I
PRIMERA PARTE
GALA
Corre si quieres tener una oportunidad de ayudar.
Corro como nunca antes había tenido que hacer en mi vida. Corro como si el mismísimo ejercito divino viniese a por mí, y en cierta parte, es verdad. Todos los guardias del servicio privado de mi padre vienen detrás mia, persiguiendome por Golden City, la ciudad de los ángeles, mi hogar.
Detesto no poder salir volando, ya que llamaría demasiado la atención y tampoco quiero descubrir de qué son capaces de hacer esas armas que portan mis perseguidores. Las sombras de los edificios y las nubes que ocultan la luz de la luna son mis compañeras en mi huida.
Aprieto contra mi pecho los documentos que llevo debajo del jersey obligándome a no perderlos ante nada. Son la única llave que tengo para entrar en un mundo cerrado por completo a los de mi especie.
Noto como pierdo velocidad y mis pulmones arden con cada bocanada que intento dar, pero la poca costumbre de correr me está empezando a afectar.
Los edificios poco a poco pasan de ser las enormes casa residenciales a edificios más altos y con callejuelas más pegadas entre ellas, prácticamente salidas de emergencias y por donde el servicio entra y sale. Es el distrito financiero y aunque no he venido mucho por aquí, el sentido de la orientación lo tengo más o menos bien.
Los gritos de los guardias comienzan a sonar distorsionados a medida que consigo alejarme y ellos se separan para buscarme por los callejones que hay. Eso me proporciona una pequeña chispa de energía para correr aún más rápido y conseguir un sitio en el que parar el tiempo suficiente para poder abrir el portal. Es la primera vez que pienso en el portal desde que he salido disparada de mi casa y por un momento me inunda el pánico al no notar el pequeño frasquito de cristal en el bolsillo de mis pantalones. Tanteo frenéticamente hasta sentir el pequeño bulto que hace en los vaqueros y un gran peso de encima me desaparece al saber que sigue ahí.
Pero estando tan envuelta en este pensamiento no me doy cuenta al girar la esquina que uno de los guardias de mi padre está a punto de girar también, por lo que al chocar ambos caemos al suelo. Eso me deja desorientada un momento pero de todas formas me levanto y continuo corriendo temerosa de que se levante y me lleve consigo. Pero nada de eso ocurre, cosa extraña, por lo que al levantarme y verle tendido en el suelo, con una mueca agonizante mientras que se sujeta una mano que sangra no puedo salvo preocuparme.
No es posible que se haya hecho eso al chocarse conmigo, tenía que tenerlo de antes.
Pero mi intuición me dice que eso no es así, y que de alguna manera eso ha sido mi culpa.
En la siguiente calle oscura que encuentro hay varios contenedores de basura, que forman un pequeño escondrijo si me se colocar bien entre ellos, la suficiente protección para romper las salvaguardas magnéticas de la ciudad y abrir el portar para salir de aquí.
Antes de abrir el torbellino de luz azul que me mandará lejos de aquí, oculto mis alas de tal manera que nadie las pueda ver, quedando a simple vista como una humana. Ni siquiera yo las puedo sentir. Y aunque es verdad que ocultarlas elimina todo el peso que puedan acarrear, me siento extraña al andar sin ellas.
Dibujo un pequeño círculo en la arena con mi dedo y vierto el contenido del crizol que me permitirá huir.
Las voces se acercan cada vez más y más y unos gritos me hacen darme cuenta de que han encontrado al soldado con el que me he chocado, así que yo misma voy a ser descubierta dentro de poco. Cierro los ojos mientras espero que se active y me concentro en pensar adonde quiero llegar, lo visualizo y lo siento dentro de mí; sé lo que busco. Cuando una voz está al torcer la esquina, siento como el torbellino azul me absorbe y todo lo que tengo alrededor se disuelve en una maraña de gritos y sombras.
Cuando aterrizo (si se le puede llamar así) caigo entre un montón de bolsas de basura en la parte trasera de un edificio, haciendo que todas las latas, cristales y demás resuene en mitad de la noche. Entrecierro mis ojos con desagrado e intento acostumbrar mi vista a la casi total oscuridad que hay en la zona. Mi plan era buscar a alguien que pueda odiar tanto al propietario de los papeles que llevo que no le importe tener que ayudarme a mí. Pero ahora, aquí, en mitad de la noche, a oscuras y sin dinero ni idea de donde estoy, me estoy empezando a plantear mi plan. Sin duda podría haberlo reestructurado un poco más.
Me levanto del suelo y salgo de aquel rincón oscuro en el que he caído, en dirección a la calle principal, más ancha y casi con apariencia de lo que fue una avenida. Pero los edificios tienen pinta de estar abandonados, con cartones en la puerta de la entrada, tablones de madera clavados en las ventanas y varios cables de electricidad colgando de sus sitios correspondientes. No se ve ninguna luz cerca y mucho menos ningún rastro de vida.
Empiezo a caminar por la avenida, pegándome lo más que puedo a los edificios para ocultarme entre las sombras y ya de paso evitar que el frío de invierno choque de golpe contra mí; evitando también llegar a acercarme demasiado a las ventanas ni puertas por si a alguien le diese por arrastrarme ahí dentro.
En un momento dado, tropiezo con unos escombros de una pared derruida. Justo, y solo en el momento que caigo al suelo, escucho unos pasos detrás mía, pero antes de poder levantarme y echar a correr, un golpe seco en la nuca hace que todo lo que me rodea gire y se vuelva todo negro.
***
Cuando despierto me encuentro en un pequeño cuarto oscuro, sin ventanas y con una puerta de metal cerrada por tres candados.
Tengo todo mi cuerpo entumecido, la garganta seca como la lija y mi barriga ruge con hambre. No se cuantos días he podido estar aquí encerrada sin nada, pero estoy casi segura de que van camino de dos.
Me levanto del frío y húmedo suelo en el que estaba tirada y compruebo de los documentos siguen todavía ocultos debajo del jersey, en el mismo sitio donde los tenía. Mis vaqueros blancos están manchados por todos lados y la parte de arriba tiene un hilo de lana descosido que cuando tiro se hace más grande.
Genial. Al menos, no hace frío.
Odio estar aquí, sin saber cuánto tiempo pasa o en manos de quién estoy. En estos momentos incluso podría estar presa por uno de los guardias de mi padre.
Pero no. Entre mis divulgaciones mentales se me pasa que unos pasos se acercan y cuando el primer candado se abre con un gran estruendo, pego un salto por el sobresalto.
Me coloco en el extremo más lejano de la puerta y miro con recelo como candado se va abriendo uno a uno. Espero a un hombre grande y aterrador detrás de esta, pero por el contrario, me encuentro con un chico un par de años mayor que yo, moreno y con una gran sonrisa en su rostro.
Sin duda lo último que me esperaba.
—¡Al fin estas despierta! Creo que te di más fuerte de lo necesario en la cabeza —el moreno se adentra en el cuarto sonriente, esperando a que reaccione, pero siendo sincera, no se ni como aproximarme. No me esperaba un chico sonriéndome en lo que es mi "celda" —eso ha sido culpa mía, lo siento.
Al ver que sigo sin moverme de la esquina, para de avanzar y me tiende una mano, a lo que yo respondo dando un paso hacia él. Eso le hace sonreír aún más.
—Soy Hunter, un placer conocerte... —deja la frase en suspense, esperando a que yo le diga mi nombre.
—Gala, me llamo Gala.
—Encantado, ahora necesito guiarte hasta un sitio, por lo que si me permites.
Se arrima a mí mostrando las palmas de las manos para dejarme ver que no tiene ningún arma y después de eso me agarra el brazo un poco por encima del codo.
Salimos de aquella pequeña habitación y subimos por unas escaleras lo bastante estrechas para que él tenga que ponerse delante mía por no poder sujetarme a la vez que subimos. Una vez arriba caminamos por un pasillo bastante elegante, el cual estoy casi segura que pertenece a un hotel. Entramos en un ascensor los dos solos pero en vez de pulsar uno de los botones saca de su bolsillo una tarjeta que pasa por un lector; cuando la retira comenzamos a subir.
Al abrirse las puertas del ascensor salimos a una pequeño salón en el que hay una mesa baja para café y unos cuantos sillones, detrás, un gran ventanal mostrando las vistas a la ciudad.
No la reconozco, no desde esta panorámica. Sigo sin saber dónde estoy.
En uno de estos sillones se encuentra una chica sentada, de pelo oscuro y piel caramelo, es preciosa con solo un vistazo. En cuanto nos ve llegar pega un brinco y se acerca a nosotros.
—Al fin estás aquí, llevamos un rato esperando en el despacho —la chica en cuestión riñe al chico que me sujeta y de un vistazo rápido me mira —¿no la habrás registrado no? Espero que esos golpes ya los trajese.
—Hermanita —con que hermanos. Desde luego el parecido lo tienen —tengo mis principios, si está inconsciente no la voy a cachear. Pero, déjame presentarte. Gala, ella es mi hermana May —sonrio a la chica que tengo en frente y ella hace lo mismo. Veo que la carisma va en la familia.
—¡Hola! Por favor, no te tomes el llevarte agarrada como algo personal, es por seguridad —explica mientras que avanzamos por un pasillo los tres.
Cuando llegamos a unas puertas dobles de roble, May entra sin llamar y Hunter y yo la seguimos.
El cuarto es bastante grande y elegante. Con las paredes decoradas en color crema, la mayoría de estas están cubiertas por estanterías llenas de libros. Hay un sofá y dos sillones en una esquina con una mesita en medio, y de espaldas al balcón hay un escritorio con una silla por detrás y dos sillones por delante.
Hay un chico de mi edad en el sofá de la esquina sentado, que nos observa en silencio cuando entramos. Tiene el pelo blanco, una tez blanca y unos ojos de un gris impenetrable. Me recorre de arriba abajo antes de llevar una taza de té a los labios pero al procesar mi aspecto, los abre con sorpresa. Estoy segura de que me ha reconocido.
El asiento de detrás del escritorio está dado la vuelta, enfrentando el balcón; en el cuál también hay otra persona. Lo sé al ver los dedos tamborilear en el brazo de este.
Cuando Hunter se aclara la garganta, este se da la vuelta, dejando ver a su ocupante.
Un joven de pelo rubio y piel blanquita aparece haciendo un repaso visual de todo hasta centrar toda su atención en mí. Tiene unos ojos preciosos y bastante singulares, de un tono miel a la luz del sol.
Me recuerdan mucho al color del whisky. Ámbar con mil toques dorados diferentes.
—Fue bastante agradable ver el mensaje que me dejaste, Hunter. Por lo que veo, esta vez has traído a casa la joya de la corona —su voz suena grave a la vez que habla y una sonrisa ladeada aparece en su cara a medida que me vuelve a escanear —dime, ¿quién eres?
Cuando me pregunta, me suelto de Hunter con un ligero movimiento de brazo y me coloco delante del escritorio.
—Me llamo Gala —todo en mi grita que me calle, que parase, que me estaba metiendo en la boca del lobo. Todo mi ser quería salir volando de allí y refugiarme en los brazos de mi hermano —Estos son documentos confidenciales de la más alta esfera y necesito vuestra ayuda para sabotearlos —le digo sacando de debajo del jersey los papeles que me abrirían la llave de su mundo. Los muevo delante de él, segura de que la curiosidad le picará y hará más preguntas.
—Y dime —empieza a mover a un lado y a otro la silla mientras que piensa —¿cómo se yo que son verdaderos, que eres de fiar?
—Porque es alguien especial, muy especial —el chico de la taza habla por primera vez. Se levanta y se coloca al lado del escritorio. Enfrentándome —ella es Graciella Montalbino, hija del arcángel Rafael. Una princesa de los cielos.
El peso de aquellas palabras cae sobre el despacho con un peso aplastante. El silencio que ya de por sí había antes parece hacerse aún más profundo.
El chico que está sentado y que tiene pinta de dirigir todo esto se queda quieto, sin apartar los ojos de mí, sin ni siquiera pestañear. Para seguido decir solamente tres palabras.
—Muéstrame tus alas.
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