de vista. Ninguno sabemos porqué. Y hablando de Ryder, ¿dónde están él y tú hermano?

May se encoje de hombros y se apoya en el alféizar de la ventana; yo por mi parte, quito al abrigo y lo dejo sobre la silla para después soltarme la trenza.

-Les he avisado, Ryder me ha dicho que estaba ocupado, Hunter, por el contrario, me ha ignorado.

Pocos minutos después de mencionar a los susodichos entra Ryder por la puerta, seguido de un Hunter bastante despeinado.

-Señores, más vida en esos cuerpos, ¿qué se supone que estabais haciendo? -apremia Samael desde la cama a medida que da unas cuantas palmadas. Hunter le saca el dedo de en medio y Ryder vuela hasta la mesa donde está tanto la lista de invitados y los mapas, los coge y los extiende encima de la colcha.

-Cosas importantes que no se podían dejar en mitad -le responde Ryder a la que se pone en cuclillas frente al colchón. Todos estamos haciendo circulo alrededor de los documentos.

-¿Desde cuando consideramos cosas importantes a mi hermano?

En cuanto May suelta eso por la boca dos almohadas salen volando por los aires, pero por mi parte me quedo en mi sitio callada procesando la situación.

-Esperaos que Gala todavía no lo ha pillado -suelta Hunter a la vez que empieza a reírse a carcajadas.

Entre mis divagaciones y los cuatro pares de ojos que me miran, algo en mi cerebro hace "click", entendiendo a lo que se refieren.

-Oh... Eso no me lo esperaba -digo empezando a reírme un poco a medida que mi imaginación empieza a funcionar.

-Que no te sorprenda -habla May haciendo un movimiento con la mano para que lo deje pasar -Ryder se tira todo lo que se mueva, le da igual que sea chico o chica. ¡ME QUEREIS DEJAR DE TIRAR ALMOHADAS! ¡SI ES LA VERDAD!

-Como empecemos así no terminamos -Ryder levanta la cabeza de los mapas completamente colorado como un tomate -¿o es que te tengo que recordar tu primera aventura con Samael?

Nada más decir eso tanto May como Samael arremeten contra Ryder. Entre gritos y unos cuantos pellizcos que le tira May, Hunter se acerca hacia mí y me pasa el brazo por los hombros mientras que me susurra al oído.

-Que no te sorprenda esto, ten en cuenta que éramos cuatro antes de ti y cada uno con sus preferencias, además de que no tenemos muchos amigos, por lo que nos teníamos que conformar entre nosotros -niego con la cabeza asombrada por todo esto, acaban de salir todos los trapos sucios volando en menos de tres minutos -y solo para que conste, yo soy más exquisito que Ryder en la cama.

-Por favor, Hunter. No es necesaria esa información.

Aunque no es un tema para mí incómodo de escuchar, prefiero no tener que hablarlo ni con él ni con nadie.

-Plumas, Plumas, Plumas... ayer pudiste fingir todo lo que quisiste, pero en el fondo siempre vas a ser una niña buena.

-Y eso es lo divertido de actuar -le respondo a la que me siento a un lado de May en la cama -siempre puedes volver a ser tú mismo.

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