1.
Tooru estaba, en simples palabras, destrozado.
Su hijo. Su querido hijo... Eso no le podía estar pasando a él. Simplemente, no podía ser. Le había dado una buena crianza, no sería el mejor padre del mundo pero...
—Oikawa, deja de ser tan malditamente exagerado.
Tooru miró a su esposo entre sus manos, con sus lágrimas rebosando por las mejillas y sus marrones ojos hinchados.
Hajime solo le llamaba así cuando estaba molesto con él.
—¡No puede ser que vayas a apoyarle en esta locura! ¿No te das cuenta de la desgracia? ¡Nuestro hijo va a...! ¡A...!
No se atrevió a finalizar la frase antes de sumergirse en sollozos de nuevo, como buen dramático que era.
—Papá...
—Papá, no exageres tanto —intervino Yuki, suspirando mientras recogía su cabello negro—. Shinji solo va a ir al mejor equipo de la prefectura, deberías estar alegre por él.
—¡Yuki, tú también no! —protestó Tooru, sintiéndose incomprendido por su familia.
—Vuestro padre es un dramas, no le hagáis caso —suspiró Hajime.
—Por lo menos alguien te apoya, Shin-chan —sonrió Yuki, molestando a su gemelo.
—Yuki, no molestes —bufó Shinji—. A ti no te dice nada porque tú sí vas a ir al Seijoh.
—Oh, pero es porque Natsu-chan va ahí también —sonrió ampliamente.
—Ya la has liado... —suspiró Hajime al ver la perplejidad de su esposo al escuchar las palabras de su hija.
—Yuki... No me digas que tienes alguna clase de interés por esa chica...
Yuki le miró sin entender.
—¿Por Natsu-chan? Es linda —se puso un dedo en los labios—. ¿Pero y qué si fuera así, papá?
Tooru se volvió a hundir en un mar de llantos, maldiciendo todo lo maldecible mientras Hajime suspiraba y ponía una mano en el hombro a su hija.
—A ver, Yuki, Natsuki es la hija de Kageyama. Ese es el problema.
—¡Mi hija con la hija de Tobio-chan! ¡Mi hijo yendo al Shiratorizawa! —gritó desesperado Tooru—. ¿Qué será lo siguiente? ¿¡Qué más puede pasarme?!
Shinji miró a Hajime con súplica. Necesitaba la firma de los dos para la matrícula, y Tooru se negaba en rotundo a firmarla.
—A ver, idiota —Hajime se acercó a la silla donde estaba sentado y le dio un golpe en la cabeza—. Firma de una puñetera vez el maldito papel y deja a los chicos en paz.
—¡Se supone que debes apoyarme, Hajime!
—¡Se supone que deberías haber madurado de una jodida vez hace años!
Shinji y Yuki se miraron con una sonrisa resignada. Muchas veces se habían llegado a plantear cómo sus padres habían estado juntos dieciséis años.
Cuando Issei y Takahiro les dijeron que sus padres eran amigos de la infancia, casi les dio un ataque.
—¡Se supone que estamos casados! —Tooru le señaló su anillo—. ¡Prometiste apoyarme para toda la vida!
—¡Sólo cuando fueran cosas importantes, imbécil!
—¿¡Y esto no es importante?! ¡Es el futuro de tus hijos! ¡Shinji es demasiado bueno como colocador para los del Shiratorizawa! ¡No puede ir ahí! ¿O se te olvida todo lo que pasamos contra ellos?
—¿¡Pero puedes dejar de pensar en el pasado?! ¡Ni siquiera son los mismos jugadores!
—No, si solo faltaba que Ushiwaka siguiera ahí con su maldito «debiste venir a Shiratorizawa» —rodó los ojos, poniendo una ridícula voz—. ¡No dejaré que Shinji vaya ahí! ¡Y Yuki no rematará los pases de esa chica! ¡Es tan desquiciante como su padre!
—¡Natsu-chan es linda! —replicó Yuki.
—¡Y yo quiero ir a Shiratorizawa!
Los ojos verdes de ambos miraron a Tooru con determinación.
—Tooru, venga, no es para tanto —trató de calmar Hajime, rebajando su propio tono de voz—. Sólo firma, y ya está.
—Pero...
No pudo decir nada ante la intensidad de los tres pares de ojos verdes que le miraban intensamente, y Tooru maldijo para sí.
—Hajime, te haré responsable si nuestro hijo sale de ahí rodeado de animalitos como una maldita princesa Disney y se hace granjero.
—Lo que tú digas, pero firma —suspiró.
Tooru cogió el bolígrafo negro de mala gana y se inclinó sobre la mesa para firmar el papel. Luego miró a Shinji con una seriedad que ni Hajime se creía.
—Iwaizumi Shinji, espero que sepas lo que haces.
El muchacho asintió y tomó rápidamente la hoja, antes de que a su padre se le ocurriese romperla, quemarla o algo por el estilo.
—No le hagas caso, campeón —sonrió Hajime, quien tras dar una patada en el pie a su esposo como advertencia, se acercó a revolver los cabellos castaños de su hijo—. No hay nada mejor que hacer lo que uno quiere, y yo te apoyo en todo lo que sea para bien.
—¡Gracias, papá! —Shinji le abrazó con fuerza—. ¡Ahora me voy, que tengo que llegar antes de la una para matricularme!
Guardó la hoja en un folder y se fue corriendo tras dar un beso en la mejilla a Tooru.
—Bueno, yo creo que también me voy...
Yuki intentó salir de hurtadillas, pero Tooru se lo impidió con la mirada.
—¿A dónde vas, Yuki?
—¿Yo? A dar una vuelta, o a rematar algunos pases con Sai-chan...
—¿Seguro que vas a ver a Sai? —rió Hajime al ver el nerviosismo de su hija—. Issei me dijo que hoy irían a Kyoto.
—¡Papá, apoyas a Shin-chan y a mí no! —se cruzó de brazos—. ¡Es injusto!
—Yuki, si vas a ver a Natsuki, te advierto que el refrán de «de tal palo, tal astilla» es muy real —advirtió Tooru.
—Ve a verla, anda —Hajime golpeó la espalda de su hija con alegría—. Esa chica hace muy buenos pases, y estoy seguro de que te encanta rematarlos.
Yuki asintió con fervor y le abrazó, yéndose corriendo antes de que cambiase de opinión.
Tooru miró a su esposo con ojos asesinos.
—Claro, déjame a mí como el malo —infló las mejillas, tomando café de su taza de aliens para relajarse.
—Vamos, mira el lado positivo, ¿crees que a Tobio le hace gracia que su hija vaya al Seijoh? Te odia tanto como tú a él.
—Mis dos hijos debieron ir al Seijoh. Mira que a Shinji le hubiese perdonado hasta que fuera al Karasuno. ¡Pero al Shiratorizawa, Hajime! ¿¡Qué cruel broma del destino es esta?!
—No te pongas dramático de nuevo. Shinji tiene una gran oportunidad, y además el hijo de Ushijima es un gran rematador como él —dijo pensativo.
Luego se dio cuenta de su error, y atrapó a Tooru entre sus brazos cuando echó a correr a la puerta.
—¡Suéltame, Hajime! ¡Tengo que detenerlo! ¡Shinji nunca colocará un maldito pase para ese chico!
—¡Cálmate, idiota! ¡Tú tuviste que hacerlo en la Selección!
—¡No es lo mismo! ¡A mí me obligaron!
—¡Claro que es lo mismo! ¡Venga, siéntate!
—¡Qué no! ¡Además, entonces tú estabas ahí y podía pasártela!
Hajime gruñó y le obligó a darse media vuelta para encararle.
—¿Te vas a callar ya, idiota? Deja que hagan lo que quieran, mientras no sea nada malo...
—¡No quiero, me niego a que...!
—¡Eres un maldito ruidoso!
—¡Yo solo...!
Hajime cogió con una mano el cuello de la camisa de Tooru y lo echó hacia abajo, dándole un beso forzado tan intenso que, aunque Tooru se resistió al inicio, acabó por ceder.
—¿Te calmaste? —bufó Hajime cuando se separaron.
—Si me callases así siempre, no tendríamos tantos problemas, Hajime~ —sonrió con diversión, enredando las manos detrás del cuello de su esposo.
—Serás idiota.
—Pero así te enamoraste de mí —canturreó el castaño, besándole brevemente antes de caminar feliz hacia la cocina, taza en mano para rellenarla de café.
Hajime suspiró y sonrió.
No podía negar eso, y la mayor prueba eran sus dos hijos.
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