I - Muffins

Un día Lunes cualquiera del año 1983 había llegado a la concurrida ciudad, Guadalajara, la cual, tenía un ambiente frío por la iniciada primavera.

El trabajo en todo el país empezaba desde muy temprano, así que, Enrique salió de su casa a las siente de la mañana, en punto y en ese mismo momento, en la casa de una mujer joven que maquillaba su rostro, sonaba la alarma del horno, avisando que los pastelillos estaban listos y debía salir ya a las oficinas de la DEA, donde mostraría sus conocimientos obtenidos en los últimos tres años...

Kiki pasaba suavemente sus manos por el volante de su auto, viendo las iluminadas calles que pronto le mostraron su lugar de trabajo, ocultó entré edificios industriales que reinaban en la gran ciudad.

Pronto el moreno entro al edificio, cruzando los pocos pisos del edificio para llegar a su oficina, sintiendo entonces en sus fosas nasales el aroma a café recién hecho.

—¡Hola Suzy! —Salúdo Kiki a la secretaria—.

—¡Hola Kiki! Oh, ya casi tengo tus direcciones... —Le dijo viéndolo caminar frente a su escritorio—.

—¡Gracias! Vendré por ellas...

Kiki sólo llevaba en manos un nuevo folder, su investigación del fin de semana con ya fecha y nombre para agregarla a su escritorio de olor a madera y siempre bajo llave. Tenía todas sus investigaciones en cada uno de los cajones, nombradas en clave entre folders de color amarillo para protegerlas de cualquier mala jugada de "los malos."

Entró a su oficina llamando la atención de sus compañeros que estaban frente al computador y la de su jefe, quién tenía la puerta abierta esperandola, a ella. Ya llevaba minutos de retrasó.

—¿Guadalupe? —Dijo el jefe desde su oficina—.

No señor... —Saludo Kiki llegando a su escritorio—.

Háganla pasar conmigo cuando llegue, chicos...

Kiki se sentó empezando con su trabajo, contento de empezar con su rutina y no maldecir su fin de semana que fue aburrido como los demás.

Mala señal que llegue tarde... —Dijo Butch—.

Estoy mal o ¿Tú siempre llegas tarde? —El otro. Kiki negó con una sonrisa burlona—.

Perdón, tengo un recién nacido...

—Y ella probablemente esté nerviosa de llegar aquí —Sus compañeros rieron—.

Lo olvidaba, es mujer, debe maquillarse... —Rieron y está vez Kiki no pudo no hacerlo—.

—¿Por qué no mejor me dan su nueva información?

Apenas Kiki terminó de decir eso la puerta de la oficina fue tocada, con un gentil toquido que podía asegurar, era una mujer.

Minutos antes la mujer de cabello café, bonito conjunto de traje que mostraba sus piernas y olor a perfume de vainilla bajaba de la camioneta a regaña dientes, viendo, con la ayuda de sus lentes, el edificio desde afuera.

—No sé qué hago aquí... —Se maldijo a sí misma—.

Tenía miedo, iba a luchar contra un mundo fuerte, uno que conocía bien.
Nadie la escucho, nadie le dio más ánimos para entrar ahí, simplemente la camioneta arranco rápido dejando el rastro del olor a gasolina.

Lupe tomó un suspiró y después, con actitud sobre sus tacones, entró al edificio. Con un par de preguntas supo adónde ir con su bowl de muffins en mano y cuando estuvo en el piso correspondiente, se dirigió a la secretaria rubia.

Hola. Lo siento, buscó a Jaime Kuykendall... —Nerviosa dijo, viendo a todos lados—.

Claro ¿Tú nombre? —La rubia secretaria—.

—Guadalupe... —Pronunció apenas—.

Oh, te están esperando. Ven te acompaño. —La rubia se levantó—.

Suzy la tomó del brazo guiandola al pasillo, con una actitud linda al tener una mujer en el piso, en ese mundo peligroso.

—Fue prevenida tu llegada, es un gusto conocerte ¿Lupita? —Le dijo con su español de difícil pronunciación—.

Oh si y tranquila Suzy, hablo perfectamente el inglés, claro, con un ridículo acento del norte, pero lo entiendo. —Con una sonrisa le respondió—.

Oh ¿Cómo sabes mi nombre?

—Amm, el señor Jaime me lo dijo...

Bien, entonces ya estamos más que presentadas. Es un gusto tener a una mujer como compañera haciendo más que estar enfrente de un computador. —Rieron juntas, caminando directo a la oficina, haciendo sonar sus tacones en el pasillo—.

—Tú también haces cosas importantes detrás de un computador, pero gracias por el halago...

Oww, bueno es aquí —Le señaló la puerta, tocándola—.

—¿Te gustan los muffins, Suzy? Traje para esté primer día... —Destapo el bowl, mostrando esos postres de chocolate—.

Solo uno, si no, no cabré más en éste traje... —Tomó uno y la puerta fue abierta—.

Vale. Hablamos después...—Se despidió Lupita para entrar—.

Al entrar la de cabello café fue recibida con las miradas de los "gringos", dejándolos sorprendidos por su belleza femenina que no esperaban ante el trabajo peligroso que desempeñaría en esa oficina.

Buenos días... —Dijo al entrar, inundando el lugar de su timbre de voz femenino—.

En segundos Jaime estuvo en el marco de la puerta, saludándola.

—¡Guadalupe! ¡Pasa por favor! Hay un par de cosas que hablar... —Le señaló la oficina—.

Si mi señor... —Caminó hacía él—.

Sabía dónde estaba; en un edificio y organización ajena al estado y país, en un lugar que apenas en meses había ganado "popularidad" gracias al esfuerzo de sus trabajadores, en especial el de Enrique Camarena, que fue personaje principal de varias notas periodísticas de "El País."

Lupita pasó con Jaime a la oficina, con su bolso y bowl de muffins en manos, junto con su curiosidad en todo ese lugar.

Mientras la plática de la recién llegada y el jefe empezaba, también la de los compañeros qué ante los prejuicios de esos 80s, donde era raro ver a una mujer destacar en mundos de distintas atmósferas, empezaron a criticar.

Le doy un mes. —Dijo Roger—.

Apuesto tres meses —Se sumó Butch—.

—¿Y tú Kiki? —Preguntaron ambos compañeros al unísono, viendo a Kiki concentrado en mejorar su nueva carpeta de investigación—.

Me da igual —Respondió indiferente—.

Dentro Jaime también tenía dudas en las capacidades de Guadalupe, por ello, acusandola de todo lo que podía ser, menos una soldado en esa guerra contra el narcotráfico.

Es que es muy bonita, me sorprende que una mujer esté metida en esto —Agregó Butch—.

Pues métete más en esto, no veo que uses tacones. —Regaño Kiki para los tres reír—.

La pierna derecha de Guadalupe temblaba de ansiedad mientras escuchaba al hombre delante de ella, hablándole seriamente, mirándola a los ojos como si pudiera leer todo lo que era ella.

No dudo de tus capacidades, pero señorita Sánchez, usted y yo sabemos porque entro.

—Lo sé bien... —Dijo con pena—.

Realmente estaba molesta al ser interrogada por ser mujer, por no tener la confianza del hombre aún cuando su currículum decía todo lo necesario para ser útil ahí.

Lo único que le pido es que demuestre lo que dice su presentación.

—Si señor.

—No tolero la impuntualidad. —La miraba diciendo, asustandola aún más de todo—.

Perdón, yo...

—No voy a tolerar un mal desempeño ni a perdonar errores, aún cuando venga de una puerta grande. —Después de lo ya dicho de repente sonrió y le dio la mano—. Bienvenida a la DEA. 

—¡Gracias señor Jaime! —Feliz le tomó la mano—.

Deje que Camarena la guíe, es el más comprometido en esto. —Se levantó y ella seguido de él—.

Si. —Con una sonrisa mal disimulada—.

Déjame presentarte a tus compañeros. —La guío fuera—.

Ambos se levantaron del escritorio para entonces Lupe recordar sus postres y ofrecerlos al quitar la servilleta de encima.

—¿Le gustan los muffins? —Cuando le abrió la puerta—.

Jaime asintió para amable ponerle una mano en el hombro y presentarla como debía.

Chicos, ella es Guadalupe, será nueva agente en la DEA y les pido su total comprensión y apoyo a ella —Sonrió con Guadalupe—.

Hola chicos...

Hola, soy Roger y mi compañero Butch —Se presentó el de bigote—.

Un placer... —Sonrió ella, subiendo los lentes por el puente de su nariz—.

Ella se acercó a los hombres para darles la mano, después se giró para extenderla al moreno, el cual no le dio una sonrisa, sólo la mano, quedándose con sus ojos al ser ya importante en ese lugar, y por el atractivo que Guadalupe no podía negar.

Bien a trabajar. Kiki por favor apoyala... —Kiki asintió sin muchos animos— Ahí está tu escritorio, Lupe. Bueno tenerte aquí.

Gracias señor oh y —Se acercó a él mostrando los pastelillos—¿Muffin? Lo siento, me desvelé horneado.

Jaime agradeció y tomó el postre, para volver a su oficina, dejando a sus hombres con la única mujer del equipo. Ella se giró y les ofreció a sus compañeros los pastelillos quienes se portaron negativos al principio.

Por favor, tienen relleno de chocolate. —Les sonrió y sin dudar tomaron dos cada uno—.

Entonces Lupita le ofreció también a Kiki que no le había apartado la mirada para nada, él sin saber por qué.

—¿Quiere usted? —Le ofreció, dejando su bolsa en el escritorio de Kiki, quien tomó sus correspondientes dos pastelitos—.

Gracias...

—Un gusto —Con una sonrisa coqueta que Kiki no supo interpretar. Detrás de ella Butch habló—.

Me declaro fan...

—¿Ricos? —Vio a su compañero asentir para después caminar a su escritorio donde se sentó—. Gracias, mi madre me enseñó todo lo que sabe de repostería...

Guadalupe miró con casi repulsión su escritorio y después urgo los cajones que tenía esté, así como las llaves correspondientes dentro. Guío sus ojos negros a Enrique Camarena, de nuevo.

Bueno ¿Quién te enseñó a combatir el mal, chica ruda?—Empezó Roger haciéndola apartar sus ojos del hombre—.

Oh, la vida —Con un gesto mal fingido de tristeza—.

Sinaloa ¿Verdad? —Afirmó Kiki, llamando de nuevo su atención—.

Si, la cuna del Narco. —Se mordió el labio inferior al mirarlo. Los compañeros asintieron con ella—.

—¿Eres recién llegada? ¿O?

—Si, hace, unos días llegué aquí. —Miró el escritorio de Kiki, ahí había dejado su  bolso—.

Tienes que conocer todo, Guadalajara es hermoso. —Butch le dijo, chupando el chocolate en sus labios—.

Es muy bello, todos sus templos son una cosa magnífica. —Roger agregó—.

México es hermoso dejando de lado su violencia...

—Sí lo es —Le contestó a Butch mientras de reojo miraba sin parar a Enrique que llenaba documentos—.

El silencio se quedó con ellos, sus compañeros ya en papeles o en el computador. Guadalupe entonces se levantó y se puso delante del escritorio de Kiki, tomando su bolso y con una sonrisa le dijo;

—¿Qué debo hacer primero?—Kiki subió los ojos a ella—.

Integrarte a la DEA. Vamos  —Se levantó—.

Ambos desconocidos salieron de la oficina compartida. Kiki señaló el pasillo de lado derecho y Guadalupe lo siguió, a su lado y nerviosa.

Debo agradecerte tu ayuda desde ya, sin ti siento que no voy a poder en éste mundo. —Con un sonrisa amable que el moreno no imitó—.

Entonces si crees que no puedes ¿Por qué estás aquí?—Y ella aguanto palabras de más—.

—¿Me está subestimando, agente Camarena? —Fingió jugar en su molestia—.

No, sólo me preguntó, por qué alguien que dice venir tan preparada necesita mi ayuda...

Bueno, está es una organización estadounidense que viola la soberanía del territorio Méxicano y yo soy Mexicana, con un inglés aún en desarrollo, no sé, tal vez por eso... —Le sonrió—.

Llegaron entonces al lugar dónde le darían su identificación como agente de la DEA. Sin problemas efectuaron sus contratos, así como la credencial que le dieron a Guadalupe, dejándola ver su fotografía en la tarjeta y su nombre, completo.

—¿Crees que con esto sea más fácil que me den la VISA? —Bromeó con él, mostrándole su tarjeta—.

Estaban enfrente del escritorio de atención, esperando documentos importantes para la integración a la DEA en los cuales, se comprometería con aquel peligroso trabajo.

Mientras esperaban, escuchando ambos el tecleo de la computadora, Kiki por alguna razón que no notó, se dedicó también a observarla, sus piernas largas haciendo suya la falda ejecutiva, la femeninad de los tacones altos que usaba, así como su cabello castaño ondulado y sonrisa al comunicarse con la secretaria. Regreso al mundo cuando ella recibió el documento y escuchó las indicaciones que él también recibió hace apenas unos cuantos años.

—Es un acuerdo de confidencialidad así como el primer pasó para tu seguro de vida. Firma por favor.... —Avisó la secretaria extendiendo los papeles—.

Oh, si gracias... —Sorprendida al oír el obvio peligro por un documento—.

Guadalupe entonces estuvo en ese lado, dándose cuenta de como esas personas trabajaban y se esforzaban al pelear con el peligroso imperio naciente y otros, aceptaban firmar.

Delante del escritorio donde estaban había otro vacío así que robando de nuevo la atención de Kiki, camino para ahí sentarse y leer con paciencia cada línea, memorizando cada condición de contrato.
Después pasó al acuerdo que literalmente le ponía un costo monetario a su vida y muerte, ese papel leyó con más detenimiento, con dudas a un abrazo de la muerte.

No lo pienses tanto. —Dijo Kiki a su lado, viéndola darle su mirada de ojos negros—.

—¿Tú no tuviste miedo? —Él negó con una sonrisa, en realidad burlándose de él—.

Cuando él llegó ahí venía solo y sin nadie que lo necesitará, por ello puso la tinta sin temblar, sin sentirse egoísta al unirse a algo así, pues, ya nadie lo necesitaba.

Guadalupe asintió, para revisar de nuevo los primeros párrafos y aún sintiendose preocupada o culpable, hizo bailar la punta de la pluma sobre el papel ha firmar. Se levantó y entrego los papeles con la secretaria que los reviso.

Perfecto. —Le acercó más documentos—. Te pido leas estos papeles y los llenes, por favor. En un máximo de tres semanas, traelos.

Si, gracias.

Ambos de nuevo se fueron por dónde llegaron, ella ahora guiando sus ojos maquillados, debajo de esas gafas, por todos lados, tratando de conocer más del edificio.

Y ¿Algún consejo? —Lo miró a su lado, dando una sonrisa coqueta.—

Él sonrió y entré tantos consejos que dar empezó con un levantamiento de hombros.

A veces nada es lo que parece —Se miraron al mismo tiempo como queriendo decirse algo—, la investigación nunca termina y no eres un héroe, eres un agente más que piensa que lo hará bien...

—Oh, por favor, eres tan modesto Kiki ¡Te he visto! —Su voz era entusiasta—.

—¿Cómo?

—¡Si! En los periódicos, en primera plana. Tengo colegas, amigos, que son admiradores tuyos y me incluyo. —Emocionada.

—¿No es ésto una broma para agradecer de mejor forma mi ayuda? —La hizo reír—.

—No, no, eres comprometido en lo que haces y eso que sólo hemos visto tu trabajo por periódicos, eres, ya un ejemplo para mí...

Esos son verdaderos halagos —Rieron juntos—.

Llegaron a la oficina, ahora ambos con una sonrisa porque Kiki había encontrado una razón para olvidarse del privilegio que Guadalupe tenía y que a él le tocó rogar.

Después de entrar, en un par de minutos todos se volvieron a reunir en el escritorio de Kiki para analizar más la ubicación sospechosa, una de las tantas en esa ciudad. Así empezó el trabajo de Guadalupe ahí.

Un compás, lápiz y libreta los acompañaba para hacer su necesaria investigación en un mapa.

Quedá a un manzana cerca de otra ubicación. —Dijo Kiki usando el compás para mostrar manzana de distancia—.

Si —Dijo Butch viendo el mapa, interesado en el tema—, pero para mí eso no tiene sentido.

—¿Qué no queda cerca del territorio conectando con varios centros de comercio?—Guadalupe, ahora ella usando el lápiz para señalar unos cuantos locales—.

Eso lo hace aún más sospechoso... —Roger—.

Entonces ¿Qué esperamos? —Con entusiasmo dijo Lupe— Debemos ir...

Los hombres la miraron, siendo una vez más conscientes de que alguien nuevo estaba en el equipo, alguien que no sabía su forma de operación para actuar contra un probable nido de cucarachas.

Así no es como trabajamos aquí, Lupita. —Inicio Kiki, encerrando el territorio analizado—.

—¿Por qué?

Bueno, podría ser una falsa alarma

—¿Y sí no lo es?

—En está no tenemos signos de alarma, hay cosas en las ubicaciones que llaman la atención, en esas actuamos, en está, no. —Roger, yendo a su escritorio—.

Somos una organización que invade territorio Méxicano, por eso no podemos hacer mucho. —Butch, le dijo—.

—¿Ir a pasear por esas carreteras es delito? Porque cerca veo mucho comercio, debe haber un lindo restaurante que permita ver el movimiento del lugar. —Insistio Lupita—.

No somos héroes. Ese es nuestro lema... —Le llamó la atención, Jaime—.

No soy héroe, seré una civil más que tiene ojos y verá que sucede. —Con cierto sarcasmo—.

Jaime lo pensó un momento, le negó a Lupita y después a Kiki aún cuándo no había agregado nada.

Iran Kiki y Lupita de paseo mañana...

—¡Si! —Festejo ella—.

—¿Cuál es el horario sospechoso, Butch?

—1:30 de la tarde...

Estaran ahí. —Señaló a la pareja—.

Kiki y Lupita se miraron, asintiendo.

Bien, hoy fue un día largo, pueden irse... —Dijo Jaime—.

Guadalupe se organizó para poderse ir de ahí, no sin antes hacer una llamada sospechosa para que vinieran por ella, que fue pronto. Se pintaba los labios de un rojo intenso antes de irse...

Me voy, hasta mañana, Kiki —Le dijo saliendo de la oficina—.

Kiki la vió salir, dejando ella, el olor de su perfume y una extraña sensación en él al lidiar con sus coqueteos nada disimulados.

Guadalupe se despidió de Suzy, de todos los sentimientos encontrados que le daban humanidad al saber lo que hacía. Salió apenas un poco animada por el día que fue, menos difícil de lo que esperaba.

Camino por las calles, aprisa, haciendo sonar su tacón y sus pensamientos al no saber cómo iniciar la conversación con el Jefe De Jefes, en sólo minutos. A lo lejos, después de caminar casi dos cuadras, diviso la camioneta alta y lujosa que la paso a dejar en la mañana.

Guadalupe subió a la parte de atrás del auto rojo para oler la mota y el perfume costoso.

—¡Gafitas! ¿Cómo le fue a la flaca hermosa en su primer día? —Preguntó el mismísimo Caro Quintero, fumando, viéndola por el retrovisor—.

—Arranca por favor Chucho. —Le dijo en otro tono de voz al hombre que manejaba—.











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