III
Con los documentos colocados en orden cronológico encima de la mesa, todos los están observando con curiosidad.
No sé si el tipo de curiosidad de "hum... interesante" o del tipo "no me entero de nada porque están en latín". Sonrio para mí misma.
—¿Sabes latín? —Hunter me pregunta curioso mientras intenta descifrar lo que dice una hoja.
—Claro. Es el idioma del origen, por decirlo de una manera. Todos los ángeles desde que somos pequeños tenemos que aprenderlo —con cuidado le quito el folio y lo vuelvo a colocar en su sitio. Samael los observa con curiosidad, en silencio y sin dejar entrever si los entiende o los está intentando descifrar.
Habíamos despegado hacia unos 20 minutos y todavía no me han dicho cuál es la ciudad a la que nos dirigimos.
Jamás pensé que iba a volar de otra manera que no fuesen mis alas.
Repaso una última vez toda la información que he ido recogiendo discretamente a lo largo de estos años para así poder explicarme de una manera coherente y sencilla.
—Como creo que sabéis, durante el último año y medio, en diferentes actos sociales se han producido unos crímenes bastante sangrientos de los que se ha culpado a los demonios. En dichos casos, durante la velada, dos ángeles suelen desaparecer y un nefilim también. Exactamente tres días después aparecen los cadáveres en la Plaza Mayor de la ciudad, colgados, sin sangre en las venas y con las alas cortadas. Algo completamente mórbido e inhumano —señalo varias fotografías en las que aparecen víctimas de estos ataques. Ninguno dice nada, tengo su total atención —al principio nunca se me hubiese pasado por la cabeza que mi padre o incluso mi hermano estuviesen involucrados en esto, pero cada vez que ocurría esto algo no me cuadraba. En casa era bien comentado cuando uno de los gobernadores de mi padre celebraban una fiesta o banquete, a algunos acudían mis padres, u otros mi hermano, siempre sabía cuando se iban a celebrar. Cada noche de un evento salían de casa a escondidas, y durante esos tres días estaban frenéticos. Era imposible que yo ni siquiera me acercase al despacho. Con el tiempo y los ataques, esta forma de actuar en comenzó a parecer extraña unida a otras tantas acciones, por lo que empecé a tomar nota. Siempre, antes de que la locura de los tres días empezase se reunían en el despacho.
《Un día entré. En ese preciso momento no iba buscando nada relacionado con esto pero al ver todos los indicios planteados delante mía la realidad me golpeó tan fuerte que ni yo misma lo quise creer. Encima del escritorio de mi padre había tres carpetas clasificadas. Dos contenían detalles, nombres y fotos de los últimos dos ataques. La tercera, solo tenía un folio con tres nombres escritos. Al mes hubo un nuevo ataque. Esas tres personas murieron.》
Me quedo callada y en mi cabeza no puedo evitar revivir la sensación de encontrar esas carpetas, de pensar y darme cuenta de que mi padre, un arcángel; y mi hermano, el heredero; habían sido cómplices de un acto tan vil.
—¿Estás bien? —me pregunta Samael ante mi silencio.
Claro que no.
Asiento con la cabeza un par de veces. ¿Qué iba a contestar? No, no estoy bien. Mi padre es un asesino que mata a personas inocentes y ni siquiera sé el porqué. Además, mi hermano mayor, Dominic, al que siempre he admirado también es parte de esto. Toda mi vida ha sido una mentira.
Habiendoles expuestos todos los hechos, extiendo una lista delante de ellos, con fechas, nombres y lugares. Las siguientes dianas, las futuras víctimas.
—Esta es la lista que conseguí la noche que me escapé. Con información de dónde va a suceder, cuándo, y a quién —todos se abalanzan sobre la lista con la intención de ver los nombres y los lugares —por desgracia no pude conseguir el fin de todos estos asesinatos pero sí se que mi padre no se mancha las manos. Por lo visto, tiene a unos demonios como sicarios para hacerle el trabajo sucio. Tampoco conseguí nombres.
—Creo que todos estamos de acuerdo —habla Hunter poniéndome una mano en el hombro por detrás —de que dándonos esta información te has ganado un sitio entre nosotros, Plumas.
Sonrio ante el apodo que me ha puesto Hunter pero inevitablemente noto que mis mejillas se ponen rojas.
—¡Oh, Hunter! Ya has hecho que se ponga en modo tomate —le dice May tirándole un cojín, con tan poca fuerza y tan mala puntería que termina dándole a Ryder, que estaba sentado a mi lado.
Una pequeña carcajada se me escapa al igual que a los otros tres. Ryder solo nos mira negando con la cabeza.
—Por eso me niego a hacer prácticas de tiro contigo. Me das miedo —le responde señalandola con la daga que me había quitado antes.
Me levanto de mi asiento para ir a beber algo de agua cuando se escucha por los altavoces un anuncio.
—"Por favor, vuelvan a sus asientos correspondientes y abróchense el cinturón de seguridad. El vuelo 314 va a aterrizar su destino, aeropuerto CDG en París"
No me lo puedo creer. Me asomo incrédula a la ventana que está más cerca mía y en efecto, ya se pueden distinguir edificios emblemáticos de la ciudad.
La iglesia del Sagrado Corazón, Notre Dame, la avenida de los Campos Elíseos, el monumento a Marte y por supuesto, la magnífica Torre Eiffel.
—¡Estamos en París! —grito emocionada girandome a mirarles —¡París! ¡Siempre ha sido mi sueño conocer esta ciudad!
¡París!
No quepo en mi de mi emoción. París... Había suplicado cientos de veces que me dejasen venir a conocer la ciudad y siempre había recibido un no por respuesta. Se me hace raro que por fin la vaya a conocer con unos demonios a mi lado.
—¿Puedo saltar? —pregunto deseando que la respuesta sea "sí".
May que en el momento en el que pregunto eso está bebiendo un zumo, se atraganta y empieza a toser mientras que Samael me sonríe brevemente.
—Gala... —Hunter no puede parar de reír y le falta el aliento, está un par de asientos más lejos mía mientras que se ahoga, pero Samael me responde como quién habla a un niño pequeño —se que esa pregunta para tí es muy obvia, porque tienes alas y todo eso pero, tesoro, no puedes ir preguntando por ahí si puedes saltar de un avión —termina guiñándome un ojo.
—Si lo que tienes ganas es de volar, en la mansión tienes terreno suficiente, siempre y cuando, no sobrepases los muros. Esa es la primera regla —Ryder me explica sentado mientras que teclea rápidamente en su ordenador —no vas a salir de la propiedad sin ningún acompañante.
—No me voy a ir a ningún sitio —le replico con los brazos en jarras —no te fías de mí ni un pelo, ¿verdad?
—No. Pero no es por eso por lo que no vas a poder salir sola, son otras dos razones con bastante peso. La primera, y por obvias razones, es que tu padre te va a estar buscando como loco con tal de encontrar esos documentos. Todas las personas de confianza y su ejército personal van a estar buscándote. La segunda, no durarías ni cinco minutos sola antes de perderte.
La verdad es que no le encuentro fallas a su lógica, y aunque él mismo ha admitido que no confía en mí, las normas son bastante coherentes.
—Hay una cosa que juega a nuestro favor —miro de hito en hito a todos —mi padre no sabe que yo soy capaz de esconder mis alas y eso puede que les retrase por un tiempo. Yo soy su hija y mis alas lo demuestran; el ocultar lo que representan y su color es casi considerado como una de las mayores traiciones, por lo que estoy casi segura de que él irá buscando mis alas entre la multitud, no a otra chica normal pelirroja.
O al menos, eso espero.
***
Hace ya unos quince minutos que hemos entrado en una carretera rodeada de prados y árboles. Solo muy de vez en cuando se puede divisar una gran villa y por el aspecto de estas, supongo que a la que nos dirigimos será igual de impresionante.
En el aeropuerto nos hemos tenido que dividir en dos grupos, May y Hunter en una moto; y Ryder, Samael y yo en un elegante coche negro. Ryder se ha sentado delante con el conductor, dejándonos a Samael y a mí atrás solos. Nadie ha dicho una palabra en todo el camino pero ni siquiera me ha importado, no he podido dejar de mirar por la ventanilla ni un segundo. Estaba deseando de poder salir a volar.
El coche se para delante de una preciosa verja de metal oscuro y un muro de ladrillo rodea la propiedad. Hasta donde alcanza mi vista, se ve bastante grande.
Cuando la traspasamos no se ve la casa directamente, si no que la carretera continua pero ya con indicios de que sí estamos dentro de una casa privada. Puedo ver una zona que parece un huerto, caminos con pequeñas fuentes, establos e incluso un lago. ¡Con su propio embarcadero!
—Veo que te ha gustado la casa —habla por primera vez en todo el camino Samael. Y la verdad es que sí, es un pequeño paraíso —el terreno es tan grande porque fue la casa oficial del gobernador de París durante el siglo XVIII, toda una proeza de la ingeniera por aquel entonces. Ese lago —señala a su izquierda —fue uno de los primeros lagos artificiales que se crearon en toda Europa.
—Es precioso. ¿Podria ahora cuando lleguemos salir a volar un poco? —tanteo el terreno esperando que no me hagan quedarme en mi habitación, de verdad que echaba de menos sentir el aire chocar en mi cara —así puedo ver el contorno de los muros para ver hasta donde puedo volar y donde tengo que dar media vuelta —añado rápido para intentar convencerle.
—Creo que no hay ningún problema. Ryder, ¿no hay ningún arma o trampa por ahí escondidas verdad?
Vaya. Ahora la idea de volar sola no me hace tanta gracia.
—¿Trampas...?
—Sí hay, las dejé listas antes de irnos pero supongo que las tendré que desactivar para que no la maten.
—Qué considerado, ¿verdad, Gala?
Asiento un par de veces. Espero que no se le olvide desactivar ninguna.
Cuando paramos delante de la puerta de entrada, Hunter y May ya nos están esperando.
—Hola, chico. Cuánto tiempo.
Escucho a Samael hablar al salir del coche y desde luego me deja un tanto descolocada. Rodeo el automóvil y no puedo emocionarme al verlo arrodillado delante de un perro.
—¡Es un perro!¡No me lo puedo creer! —rápidamente me arrodillo delante del pequeño animal que tengo delante para acariciarlo, primero me huele con un poco de desconfianza, pero al ver que no tengo intención de hacerle daño se acerca meneando su cola hacia mí —es precioso.
—¿Qué? Ni que acaso nunca hayas visto un perro —me pregunta May con una sonrisa ladeada.
—Nunca había visto a un perro.
Cuando digo eso en su boca se forma una pequeña "o".
Samael, que está a mi lado también de rodillas, me dedica una pequeña sonrisa para después levantarse, a lo que le imito.
—Vamos a meter el equipaje.
Cuando todos se dirigen a sacar las cosas del maletero del coche sin darme ninguna orden explicita por lo que supongo que puedo irme a volar un poco.
Me separo un poco de ellos y dejo a la vista mis alas, sintiendo el cosquilleo de la anticipación antes de hacer un despliegue en vertical.
Doy un par de pasos rápidos y salto al tercero, elevándome sobre las cabezas de todos.
—¡Para la cena baja al jardín trasero! —grita Hunter al ver que cada vez me alejo más del suelo.
Hago un par de piruetas en el cielo, acostumbrándome a la tibieza de los músculos de mi espalda y dándoles tiempo para trabajar correctamente. Jamás pensé que iba a estar cuatro días sin volar. Nunca se me había pasado por la mente.
Pero, allí arriba, después de todos estos días, al fin me sentía libre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top