Capítulo 10 - El otro lado de la puerta

Salí disparado de la empresa. Tan apurado estaba que casi me llevo parte de la pared conmigo, pues quise tomar el celular sin desconectarlo del tomacorriente.

La distancia que me separaba en esos momentos de Clara era una maldición. No solo casi choco a un pobre chico en bicicleta que nada tenía que ver con nada sino que, además, mis preocupaciones armaron equipo para golpearme durante todo el trayecto. Aporreaban todas mis inseguridades, sabían a la perfección dónde dolía más. Para cuando llegué, ya me sentía el peor ser humano del universo y en mi cabeza, alejarme de Clara era lo mejor que podía hacer por ella.

Estaba a punto de darme a la fuga cuando recibí la señal de Camilla de que ya podía subir. Me estaban esperando y se habían arriesgado para ayudarme, no había vuelta atrás. Además, Clara no se merecía eso. Si ella decidía mandarme al demonio, debía al menos darle la satisfacción de hacerlo ella misma. No podía tomar la decisión por ella.

El maldito elevador, aparato que ese día parecía odiarme, estaba teniendo problemas técnicos y yo no tenía intención alguna de esperarlo. Sin dudarlo, me lancé a correr los ocho tramos de escaleras que me separaban del departamento de Clara.

De más estaba decir que para cuando llegué casi necesité un respirador. Los gemelos ardían, también la garganta. Lejos estaban ya esos años en los que me la pasaba en el gimnasio buscando tonificar el cuerpo para que las mujeres me encontraran atractivo. Ahora no estaba fuera de forma a la vista, pero el mero esfuerzo de subir corriendo hasta el octavo piso casi me mata.

Tomé nota de hacer algo respecto a eso a futuro y me acerqué a Camilla y Mia que ya me esperaban en la puerta del hogar de Clara. Para cualquier otra persona podría ser difícil diferenciarlas, pero para mí era bastante sencillo. La que tenía carita de perro degollado era Mia, la que tenía cara de que en cualquier momento te saltaba a la yugular era Camilla.

—Ya te dije, son treinta minutos desde que pasas esta puerta. Si no recibimos llamada de Clara, les reventamos los tímpanos a timbrazos.

—Por supuesto, Camilla, gracias a las dos por darme esta oportunidad. ¿A dónde van a ir mientras tanto?

—A comprar chocolate, —Mia se encogió de hombros algo incómoda, ella se veía dulce pero no parecía para nada contenta de que Camilla hubiese cedido a ayudarme—, más te vale que no tengamos que usarlos.

Si bien Mia lo dijo tartamudeando antes de marcharse, sentí ganas de aplaudirle el coraje. Escucharla haber dicho eso era como si un caniche le hubiese ladrado a una pantera. Uno sabía que el pobre perro tenía pocas chances, pero qué muestra de coraje, era en verdad de valorar.

Sacudiendo la cabeza para volver a enfocarme en lo que pasaba, ingresé al departamento y cerré la puerta tras de mí. Se escuchaba un leve ruido de agua corriendo, así que supuse que Clara aún estaría en medio de los preparativos de su baño. Me senté contra la puerta y por unos segundos me quedé en silencio sin saber bien cómo iniciar esa tan necesaria conversación.

Estaba a dos segundos de un cambio inmenso, ya fuese que me perdonase o me mandara al demonio, algo entre nosotros iba a cambiar. Y eso me llenaba de miedo el alma.

—¿Clara? —pregunté intentando con todas mis fuerzas que la voz no se quebrara por los nervios.

—¡¿Qué mierda?! —Su respuesta honesta y sin filtros me dejó saber que enojada o no, Clara seguía siendo Clara.

Escuché cómo la puerta se estaba abriendo y sin darme cuenta de lo que hacía, me giré a la velocidad de la luz y frené todo, volviendo así a cerrar la puerta.

Estaba en cuclillas, aferrado a ese pomo y a esa puerta cerrada como si mi vida dependiera de ello. La mayoría de las veces me gustaba hablar viendo a mi interlocutor a la cara, pero estaba tan avergonzado y arrepentido por todas mis fallas que en esa ocasión, no podía.

—Espera, por favor, ¿podemos hablar así? —le imploré desesperado.

A medida que pasaban los segundos, sentí que la ansiedad estaba tomando lo mejor de mí y que no podría terminar la conversación que había querido iniciar.

—¿Qué haces aquí?

—¿Es que me esperabas en otro lado después de lo que pasó en el elevador? Clara, no tienes idea lo avergonzado que me siento. Soy un imbécil y me falta mucho camino por recorrer. Sé que no sirve de nada y que no va a ayudarte con el dolor que te causé, pero juro que no lo hice de gusto.

—... —El silencio de mi interlocutora sólo me dijo una cosa: debía terminar de hablar.

Era terrible cómo a veces el silencio del otro se me hacía incluso más pesado que sus palabras. ¿Qué estaría pensando y sintiendo Clara? ¿Pensaría que podía darme una oportunidad para explicarme? ¿O se habría quedado callada considerando cómo mandarme a freír espárragos? Esa incertidumbre era la que durante las noches me mantenía despierto e inquieto. ¿Por qué todo tenía que ser así?

—En mi cabeza, por alguna razón, tenía que dejar el proyecto andando esta semana. Pensaba que si me esforzaba lo suficiente, podríamos estar tranquilos este fin de semana... como lo veníamos haciendo.

»Sabes de mi ansiedad... bueno, a veces la curo con mucho trabajo. Busco sobreexigirme tanto que al volver a mi departamento ya no sé ni cómo me llamo. Pero esa no era la idea esta vez, juro que me maté trabajando no solo porque estaba entusiasmado por el proyecto, sino porque quería mi tiempo libre contigo.

»El tema es que apenas te vi en el elevador, me di cuenta de lo idiota que había sido. Nunca en tu vida me miraste como hoy, ni nunca pensé que me equivocaría tanto como para que tú me vieras así. —Mi voz amenazó con quebrarse por la frustración y el llanto reprimido de impotencia que estaba ganando la batalla—. Sé que tener intención o no, no modifica el resultado en lo más mínimo: te lastimé. Y no sé cómo mierda hacer ahora para solucionarlo.

—Leónidas...

—¿Por qué mierda debo pensar así? ¿Por qué no puedo ser un tipo normal que manda todo al carajo y se dedica estar con la mujer a la que ama? Podría haber delegado, podría haber espaciado las reuniones, podría haberte tratado mejor...

—¡Leónidas! —Su grito me sorprendió. Clara había plantado sus manos en mi rostro y me había pegado una leve cachetada como para traerme a la realidad. ¿En qué momento había abierto la puerta?

¿En qué momento me había lanzado a llorar?

¿Y cuándo fue que me lancé a su falda para aferrarme a su cintura y seguir llorando como un niño pequeño? Ella me abrazó con fuerza y ternura mientras lloraba a la par.

Aún no estábamos listos para una relación, teníamos tanto por aprender. Ella necesitaba limar esas inseguridades que como espinas la perforaban, yo debía aprender que de ahora en más éramos dos y no podía hacer las cosas como siempre.

Éramos grandes, estabamos acostumbrados a estar solos, ¿podríamos siquiera lograrlo? ¿Cómo hacían los demás? Porque tenía el presentimiento de que con amor solo no podríamos llegar muy lejos.

—No es tan divertido cuando el otro está menos roto que uno, ¿verdad? —Una sonrisa amarga se trepó por la comisura de su boca, la sombra en su mirada me dejaba saber que las cosas se encontraban lejos de estar bien.

—Me ha tocado ser el vulnerable, es verdad; pero si tú eres la menos rota de los dos, pagaría este precio todos los días sin siquiera dudarlo. —Acaricié su mejilla derecha con mi mano y sentí cómo el peso de su rostro quedaba a mí merced, incluso furiosa como estaba, Clara aún respondía a mi proximidad.

—¿Cómo puedo saber que lo que dijiste es cierto y que no te obsesionaste en verdad con Cassandra Jones? Ella tranquilamente podría haberse convertido en tu nuevo centro de atención.

—Primero que nada: no te llega ni a los tobillos; segundo, tengo evidencia de que estaba pensando en nosotros y que todo lo que hice fue por nosotros. Puedo ser un idiota pero no soy un idiota desconsiderado, mucho menos mentiroso.—Saqué de mi bolsillo el teléfono celular y le mostré la reservación al spa que había agendado el lunes de esa misma semana.

En el registro estaban los pasajes de avión, la estadía del hotel y la reserva al spa. Nos había diseñado toda una escapada, que esperaba fuera romántica, pero la había arruinado.

—¿Por qué reservaste un spa tan lejos como para necesitar pasajes de avión?

—...no estoy orgulloso de mis razones.—Me crucé de brazos incómodo, rogando que no siguiera con el tema pero su semblante me dejó saber que no era una opción—. Oh, por Dios, estoy compartiéndote casi todos los días de la semana con tus hermanas. Son unos ángeles pero también unas garrapatas increíbles. ¿Besarte tranquilo? ¿Acorralarte contra una pared y besarte en serio como hace un mes que quiero? ¡Imposible! Entonces pensé que si estábamos lejos tal vez... tal vez...—Por supuesto no pude terminar mi argumento por el bochorno; no solo me sentía avergonzado, también me sentía como un adolescente en celo.

Las garrapatas te escuchamos fuerte y claro, cabeza de chorlito. —La voz de Camilla a mis espaldas me dio escalofríos. ¿Es que ya se me habían pasado los treinta minutos?

—Perdón que lo diga, ¿pero no se están ahogando en un vaso de agua? —La voz de Mia pidiendo permiso para tomar la palabra nos dejó a todos sorprendidos—. Ninguno de los dos ha estado en una relación seria, entonces es entendible que estos malos entendidos ocurran.

»Cada uno tiene eso que lo lastima y está bien; no pueden ni deben ser iguales. Solo tienen que mirarse a los ojos. Estas situaciones les vienen como anillo al dedo para ocultarse. Una en sus inseguridades y el otro en que ya lo arruinó todo, ¿pero no es más sencillo encontrarse a mitad de camino?

»Acepten que no son perfectos, que pueden equivocarse y ya. Hay errores y errores. No es lo mismo hacer algo que sabemos al otro le va a doler, que hacer algo pensando en que va a ayudar al otro y lastimarlo en el proceso.

»Los adultos complican todo cuando en verdad no es tan complejo. Y no me vengas Clara con el ejemplo del plato que se quiebra y vuelve a pegar; porque como yo lo veo, a este plato lo agarraron justo antes de que se estalle.

—Estoy con Mia en esto. Están llorando como si la relación se hubiese terminado, pero es recién la primera dificultad. De estos van a tener miles, ¿o es que el amor que se tienen es tan débil que ni esto van a poder superar? —Camilla, bastante más ácida que su melliza, tomó control de la situación para terminar de tirarnos el resto de agua fría en la cara.

—¿Soy yo o tus hermanas con menos de la mayoría de edad son más maduras que nosotros? —Con lo que me quedaba de fuerzas me enderecé como pude y ayudé a Clara a que también se parase.

—Quédate aquí, cabeza de chorlito, vamos a ayudar a Clara a hacer un bolso liviano para el fin de semana. Porque no van a desperdiciar esa escapada, ¿me escucharon?

—Clara, sé que no sientes ganas de ir, que estás llena de dudas. —Mi hermana menor parecía estar leyéndome la mente—. Pero lo mejor que puedes hacer es ir.

—¿Por qué, Mia? —No entendía cómo mis mellizas estaban tan seguras del tema.

—Porque lo hemos visto con los tíos miles de veces. Los ves hiper firmes y alegres, pero no es todo el tiempo así. Son muy diferentes y a veces pelean, pero verlos juntos por tantos años nos han enseñado varias cosas —comentó Camilla—. Uno: nunca te vayas a la cama enojado.

—Dos: siempre di lo que sientes, con respeto —continuó Mia mientras ambas armaban mi bolso.

—Tres: el silencio ayuda porque enfría al enojo. —Mis mellizas se complementaban en todo, incluso en esas reglas que habían incorporado con tan solo vivir con nuestros tíos.

—Y cuatro: ser diferentes es bueno.

—¿Cómo puede ser bueno ser tan diferentes? —Esa última parte me había confundido muchísimo.

—A ver, que no son dos piezas del rompecabezas que deben encajar perfecto. Eso sería aburridísimo. La idea es aceptar al otro por como es y olvidarse de cómo nos gustaría que fuera. —Mia parecía más resuelta que nunca—. Y no siempre tienen que llegar al punto medio en las discusiones. Sí es importante llegar al punto medio en el sentido de que van a dialogar y escuchar al otro; pero no en los resultados de la discusión.

—¿Por qué?

—Porque "llegar a un acuerdo" quiere decir que uno ha tenido que ceder. Y no sé tú, pero eso se me hace algo violento. —Mia se había vuelto una chica con la sabiduría de un adulto hecho y derecho—. Está bien estar de acuerdo en no estar de acuerdo. Como también estoy de acuerdo en que no se te vaya el enojo tan fácil por lo que él hizo.

—Vayan este fin de semana y ve cómo son en tiempos de crisis. Piensa si es tan horrible como para querer pasarte el resto de tus días sin él o si quieres, voluntariamente, aceptar que se pueden venir más crisis pero es mejor pasarlas junto a él. —Camilla también, había crecido ante mis ojos como por arte de magia—. Eres un ser entero y perfecto así como estás. La idea no es que el otro te complete, es que venga a sacudir tu vida, a sumar a tu felicidad y que quieras compartirlo todo con él.

—Chicas, es que me han dejado muda... —intenté abrazarlas pero ellas pusieron mi bolso en las manos y me empujaron fuera del dormitorio donde Leónidas me esperaba nervioso.

—Nosotras vamos a estar bien, olvídense de todo por el fin de semana. Adiós.

Para cuando quise darme cuenta, mis hermanas nos habían echado de mi propio departamento.


¡Sopresa! Como hoy estrené portada nueva y el Lunes no les pude dar la actualización de siempre, decidí que hoy les iba a regalar un cap más.

Las cosas parecen ir un poco más encaminadas y creo que ahora pueden entenderme cuando les digo que las mellizas son de las mejores cosas que tiene esta novela :D

¿Qué les pareció la primera crisis?


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